jueves, 30 de noviembre de 2017

3.- PREGUERRA, GUERRA Y POSTGUERRA (A GRANDES RASGOS) (y 2)


Llegaría la Segunda Guerra Mundial y, a pesar de la “no beligerancia” las simpatías del régimen franquista con el Eje (sobre todo Alemania e Italia) eran manifiestas, no en balde las aviaciones alemanas (sobre todo en Guernica) e italiana (también en Málaga) habían ayudado enormemente a la victoria franquista.
La Iglesia no sólo nada dijo, sino que tanto a nivel Vaticano como a nivel de España, concordaban con el Eje.

Como el Eje perdió la guerra España quedaría “totalmente aislada” de Europa y del mundo, y no era “por envidia de nuestra paz” (como se nos recalcaba en la escuela y en los medios de comunicación) sino como castigo a su no implicación contra el nazismo y el fascismo.

Los 20 años de desconexión, desde el 40 al 60, supuso un atraso demencial de España en tecnología, en costumbres, en ideales, en esperanza, mientras Occidente tomaba derroteros completamente nuevos.

Estrepitosos el retraso espiritual, el retraso tecnológico, el retraso económico.
Años que parecieron siglos.

Los obispos seguían a los suyo: nada de sensibilidad social, ni siquiera investigación teológica pero, eso sí, celosísimos en materia de costumbres (las famosas pastorales preveraniegas sobre la inmoralidad de dejar visibles partes del cuerpo, predicar la “modestia cristiana” (hasta en el número de centímetros de faldas y mangas y los ataques a los bajos escotes (“ahí vamos a meter mano el obispo y yo” (decía el chiste no sé si de La Codorniz o del Hermano Lobo).

Inmoralidad, pero sólo en el cuerpo de la mujer.

Todo eso, y más, contribuiría al desprestigio de esa quisquillosa religión y moral religiosa.

¿Y la censura? La prohibición de espectáculos o la calificación de la peligrosidad de las películas, con las “erres”, y colgada a las entradas de las iglesias.

En las playas la Guardia Civil procedía a retirar a las bañistas que aparecían con los primeros bikinis.

Política-religión-moralidad sexual, todo envuelto en el mismo kit.

Fueron muchos los intelectuales que abandonaron/tuvieron que abandonar España.
Y, los que se atrevieron a volver, ya más viejos, se asfixiaron en el panorama con que se encontraron.

Hasta 1.956 la prostitución estuvo (teóricamente) controlada y sus protagonistas sometidas a determinadas medidas policiales y sanitarias, lo que suponía una legalización de la prostitución (ya abandonada por casi todos los países occidentales)
Cuando se prohibió levantó una enorme polvareda.
La verdad fue que seguía, pero con pequeñas alteraciones.

Ya hemos escrito (y seguiremos) sobre “la mujer en casa y con la pata quebrada”, para contentar al marido, quedarse preñada y parir, como obligación, y si era sin placer, mejor que mejor.
El varón buscaba el placer en las relaciones extramatrimoniales.
Era la famosa “cana al aire” si lo hacía el varón y era “una puta” si eso mismo lo hacía la mujer.

¿La compañera sexual extramatrimonial es mercenaria? Se le solía poner a su disposición un piso que, además de vivienda para ella, era el lugar de “picadero”.

Así que la prostitución de las mujeres queda para los viejos, los tímidos (incapaces de buscar y encontrar compañera sexual) y para los tarados, que sólo tienen acceso al sexo tras pagar.

Poco a poco, y tras mucho esfuerzo e incomprensión, la mujer fue demostrando que servía para algo más que “copular” y fue ascendiendo y ocupando puestos de responsabilidad.
Pero, la verdad fue que el camino fue largo, difícil y espinoso.

Las mujeres fueron personas con otros valores distintos, sin perder el que fue su único valor, el de descanso del guerrero (el marido) y paridora de hijos.

La relación sexual deja de ser la única relación con el varón.

La mujer quiere la relación sexual pero con “amor”, no por interés ni por dinero ni por vicio, así lo disfruta más y mejor.

Fue en los años 50 cuando apareció en España el turismo de jóvenes extranjeras, rubias y con los ojos azules, desinhibidas, a veces vestidas de modo nada convencional, sino estrafalario (pantalones cortos, blusas que dejaban entrever los pechos turgentes, el canalillo antes jamás visto y la mirada ávida de los varones las perseguían, ya que no podían, no se atrevían a tener acceso a ellas (el desconocimiento del idioma fue una barrera infranqueable)

¡Quién no recuerda a Alfredo Landa persiguiendo a las jóvenes rubias extranjeras en las playas de Torremolinos, o a Paco Martínez Soria, o a Pajares…

Pero si la moral se relajaba lo que sí se valoraba eran las divisas que ellas traían consigo, además, naturalmente, de unas mayores libertades sexuales.
Económicamente el turismo fue una enorme fuente de riqueza.

Se llegó al tópico de que las suecas (las nórdicas, en general) eran una mujeres “ansiosas de placer” y aquí estaba el “macho ibérico”, esperando dárselo.

La verdad que también muchas de ellas llegaban con el tópico del “Don Juan” español y su fogosidad.

Y es verdad que algunas veces los tópicos de confirmaban, pero sólo algunas veces, porque, tras conocerse, los esquemas sociales y morales eran discordantes.

El turismo hizo el milagro de que la juventud agraria abandonara el terruño y fuera a la ciudad o al pueblo turístico, dejando la azada y el arado y cambiándolo por la bandeja de bebidas a servir a los turistas.
Incluso mucha gente del mar cambió el remo y la barca por el lecho.

Pero las mujeres, si al principio se escandalizaron, poco a poco fueron imitadoras, dejando atrás la primitiva envidia.
También las mujeres españolas se pusieron al día en sus libertades.


“España era diferente” pero, poco a poco, iba haciéndose igual.

miércoles, 29 de noviembre de 2017

3.- PREGUERRA, GUERRA Y POSTGUERRA (A GRANDES RASGOS) (1)



En los años 30, en España, el panorama es convulso.
Las agitaciones sociales se hacen cada vez más dramáticas.
La burguesía, capaz de enriquecerse en tantas circunstancias no sólo no es capaz de poder con los grandes problemas que van surgiendo en la sociedad española, sino que esos problemas la arrollan materialmente.

La Dictadura de Primo de Rivera había intentado taponar la enorme vía de agua que amenazaba hundir la monarquía y, temporalmente, lo consiguió, pero la vía de agua no sólo volvía a abrirse sino que cada vez era mayor.

Habría sido precisa una renovación total de todo el casco, lo que no consiguió, por lo que ni la siguiente Dicta-banda de Berenguer, ni el almirante Aznar, que toma el testigo al frente del Gobierno en febrero de 1931, por lo que, apenas dos semanas después de hacerse con el poder, elabora un calendario electoral que se iniciará el 12 de abril, día en que tendrán lugar las elecciones municipales.

El anuncio de los comicios y la movilización despertada en torno a ellos los convierte en un plebiscito sobre la permanencia o no de la monarquía.

Los candidatos republicanos y socialistas vencen en las ciudades, donde las elecciones ofrecen mayores garantías democráticas al escapar el voto del control de los caciques locales. En 41 capitales de provincia (Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla…) se imponen las candidaturas republicano-socialistas frente a las monárquicas.

PROCLAMACIÓN DE LA REPÚBLICA.

Y la moral oficial, católica, apostólica y romana, comandada por la Iglesia, entra en crisis y las llamadas a quebrantarla van imponiéndose entre las masas.
Basta que hubiera estado prohibido el goce placentero, durante tanto tiempo, para disfrutar más de él, obviando la vigilancia u oponiéndose abiertamente a él.

Si lo sexual pertenece al orden de la naturaleza ¿por qué subordinarlo a lo cultural-religioso?

El sexo deja de ser pecado y, en general, ya no es delito.

La moral se relativiza.

El negocio va montándose en gran escala y cada vez son más los llamados a traficar con los apetitos naturales del prójimo.

(En otra entrada escribiremos sobre el tratamiento del sexo en la obra de Federico García Lorca).

La pornografía iba apareciendo y la gente disfrutando con ella.

La guerra civil (en general, cualquier guerra) fue una ocasión para los atropellos sexuales.

La guerra española del 36-39 dejó muchas ruinas: no sólo ciudades destruidas, también muchos jóvenes acribillados en el frente y muchas mujeres vejadas y violadas.

Es en las guerras cuando los hombres, cumpliendo la sentencia de Hobbes, se convierten en “lobos para otros hombres”, aplaudiendo y regocijándose de las “hombradas”, propias y ajenas.
La soldadesca, de ambos bandos, y en cualquier guerra (y sobre todo si es “civil”) se convierte en “machos en celo” y sus consiguientes atentados sexuales.

Como la Iglesia había ido de la mano y había sido la compañera fiel de la burguesía, en beneficio para ambos, será el clero el centro de los atentados sexuales de las izquierdas radicales por lo que los atentados contra las personas de vida religiosa serán frecuentes, como la violación de monjas o los intentos de que algunos religiosos practicaran sexo con rameras que se le presentaban desnudas, para despertar sus instintos sexuales.

Y no es que fueran nuevos los atentados religiosos sexuales, porque ya se habían producido repetidas veces, anteriormente, en diversas revoluciones y algaradas.

Esa inquina, por parte de las izquierdas radicales ateas, a las personas religiosas y ese afán de hacerla participar en el trato sexual ¿era una venganza contra la represión ejercida durante tanto tiempo por la Iglesia?, ¿era una prueba de irritación ante la negativa de aquellas personas a la vida sexual corriente, con su voluntario voto de castidad?, ¿era un afán de rebajar a quien se consideraba superior?, ¿era sadismo, cuyo placer consistía en ver sufrir a otros cometiendo, o en peligro de cometer, algo que temían?

Durante las guerras, en ese clima de violencia y brutalidad, se sueltan todas las pasiones, no sólo la sexual, con mujeres vivas, sino necrofílicamente, violando sepulturas, exhibiendo públicamente restos humanos, bailes y simulacros sexuales con ellos,…

Pero las derechas no se quedaron atrás considerando que las mujeres republicanas debían ser viciosas sexuales, al carecer de temor a Dios y a las penas del infierno, por lo que estarían dispuestas a la coyunda sexual con el primer semental que se le mostrase, ávidas de sexo.

Los espectáculos callejeros de muchachas republicanas jóvenes, rapadas al cero, en un desfile con público insultando y riéndose era demasiado frecuente.

Yo no pondría la mano en el fuego por la mayor brutalidad de uno u otro bando.

Recordemos que Durruti hizo fusilar a algunas prostitutas que acompañaban a su unidad militar, porque hacían demasiada mella en el “ardor guerrero de los soldados”.

Fue un período no muy largo pero anormal, por lo que no se debe juzgar a un país por hechos tan puntuales.

¿Que España salió maltrecha de la guerra? Nadie lo pone en duda.

El desfondamiento moral, a pesar de los primeros intentos de los vencedores en taponarlo, iría no sólo apareciendo, sino incrementándose. La Iglesia tomaría el timón, de nuevo, tanto de la moral como de la religión, lo que repercutía en un bien para el nuevo régimen.

martes, 28 de noviembre de 2017

2 LA REPÚBLICA Y LAS MUJERES (2)

La Unión de Muchachas defendió Madrid durante los tres años de sitio, luchando también por la emancipación de las mujeres. 
Mujeres Libres, anarquistas, organizaron la retaguardia en Cataluña; y la Asociación de Mujeres Antifascistas (AMA), bajo la dirección de LA PASIONARIA, organizó a las mujeres en las fábricas.
Todas estas asociaciones de mujeres tenían como denominador común que lo público y lo privado era indisociable.
Ya no podía haber marcha atrás.
La labor de estas mujeres fue notable, de ahí, que muchas de ellas fuesen encarceladas o enviadas al exilio,  como MARÍA ZAMBRANO o la misma Pasionaria.

Fue evidente que la República, en tan corto período, supuso un avance espectacular para la mujer, especialmente, en el plano legal.
En pocos años el régimen republicano conquistó grandes avances para la mujer, ésta dejaba de estar relegada en la esfera de lo privado para participar también en el ámbito público, no obstante, el franquismo eclipsó todas estas nuevas medidas y volviendo a instaurar un régimen fuertemente patriarcal y machista donde se instauraría de nuevo la figura del perfecto “ángel del hogar” o “la reina de la casa”, aunque, en realidad, era la “esclava del hogar”.

Recordar a otras mujeres como Margarita Nelken, Victoria Kent (por la que yo, siempre, he apostado frente a Clara Campoamor, cuando proclamaba que “la mujer no era, todavía, libre para votar, porque no estaba preparada para ello (su voluntad dependía del Cura (su conciencia y su condena eterna si no era obediente), del Marido (su felicidad, evitar el maltrato, el divorcio), del Patrón (su trabajo, su salario, su vida y la de los suyos), por lo que su voto no era libre, sino dependiente. Federica Montseny (primera Ministra de nuestra historia en el ámbito de la sanidad y la asistencia social) y sin olvidarme de aquellas 13 Rosas Rojas, las 17 rosas de Guillena,…

PAPEL DE LA MUJER EN LA SEGUNDA REPÚBLICA (14 abril 1931-17 julio 1936).

Antes de la Segunda República, la mujer se encontraba en una situación de subordinación respecto al varón en dos aspectos:

En las LEYES:

-La mujer casada pasaba a depender legalmente del marido y por tanto perdía su autonomía personal y laboral.
-Necesitaba la autorización del marido para desempeñar un trabajo, para firmar un contrato o para realizar compras que fueran más allá del consumo doméstico.
-Su salario era controlado por su pareja, según la legislación.
- Además, las mujeres podían ser condenadas legalmente si desobedecían o insultaban al marido.
- Si un hombre mataba o agredía a su mujer solo tenía como castigo un corto destierro; en cambio, la mujer podía ser condenada a prisión perpetua.

En la SOCIEAD:

- El estereotipo de la mujer se reducía al ámbito doméstico.
- La mujer debía ser “el ángel del hogar”, “la reina de la casa” o la “dulce esposa” (aunque, lo que en realidad era (como ya hemos dicho) “la esclava del hogar”).

- Si cualquier mujer se salía de esta imagen era duramente criticada y ridiculizada por la sociedad, por hombres y mujeres.

Ya en esta época, algunas mujeres lucharon por mejorar la situación de la mujer especialmente en defender el derecho a la educación o al trabajo de la mujer.
Entre estas defensoras encontramos a: Margarita Nelken, Teresa Claramunt, Clara Campoamor o Victoria Kent. Ellas pedían:
- Reforma de las leyes anteriores.
- La igualdad salarial.
- La extensión de la educación femenina
- El derechos al voto femenino (sufragismo).

La Constitución republicana no sólo concedió el sufragio a las mujeres, gracias a la implantación de esta nueva legislación: 
-Se eliminaron los privilegios reconocidos hasta ese momento exclusivamente a los varones.
-Se reguló el acceso de las mujeres a cargos públicos
-Se concedió el derecho de voto a las españolas.
-Se reconocieron derechos a la mujer en la familia y en el matrimonio, como el matrimonio civil.
-El derecho de las mujeres a tener la patria potestad de los hijos.
-Se suprimió el delito de adulterio aplicado sólo a la mujer y se permitió legalmente el divorcio por mutuo acuerdo (ley del divorcio de 1932). 
-Asimismo, se obligó al Estado a regular el trabajo femenino y a proteger la maternidad y, con ello, se prohibieron las cláusulas de despido por contraer matrimonio o por maternidad, se estableció el Seguro Obligatorio de Maternidad y se aprobó la equiparación salarial para ambos sexos. 

El régimen republicano estaba poniendo a España a la altura de los países más evolucionados en lo referente a la igualdad entre los varones y las mujeres.

lunes, 27 de noviembre de 2017

2.- LA REPÚBLICA Y LAS MUJERES.(1)



A grandes rasgos, fueron muchos los avances que llegaron con la implantación de la Segunda República Española y creemos conveniente recordar las conquistas que, entonces, se alcanzaron.

Las mujeres españolas habían tenido un papel pasivo y discriminado en la sociedad, su papel se circunscribía al de esposa y madre, dependiendo siempre del varón, ya fuese el padre o el marido, e inclusive, si quedaba viuda, del hijo. 

Sin embargo, el primer tercio del siglo XX  supuso la irrupción de la mujer en la vida pública gracias a su incorporación de forma masiva al trabajo remunerado, hecho que facilitó  el proceso de modernización de la economía española.

De hecho, fue a partir de los años veinte cuando el feminismo español comenzó a añadir demandas políticas a las reivindicaciones sociales, ya que la mujer empezaba a tener un papel activo en organizaciones sindicales y obreras.

Ejemplo de ello fue la creación de la Asociación Nacional de Mujeres Españolas (ANME) en el Madrid de 1918, donde mujeres de clase media, maestras, escritoras y universitarias, planteaban ya claramente la demanda del sufragio femenino.

Además, las mujeres empiezan a participar en la enseñanza superior, en la creación de la ciencia, en la cultura, en la vida política y en profesiones hasta entonces vedadas a su sexo.
Aunque, es de señalar que aún quedaba un largo camino por recorrer, (recordemos que, en 1930, todavía el 44,4% de mujeres españolas eran analfabetas.

La llegada de la II República, en abril de 1931, supuso una ola de pensamiento democrático que llevó a una revisión de las leyes discriminatorias y a la concesión del sufragio femenino.

Aunque la opinión general, tanto de izquierda como de derecha, creyese que la mayoría de las mujeres, influenciadas por la Iglesia católica, eran profundamente conservadoras, por lo que su participación electoral supondría un auge para la derecha.

Fue CLARA CAMPOAMOR (1888-1972), diputada y miembro del Partido Radical, quien asumió una apasionada defensa del derecho de sufragio femenino.
Argumentó, en las Cortes Constituyentes, que los derechos del individuo exigían un tratamiento legal igualitario para varones y mujeres y que, por ello, los principios democráticos debían garantizar la redacción de una Constitución Republicana basada en la igualdad y en la eliminación de cualquier discriminación por razón de sexo.
Al final triunfaron las tesis sufragistas por 161 votos a favor y 121 en contra.
En los votos favorables se mezclaron diputados de todos los orígenes, movidos por muy distintos objetivos.
Votaron «SÍ» los socialistas, con alguna excepción, algunos pequeños grupos republicanos, y los partidos de derecha, naturalmente.
Estos últimos lo hicieron por creer que el voto femenino sería masivamente conservador, algo que se demostró era una falsedad.

Así, la Constitución Republicana concedió el sufragio a las mujeres, y con ello, el fin de los privilegios reconocidos hasta ese momento exclusivamente a los varones.
Al mismo tiempo, se reguló el acceso de las mujeres a cargos públicos, se reconocieron derechos a la mujer en la familia y en el matrimonio, como el matrimonio civil, el derecho de las mujeres a tener la patria potestad de los hijos, se suprimió el delito de adulterio aplicado sólo a la mujer y se permitió legalmente el divorcio por mutuo acuerdo (ley del divorcio de 1932).
También se obligó al Estado a regular el trabajo femenino y a proteger la maternidad, con ello, se prohibieron las cláusulas de despido por contraer matrimonio o por maternidad, se estableció el Seguro Obligatorio de Maternidad y se aprobó la equiparación salarial para ambos sexos.
El régimen republicano estaba poniendo a España en el terreno legal a la altura de los países más evolucionados en lo referente a la igualdad entre los varones y las mujeres.
De hecho, se puede afirmar que la Segunda República dio a las mujeres la oportunidad, hasta el momento inimaginable, de una presencia en la vida social y política.
Por otra parte, durante la campaña electoral de 1933 se intentó manipular el voto femenino tanto por parte de la derecha como por la izquierda, como bien reflejan los lemas utilizados por unos y por otros:
Unos con «Que no pese sobre la mujer la derrota de la derecha»
Otros con: «Madres, que vuestros hijos no piensen que su falta de libertad se debe a que sus madres no consiguieron liberarlos».

El objetivo claro era una burda manipulación, un claro chantaje, hacia las mujeres de uno u otros bandos.

Feministas y republicanas se negaron a dar consignas de voto: el derecho al sufragio era una victoria, y se interesaron por la política interior con tareas a largo plazo tales como salud, enseñanza o la paz internacional.
A estas mujeres se deben las primeras denuncias contra el nazismo y los campos de concentración.

El estallido de la guerra civil y sus tres cruentos años no paralizaron los progresos culturales y legislativos, se legalizaron las uniones libres, las mujeres se incorporaron a la industria de la guerra y, en el 36, la ministra de Salud, Federica Montseny, consiguió la legalización del aborto.

Por otro lado, la historia de las milicianas es también digna de mención, ya que muchas dieron su vida en combate.

En el verano de 1936 las mujeres participaron en las milicias igual que los varones, pero ya en otoño fueron enviadas a la retaguardia. 

domingo, 26 de noviembre de 2017

LAS MUJERES Y EL SEXO EN ESPAÑA DURANTE EL FRANQUISMO (1)



Todos recordamos las convulsiones de todo tipo que se generaron y se avivaron en España en los años 30.
Las agitaciones sociales se hacen cada vez más dramáticas desde el mismo día 14 de Abril del 31 cuando se proclama la República.

UN POCO DE HISTORIA.

Todo sucedió, poco más o menos, así:

ELECCIONES, 1.931

Presionado desde todos los ángulos posibles, Berenguer, que no ha tenido tiempo de poner en marcha su dictablanda, abandona el poder.

El almirante Aznar toma el testigo al frente del Gobierno en febrero de 1931 e inmediatamente, apenas dos semanas después de hacerse con el poder, elabora un calendario electoral que se iniciará el 12 de abril, día en que tendrán lugar las elecciones municipales.

El anuncio de los comicios y la movilización despertada en torno a ellos los convierte en un plebiscito sobre la permanencia o no de la monarquía.

Los candidatos republicanos y socialistas vencen en las ciudades, donde las elecciones ofrecen mayores garantías democráticas al escapar el voto del control de los caciques locales. En 41 capitales de provincia (Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla…) se imponen las candidaturas republicano-socialistas frente a las monárquicas.

PROCLAMACIÓN DE LA REPÚBLICA.

El día 13, ante la evidencia de los hechos, se reúne el Consejo de Ministros.

El Conde de Romanones, miembro más destacado del último Gobierno de la monarquía, aceptando el carácter plebiscitario de las elecciones, hace un certero balance de la situación que sería recordado en sus memorias: 

«Mi tesis se redujo a sostener que aun suponiendo, y era mucho suponer, que el Gobierno contara con medios para resistir, no debíamos siquiera intentarlo, pues la fuerza se puede y se debe emplear contra los hechos revolucionarios, pero se carece de fuerza moral para emplearla contra las manifestaciones del sufragio. El máuser es un arma inadecuada contra el voto».

El día 14, a la vez que en Éibar (Guipúzcoa) se inicia la celebración por el resultado obtenido, celebración que se extendería enseguida a Barcelona y San Sebastián, el rey pide a Romanones que establezca contacto con los líderes republicanos.

Tras conversar con Alcalá-Zamora, quien había sido su secretario particular, y corroborar que el general Sanjurjo, al mando de la Guardia Civil, ha hecho saber que no seguirá apoyando al régimen monárquico, Romanones aconseja al rey, tal y como exigen los líderes republicanos, que abandone inmediatamente España.

A primera hora de la tarde, mientras la multitud agita banderas republicanas en la Puerta del Sol madrileña, Alfonso XIII emprende el camino del exilio.
En automóvil se dirige hasta el puerto de Cartagena, donde embarcará al amanecer del día 15 rumbo a Marsella.

De forma pacífica, sin violencia, el 14 de abril se proclama la República.
                                                                                               
Hasta aquí, los hechos.

LA CONSTITUCIÓN DE 1.931

Se conforma una comisión para la redacción de un borrador de la nueva Constitución, acordando: La supremacía legislativa (con una sola cámara), La independencia judicial, El reconocimiento y La autonomía para las regiones, Presidente de la República elegido por un período de seis años que designa al jefe del Gobierno, pero surgen los desacuerdos al debatirse la redacción definitiva del artículo 26, que trata de normalizar las relaciones entre el Estado y la Iglesia Católica, en el que el Estado no podrá, en ningún caso, favorecer ni auxiliar económicamente a las iglesias, asociaciones e instituciones religiosas entre otros puntos.

Finalmente es aprobado el 9 de diciembre de 1931. 

Alcalá Zamora es elegido Presidente de la República Española (1.931- 1.936).

Y Azaña es designado presidente del Gobierno.

EL BIENIO REFORMISTA

La autonomía catalana y la reforma agraria serían dos de las cuestiones más importantes abordadas por la república.
El esfuerzo educativo realizado por la república no tendría parangón en todo el siglo XX.
Distintos partidos políticos defendieron los derechos históricos y la particular identidad catalana.

EL BIENIO CONSERVADOR

Aunque sin mayoría suficiente, la CEDA de Gil Robles se impuso en las elecciones de 1933.
La crisis económica internacional desatada tras el jueves negro de Wall Street, en octubre de 1929, afectó la consolidación de la democracia en España.
El levantamiento revolucionario de Octubre de 1934, fue aplacado en toda España excepto en Asturias, donde la lucha se alargó una semanas.
La fuerza del sindicalismo minero ligado a la UGT permitiría el primer intento de revolución socialista en España.
De la huelga general se pasó a la insurrección, que solo fue sofocada tras la intervención de las tropas de regulares y de la Legión.

El Frente Popular obtiene la victoria en las elecciones de 1936.

Pero los atentados que costaron la vida al teniente Castillo y a Calvo Sotelo conmocionaron a la opinión publica, lo precipitó los planes de los militares golpistas.


LA GUERRA CIVIL

viernes, 24 de noviembre de 2017

MICHEL FOUCAULT, LA LOCURA, EL SEXO Y LA LIBERTAD (y 3)

Se bendice el “sexo reproductivo”, pero se persigue implacablemente a “la mujer histérica, al niño masturbador y al adulto perverso”.

El deseo sexual de las mujeres se interpreta como un desarreglo neurótico.

La exploración del propio cuerpo se prohíbe de forma tajante, especialmente durante la pubertad.

Las fantasías sexuales se consideran aberrantes, pues incumplen la expectativa de procrear.

Se podría esperar que Foucault celebrara la “liberación sexual” de las últimas décadas, pero no es así,  pues entiende que el sexo se ha reducido a una compulsión.

Se estimula la “búsqueda del placer”, pero lo esencial es el “encuentro entre los cuerpos”.

Si orientamos nuestra vida sexual al orgasmo, viviremos hipnotizados por un clímax que muchas veces sólo produce un placer insuficiente.
Los cuerpos deben encontrarse libremente, sin ideas preconcebidas.
Lo verdaderamente liberador es “no saber cómo discurrirá cada encuentro”.

En sus últimos escritos, Foucault habla de la necesidad de reinventar y reelaborar nuestro yo: “Debemos promover nuevas formas de subjetividad, renegando del tipo de individualidad que nos ha sido impuesto durante muchos siglos”.

Una muerte prematura y particularmente cruel dejó incompleta la obra de Foucault, pero no hay que lamentarlo.
No me refiero, por supuesto, a la trágica extinción de su vida, sino al final abierto de un pensamiento que siempre reivindicó el cambio, la paradoja y la incertidumbre: “Nunca sé, cuando comienzo un trabajo, qué pensaré al concluirlo. Cuando escribo, lo hago sobre todo para cambiarme a mí mismo y no pensar lo mismo que antes”.

Es imposible, pues, averiguar qué rumbo habría adoptado su pensamiento, pero es indudable que en ningún caso habría demandado nuestra aprobación.

Simplemente, nos habría pedido que abordáramos sus libros como un viaje.

Y aunque conozcamos el itinerario, recorrerlo siempre representará una aventura de la que saldremos transformados.


jueves, 23 de noviembre de 2017

MICHEL FOUCAULT, LA LOCURA, EL SEXO Y LA LIBERTAD (2)


Las reflexiones de Foucault servirán de apoyo a la antipsiquiatría, proporcionando argumentos psicológicos, filosóficos e históricos para cuestionar la psiquiatría tradicional.

El manicomio y la enseñanza reglada no existirían sin un discurso dominante.

El “poder” necesita “controlar las ideas”, “monopolizar el saber”, “imponer su visión del ser humano y de la realidad”.

En “Las palabras y las cosas”, Michel Foucault “sustituye el concepto de época por el concepto de episteme”.
Cada etapa histórica se desarrolla de acuerdo con un paradigma o modelo.

Foucault divide la historia de la humanidad en “tres epistemes: renacentista, clásica y moderna”.
Cada una representa una ruptura con la mentalidad anterior.
Nuestra época se caracteriza –entre otras cosas-  por la medicalización del comportamiento humano.
La medicina no cura, sino que vigila, clasifica y castiga.

Al igual que el “maestro” o el “policía”, el “médico” ejerce una estrecha vigilancia sobre el individuo, reprimiendo cualquier conducta que se desvíe de la norma.

Los manicomios no son centros de salud mental, sino espacios de reclusión con diferentes tipos de castigo: electrochoque, camisas de fuerza, internamiento indefinido, un arsenal farmacológico que colapsa la mente y el cuerpo.

Michel Foucault llama “BIOPOLÍTICA” a la alianza entre la medicina y el poder: “El control de la sociedad sobre los individuos no sólo se efectúa mediante la conciencia, sino también en el cuerpo y con el cuerpo.
El cuerpo es una entidad biopolítica, la medicina es una estrategia política”.
La sobremedicación y la psiquiatriazación del comportamiento son mecanismos para controlar al individuo, que desactivan cualquier forma de resistencia o rebeldía.

El primer paso para gozar de una “auténtica libertad” consistiría en rescatar a nuestro cuerpo y a nuestra mente de esa trama, reivindicando nuestro derecho a ser diferentes y a no ser castigados por ello.

Si queremos cambiar las cosas, debemos elaborar ideas diferentes, apropiarnos del conocimiento, desarrollar visiones alternativas del mundo.

Identificamos el poder con el Estado, pero el poder real no se ejerce sólo desde las instituciones.
Foucault habla de “microfísica del poder” para explicar que el poder configura aspectos básicos de nuestra vida cotidiana, indicándonos cómo debemos vivir nuestra sexualidad, qué podemos comer o cuál es la forma correcta de vestirse.

En su “Historia de la sexualidad”, investiga la coerción ejercida sobre nuestros impulsos en nombre del orden social.

A partir del siglo XVIII, se invoca la Razón para radicalizar el sacramento católico de la “confesión”, convirtiendo la minuciosa expiación de los pecados en una experiencia terrorífica.

Al igual que el “panóptico” (para vigilar y controlar los cuerpos), el confesionario (para vigilar y controlar las conciencias, el alma) somete al individuo, violando su intimidad.


“En Occidente –escribe Foucault- el hombre se ha convertido en una bestia de confesión”. 

MICHEL FOUCAULT, LA LOCURA, EL SEXO Y LA LIBERTAD (1)


MICHEL FOUCAULT (Poitiers, Francia, 15 de octubre de 1926-París, 25 de junio de 1984)

POR RAFAEL NARBONA

Michel Foucault fue una de las primeras víctimas ilustres del SIDA.

Murió en 1984 en París, con cincuenta y ocho años.

Durante más de dos décadas, había mantenido una relación de pareja con Daniel Defert.
Cuando se conocieron, Defert estudiaba filosofía y Foucault preparaba su tesis doctoral.
Amantes, amigos, cómplices, desafiaron a una época que aún concebía la homosexualidad como una enfermedad psiquiátrica.
En 1981, Foucault declaró: “Desde hace mucho tiempo vivo en estado de pasión con una persona; es algo que está más allá del amor, de la razón, de todo; sólo puedo llamarlo pasión”.

Defert heredó los archivos de Foucault, que contenían una sorprendente confesión: “Estoy feliz con mi vida, pero no tanto conmigo mismo”.

Es probable que la dicha de Foucault procediera de una ambición intelectual sin límites.

Escribió sobre sexualidad, psiquiatría, sociología, instituciones penitenciarias, literatura, medicina.

Sus análisis rompían en mil pedazos la mentalidad dominante, situándole en una posición marginal.

Su pasión por el saber nacía de su inquebrantable idilio con la libertad.

Nunca ignoró el precio de discrepar, enfrentándose a la mayoría: “Hay que ser un héroe para no seguir la moralidad de tu tiempo”.

Su sentido de la libertad le impidió estancarse en una identidad inmutable: “No me preguntéis quien soy, ni me pidáis que siga siendo yo mismo”.

Para Foucault, el SABER no era simple erudición, sino una mirada penetrante que destruye mitos y prejuicios, invitando al ser humano a recuperar la inocencia de la niñez, cuando la conciencia aún no se ha convertido en una cárcel del pensamiento.

Foucault sostenía que la CONCIENCIA era una vidriera superficial, que hay una profundidad oculta donde discurren las motivaciones reales de nuestra vida psíquica.

Esa convicción le empujó a escribir tres obras sobre la aparición de la PSIQUIATRÍA en el mundo occidental: “Enfermedad mental y psicología”, “Historia de la locura en la edad clásica” y “Nacimiento de la clínica”.

Su interés por el tema no era puramente teórico, sino fruto de su experiencia como paciente.

Foucault necesitó largas sesiones de psicoterapia para aceptar su identidad homosexual.

Fascinado por el poder curativo de la palabra, se licenció en psicología, no sin antes cursar filosofía.

En sus ensayos sobre los orígenes de la psiquiatría, sostiene que “el loco” ha ocupado el lugar del “leproso”.

En el siglo XVIII, aparecen los primeros manicomios, cuya función es esencialmente represiva.

No se busca curar, sino apartar, segregar, excluir.

No es casual que en esas mismas fechas aparezcan las primeras escuelas obligatorias y las prisiones mejoren sus métodos de vigilancia mediante el panóptico, una estructura arquitectónica ideada por el filósofo utilitarista Jeremy Bentham, gracias a la cual es posible vigilar a todos los reclusos desde una torre central, sin que ellos puedan advertirlo: “Las cárceles, los hospitales y las escuelas presentan similitudes porque sirven para la intención primera de la civilización: la coacción”.

La “tarima del maestro” y la “torre” de vigilancia provocan una poderosa intimidación, actuando como un gigantesco ojo que capta y escruta cualquier movimiento.
La sensación es tan abrumadora que “se interioriza y automatiza la sumisión”, reprimiendo cualquier gesto o idea que cuestione el orden establecido.
En el caso del enfermo mental, la coacción es más compleja, pues su mente es particularmente rebelde.
Por eso, se recurren a supuestas terapias con un alto grado de violencia física y psíquica.
Además, se asocia la locura al crimen, el libertinaje y la inmoralidad.


El objetivo último no es tan sólo alienar (separar) al enfermo mental de la sociedad, sino recluir en manicomios a rebeldes, extravagantes e inadaptados. 

miércoles, 22 de noviembre de 2017

MICHEL FOUCAULT: LOS TRES EJES DE LA SEXUALIDAD.

FOUCAULT Y LA SEXUALIDAD



El término "sexualidad" apareció muy tarde, en la historia, fue a principios del siglo XIX. 

Se trata de un hecho que no hay que subestimar ni sobreinterpretar. Señala algo más que un cambio de vocabulario, pero evidentemente no marca el surgimiento súbito de aquello con lo que se relaciona. 

El uso de la palabra “sexualidad” va en relación con otros fenómenos: el desarrollo de campos de conocimiento diversos (que cubren tanto los mecanismos biológicos de la reproducción como las variantes individuales o sociales de comportamiento); el establecimiento de un conjunto de reglas y normas, en parte tradicionales, en parte nuevas, que se apoyan en instituciones religiosas, judiciales, pedagógicas, médicas; cambios también en la manera en que los individuos se ven llevados a dar sentido y valor a su conducta, a sus deberes, a sus placeres, a sus sentimientos y sensaciones, a sus sueños.

Se trataba, en suma, de ver cómo, en las sociedades occidentales modernas, se había ido conformando una "experiencia", por la que los individuos iban reconociéndose como sujetos de una "sexualidad", abierta a dominios de conocimiento muy diversos y articulada con un sistema de reglas y de restricciones.

El proyecto era por lo tanto el de una historia de la sexualidad como experiencia -si entendemos por experiencia la correlación, dentro de una cultura, entre “campos del saber”, tipos de “normatividad” y formas de “subjetividad”.

Hablar así de la sexualidad implicaba liberarse de un esquema de pensamiento que entonces era muy común: hacer de la sexualidad una invariable y suponer que, si toma en sus manifestaciones formas históricamente singulares, lo hace gracias a “mecanismos diversos de represión”, a los que se encuentra expuesta sea cual fuere la sociedad; lo cual corresponde a sacar del campo histórico al deseo y al sujeto del deseo y a pedir que la forma general de lo prohibido dé cuenta de lo que pueda haber de histórico en la sexualidad.

Pero el rechazo de esta hipótesis no era suficiente por sí mismo.

Hablar de la "sexualidad" como de una experiencia históricamente singular suponía también que pudiéramos disponer de instrumentos susceptibles de analizar, según su carácter propio y según sus correlaciones,  los tres ejes que la constituyen: la formación de los saberes que a ella se refieren, los sistemas de poder que regulan su práctica y las formas según las cuales los individuos pueden y deben reconocerse como sujetos de esa sexualidad.

No quiero decir hacer una historia de los conceptos sucesivos del deseo, de la concupiscencia o de la libido, sino analizar las prácticas por las que los individuos se vieron llevados a prestarse atención a ellos mismos, a descubrirse, a reconocerse y a declararse como sujetos de deseo, haciendo jugar entre unos y otros una determinada relación que les permitiera descubrir en el deseo la verdad de su ser, sea natural o caído. 

En resumen, la idea era, en esta genealogía, buscar cómo los individuos han sido llevados a ejercer sobre sí mismos, y sobre los demás, una hermenéutica del deseo en la que el comportamiento sexual ha sido sin duda la circunstancia, pero ciertamente no el dominio exclusivo.

En suma: para comprender cómo el individuo moderno puede hacer la experiencia de sí mismo, como sujeto de una "sexualidad", era indispensable despejar antes la forma en que, a través de los siglos, el hombre occidental se vio llevado a reconocerse como sujeto de deseo

MICHEL FOUCAULT Y LA SEXUALIDAD ( y 3)

La cultura nos presiona continuamente para que difiramos nuestro deseo, sin el cual no podemos obtener la felicidad, y, un tercer elemento, el espejismo de creer que nos hará feliz trasgredir el umbral del discurso que ha definido nuestra sociedad y levantar alguna que otra prohibición.

“Para saber quién eres, busca en el interior de tu sexo. El sexo ha sido siempre el núcleo donde se anuda a la vez que el devenir de nuestra especie, nuestra “verdad de sujetos humanos”.

El poder civil y el poder religioso tienen que ser amigos, compañeros, amantes,…porque ambos controlan, aunque por métodos y con estrategias distintas, nuestras vidas.

El delito si…. con su castigo temporal y el pecado si….con su castigo eterno.

Es lo que hace la “confesión”: “conócete a ti mismo”, pero ¿para qué?

La Iglesia tiene marcado su camino, fuera de él todo es pecado, como lo tiene el estado con sus distintos Códigos y, contra ellos todos son delitos.

Para gozar de la existencia hay que huir de la Iglesia y su moral, y la consigna sería: “desconócete a ti mismo”

Hay que escapar no sólo de la Teología, también de la Psicología: “Hay que matar la Psicología y crear con uno mismo y con los otros, individualidades, seres, relaciones, cualidades que no tengan nombre”

¿Cómo la relación que Foucault mantuvo con Daniel Defert, cuando era profesor en Clermont y que duró 25 años, hasta su muerte?

“Vivo en un estado de pasión para con algunos. Tal vez en un momento dado esa pasión se convirtió en amor…creo que no haya nada en el mundo, nada, sea lo que sea, que pudiera detenerme si se trata de ir a su encuentro, de hablar con él”

Y durante sus continuas visitas a EEUU gozó de una libertad que en Europa era impensable.

Los barrios homosexuales de Nueva York o de San Francisco, con sus bares, sus saunas, sus periódicos, sus fiestas,…eran el complemento de su actividad académica.
Allí vivió su sexualidad a tope, en plenitud.

“El sexo no es una fatalidad, es una posibilidad de vida creativa. No basta con afirmarnos gay, hay que crear un modo de vida gay”.

Fue allí donde se interesó, también por el masoquismo como una fuente de placer y de revelación sobre las relaciones de poder.

Fue, también, allí donde llego al LSD, a la sexualidad grupal y al sadomasoquismo (que era la moda en San Francisco, epicentro mundial de la cultura gay)

¡Este tipo de vida me parece extraordinario, increíble¡. En Francia no existen sitios así”

Allí era moda, costumbre, de alquilar habitaciones para orgías y sexualidad grupal.

“¿Sabe Ud. para qué se escribe?, para que lo quieran a uno” – contesta en una entrevista.

¿Fue realmente muy querido?

Su “Historia de la sexualidad”, su primer tomo, “La voluntad de saber” ha sido uno de los libros más vendidos en Francia.

Murió de SIDA.



martes, 21 de noviembre de 2017

MICHEL FOUCAULT Y LA SEXUALIDAD (2)

¿Por qué afirma que “no es feliz” esa persona que está siendo entrevistada en la radio?
Y la entrevistadora insistirá en que responda a la pregunta de si son satisfactorias, felices o no, sus relaciones sexuales, lo que hace que el oyente Foucault se haga, al mismo tiempo, esa misma pregunta.

Después escribirá sobre este tema, los tres volúmenes de su “Historia de la sexualidad”.

¿Es Foucault nietzscheano?

Porque ambos cuestionan el concepto de racionalidad occidental, igualmente ambos reniegan de la Religión.

Pero también es un kantiano, en cuanto que para ambos la forma prima sobre la materia o el contenido (recordemos los Imperativos Categóricos kantianos: “Obra de tal manera que…” (la forma de obrar), no los Imperativos Hipotéticos “Si haces esto….si no haces lo otro,,,” (lo que haces, el contenido).

Más importante que “lo que” se desea (el contenido), es “la manera en que” se vive y se exterioriza esas apetencias (la forma).

Sexualmente, entre los antiguos y nosotros poco ha cambiado el contenido (las prácticas sexuales), lo que ha cambiado es la forma en que se acepta o se rechaza, la manera en que se vive la relación con la sexualidad, y esta ruptura con los antiguos es la que nos permite entender nuestro mundo.

En el mundo clásico los placeres de la mesa y de la cama van unidos.

Nunca es tan importante lo que comemos o con quien nos acostemos, como la manera, la forma de hacerlo, que para los griegos es “con moderación” (de nada demasiado).
Lo reprobable, lo rechazable es el exceso, lo ideal es “el dominio de uno mismo”, la excelencia moral, moderar los instintos,…

Cuando Platón llega a Siracusa, donde reina el tirano Dión y donde “la comida y la carne (el sexo) no tienen límites, lo que propone, e intenta Platón es la “moderación”, el equilibrio.

La dinámica del acto sexual en los griegos es la “penetración”: penetrar o ser penetrado, el activo y el pasivo, valorando positivamente lo primero, porque el sujeto lleva las riendas de la acción, mientras el segundo, al ser penetrado, es un ser sometido, como si fuera una mesa, un simple y mero objeto de placer.

“Dominar o ser dominado” –que diría el Marqués de Sade.

La sexualidad es un ejemplo más de cómo el poder abstracto incide en la vida cotidiana de la gente.

El Estado actúa como un verdadero agente de policía y es, entonces, cuando la vida misma deviene como objeto del poder.

El tomo primero (son tres) de la “Historia de la sexualidad” lleva por título “La voluntad de saber” e intenta hacer ver las estrategias de los macropoderes que regulan las relaciones personales.

“El poder está en todas partes”, no sólo en las contradicciones del campo social (marxismo) y no es el aparato superestructural al servicio de la clase dominante.

“La voluntad de saber” es un libro contra los tópicos que cultivaron los intelectuales después del Mayo del 68.

La ideología de la liberación no parte de la hipótesis de la sexualidad reprimida y la proclama de hacer una revolución sexual.

El deseo sexual no procede de la represión (como Lacan y los marxistas).

¿Por qué la sexualidad se ha convertido en un aspecto central de nuestra vida y a la hora de valorar la personalidad?


lunes, 20 de noviembre de 2017

MICHEL FOUCAULT Y LA SEXUALIDAD (1)




“Mientras los matrimonios entre hombres no estén permitidos, no habrá civilización” – es una sentencia de Foucault.

“Los trastornos le provenían de  una homosexualidad muy mal vivida y muy mal asumida” –fue el diagnóstico del doctor que estuvo tratándolo.

Quizá nunca en la historia han estado tan unidas una biografía y una obra como en Foucault y quizá sea porque el filósofo, cuando cree estar hablando/escribiendo/pensando de otras cosas, lo esté haciendo de sí mismo.
O, como dirá Nietzsche: “poco a poco se me ha ido manifestando qué es lo que ha sido todo gran filósofo, a saber: la confesión de su autor y una especie de “memoires” no queridas y no advertidas”.
O, en palabras de Montaigne: “soy yo mismo la materia de mi libro, no pierdan el tiempo en una materia tan frívola y vana”.

Biografía y obra. Obra y biografía.

Los tres grandes temas de sus obras: la locura, la sexualidad y el sujeto, acordes con su vida y sus vivencias,

Pero Foucault es uno de los componentes del movimiento filosófico “estructuralismo”, que quiere acabar con el espejismo del sujeto que protagoniza la historia, la economía,…incluso la propia biografía.
Para un estructuralista lo más importante, el núcleo de su filosofía, es la visión de conjunto, cómo y qué relaciones establece cada una de las partes entre ellas y con el todo.

Para los estructuralistas no existen leyes históricas y el pensamiento de los seres humanos obra a nivel inconsciente para producir su mundo social, por lo que el hombre no puede hacer historia, sólo es objeto pasivo de las circunstancias.
Ortega, nuestro Ortega, lo expresa de otra manera: “el hombre es un ser circunstanciado”

La teoría humanista de los estructuralistas es, pues, un antihumanismo porque en ella el hombre, en cuanto sujeto consciente, desaparece.

Sin embargo, todo ello parece no ir con nuestro filósofo.

Llega a París, huyendo de Poitiers (su lugar de nacimiento), una “ciudad sofocante”, una “urbe mezquina donde ha pasado toda su infancia”
Pero llega en 1.945, en plena postguerra, cuando la principal preocupación de los parisinos es conseguir alimento para no morir de hambre, y eso que él se instala en el Barrio Latino, que luego se convertiría en el barrio más dinámico de París.

Él va, como siempre, vestido de forma impecable, con jersey “cuello de cisne” y experimenta la soledad y la poca comunicación con el mundo y los moradores que le rodean.

Se pelea con todo el mundo, está perpetuamente cabreado, arremete ferozmente contra todo y contra todos.

Extravagancias múltiples (cuando el profesor lo encuentra tirado en el suelo y con el pecho herido por una navaja de afeitar, o como cuando persigue, cuchillo en mano, de noche, a un compañero de estudios, o los múltiples intentos de suicidio, sobre todo en el año 48).

Quienes lo ven, y lo tratan, juzgan que no está bien de la cabeza.

Es “la homosexualidad mal vivida y muy mal asumida” –como dirá, tras su muerte, el médico que lo había tratado.


¿Extraña, pues, que el primer tema que tratara en su obra fuera la locura, en su “Historia de la locura”?

domingo, 19 de noviembre de 2017

MICHEL FOUCAULT: SEXO Y PODER (y 2)

En la época moderna hablar de sexo es algo totalmente normal y necesario, los discursos que se gestan son utilizados para la productividad de la especie, la pregunta sería qué impulsa a los hombres a hablar de sexo, qué hay en el sexo que sea tan necesario y no estoy hablando simplemente del acto carnal, al que biológicamente estamos acostumbrados, sino en la sexualidad como un dispositivo al servicio productivo de la sociedad. 

Transformar el sexo en discurso fue el primer paso para crear una ciencia del sexo.

Alrededor de la sexualidad se configuró toda una clínica, en que se establecieron problemas, síndromes, síntomas, enfermos, sanos.
Y, a partir de casos específicos, como el masturbador, el perverso, la pareja maltusiana y la histérica,… se empezó a forjar un nuevo tipo de normativa y un nuevo tipo de sujeto.

“A partir del siglo XVIII, cuatro grandes conjuntos estratégicos se despliegan a propósito del sexo, dispositivos específicos de saber y poder. No nacieron de golpe en ese momento, pero adquirieron entonces una coherencia, alcanzaron en el orden del poder una eficacia y en el saber una productividad que permite describirlos en su relativa autonomía”.

Así, la totalidad de los individuos dentro de una sociedad regida por normas se halla cuidadosamente fabricada, de acuerdo con una gran cantidad de fuerzas metodológicas centrada en los cuerpos. Razón por la cual quien no se ajustara a la norma debía ser analizado y tratado clínicamente, para una mejor productividad social.
Por tanto se expande un saber técnico acerca de las conductas de los individuos en el que se aprende sobre ellos y se los hace producir mejor.

“En la preocupación por el sexo —que asciende todo a lo largo del siglo XIX— se dibujan cuatro figuras, objetos privilegiados de saber: 1.- La mujer histérica, 2.- El niño masturbador, 3.- La pareja maltusiana y 4.- El adulto perverso.
Cada uno es el correlativo de una de esas estrategias que, cada una a su manera, atravesaron y utilizaron el sexo de los niños, de las mujeres y de los hombres”.

Foucault analiza los sitios en los que el sujeto es educado y amoldado, la razón lo que pretende es, siguiendo el legado de Nietzsche, hacer una historia de los sentimientos, de los comportamientos y de los cuerpos.
Para ello estará en la labor de estudiar aquellos dispositivos o mecanismos que permitieron alcanzar un saber en torno al sexo.

El discurso sobre el sexo excita e insinúa, por ello se vale de ciertas estrategias en las que el poder y el placer actúan en conjunto, para un bien en común y es la formación de nuevos sujetos, capaces de amoldarse al sistema del poder y también la identificación de otros sujetos que amenazaban este sistema: la mujer histérica, el niño masturbador, etc.

Estos sujetos fueron sometidos a un proceso de objetivación por medio del cual podían ser clasificadas sus acciones al interior de un campo de saber que dictaba lo normal y lo anormal.

No se trata de anular ciertas conductas, sino de hacer de ciertas conductas algo normal, y de otras algo anormal.

Así, para Foucault el sexo es uno de los dispositivos del poder, que necesita y puede ser administrado, hablar de análisis, contabilidad, clasificación, nos lleva directamente a hablar de Biopolítica, como una estrategia política al servicio del poder.
Hasta tal punto que durante el siglo XVIII y así como nos lo muestra Foucault, el sexo se convirtió en un asunto de policías.

“Policía del sexo: es decir, no el rigor de una prohibición sino la necesidad de reglamentar el sexo mediante discursos útiles y públicos” y esto lo que evidencia es una administración por parte del Estado de nuestras condiciones biológicas, la Biopolítica será esa estrategia política, que necesitaría de un código y una ley que vendría a administrar la vida de los individuos.

Durante el siglo XVIII, se da el epicentro de esta problemática, los sujetos están envueltos en una sociedad atada por censuras y en el transcurso de la historia se evidencia que, pese a las prohibiciones, el discurso sobre el sexo se ha multiplicado, ahora bien, punto clave para entender a Foucault y es que, aunque se hable mucho en torno al sexo, el discurso que se gesta gira en torno a la premisa de algo que no poseemos, por tanto nos enfrentamos a una represión aparente, se crea un lenguaje censurado para todos los individuos, y que es lo que lo que se conoció como el vocabulario autorizado y restringido, creado especialmente para hablar sobre el sexo.

De ahí, también, que las ciencias serían las encargadas de crear la norma adecuada para la sociedad, la modernidad con su fervor científico, impulsó al hombre a conocer biológicamente su cuerpo, y psíquicamente sus pensamientos.

Esto nos lleva a inferir que no existe un discurso entorno al sexo, sino una multiplicidad de discursos que han sido institucionalizados y reforzados por las ciencias, todo al servicio de la sociedad.

Por tanto la condición de silencio, de prohibición y de censura que se vivió en la pastoral cristiana ha sido cambiada, por un sexo más discreto, que se mantiene en secreto y que es regulado por las ciencias.

Basta con adentrarse en las instituciones para ver el reflejo de lo que la medicina, la ética, la psicología, las ciencias naturales, en fin todo un engranaje al servicio del Estado.

Analicemos a la “histérica” y al “masturbador”, dos casos estratégicos al servicio del biopoder, para una sociedad disciplinaria como la que es pensada en el contexto de Foucault.

Foucault evidencia cómo el poder se ha convertido en un objeto al servicio social, el sexo es un discurso racional con pretensiones e intereses, que consolidan el poder y sus mecanismos.

Podemos ver entonces que la represión de las acciones y del lenguaje no son ahora más que estrategias productoras del poder.
Estrategias que tiene como objetivo canalizar el discurso y normalizarlo.

La represión sería en torno a la forma como nos expresamos frente a la sexualidad, todo con un interés útil y aceptable para el desarrollo social. “la prohibición de determinados vocablos, la decencia de las expresiones, todas las censuras al vocabulario podrían no ser sino dispositivos secundarios: maneras de tornarla moralmente aceptable y técnicamente útil”. 

sábado, 18 de noviembre de 2017

MICHEL FOUCAULT: SEXO Y PODER (1)


¿Cuál es la relación entre sexualidad y poder? ¿Y entre sexualidad, saber y verdad?

Porque existe una fuerte relación entre los discursos y los sujetos y los discursos acerca de la sexualidad con el poder.

Foucault establece que la palabra no surge de buenas, sin ninguna implicación, sino que dispone de ciertos mecanismos para su aparición.
Porque todo discurso se gesta según el juego contrastador de sujeciones y permisiones.

La sexualidad no es un simple dato natural del hombre, sino que es una construcción, forjada por diálogos de poder.
La sexualidad no es simplemente un dato biológico intrínseco en el hombre, sino que es a través del poder en el que es posible pensar una realidad sexual, y éste será un punto clave dentro de su genealogía.

¿Cuál es la verdad del sexo, una verdad que no hable sólo de represión, sino de construcción, en que sea posible pensar la construcción de los sujetos?

Son diversos los discursos que se gestan en torno a la sexualidad, haciendo énfasis en las diversas vivencias a las que se someten los sujetos, partiendo del contexto al que Foucault hace énfasis, y es el de mostrar que, como seres humanos, estamos envueltos en una historia, que no es más que el resultado de las luchas que se gestan en los discursos del poder, en su mecánica y en sus herramientas o dispositivos.

Se trata de ver que la sexualidad es más que un coito, que el cómo y el por qué, en un momento dado, estos objetos han sido tan problemáticos. 

Foucault al recurrir al sujeto de la ética, se da cuenta de que éste no es una creación social de una vez y para siempre, sino que se consolida como sujeto y como integrante de una sociedad a través de sus prácticas y discursos.

Para Foucault el sujeto está configurado por su época y el poder que lo legitima y es aquí donde se da el surgimiento de una serie de dispositivos, de fuerzas a los que este individuo que se está formando está de antemano inserto.

Foucault sentencia que el poder ha reprimido el sexo y si nos enfrentamos a un tipo de represión, lo ideal no es saber por qué hemos sido  reprimidos, sino determinar qué causas nos llevan a decir que somos reprimidos.

En “La Historia de la sexualidad”, en su primer tomo, él nos habla de una hipótesis que en primera instancia era el reflejo de una época silenciada para hablar de sexo.
En un primer momento podría pensarse que, por ejemplo, en la era victoriana, la realidad del sexo era reprimida.
Esta es una imagen tradicional alrededor del sexo que coincide con una imagen del poder puramente destructor y represivo.

Foucault se encarga de destruir esta imagen.

No se trata de que Foucault niegue la represión. Lo que Foucault hace es afirmar que ese elemento represivo estaba inserto en un proceso de construcción mucho más vasto.
El sexo, realmente, no se reprimía, se construía.
Y el sexo se construía a través del discurso.
Los elementos que parecen represivos servían igualmente, desde el punto de vista discursivo, para crear todo el aparato conceptual de la sexualidad moderna.

Hablamos pues, por ejemplo, de la pastoral cristiana, cuyo propósito consistía en la prohibición, en el silencio absoluto para hablar de sexo.
Pero “la pastoral cristiana ha inscrito como deber fundamental llevar todo lo tocante al sexo al molino sin fin de la palabra”.
Lo interesante de esta pastoral cristiana, es que ese campo de censura fue el toque para despertar en los sujetos ese interés por lo oculto, por aquello que, aunque prohibido, o por prohibido, es apetecible, el resultado de esto es que precisamente en esta época la literatura como expresión de la época tuvo una proliferación escandalosa de discursos relacionados con el sexo.

Además la pastoral cristiana y el recurso de la confesión transformaban el sexo en discurso.
Se obligaba al sujeto a hablar sobre su sexualidad.

“En lugar de ver en este hombre singular, al evadido valiente de un “victorianismo” que lo constreñía al silencio, se inclinaría a pensar que en una época donde dominaba consignas muy prolijas de discreción y pudor, fue el representante más directo y en cierto modo más ingenuo de una plurisecular conminación a hablar de sexo”.

Lo que el cura te preguntaba, lo que el confesante le decía, lo que el cura te aconsejaba y, después, con la palabra, te perdonaba.

Dado que la vida íntima de las personas no puede ser manipulada, los sujetos atrapados en sus emociones tan intensas como las que se viven actualmente en las sociedades modernas, crearon un atractivo y exitoso modo para desahogar sus impulsos hasta entonces reprimidos, no en la cama, sino en el lenguaje.

Lo que despertó en los sujetos un interés aun mayor por el sexo.


Como era pecado la palabra (“pecado de pensamiento, de palabra, de obra y de omisión”)….