Es la tercera respuesta ante la dura y cruel realidad.
La Ética.
Quizá sea contradictorio hablar de “Ética religiosa”.
La Ética es Ética, y nada más.
Sí se puede/se debe hablar de “Morales religiosas”
(Aunque sé que son dos conceptos diferenciados, los usaré
indistintamente)
La Ética puede ser considerada como la religión de la Razón
llevada a la práctica, siendo ella el origen del recto comportamiento humano,
al tiempo que criterio de moralidad de los actos.
Como la naturaleza, toda, ha sido creada por Dios, según los
creyentes, entonces las leyes de la naturaleza son las leyes que Dios quiso
imponerle (podría haberle impuestos otras, como la no gravedad,…) y, según las
cuales, actuará, se comportará.
Las leyes naturales son, pues, una expresión de la ley
divina.
Igual ocurre con las leyes humanas, expresión de la voluntad
divina.
Lo que debemos hacer, cómo debemos obrar, es lo que y como
Dios quiere, pero que dichas leyes no pueden ser antirracionales, pero no
porque Dios no pueda hacer lo contradictorio (un triángulo de 5 ángulos), es
que éste no puede existir, así cargamos el defecto de lo que no existe o no
debe hacerse sobre las cosas y las acciones, no sobre Dios.
De ahí que, además del Derecho Positivo Divino (El Decálogo,
dado directamente a Moisés, y lo expresado en los libros revelados), también
Dios imprime en las cosas las leyes naturales y en los hombres los
comportamientos correctos pudiendo descubrirlos la Razón.
Las leyes de la naturaleza son expresiones externas de la
voluntad de Dios (quiso esas, como podía haber querido imponerle otras) pero
pueden ser descubiertas por la Razón científica, en este caso, o por la Razón
Práctica/Ética en el caso de los deberes del hombre.
Éstos corresponden a lo que se denomina Derecho Natural.
Es la forma típica y generalizada (no algunos mesías o
algunos místicos) de hacer que la religión invada el campo de la vida
ordinaria.
(Obvio explayarme en las diferencias entre Ética y Moral)
Las religiones, a través de sus principios morales, intentan
regir el comportamiento de los hombres en todo tiempo y lugar.
La religión, así, invade la vida cotidiana a través de
cierto tipo de conductas que serán, unas obligatorias y otras prohibidas.
La ética/moral religiosa es el punto de enlace entre lo sagrado
y lo profano, comunicándolos.
Aunque, de esta manera, la religión va racionalizándose,
perdiendo su sacralizad y secularizándose.
La ética/moral religiosa es un principio de orden racional,
de ordenamiento de usos y costumbres por parte de la razón práctica.
Se amplía el dominio religioso al tiempo que se seculariza.
En el hinduismo, budismo y jainismo las buenas obras no
proporcionan salvación, sólo procuran/consiguen una reencarnación mejor, de
acuerdo con el principio del karma, en el que cada acto, bueno o malo, surte
efectos en un ciclo interminable de reencarnación.
El karma aparece como la más perfecta ley retributiva
imaginable pero es la antítesis misma del nirvana o de la “liberación general”.
En el judaísmo, cristianismo e islamismo, en cambio, la
moral de los fieles se entiende dictada por Dios, en unos mandamientos bien
explícitos en los libros revelados, las “Tablas de la Ley” dadas a Moisés,
(“palabra de Dios”) y se señalan las condiciones de la salvación.
En Egipto, Grecia y Roma, después de la muerte, comparecerán
los hombres ante un tribunal divino para dar cuenta de sus obras en la tierra,
para ser pesadas en los platillos de la balanza y ser juzgados después, bien
dignos de salvación o de perdición.
Mientras que el precepto fundamental del taoísmo, practicado
por Lao-Tsé es “no obrar contra la naturaleza”.
La ética confuciana es la de la escrupulosidad burocrática y
del decoro de los hombres distinguidos.
El budismo, en cambio, con su mística de renuncia al deseo
para poner término al sufrimiento, ordena la compasión, la piedad y la ternura
hacia todos los seres vivos, no sólo humanos, que sufren.
El gran precepto moral del Cristianismo es el amor al
prójimo, sin excluir al enemigo (la parábola del buen samaritano y lo de poner la
otra mejilla, las bienaventuranzas,…)
Aunque dentro del Cristianismo haya prescripciones muy
severas, como las relativas a la sexualidad (el puritanismo) o el cumplimiento
de los deberes profesionales (en el calvinismo o cristianismo reformado) que,
al enseñar que el hombre está ya predestinado al cielo o al infierno favoreció
la aplicación de los fieles a las tareas de este mundo, interpretando el éxito
profesional como un signo de predestinación positiva (véase la obra de M. Weber
“La Ética protestante y el espíritu del capitalismo”).
En algunas religiones la transgresión de rituales, más que
pecados graves, mortales, merecedores del infierno, es considerada mera falta o
pecado venial, fácilmente perdonable.
Pero en la religiones impregnadas de moralidad dicha
transgresión de las reglas, tanto las relativas al culto y a lo sagrado o de
las reglas morales aparecen como pecado que apartan al hombre de la divinidad y
de la salvación.
Pero es característico de la moral religiosa poner en el
mismo plano la violación de normas muy distintas.
La inobservancia del sábado, en el judaísmo, la profanación
de un sacramento en el cristianismo o el incumplimiento del ayuno en el mes de
Ramadán islámico son pecados ni más ni menos graves que el robo o la mentira.