Yo era o quería ser escritor de cuentos infantiles.
Vacaciones en Suecia. Visitante asiduo a la biblioteca para
estudiar el cuento infantil sueco.
Congeniamos. Tomamos, juntos, muchos cafés. Paseábamos por
las tardes.
Ella quería venirse conmigo y yo no quería venir sólo .
Estábamos en la Carihuela. Mañana de primavera. Feliz.
Escribiendo y canturreando (no digo cantando por no herir).
“Un elefante se balanceaba sobre la tela de una arana y como
vieron…”
-¡Cono” – grité. Pero ¿por qué habré tenido que comprarme un
ordenador americano en el que no viene la “-“?. (es absurdo querer escribir
“e-e”, cuando no viene la “-“
Pero ella oyó el grito (ella y los vecinos, estoy seguro).
Entró corriendo, con un diccionario en la mano.
-
Cariño –dijo-
¿estás escribiendo algo pornográfico sobre “la parte externa del aparato
genital femenino….?
-
No, amor mío, es
que en los ordenadores americanos no viene la “ñ”, -le dije-.
-
¿Y por qué no la
substituyes y no que tienes que usar una expresión obscena, que no debe estar
en un cuento para niños?.
-
¡Amor mío¡. Es
una INTERJECCIÓN. No denomina nada, pertenece a la dimensión afectiva del
lenguaje. Ella misma, por sí sola, forma una oración elíptica, expresa un
afecto o movimiento del ánimo….
-
No te comprendo,
cariño.
-
Bueno, déjalo.
….y como VIERON QUE NO SE
CAÍAN…
-
¡joder! –grité.
-
¡practicar el
coito”, ¿ahora?, ¿con quién?, ¿por qué?.
-
No, amor mío. Es
que se me han bloqueado las mayúsculas y, ahora, tendré que borrar…
….FUERON A….
-¡La madre que las parió”.
-“Hembra que ha tenido uno o más hijos”. No te entiendo cariño.
No entra ninguna hembra en el cuento de los elefantes…
- Déjalo, amor mío. Es que no he desbloqueado las mayúsculas
y, además, le di, sin querer a las negritas.
…llamar a otro elefante…
-
¡Dios!.
-
“Ser
sobrenatural, creador y dueño del
universo y de los destinos humanos…”
Cariño ¿Puedes explicarme qué tiene que ver Dios con unos elefantes que
se balanceaban…..
-
Nada, amor mío,
que no sé porqué le he dado al subrayado.
Así que, para no atormentar
más a mi tierna y delicada Ingrid, decidí dejar las INTERJECCIONES e inventé las PLURIJECCIONES. Y así, cuando
el ordenador me hacía una jugarreta gritaba, (volviendo a mi niñez):
-
“Caca, culo,
pedo, pis” – por ejemplo.
-
“Excremento
humano expelido por el ano, y especialmente el de los niños pequeños!, “ano,
posaderas”, “ventosidad que se expele por el ano, acumulación de gases en el
interior del intestino que son expulsados violentamente por el ano y que
despiden un olor nauseabundo”, “orina”. Pero ¿qué estás escribiendo?, cariño
mío. ¿Eso es o puede ser un cuento?.
Pasada y dejada atrás ese regreso a la infancia, me dio por
lo religioso y entonces gritaba algo así como:
-
“La Virgen
bendita, San Pantaleón y Santa Catalina de Siena”.
No os quiero ni contar. Ingrid, al día siguiente, apareció
con un diccionario de santos y vivía en un sin vivir.
Así que me decidí por otro camino léxico. Me dio por mezclar
la Geografía con la Historia. Y, entonces, en cualquier momento, me salía algo
así como:
“Me cago en Caravaca de la Cruz, en los renos de Laponia, en
los moros de Valencia y en el hijo pequeño de Nabucodonosor”.
Pobre Ingrid. Y la biblioteca seguía creciendo.
Así que imaginaos el día que grité (después de sacarme el
carnet de conducir):
-“Cabrón, hijoputa, desgraciao, maricón, mal rayo te parta,
así te rompas la crisma”.
Esto ya era demasiado para ella. La observaba y la notaba
sobrepasada. Lo noté cuando vi el María Moliner en la estantería.
Así que decidí pasar y abandonar las PLURIJECIONES y comencé
a usar las PARAJECCIONES.
Entonces, cuando el ordenador no me respondía, o me
respondía mal, o…. gritaba, medio cantando:
-
“cinco lobitos
tiene la loba, cinco lobitos detrás de…”.
Mi pobre Ingrid estaba volviéndose loca, estaba volviéndola
loca. Los diccionarios ya los tenía medio rotos, muchas hojas sueltas.
Desencuadernados. No entendía nada. De nuevo me dio pena. Así que decidí
abreviar y comencé a usar sólo MONOJECCIONES. Así que cuando el ordenador me
hacía una putada, gritaba…
-
“Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh”
-
“Ohhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh”
-
“Noooooooooooooooooooooooooooo”
-
“Diossssssssssssssssssssssssssssssssss”
Pobre Ingrid. Entraba corriendo en el despacho. Unas veces
con el extintor, otras con el móvil llamando a los bomberos, otras con el
botiquín de primeros auxilios….
Así que, lo pensé seriamente, por su bien, y consideré como
lo más conveniente no hablar ni gritar cuando el ordenador se riera de mí. Fue
entonces cuando se me ocurrieron las SUBJECCIONES.
Me tragaba toda la mala leche y “cerraba fuertemente los
puños, hinchaba los carrillos y aguantaba la respiración”, pero sin abrir el
pico, mientras hacía un recorrido mental por la madre y toda la familia del
Microsoft y de W. Gates.
Otras veces lo que hacía era pisarme fuertemente los dedos
de un pie con el tacón del zapato del otro pie, hasta que me ponía rojo, pero,
eso sí, sin abrir la boca.
Todo fue a peor. Como Ingrid no me oía, se temía lo peor,
“ha sufrido un infarto” -pensaba. Y entraba de golpe en el despacho y al verme
en esa situación, era ella la que empezaba a gritar y a zamarrearme hasta que
comprobaba que no me pasaba nada.
Se quedó a mi espalda mientras yo escribía en el ordenador
las CRIPTOJECCIONES:
“Apenas el sol comenzó a iluminar los arquiloques pogados de
la enferta catrema cuando la niña poburata salió a tender las jaumas amarillas
de su hexono , aún no sinecuarados por la cufra de los tepas fercuadizos.
Cuando la rimodosa madre contempló la escena matrigüeñó varias permas en la
tierna cabezA de la niña.
Mientras tanto, una subtomía mirelógica, que en ese momento
rascusaba cupas ante paranoicas prescilobias, amentó sobre la vulgaridad
circumpética de los consentrepados peripatéticos…”.
Oí un ruido tras de mí. Ingrid, que había estado leyendo por
encima de mi hombro, se desplomó.
En su frente tenía clavada una INTERJECCIÓN.
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