Si el término “gaia” tenía
resonancias místicas, el contenido era terreno, natural.
Para más “INRI”, Gaia era
propuesta no por un visionario oriental sino por uno de los suyos. Un
científico, además, con credenciales de científico serio y diseñador de ciertos
instrumentos científicos de gran utilidad.
Nada menos que James Lovelock
había estado en la N.A .S.A.,
para intentar detectar vida en Marte cuando la nave estadounidense Wiking se
posó en la superficie del planeta rojo.
No era, pues, Lovelock, un extraño
eremita, recluido en las montañas tibetanas o en las selvas amazónicas, sino un
científico de bata blanca, con el que uno podía cruzarse en el pasillo y
preguntar, dialogar, discutir, y sin salirse del circuito de la razón
científica.
Pero lo que Lovelock proponía
rayaba en la superstición y, para más INRI
cometió la temeridad de presentar sus argumentos en forma de método
científico ortodoxo.
Las pruebas demostraban que
toda la biosfera del planeta tierra (desde las bacterias al hombre, pasando por
el pez, el buitre y el elefante) podía ser considerada como un “único
organismo”, pero a escala planetaria, denominado Gaia...
Proponía, nada menos que el
“holismo” en plena efervescencia del “individualismo”.
Si un marciano quisiera
investigar si había vida o no en el planeta Tierra lo tenía fácil saberlo.
Bastaba un buen telescopio con un buen espectroscopio incorporado.
Al comprobar, el marciano, la
composición del aire de la tierra deduciría que, en la tierra, había vida,
porque al existir una gran cantidad de oxígeno libre en la atmósfera significaba
que tiene que haber algo que lo esté reponiendo constantemente. De lo contrario
se habría agotado al entrar en contacto y reaccionar con otros elementos, como
puede ser el hierro.
Exactamente lo mismo que
nuestro espectroscopio terrestre ha mostrado la ausencia del mismo en nuestros
planetas vecinos (véase la tabla de composición de la atmósfera en los mismos).
Si el marciano concluiría que
ese “reponedor” de oxígeno era la vida, el terrestre Lovelock concluyó que, al
no haber oxígeno en Marte, no había “reponedor”, era un planeta muerto.
No sólo no hay marcianos, es
que no hay vida marciana.
Lovelock, pues, propone que
es la vida (toda la vida) de la tierra, en su conjunto, la que interacciona y
tiene la capacidad de mantener su entorno, de manera que sea posible la
continuidad de su propia existencia.
Si un cambio medioambiental
amenazara la vida, ésta actuaría para contrarrestar el cambio, de manera
parecida a como actúa el termostato del frigorífico o de la instalación del
aire acondicionado.
Estamos hablando de la HOMEOSTASIS.
Gaia (la biosfera) es un
sistema homeostático, un sistema que se conserva a sí mismo.
Un sistema que no sólo se
adapta a los cambios sino que hace sus propios cambios, alternando su medio
ambiente, siempre que sean necesarios para su bienestar.
Cual otro Darwin, viajero e
investigador, comprueba cómo los corales de islas que, poco a poco se hunden,
poco a poco crecen hacia arriba para permanecer a la profundidad adecuada, para
sobrevivir.
“Homeostasis coralina” ante
un cambio geológico o tectónico.
Pero ¿y la TEMPERATURA de la Tierra ?
¿Por qué la temperatura media global ha permanecido
entre límites bastante estrechos durante mil millones de años o más, cuando se
sabe que en todo este tiempo la radiación solar (que es la que, básicamente,
determina dicha temperatura) ha ido aumentando ininterrumpidamente?
¿Por qué no se ha notado dicho
calentamiento en la tierra?
Tendrá que haber habido algún
tipo de HOMEOSTASIS.
¿Y la SALINIDAD del mar y de
los océanos?
¿Por qué es, justamente, la
adecuada para las plantas y animales marinos que viven en ellos?
Un aumento de la salinidad
resultaría desastroso. Morirían por envenenamiento.
Según la lógica científica
los mares y océanos deberían ser mucho más salados de lo que son, porque con la
evaporación la sal siempre queda allí.
Es como si dejáramos un cubo
de agua del mar, durante todo un verano.
A medida que se evapora, el
agua que queda en el cubo se hace más salada.
¿Por qué no sucede esto, que
es lo lógico, en los mares y océanos?
Porque se sabe que la
salinidad ha permanecido constante.
Por lo tanto algo tiene que
actuar para que eso no ocurra (el exceso de sal).
Tendrá que haber habido algún
tipo de HOMEOSTASIS.
¿Qué son las minas de sal
sino bahías o brazos de mar poco profundos, que quedaros aislados y convertidos
en lagos y que, tras la evaporación, sólo quedaron los lechos marinos,
convertidos en roca impenetrable, ya sellada por polvo y arcilla, y ya no
soluble?