En los años 30, en España, el
panorama es convulso.
Las agitaciones sociales se
hacen cada vez más dramáticas.
La burguesía, capaz de
enriquecerse en tantas circunstancias no sólo no es capaz de poder con los
grandes problemas que van surgiendo en la sociedad española, sino que esos
problemas la arrollan materialmente.
Habría sido precisa una
renovación total de todo el casco, lo que no consiguió, por lo que ni la
siguiente Dicta-banda de Berenguer, ni el almirante Aznar, que toma el testigo
al frente del Gobierno en febrero de 1931, por lo que, apenas dos semanas
después de hacerse con el poder, elabora un calendario electoral que se
iniciará el 12 de abril, día en que tendrán lugar las elecciones municipales.
El anuncio de los comicios y
la movilización despertada en torno a ellos los convierte en un plebiscito
sobre la permanencia o no de la monarquía.
Los candidatos republicanos y
socialistas vencen en las ciudades,
donde las elecciones ofrecen mayores garantías democráticas al escapar el voto
del control de los caciques locales. En
41 capitales de provincia (Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla…) se imponen
las candidaturas republicano-socialistas frente a las monárquicas.
PROCLAMACIÓN DE LA REPÚBLICA.
Y la moral oficial, católica,
apostólica y romana, comandada por la Iglesia , entra en crisis y las llamadas a
quebrantarla van imponiéndose entre las masas.
Basta que hubiera estado
prohibido el goce placentero, durante tanto tiempo, para disfrutar más de él,
obviando la vigilancia u oponiéndose abiertamente a él.
Si lo sexual pertenece al
orden de la naturaleza ¿por qué subordinarlo a lo cultural-religioso?
El sexo deja de ser pecado y,
en general, ya no es delito.
La moral se relativiza.
El negocio va montándose en
gran escala y cada vez son más los llamados a traficar con los apetitos
naturales del prójimo.
(En otra entrada escribiremos
sobre el tratamiento del sexo en la obra de Federico García Lorca).
La pornografía iba
apareciendo y la gente disfrutando con ella.
La guerra civil (en general,
cualquier guerra) fue una ocasión para los atropellos sexuales.
La guerra española del 36-39
dejó muchas ruinas: no sólo ciudades destruidas, también muchos jóvenes
acribillados en el frente y muchas mujeres vejadas y violadas.
Es en las guerras cuando los
hombres, cumpliendo la sentencia de Hobbes, se convierten en “lobos para otros
hombres”, aplaudiendo y regocijándose de las “hombradas”, propias y ajenas.
La soldadesca, de ambos
bandos, y en cualquier guerra (y sobre todo si es “civil”) se convierte en
“machos en celo” y sus consiguientes atentados sexuales.
Como la Iglesia había ido de la
mano y había sido la compañera fiel de la burguesía, en beneficio para ambos,
será el clero el centro de los atentados sexuales de las izquierdas radicales
por lo que los atentados contra las personas de vida religiosa serán
frecuentes, como la violación de monjas o los intentos de que algunos
religiosos practicaran sexo con rameras que se le presentaban desnudas, para
despertar sus instintos sexuales.
Y no es que fueran nuevos los
atentados religiosos sexuales, porque ya se habían producido repetidas veces,
anteriormente, en diversas revoluciones y algaradas.
Esa inquina, por parte de las
izquierdas radicales ateas, a las personas religiosas y ese afán de hacerla
participar en el trato sexual ¿era una venganza contra la represión ejercida
durante tanto tiempo por la
Iglesia ?, ¿era una prueba de irritación ante la negativa de
aquellas personas a la vida sexual corriente, con su voluntario voto de castidad?,
¿era un afán de rebajar a quien se consideraba superior?, ¿era sadismo, cuyo
placer consistía en ver sufrir a otros cometiendo, o en peligro de cometer,
algo que temían?
Durante las guerras, en ese
clima de violencia y brutalidad, se sueltan todas las pasiones, no sólo la
sexual, con mujeres vivas, sino necrofílicamente, violando sepulturas,
exhibiendo públicamente restos humanos, bailes y simulacros sexuales con
ellos,…
Pero las derechas no se
quedaron atrás considerando que las mujeres republicanas debían ser viciosas
sexuales, al carecer de temor a Dios y a las penas del infierno, por lo que
estarían dispuestas a la coyunda sexual con el primer semental que se le
mostrase, ávidas de sexo.
Los espectáculos callejeros
de muchachas republicanas jóvenes, rapadas al cero, en un desfile con público
insultando y riéndose era demasiado frecuente.
Yo no pondría la mano en el
fuego por la mayor brutalidad de uno u otro bando.
Recordemos que Durruti hizo
fusilar a algunas prostitutas que acompañaban a su unidad militar, porque
hacían demasiada mella en el “ardor guerrero de los soldados”.
Fue un período no muy largo
pero anormal, por lo que no se debe juzgar a un país por hechos tan puntuales.
¿Que España salió maltrecha
de la guerra? Nadie lo pone en duda.
El desfondamiento moral, a
pesar de los primeros intentos de los vencedores en taponarlo, iría no sólo apareciendo,
sino incrementándose. La
Iglesia tomaría el timón, de nuevo, tanto de la moral como de
la religión, lo que repercutía en un bien para el nuevo régimen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario