domingo, 31 de enero de 2016

CON LOS AÑOS A CUESTAS (13) EL VIEJO Y LA POLÍTICA


Pero si en el AMOR no, en la POLÍTICA sí.

Un viejo siempre es un voto. Y un voto es igual a otro voto. Por eso en los países democráticos se los mima más que en los países no democráticos.

¡Puedo prometer y prometo…¡ ¡Qué fácil cuando la promesa es una palabra que empieza por “p” y no una acción que hay que realizar¡.

Pero el político, reflejo de la sociedad, tiene en su mente un esquema ideal de lo que debe ser la vejez, por lo tanto el viejo tiene que encajar en ese esquema.
El viejo no puede desmadrarse, ni desmarcarse.
Un viejo, por libre, siempre es una molestia, una mosca cojonera, que le canta las verdades al lucero del alba.
Al viejo hay que tenerlo contento, satisfecho, distraído, ocupado. Que no piense mucho. Que cumpla. Por eso las autoridades intentarán que el viejo se adapte.

Copio el pensamiento de un viejo, (Álvarez Solís): “Para que el viejo se adapte bien al mundo presente hay que ser, de alguna forma “fascista en lo moral, autoritario en lo político, piramidal en lo económico, conductista en el comportamiento”.

¡Vaya un programa de adaptación¡.

Pero, añado yo, todo eso pero “con vaselina”.

Porque debéis ser ejemplo para los niños y faro para los jóvenes.
Porque nos interesáis, mucho, como colectivo social fundamental.
Porque tu pensión, domiciliada en mi banco, te reportará más ventajas.
Porque hay un arte de envejecer, por tu bien, déjate guiar, haz lo que te decimos que hagas… ¡paternalismo¡

El pensamiento único sobrevuela el mundo. El pensamiento discordante contamina el paisaje, mancha el óleo social. Recondúcete. Hay que encajar en la norma. No seas la nota discordante que estropea la melodía. No nos estropees las estadísticas. No nos rompas las previsiones.

La singularidad es un pecado social, es romper la disciplina del colectivo. Un anciano libre, y por libre, es un anarquista.

El llamado “arte de envejecer” no es más que querer introducir en la mente del viejo el orden, la disciplina, la matemática racional. Quizás para que viva unos años más, no para que los viva mejor.

Hay que cortarle, al viejo, las alas de la iniciativa personal no siendo que no quiera entrar o quiera salir de la jaula social.

¡El arte de envejecer¡.

Cuando el envejecer no sólo es algo natural, sino, sobre todo, es algo personal. ¿Todos, envejecer, igual?.

En primer lugar que “viejo” es un concepto universal y abstracto. Nadie verá nunca al “viejo” por la calle. Porque lo que realmente existe son “viejos concretos”, cada uno de su padre y de su madre.
Lo real es la singularidad, la originalidad y no el calco y la fotocopia, todos iguales.

En segundo lugar, porque más que “arte de envejecer” lo que el viejo quiere es el arte de mantenerse, de vivir plenamente, gratamente, lo mucho o poco que le quede de vida.

D. Enrique Miret Magdalena tiene un libro (que encarecidamente les recomiendo) “Cómo ser mayor sin hacerse viejo”.
El viejo no piensa en el desalojo de la vida sino en el feliz alojamiento mientras está vivo.

Cuando lees una estadística que dice que la vida media del español está en los 77 ó 79 años, el que tenga 85 oye como si le estuvieran diciendo que ya está rompiendo la estadística, que cierre página y libro, cuando él, en lo que está pensando, es en escribir o emborronar la siguiente hoja.

Ni caso, No le hagáis ni caso. Quieren crearte mala conciencia.

No existe el modelo ideal. Platón ha muerto. Tú eres, para ti, el modelo ideal de vida.

A veces la libertad consiste, a veces, sólo en eso, en comerse un plato de callos, a pesar de los médicos.

 La manera cínica de engañar: la 3ª juventud y elegir mis y mister 3ª juventud.
¿Cuál es la 4ª, y la 5ª….?.
¿Cuál es la “última juventud” si son términos contradictorios?.

¡Como si bastase con cambiar los nombres para que cambie la realidad¡.

¡Hipócritas o ignorantes o cínicos o las tres cosas a la vez¡





domingo, 24 de enero de 2016

CON LOS AÑOS A CUESTAS (12) ¿EL VIEJO VERDE?



Y ¿del AMOR? ¿Qué decir del amor en la tercera edad?.

¿Recuerdan lo del cinturón de castidad medieval? ¿Recuerdan lo del cinturón sanitario?. Pues eso es lo que la sociedad, nuestra sociedad, hace cuando el viejo se enamora y quiere, le apetece, tener amores carnales, encuentros sexuales.

Si lo hace el joven, normal. Si lo hace la persona madura, bueno… Pero como se le ocurra al viejo tantear el terreno sexual… Ya no es que sea un “viejo verde”, es que “ha perdido la cabeza”, “está “encoñao”,…..

Cuando uno va por el campo, haciendo senderismo, muchas veces ve esos letreros: “prohibido cazar, coto privado”…
Pues yo no sé por qué ni quién, en el campo erótico, ha colocado el cartel: “prohibido la entrada a los viejos”.

Pero si muchos no serán “cazadores”, ni querrán entrar en ese campo, si tendrán otro tipo de hobbys o preferirán otro tipo de aventuras, pero… ¿prohibírselo a ese viejo que desee entrar?

¡Qué moral más hipócrita¡ ¡Tildar de desequilibrado a ese viejo que quiere aproximarse al sexo o tener una aventura sentimental¡

“Al abuelo se le han cruzado los cables y no anda bien de la cabeza”.

La ignorancia de muchos, el cinismo de más gente todavía y la crueldad de todos (empezando por los familiares) se ceban con el viejo cuyo pecado es que quiere tener momentos gratificantes porque su biología se lo pide o su fisiología se lo permite y su psicología lo desea  intensamente.
O sea, por obrar naturalmente, siguiendo a la naturaleza, lo juzgan antinatural.

Hablamos de “poder hacerlo”, ni siquiera de “hacerlo”.
Ya la mera posibilidad, la incipiente tentativa, es cortada de raíz y calificada de anormal, de inmoral, contra natura,…porque lo natural debe ser reptar por la existencia que le queda hasta que se vaya.

“¡Prohibido el paso. Finca particular¡”. Particular ¿de quien?. ¿Quién es el propietario del horizonte erótico y del campo amatorio?. Pero ¿no es lo placentero uno de los componentes de todos los seres vivos?.

Se le está diciendo al viejo: “tú ya lo practicaste, ya tuviste hijos y ahora tienes nietos”. Olvídate. ¡Vaya ejemplo para los nietos¡.

Pero ¿mal ejemplo de qué?.

Y el pobre viejo tendrá que hacerlo en la clandestinidad, con nocturnidad, pero sin alevosía, sino con ternura.

Creer y afirmar que amor y  sexo van estrechamente unidos al vigor físico de la juventud es, además de cinismo, ignorancia.
Es tener todavía en la mente el esquema anticuado de que el sexo es un acto de fuerza, de poder, de dominio y no un encuentro amoroso horizontal entre dos personas libres, autónomas, conscientes,…

Más aún. El amor del anciano es un amor sano, un amor puro. No tiene que demostrar nada ante nadie. Sólo muestra su amor. No quiere ganar ni vencer, quiere obrar de manera grata en esta su etapa final.

Más aún. El viejo amante sí que cumple, a la letra, el mandato divino: “hasta que la muerte os separe”, y no los jóvenes, al unirse, que lo que hacen es prometer “ser fieles hasta que la vida los separe”, que puede ser pasado mañana. Es un mandado fuera de lugar para el joven, que no ve en su horizonte a la muerte, porque lo que se extiende ante él es un panorama de vida, de futuro, no de final.

Por eso no es tan raro que un viejo muera al poco tiempo de morir su compañera.
La soledad amorosa es una introducción a la tumba, cosa que no ocurre en el joven.

Cuando el viejo ama, ama intensamente, porque pone en el amor la poca vida, pero toda la vida, que le queda. Como si le faltara tiempo. Sería el pecado de amor. Morir sin haberlo dado todo.

Yo creo que, si existe Dios, y la otra vida, y el juicio final, lo que Dios va a mirar es ¿“cómo ha estado de amor”?.
Todo el amor que te haya sobrado y no lo hayas dado, será usado contra ti.
El presentarte con las manos vacías (no con las manos llenas) será lo que haga exclamar a ese Dios: “Venid, benditos de mi Padre…”.

Siempre tuve una curiosidad, que la he convertido en pregunta: ¿por qué muchas mujeres, al enviudar, reverdecen, y esto, por lo general, no ocurre en los varones?.

Se dice que la mujer es de una pieza, que siempre actúa como un todo, que es sin fisuras. Que es intelectual, amante, política, funcionaria, madre, ama de casa… pero, en todo, es mujer, la misma mujer.
Mientras que el varón está hecho con piezas que se ensamblan de manera propia.
No existe el varón total, que actúe como un todo.
Hay un varón en el trabajo, otro varón en la casa, otro en la cama, otro en la política,…y que por eso, cuando le falla y le falta una pieza (la esposa amante) repercute en el todo, que se mueve, que se desequilibra, que está manco, deformado, que le falta una pieza al ensamblaje que es.

La muerte de la amada repercute en el trabajo, en sus relaciones, en su carácter, en sus ideas,…

Hay muchos hombres en un hombre.
Sólo hay una mujer en cada mujer.

De ahí que ella aguante más y mejor la pérdida del amado, sin resentirse tanto el todo que es.

¿Por qué a Los Amantes de Teruel, a Romeo y Julieta, a Abelardo y Eloísa, a Calixto y Melibea,.. se le levantan monumentos?. Sencillamente porque “son jóvenes” y no es “normal” que unos jóvenes mueran de amor.

Si tuvieran que levantar monumentos a todos los viejos-ancianos que han muerto de amor al morir su compañera…Porque esto sí que es normal.

La vida ha perdido el sentido. El sentido se lo daba ella. ¡Me voy con ella¡. ¡Morir de amor¡.

Habitual, normal, en los viejos.
Inusual, excepcional, en los jóvenes, sin embargo….

Si se levantaran monumentos a los viejos amantes, además de que habría muchísimos, causarían, más que admiración, cachondeo, risitas “por lo bajini”,…

¿La tumba de dos abuelos, con sendas estatuas yacentes, además, agarradas de la mano, como los Amantes de Teruel?. Sería una impostura.


¡Qué sociedad más hipócrita y más sádica¡.

viernes, 22 de enero de 2016

CON LOS AÑOS A CUESTAS (11). LOS ACHAQUES

¿Y qué decir de la enfermedad de las personas mayores?

Con el funcionamiento, todos los mecanismos se desgastan o se desencajan o se rompen. Y nuestro cuerpo es una máquina.

Deben ser normales los achaques, los fallos, las enfermedades. Pero la sociedad no ve igual la enfermedad del joven que la del mayor.
En el joven, una vez suprimida, se reincorporará a la carrera competitiva productivista.
En los mayores no ocurre así, se cure o no, ya está fuera de la cadena productiva.
Por eso, un joven “PUEDE” estar enfermo; un viejo “ES” enfermedad, gravosa para la sociedad.

Y está bien que al viejo le funcione la cabeza, pero la presencia del pensamiento nunca compensa del todo la ausencia de otras facultades (movilidad, artrosis, aparato respiratorio, procesos reumáticos, próstata,…)

Pero, como hemos dicho antes del amor, la enfermedad no existe, sino enfermedades.
Y “el enfermo” no existe, sino enfermos concretos.
Enfermedades concretas en enfermos concretos.
Y, aquí, cada uno es un mundo. La misma enfermedad es llevada de distinta manera por uno u otro enfermo.

Una cierta dificultad para caminar en Pedro, que tiene 18 años, no es igual que en Pablo, que ronda los 82.

El insomnio, en un joven, es una patología, en la vejez, no tanto.

Dicen que el joven duerme profundamente porque apenas tiene algo que recordar, mientras que el viejo necesita robarle horas al sueño para sentirse vivo paseando por la memoria.
Son tantos los recuerdos, tantas las experiencias acumuladas, que el mismo sueño le suele angustiar, por eso renuncia a él.

Quiere sentirse vivo. Incluso el descanso es un duermevela.
Es normal que el viejo dé cabezadas en cualquier momento del día.

Lo normal en un coche, al usarlo constantemente, es que un día se pinche una rueda, otro día se le vaya la batería y otro día haya que cambiar las bujías o un intermitente.
Es lo normal.

Igualmente ocurre en y con nuestro cuerpo, es normal, que algo falle, lo importante es que no sea el motor.
Será la próstata o la vagina, el estómago que se resiente, la tensión, la glucemia o el colesterol que se sube por las nubes.
Es lo normal.

Es normal que en un tejado viejo haya alguna gotera, habrá que retejarlo y seguir bajo techado.


jueves, 21 de enero de 2016

CON LOS AÑOS A CUESTAS (10)


La verdad es que uno ya no sabe, a veces, a qué atenerse. Si el abuelo no habla, calla, en su mutismo, algo le pasa y preocupa a los familiares. Pero es que si habla demasiado, esa locuacidad puede molestar o aburrir. Ni callando ni hablando, “Ni contigo ni sin ti”. Ni concentrado en su mundo ni desparramado en el exterior.

Recobrar sus experiencias, adentrase en su memoria y ofertarlas, luego, gratuitamente a la sociedad actual no deberían ser vistas como “batallitas del abuelo” sino como materiales de construcción útiles para esta sociedad tan distinta a aquella en la que él fue fundiendo su vida.

Traer el pasado al presente para proyectar el futuro. No es mala esa labor. Pero nuestro modelo kleenex de sociedad, con materiales de usar y tirar….

Es curioso, también, lo que pasaba y lo que pasa.

Si antiguamente era inconcebible no vivir todos con los abuelos, hoy, con eso de “el casado casa quiere”, al abuelo no se sabe dónde ponerlo en la casa, porque impide o coarta la conversación o dificulta incluso el paso de las personas.

No digo nada cuando el abuelo se mete en el cuarto de baño.

No sé si está demás pero obstáculo sí que es a la comodidad de los otros.

Los abuelos, pues, últimamente no quieren irse de su casa. En ella son reyes, en la de sus hijos sólo parecen ser invitados.

También la casa ha dejado de ser un espacio común y la hemos parcelado.
Cada uno tiene su sitio y no se te ocurra invadir la intimidad del cuarto del nieto.
La casa, cada vez más, ha dejado de ser un hogar y se ha convertido en un local donde cada uno aparca su vida, a su hora, en su plaza.

Bien claro lo dice el slogan: “hacer una casa no es construir un hogar”.
Las casas se compran y se venden. Los hogares no.
Los hogares no están en el mercado, hay que construirlos, entre todos.

Hoy se habla como causa del fracaso escolar “las familias desestructuradas”, o sea, que no son familias, que son varios individuos que coexisten pero que no conviven.

¿Por qué se nos suele tachar a los mayores de egoístas?. El egoísmo es lo opuesto al altruismo. Y el altruismo es el amor.

Mientras el egoísmo es acaparador, el amor es expansivo. Pero el amor, como todos los conceptos universales y abstractos, no existe sino en actos concretos, en personas concretas, en cosas concretas.

Si alguien dice “amo”, “estoy enamorado” hay que preguntarle ¿de quién o de qué?. Porque el amor a nada ni a nadie no existe.
El amor, como el odio, es intencional. Remite a otro.

El “hombre” no existe realmente, sólo conceptualmente. Los que realmente existen son Pedro y Pablo, Isabel y Josefina.
Igualmente el “amor”. Hay que concretizarlo. Se ama a algo en concreto, a alguien en concreto.

Es más. El tipo de amor depende del objeto o de la persona amada.

El amor filial, el amor paterno, el amor fraternal, el amor entre la pareja, el amor a los nietos, el amor a los otros, el amor a la poesía, el amor a Dios…..
Todos son amores, pero distintos tipos de amor.

El amor de los padres a los hijos tiene una base biológica, los genes y la sangre están de por medio y, de ésta, más de la madre que del padre.
Claro que la paternidad biológica es lo que nos asemeja a los animales. Pero hay otros tipos de paternidad, como la  psicológica, la emotiva, la social.

El hijo como fruto del abrazo de amor entre varón y mujer, es lo realmente humano.
El amor del abuelo al nieto ya es de segunda generación.
El amor de pareja es, para mí, el amor más puro, el menos contaminado o teñido de biología, es de puro sentimiento.

Aunque, es verdad, muchos hijos vienen sin ser buscados ni invitados.
Para engendrar no hace falta amor, bastan los genitales.

La paternidad/maternidad biológica es la más natural, basta con actividad fisiológica, con aparatos genitales, sin necesidad de sexualidad, basta y sobra con el sexo.

Cualquiera puede ser padre. No todos merecen serlo.

Los animales se aparean y engendran. Los hombres se aman, pueden aparearse o no, pueden engendrar o no.

El cara a cara del acto sexual humano, sobre todo si es deseado y querido, crea lazos más allá de lo biológico que se adentran y enraízan en el misterio de lo psíquico.

Pero cuando lo fisiológico decae, el amor no desaparece, se transforma. La ternura, el cuidado, la atención, la disposición,….substituyen al impulso genital.
La sexualidad se manifiesta de otras maneras.
Es amor. Es otro amor.

El abuelo ama al nieto de manera distinta, ni peor ni mejor, a como amó y ama a sus hijos.

Pero el verse correspondido por el nieto es lo que desarma al abuelo. Ese beso, unido a la fragilidad, es lo que fortifica el amor.

El abuelo no le da vida al nieto, sino al revés, el nieto es el donante de vida, es el que lo hace vivir más y mejor, es el que le da fuerza.

El padre tiene un hijo. El nieto alumbra un abuelo.

Pero no sólo el nieto.
Las cosas amadas inyectan vida en el abuelo. Ese banco en la plazuela, el bar de la esquina, el periódico gratuito, la reunión en el centro de la tercera edad, la partida de dominó, ese libro manoseado, ese árbol caritativo de sombra….

El viejo no quiere que le trastoquen ese su mundo. Quiere verlo todo, siempre, así, para poder dominarlo y que nada se le desmadre. Si su mundo está ahí él se siente seguro.

miércoles, 20 de enero de 2016

CON LOS AÑOS A CUESTAS (9)


Se dice, igualmente, que los mayores, con la edad, pierden elasticidad en sus músculos y nervios, perdiendo, igualmente, solidez y firmeza en sus huesos, lo que les lleva, poco a poco, más o menos, y les crea limitaciones materiales, tanto orgánicas como funcionales. Y que estas limitaciones afectarían a su libertad.
Es decir que somos menos libres.

Es cierto que una persona mayor no corre como un joven, lo que pasa es que nosotros no necesitamos correr, no padecemos de la enfermedad de la prisa. Nos basta con salir cinco minutos antes. Para eso estamos liberados del trabajo oneroso.

Por otra parte, oigo decir a veces, “tu libertad termina donde empieza la libertad del otro” o “ser libre es hacer lo que a uno le dé la gana y cuando quiera”. Como si el ámbito social de convivencia no fuera común a todos y pudiera parcelarse en partes, propiedad de cada uno, como chalets independientes con parcela particular. Algo así como si el horizonte que uno divisa no pudiera ser compartido y traspasado por lo que otros, al mismo tiempo, ven.

El entorno en el que nos movemos es común todo a todos. Las libertades no se excluyen, hay que intentar coordinarlas para que no choquen, pero no negarlas.

Ninguno de esos dos asertos anteriores son verdaderos.
Más que paralogismos, son falacias.

Como si la libertad fuera una finca privada en la cual todo lo que ocurre es azaroso y puede acontecer de modo contingente, anárquico y caprichoso.

Yo soy libre, al conducir.
Puedo ir hacia Nerja o tirar para Marbella, pero mi libertad es limitada y está delimitada por las carreteras, por las señales de tráfico, por los demás conductores, por las normas de circulación, por el estado del tiempo….

Libre sí, pero limitado. No puedo ir en dirección contraria, ni a 200 klms/hora.
¿Somos así, por eso, menos libres?.

Más aún.
¿Existiría la libertad si no existieran normas que la limitan?.

Soy libre para nadar pero es necesario que haya agua y una cierta profundidad. ¿Sería más libre de otra manera?.

Toda libertad conlleva exigencias. Exigencias culturales, morales, colectivas.

Cada época tiene una serie de elementos comunes de convivencia y de felicidad que deben ser respetados por todos.

Tú tienes derecho a tocar la trompeta, eres libre para hacerlo o no hacerlo, pero no eres libre para hacerlo a las tres de la mañana, en la habitación que da al patio, frente con frente de mi ventana.

Toda libertad tiene límites que respetar. La libertad absoluta es imposible. Todo sería un caos.

Nadie más libre que la persona mayor, que, además, suele ser la persona que más respeta lo que le rodea.

Lo más seguro es que un viejo, meando, escondido, en un jardín, tras un árbol, no sea un guarro, un sinvergüenza, sino un prostático, que padece “incontinencia urinaria”. Y debemos, todos, ser consciente de ello.

Cuando se dice que el viejo ya no puede andar de prisa, correr, viajar, que se cansa enseguida,… no se repara en que hay dos  tipos de viajes, al exterior y al interior. Las personas mayores solemos viajar mucho al espacio interior de los recuerdos. Además del footing físico y muscular existe ese otro footing intelectual, en el que somos especialistas. Además este footing intelectual, moderado pero constante, evita la atrofia cerebral.

Pensémoslo fríamente.
Es conveniente esta higiene mental, este entrenamiento intelectual para estar en forma.


A nosotros ya no nos importa la gimnasia de competición, nos basta y nos sobra con la gimnasia de mantenimiento, pero no sólo física, también psíquica, y social, y moral, e intelectual.

martes, 19 de enero de 2016

CON LOS AÑOS A CUESTAS (8)

Los filósofos (otra vez) solemos distinguir entre “voluntad” y “veleidad”.

Voluntad es “querer”.
El veleidoso es el que todo lo “desea”, pero que no está dispuesto a sacrificarse por nada.
Ante la primera dificultad, ante el primer sacrificio, da marcha atrás y desea otra cosa, desea a otra persona, luego… no lo/la quería realmente.

El veleidoso va mariposeando sobre las cosas y las personas.
El voluntarioso, en cambio, el que quiere, el amante, se agarra férreamente al objeto, a la persona amada y no la suelta pase lo que pase, cueste lo que cueste. Aguanta lo que haya que aguantar, hace lo que tenga que hacer.

Una madre, toda la noche en blanco, a la cabecera de la cama de su hijo, en un hospital, es un signo maravilloso de “querer”, de “amar”, de “amor”.

Una cosa es el capricho, otra cosa es el amor.

Al caprichoso se le pasa el capricho y se olvida. Al amante jamás.
El amante permanece, el veleidoso, el caprichoso, pasa.
Por eso no pueden “quererse” muchas cosas, aunque pueden “desearse” todas.

Los vínculos del amor y del deseo son muy diferentes.

Amar supone seleccionar, el deseo no, el deseo es acaparador, el deseoso, el caprichoso, es un coleccionista.
El enamoradizo creo que, siempre, será un mal amante.

Libre para elegir, terco en lo elegido, constante en conservarlo. Así somos los mayores. En nosotros el querer aumenta, el deseo disminuye, ¿lo entendéis ahora?.

Sócrates paseando por los mercadillos de las calles de Atenas solía decir: “hay que ver la de cosas que no necesito”.

Los viejos tenemos mucho de socráticos. Deseamos pocas cosas porque necesitamos pocas cosas, pero las que queremos, las queremos intensamente.

Los años suelen ser una especie de filtros de las necesidades.

No es que seamos tozudos, es que queremos intensamente las pocas cosas que queremos.
Prefiero llamarlo “perseverancia” más que “tozudez”.
Somos perseverantes, no se nos quita fácilmente de la cabeza lo que queremos.

El joven, en cambio, está más por el “deseo”, los mayores estamos más por el “querer”
.
Para el joven muchas mujeres son/pueden ser sus Beatrices. Para el viejo sólo hay una Beatriz, ésa.

En los mayores, los pocos deseos los hemos concentrado en querer. Por eso insistimos.     



martes, 12 de enero de 2016

CON LOS AÑOS A CUESTAS (7)


Solemos decir los filósofos (que no es un pecado serlo y no es un insulto el que te lo digan) que no es igual “querer” que “desear”.

Cuando un alumno se me acercaba y me decía:”profesor yo “quiero” aprobar la Filosofía”, solía responderle: “tú sólo “deseas” aprobar la Filosofía”. Si “quisieras” aprobar deberías también “querer” todo lo que conlleva aprobar, tener callos en los codos y en el culo, tener quemadas las pestañas, tener un moreno de flexo, sacrificar fines de semana…..

“Querer” a una mujer (o a un varón) es mucho más que desearla (lo). “Quererla” es hacerte cargo de ella no sólo en todo lo que ella es, también en todo lo que ella hace, en todo lo que ella tiene, en todo lo que ella necesita.

Ortega y Gasset decía aquello de “yo soy yo y mi circunstancia”, pero lo que no todos saben es que continúa “y si no la salvo a ella (a la circunstancia) no me salvo yo”. La circunstancia es el segundo sumando de la suma total que yo soy.

“Querer” a una persona es “querer” también su circunstancia. Y la circunstancia son las cosas, las ideas, las personas (las suegras son las madres de nuestras esposas), los ideales, los proyectos, los sacrificios, la presión, el sinvivir,….y esto, a veces, pesa.

En cada etapa de la vida hay deseos, deseos distintos. El niño, el joven, el viejo…todos deseamos y deseamos cosas distintas.

“Querer” es otra cosa.

Creo que era Unamuno quien, en una de sus novelas ponía en boca de uno de sus personajes, dirigiéndose a otro: “Si, de verdad, me quieres, quiéreme como soy, no como tú quieres que sea”. Si me quieres como tú quieres que sea  estás queriéndote a ti mismo, porque estás amando una idea tuya que no es reflejo de lo que yo soy. No me falsees, estarás amando mi falsedad, no a mí.

Quiéreme como soy, como un todo, a mi yo y a mi circunstancia, ¿te atreves?. ¿me quieres o sólo me deseabas?.

Querer a alguien es cargar con todo a cuestas. ¿Tú amas, de verdad, a Dios o sólo deseas que te sea propicio?.

Obras son amores. El amor es el amar, es el querer, es el obrar. Obras son amores.

Cuando una persona le pregunta a la otra ¿tú me amas?, malo. O es que tú no ves o es que no hay nada que ver, porque no te ama.
El amor, si no lo ves, malo.

Porque amar al otro es obrar, es hacer cosas por el otro.

“Dime que me quieres”. Malo.
¿Necesitas oírlo?. Peor.
¿No lo ves?. Peor todavía.

Obras son amores.

¿No hay obras que ver?. No hay amor.


¿Qué cosas haces, que incluso no te gustan, o qué cosas no haces y que te gustaría hacer, por la otra persona?. ¿Ninguna?. Entonces no hay “amor”, sólo “deseo”.

lunes, 11 de enero de 2016

CON LOS AÑOS A CUESTAS (6)

El viejo no es alguien que, por estar ahí, irrite a los jóvenes, sino que debería ser, aunque sólo fuera con su presencia, quien te invite, a ti, joven, a reflexionar si es eso lo que quieres hacer con tu vida; si crees que así, con la vida que llevas y que te espera, habitas en el mejor de los mundos posibles: si sigues creyendo, joven, que con sólo ganar más vas a vivir mejor; si sigues creyendo que el dinero es lo que, realmente, importa.

Nosotros, los mayores, los viejos, con sólo nuestra presencia en el paisaje deberíamos ser la voz de la conciencia que invitase a reflexionar, sobre todo a los jóvenes, si la calidad de vida está en relación con los metros cuadrados de la vivienda, con el caballaje o cubicaje del coche, con el número de cubatas que aguantas, con el número de polvos que echas, con la cantidad de cosas que necesitas para vivir desviviéndote a diario en el trabajo.

¡Joven¡. Con sola nuestra presencia deberías hacer un alto en el camino. ¿De verdad es esta forma de vivir que llevas, la que te espera?. ¿Ese es el modelo ideal de vida?. ¿Correr y correr para morir, agotado, exprimido y cargado de cosas, en la carrera, sin haber disfrutado del reposo?. ¿Cuándo os convenceréis que la vida es un paseo agradable y no una competición agotadora?. Se trata de vivir, no de llegar. La meta es el camino. Al final del camino no hay ni meta ni nada.

Yo no sé Uds. pero yo, cada vez que veo una mujer embarazada, me dan ganas de mostrarle la admiración que siento por llevar en su vientre ese misterio de vida. Me sobrecoge la vista de una mujer embarazada.

Igualmente, la contemplación de un viejo debería ser, para toda la sociedad una invitación a la conciencia, personal y colectiva, una invitación a la solidaridad, a la ternura, a la emoción ante tanta vida ahí comprimida.

Los que tenemos la suerte, aún, de tener madre, ver su fragilidad, comparar lo que ella era con lo que ahora es, hace surgir en mí un manantial de ternura, de afecto, de amor.

Si yo hubiera tenido, disfrutado, dispuesto, de las oportunidades que vosotros tenéis…. Solemos decirles a nuestros hijos, y sobre todo a nuestros nietos.
Las circunstancias en que se desarrollaron nuestros padres fueron mucho peores que las nuestras, y las nuestras mucho peores que las de nuestros hijos. ¡No digo nada de la de nuestros nietos¡.

Siempre suelo decir que ¡hay que ver con lo poco que tuvimos, la cantidad de cosas bien que hemos hecho¡. Deberíamos, todos, estar orgullosos.

La vida discurre por etapas. El adolescente no es el maduro, ni el joven es el viejo. ¿Por qué no hay respeto a las etapas biográficas, a todas, sin discriminar a ninguna?.

La sociedad actual está divinizando al niño y el joven se cree divino. ¡La divina juventud¡.

Todas las etapas son, deben ser, divinas, de lo contrario ese dios no me interesa por su parcialidad. ¿Por qué los jóvenes van a ser la “eterna primavera” y nosotros, los jubilados no somos el “permanente veraneo”?

La mayor afrenta, el mayor insulto a ese respeto debido a todas las etapas biográficas, lo tenemos en la Cirugía Estética. Su objetivo no es que tú te veas bien, su objetivo es que te veas como no eres, que aparezcas siendo lo que no eres, que te pongas el disfraz que no te corresponde.

Si al mirarte al espejo cada mañana no te ves como la persona más interesante del mundo, sigue mirándolo y mirándote hasta que te convenzas.

Los neumáticos se desgastan al correr y de correr. ¿Crees que pintándoles las ranuras solucionas el desgaste?. ¿A quién quieres engañar?. ¿Por qué quieres engañarte?.

Nosotros debemos ser no sólo suscitadores de emociones en los no viejos, sino espejo en el que ellos puedan mirarse; no porque seamos los mejores, sino porque somos un eslabón más, como ellos, de la cadena de la vida y vivimos intensamente esta etapa.

Los viejos, pues, deberíamos ser vistos no como material de derribo de la sociedad material, sino como material de construcción de la sociedad moral.
Ajenos ya a la sociedad productiva economicista, pero pilares de la sociedad humanitaria.

No sólo somos útiles, como he dicho anteriormente, somos muy útiles éticamente, socialmente, familiarmente. Aunque no trabajemos para producir, laboramos a diario para hacer a esta sociedad más solidaria, un poco más humana.



domingo, 10 de enero de 2016

CON LOS AÑOS A CUESTAS (5)


Es curioso. Llamas a una cosa “vieja” y, automáticamente, la calificas de rota, de inservible, anticuada, averiada, estropeada, abandonada. Ahora si la llamas “antigua”, entonces no sólo la conservas, sino que la estimas, la valoras, la pones en el vitrina. O sea, que lo “antiguo” es valioso, los “ancianos” son sabios, pero lo “viejo” es deterioro, estorba, contamina o estropea el paisaje, es gravoso. ¡Curioso el lenguaje¡ También se ha contaminado de economicismo. Valora o infravalora sólo según su interés.
Vivimos en una sociedad de cosas más que de ideas. El seguro pájaro en mano, aprovechable, vale más que la belleza de ver 99 pájaros volando y dibujando en el aire. El euro vale más que la justicia. La solidaridad y la concordia nada tienen que hacer ante el “yo, mí, me, conmigo, para mí”.
El anciano valdría, sería útil si ayudara, cooperara, a la depredación de los recursos naturales, pero es inútil si sólo es fuente de ideas morales  que tiendan a la prudencia, a la justicia, a la solidaridad, al humanitarismo, a la generosidad, a los sentimientos humanos. En el primer caso seríamos combustible social. En el segundo caso sólo somos lastre social.

 Rentabilidad versus emotividad.
Conocimiento racional, frío, calculador, previsor, versus conocimiento emocional, fuente de una comunicación más íntima, más inmediata y directa con el medio.
Explotar el medio versus mimar el medio. Transformarlo y consumirlo hasta agotarlo versus conservarlo descontaminado para identificarse con él, para vivir en él, para disfrutar de él y en él.
La torre de pisos en los que morar versus el parque de fuentes, de árboles y de paseos en los que vivir.

El economicista no necesita parques. Los mayores no necesitamos alturas. No somos rentables.

La convivencia debe estar preñada más de emociones que de conocimientos a secas.
Para la coexistencia la razón basta, para convivir lo emotivo es necesario.
Los usuarios de un autobús no son tu familia en tu coche.

A la vejez habría que darle un nuevo sentido.
Porque si es verdad que hemos dejado de producir y de competir lo cierto es que no hemos dejado de vivir. O mejor aún, hemos empezado a vivir realmente, a vivir bien.

Nos han retirado de la calle del trabajo, pero nos hemos trasladado a la avenida de los sentimientos, a disfrutar de los recuerdos contados y compartidos, a dedicarles a los nietos el tiempo que no pudimos dedicarle a los hijos.

No queremos ser simples datos estadísticos, queremos ser contemplados como animadores éticos, dinamizadores de una concepción ética de la vida social.
Merecemos el reconocimiento no sólo por lo que hemos hecho, sino por lo que somos, personas ilusionadas, que quieren seguir viviendo, y viviendo bien.


Deberíamos ser despertadores de sentimientos.

sábado, 9 de enero de 2016

CON LOS AÑOS A CUESTAS (4)


        Pero, seamos sensatos, las personas tenemos que movernos en el terreno del “ser”, no del “tener”. Nosotros “somos” unas personas honradas, somos pacíficos, somos meditativos, pacientes.

Paseamos por la vida. Somos enemigos del acelerador. Lo nuestro es ir tranquilos, sin prisas. Es el placer de estar yendo, mientras se va, no el placer de haber llegado ya y en tan poco tiempo, para arrancar otra vez, en busca de otro récord. Otra vez gastar el tiempo al servicio de otro récord que poder contar. Son esclavos del tiempo. Están siendo utilizados por él. Son dependientes del récord.

Nosotros somos los dueños y señores de todo nuestro tiempo, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, y lo vamos distribuyendo como nos da la gana.
Nunca hemos sido más libres que ahora, cuando nos hemos bajado del tren laboral y salarial, y, por fin, nos hemos acomodado en el tren de la vida.
       
Dicen que en el 2020 casi la mitad de la población española tendrá más de 60 años. Yo espero estar allí, para comprobarlo. Lo que no sé es cómo van a acomodarse los asalariados de hoy, tan hechos a trabajar más para ganar más para adquirir más cosas….

¡Ojalá no cambiemos nosotros¡. Que cambie el mundo su forma de ser. Porque el ideal, el modelo a imitar, es el nuestro, no el suyo.

Mientras, en Occidente se brinda por la juventud y por la heroicidad. Los héroes son siempre jóvenes. En Oriente, en vez de héroes jóvenes, a seguir, lo que hay son ancianos sabios, a imitar.

Prejubilaciones o jubilaciones anticipadas para rejuvenecimiento de plantillas.
El buen hacer del mayor se infravalora por el demasiado tiempo empleado.
La antigüedad sale cara en el proceso productivo.
Cobra más, va más lento, produce menos, por lo que hay menos ganancia. No interesa. Es necesaria la prisa y el modelo  kleenes, cosas de usar y tirar para que se siga comprando.

        En un pueblo alfarero de Córdoba, donde trabajé varios años, me comentaba una artista del barro. “En este pueblo hay muchos productores, varios artesanos y algún artista. Los que ganan son los primeros, los artesanos, se mantienen, los artistas, económicamente, nos arruinamos. Menos mal que lo nuestro queda en la satisfacción subjetiva, personal, de la obra bien hecha, aunque se nos quede ahí, arrinconada”

¿Esto no es explotación personal de la juventud?. Trabajar a un ritmo para que consuman al mismo ritmo.
No se alarga la jornada laboral pero se acelera el ritmo endiablado que tienen que imprimir en lo que hacen.
Cuando lleguen a sus casas ¿están en las mejores condiciones para acariciar pausadamente a una compañera que, seguramente, está igual de estresada que él, o a unos niños con sonrisa expectante y ojos bailones?.

Y, encima, mileurista. Y no te quejes porque en la puerta tengo un ejército esperando ocupar tu puesto.

¿Queda tiempo para pensar si esto es lo que quiero hacer con mi vida?.

Somos tan dependientes de las cosas que el día que se va la luz, se me para el coche, se me estropea el microondas, el móvil no tiene cobertura o al servidor de internet no sé lo que le pasa,… parece que el mundo se nos para.

La prudencia, la cadencia, la tranquilidad, el ritmo lento y pausado en todo,… ese es nuestro patrimonio. ¡Conservémoslo¡.

Tenemos mucha vida a la espalda. La hemos vivido. Es nuestro pasado.

Mi vida es mi tiempo; y mi tiempo es mi pasado, mi presente y mi futuro.

Lo que pasa es que a este mundo economicista que hemos creado, el pasado no le interesa, sencillamente porque el pasado ya no es rentable y a lo que aspira, lo que pretende el empresario, es la rentabilidad. Incluso tampoco está muy interesado por el futuro a largo plazo, porque siempre es incierto. Para él sólo es válido el presente, el hoy y, quizás, el mañana. El pasado mañana ya no tanto. Ya lo dice el refrán, ¿el futuro?.¿qui lo sab?.

El limón que interesa exprimir es el que tengo en la mano. El de ayer ya está seco. El de mañana ¿qui lo sab?.
Nosotros, los mayores, para él, ya tenemos poco jugo productivo, no interesamos. Hay que rejuvenecer las plantillas.

Fíjense Uds. lo que son las cosas. Los Senadores eran los Seniors, los selectos, los viejos, porque edad y sabiduría iban de la mano. El Sanedrín, que era el órgano encargado de gobernar las iglesias o los freires (caballeros, clérigos y sergents (escuderos o pajes), que se encargaban de dirigir a sus hermanos de las órdenes militares, eran los viejos, los que, por su edad, tenían experiencia.

Hoy eso ya no vale. Se les jubila, se les aparta, se les manda al retiro laboral. Los conocimientos llevan una velocidad tan endiablada que la experiencia de ayer no vale para hoy. Hay que reciclarse, ponerse al día.
Hoy no se puede llevar la contabilidad de una empresa con el libro de Entradas y Salidas, de Haber y Debe.
Quien no maneje  programas informáticos de contabilidad actualizada, no tiene nada que hacer.
Hablamos de experiencia laboral, no de la otra experiencia, la humana, la familiar, la social, la emotiva.

Los niños, todos los niños, siguen empezando por la a,e,i,o,u. Y siguen poniéndose enfermos y les dan a los padres las noches en blanco. Y uno sigue enamorándose. Y uno sigue sacrificándose. Como antes, como siempre.

jueves, 7 de enero de 2016

CON LOS AÑOS A CUESTAS (3)


        Creo que era un médico barcelonés el que decía que su hospital, los lunes, estaba poblado de personas maduras pero ya muertas por la práctica de deportes inadecuados el fin de semana.
¡Los ejecutivos suelen morir de tenis o de pádel intensivo¡

Una juventud inventada por gente no joven, que quiere vivir instalados en un territorio que fue, pero que ya no es, el suyo.

Ver tanta gente mayor aparcada en tanta Clínica de Cirugía Estética es una contradicción viviente. Los que se resisten a aparecer como deben ser, hipotecando un riñón para subirse unos pechos y dando el callo y perder el pellejo para poder estirarse la piel. Como si las arrugas no fuesen la carta de presentación de haber vivido, como si la botella a medias no fuese la señal de haberse ya bebido (y vivido) lo que falta en ella.
Querer inmovilizar lo biológico corporal, caminando por la biografía vital, es como querer parar un río con una presa y seguir llamándolo río.

Si la vida es una cadena, ¿por qué negar ser sólo, en cada momento, un eslabón de la misma?. Es como si el curso del año quisiera ser sólo una eterna primavera, ¿Dónde quedan la nieve y las otoñadas, y esas horas en la mesa camilla, con las faldillas hasta la garganta y con el brasero reparador?. ¿Es que no es el abrigo el complemento del bañador en el viaje anual?. ¿Es que no es riqueza la variedad de estaciones?.

Uno de los reproches que los jóvenes nos lanzan es el que los viejos, ya, somos “inútiles”.
Mienten o se equivocan.
Imposible.
Productivos lo fuimos, ya no tenemos que serlo, pero ¿útiles?. Muy útiles, vaya que sí (que se lo pregunten a nuestros hijos y nietos)

Aunque ya el sabio Aristóteles nos recordaba que la utilidad es un valor de 2º orden, un valor relativo, un valor secundario, subordinado al fin para el que es útil.
Un bolígrafo es útil si vale para escribir, si no, no vale para nada.
La utilidad es un valor dependiente, depende de la meta a la que se quiere llegar, al fin que se pretende conseguir.
Ser sólo útil es considerarse sólo como medio. Lo fundamental es el fin, el ser, la persona.

Además, útil  ¿para qué?. ¿Útil para quién?.

Esta hipócrita sociedad nos llama “mayores”, “3ª edad” ( no dice “y última”, luego después hay más edades), como si evitar la palabra “vejez” supusiera un beneficio para nosotros. (En otro artículo he expuesto mis reflexiones sobre el concepto mítico-mágico de la palabra, como si al Decirla se Cumpliera, se Hiciera; por lo tanto, si no digo “Vejez” no se Da, no Existe la Vejez).

El grande, admirado y no ha mucho fallecido, José Luis San Pedro, le decía a una periodista: “No, tu pon “viejo”, llámame “viejo”. Yo soy un viejo que vive mejor que antes de serlo por muchas cosas: No necesito mirar el reloj, soy dueño absoluto del tiempo desde que me levanto, dedico todo el tiempo a lo que más me gusta, leer y escribir, encima me pagan por dar conferencias, por escribir libros; y a fin de mes me ingresan en la cuenta una pensión, por no trabajar. Vivo mejor que antes, y todo porque dicen que ya soy viejo. ¡Bendita vejez¡”.

Yo, como todos sabéis, también opino exactamente lo mismo. No sé Uds.

Somos personas libres, autónomas, con iniciativas, alegres.
Nosotros no somos unos parásitos sociales.
Cuando trabajábamos, una parte de nuestro sueldo se destinaba a pagarles las pensiones a los mayores de entonces.
Los trabajadores de ahora, una parte de su sueldo está destinada a pagarnos las pensiones a los mayores de ahora.
Ésas son las reglas del juego al que se juega en la sociedad capitalista en la que estamos. Y no lo vemos mal.

¡Por favor, si alguna vez os cabreáis, por lo que sea, en un Centro de Salud, no les  digáis a médicos, enfermeras o auxiliares eso de: “oiga, que a Ud. le estoy yo pagando el sueldo”, porque no es verdad.
Más aún, son ellos los que te están pagando a ti la pensión con las retenciones que se les hace a su nómina.

Tenemos una sociedad, ésta en que vivimos, que está estructurada sobre récords.
Aquí tienes que ser el mejor en algo para ser alguien.
Tienes que destacar para que te miren.
Tubo a escape libre y música agresiva.

Personajillos de tres al cuarto, afamados por razones irracionales o sin razón alguna que, con un micrófono en la mano, en su incultura, se erigen en catedráticos de la nada, pontificando en su verborrea.
Una sociedad de escaparate, en la que si no se te ve, parece que no existes.
Una sociedad de la velocidad en la que lo de ayer ya no se lleva y lo de hoy ya lo puedes tirar porque se te está quedando anticuado en los hombros.
Hay que ir a la última, que, en cuanto te lo pongas, ya no es última sino penúltima.

¡Anda ya¡. Hombre. Seguid intentando engañar a los inmaduros, que a nosotros no, a mí, por lo menos, no.

Me pregunto si no somos, para los jóvenes, el antiespejo. Algo así como la careta diabólica del estado de su divina juventud.
Nuestra presencia parece que les resulta insultante porque nos ven como agarrados a una muerte más o menos lejana, pero a la vista, mientras que ellos no quieren pasar y quieren permanecer en su inmovilidad juvenil.
Somos, con nuestra presencia, como un recuerdo de lo que serán. Recuerdo molesto.

¿De verdad que somos un insulto, inútiles y, además, resultamos costosos?.

Ni somos enfermos, ni somos pecadores por el simple hecho de cumplir años. Lo normal es que, después de haber vivido muchos años, se nos noten esos años vividos, seamos viejos.
No hay otra manera de llegar a viejo –como he afirmado antes- que cumplir años.
¡Benditos cumpleaños¡.

Pero, hablando de “utilidad”. En el mundo actual “utilidad” equivale a “eficacia”. En este sentido los viejos ya no somos muy eficaces, porque, en este caso por “eficacia” se entiende sólo “eficacia material”, con creación de bienes materiales, con productividad y producción de cosas. Y nosotros, nos hemos apeado o nos han apeado de la cadena productiva. Ya no somos productivos.
¡Bendito sea Dios¡

Pero es que hay otros tipos de “utilidad”, además de la material. ¿Qué decir de la utilidad ética, de la utilidad familiar, de la utilidad social?.

Las puertas de los colegios, tanto a la entrada como a la salida de las clases, están llenas de abuelos. ¿Por qué?.
¿No somos útiles familiarmente?. ¿Y muchos fines de semana?. ¿Y los puentes y las vacaciones?. ¿Somos inútiles para nuestros hijos?.

¡Por Dios¡.

¿Y los hoteles, restaurantes, empresas de autobuses, museos, chiringuitos,…?. ¿Quiénes mantienen esos puestos de trabajo en temporada baja cuando el turista está en su tierra “amarrado al duro banco del trabajo”?.
       
¿Qué era el Senado y los Senadores sino los Senectos que eran elegidos porque su sabiduría, su experiencia, su prudencia, era la mejor garantía para el gobierno de la sociedad?.

Hoy no. Hoy hay que producir mucho, producir más que el vecino, producir más de prisa que él, mejor que él. Hay que ganarlo, derrotarlo, arruinarlo. Que cierre.
La competitividad.
Ésta es la radiografía del mundo en que vivimos. Y para que no se pare ese ritmo productivo endiablado, hay que comprar, hay que adquirir cosas. El mundo del tener. Tener cosas. Tener más cosas. Acaparar. Almacenar.
       
Habitamos en un gran almacén lleno de cosas. Y se te valora por cuántas cosas y qué tipo de cosas tienes y por el tiempo que has tardado en conseguirlas. Tener mucho, de calidad y en poco tiempo: he ahí el héroe moderno.

        En ese sentido, yo al menos, soy el antihéroe porque ¡hay que ver las pocas cosas que tengo, el esfuerzo que me ha costado y tanto tiempo para conseguir esto poco que tengo¡.

EL PORTAL DE BELÉN, EL BUEY Y LA MULA (Para terminar las Navidades)


En Navidad, con el frío que haría, María que se pone de parto, y el niño que nace en un establo a las afueras de un pueblo, sin canastilla ni ropa adecuada para un recién nacido, y tiene como cuna un pesebre, donde comería (¿el buey o la mula?), así que a echarle el aliento o vaho, para calentarlo, como yo hacía con mis manos cuando, en invierno, se me quedaban engarañadas.
Pero el cura de mi pueblo nos decía que el que más y mejor aliento le echaba al Niño era el buey, pero que la mula no estaba por la labor, así que “Dios la maldijo y la condenó a no poder parir, por eso era estéril la mula”.

Y yo me le creía todo.

Porque en mi pueblo, que es agrícola, en la Armuña salmantina, de terreno fértil pero duro, se araba, sobre todo con bueyes, pero “bueyes armuñeses”, lentos pero muy potentes.
Sin embargo, el Sr. Madruga, el Sr. León, el Sr. Moreno y el Sr. Castaño tenían mulos o mulas que, naturalmente, no parían, por el castigo divino.
Pero la envidia ajena era para el que tenía “mulos/as burreros/as”, que eran más pequeños que los mulos normales, pero de piel más fina y más potente.

Los mulos/as burreros/as (o burdéganos) tienen como progenitores a caballo y burra, mientras en los mulos/as normales sus progenitores son burro y yegua.

Mi padre tenía cuatro bueyes, dos vacas (que todos los años parían y nos poníamos “moraos”, durante varios días, con los “calostros”) y una burra, que nunca paría porque no la llevábamos a “la parada”, con el garañón, para que la cubriera y la dejara preñada.

Luego, cuando fui mayor, ya supe que lo de la esterilidad de las mulas nada tenía que ver con maldiciones divinas, sino que era el efecto de un cruce de cromosomas de dos especies distintas caballo/yegua (con 64 cromosomas) y burra/burro (62 cromosomas) así que, en la meiosis, los cromosomas de ambos no pueden aparearse, no forman pares, por lo que los/las mulos/as tenían 63 cromosomas, lo que los convierte en híbridos (no una especie) y eso le impedía quedar preñadas y parir.

Ahora, con lo mal pensado que soy, lo interpreto como un machismo: el buey (bueno), la mula (mala).

 

2 comentarios:

1.              
¿Y hay, papa defensor de los desheredados, dignidad para los no favorecidos como por la que luchaba el creador de tan exitosa secta en ese pesebre de Belén?
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Respuestas
1.              


Para defender a los desheredados y la dignidad de los no favorecidos por la vida y/o por la fortuna, no hace falta ser "religioso" de ésta ni de ninguna secta o religión, basta con el "humanitarismo" y la "justicia".
De todas las maneras hay que distinguir entre "Iglesia como jerarquía" (desde el Papa hasta el último cura de pueblo) de la "Iglesia militante" que son personas como Ud. y como yo, pero que son creyentes y lucharán, codo con codo, con los no creyentes de cualquier ONG.
Soy de la opinión que la Jerarquía eclesiástica está cada vez más alejada de la realidad humana, no así muchos cristianos.

lunes, 4 de enero de 2016

EL CUARTO REY MAGO



(Como todos los años, por estas fechas, cuelgo este cuento)

EL CUARTO REY MAGO.
(El Rey que no llegó a tiempo)


 Hoy quiero escribir sobre el 4º Rey Mago, el Rey que no llegó a tiempo.

Se llamaba Artaba o Artabán.

Cuentan que Artabán (voy a llamarlo así), tenía 40 años, era discípulo de Zoroastro, estudioso de las estrellas y era rey de Ecbatana, la ciudad entre montañas, (en la Persia de hace uno años, hoy Irán), la ciudad de las 7 murallas, del reino de los Medos, el “Reino del sol”)

Habían quedado en reunirse los 4 Reyes Magos, en Borsippa, ciudad mesopotámica, donde se encontraba el Zigurat de los 7 pisos.

Irían los 4 Reyes, juntos, a adorar al Rey de Reyes, porque habían visto aparecer una estrella muy brillante en el cielo, y según sus libros astrológicos…… (El Papa acaba de afirmar que era una “supernova” ¡qué raro¡)

(¿Era Melchor rey de Etiopía, Gaspar rey de Persia y Baltasar rey de Babilonia?)

Cada Rey le llevaba un regalo: oro, incienso y mirra.

El regalo de Artabán, para el Niño, eran “un saco de piedras preciosas” (aunque las más apreciadas eran un Zafiro, un Rubí, una Perla Negra y un Diamante, pero había muchas más).

Pero, antes de llegar al punto de encuentro, para partir, Artabán se encontró con un anciano, al que habían robado y dado una paliza, enfermo, hambriento, pobre, cercano a la muerte y que, además, padecía la fiebre amarilla (y recordó que era la enfermedad que había sufrido y de la que había muerto su padre)

Al bueno de Artabán le invadió, sobre manera, el recuerdo de su padre. Y se le presentó el dilema: ¿sigo al encuentro con los otros tres Reyes o me quedo con el anciano? Se quedó con el anciano. Se acercó a una fuente y, de su mismo vaso, le dio de beber agua al anciano. No lo abandonó. Se quedó a su lado hasta que  pasó por allí un caminante, al que Artabán le ofreció el Zafiro y su caballo, con la condición de que lo llevase a la ciudad más cercana, para que lo curase el médico.

Tuvo que volver a Ecbatana para comprar un nuevo caballo, la yegua Vazda, y cargar, de nuevo, con más provisiones para el camino (pan, vino,…. y un líquido medicinal que, mezclado con el agua….curaba todas las enfermedades)

Cuando reemprendió la marcha, camino de Borsippa, lugar de encuentro, se encontró con una nota: “hemos estado esperando. No podemos demorarnos más, y, como no venías, hemos partido al encuentro del Rey de Reyes, Síguenos a través del desierto y en Belén nos veremos”.

Puso rumbo a Belén, pero, por el camino, iba encontrando gente necesitada, que le solicitaban ayuda, desde comida y medicinas a ropa. Metía la mano en su saca y les daba algunas piedras preciosas para que compraran los remedios. Cuando más sufrió, y más le entretuvo, fue cuando, al borde del camino, se encontró a un niño llorando, junto a su madre muerta y llena de sangre. Cogió al niño y, montándolo en el caballo, se dirigió al pueblo más cercano. Hasta que encontró a una familia que se comprometió a cuidar del niño, a cambio de alguna de sus piedras preciosas.

Llegó a Belén casi con quince días de retraso.
Preguntó por los tres reyes.
Le dijeron que habían estado allí pero que, como Herodes, celoso de que ese futuro rey le quitase el trono, había ordenado la matanza de todos los niños,  Jesús, María y José habían huido a Egipto y que los Reyes habían vuelto a sus reinos por otros caminos.

Veía a los soldados romanos con las espadas ensangrentadas y a madres sollozando sin consuelo con los cadáveres de sus hijos en sus brazos, ensangrentados y muertos.

Entró en una casa vacía, para descansar y oyó el lloro de un niño. La madre, viuda y asustada, le imploraba clemencia.

Se sentó a la puerta justo cuando un soldado pensaba entrar, buscando niños, para matar.

Le cerró el paso. Y, metiendo la mano en su saca, puso en su mano el brillante Rubí, diciéndole: “estaba esperando a que llegara el primer soldado para entregarle esta piedra preciosa, a condición de no entrar en esta casa, estoy sólo y no deseo que nadie me moleste”.

Así ocurrió, no sin antes pedir perdón a Dios por haber mentido, aunque fuera para salvar la vida de un niño.

Puso en manos de la mujer otras piedras preciosas, para su alimento y el del niño, y partió, camino de Egipto, siguiendo las huellas de la Sagrada Familia..

(Según una versión, el soldado lo denunció y fue encarcelado, por oponerse a las órdenes de Herodes y haber chantajeado a uno de sus servidores. Y en la cárcel permaneció hasta el año 33, en que recobró la libertad y salió a la calle, era el tiempo de la Pascua).

Según otra versión, a Egipto se dirigió Artabán. Pero a cada momento tropezaba con personas enfermas y necesitadas, y se quedaba con ellos, hasta que se recuperaban y les solucionaba el problema.

Y así una y otra vez.

En Egipto se encontró con descendientes de los hebreos que habían estado esclavizados por el Faraón, desde los tiempos de Moisés.

Cerca de las pirámides unos rabinos hebreos le comunicaron que, según la profecía de las Escrituras, debía nacer en Belén, tierra de Judá, y que no lo encontraría en palacios ni en casas de lujo, sino entre los humildes y los pobres, entre los oprimidos  y los que sufren.

Le contaron la historia de sus antepasados, con Moisés y el paso del Mar Rojo, camino de la tierra prometida.

Según sus noticias, Jesús; María y José habían regresado a Judea, a Jerusalén.

Cruzando el desierto del Sinaí encontró y encontró personas  y más personas, necesitadas, hambrientas, famélicas, enfermas,….por una peste que había acabado con sus ganados, o con la pertinaz sequía, que había acabado con sus cosechas y con sus animales. Y, el bueno de Artabán, con ellas se quedaba hasta que recuperaban la salud y la forma de vida.

Y él seguía gastando y gastando piedras preciosas.

A las afueras de Jerusalén, unos leprosos, camino de su lazareto y tocando la campanilla, para que no se acercara, le imploraron, desde lejos, una ayuda, por caridad...

Se acercó a ellos, metió la mano en su saco y comprobó que sólo le quedaban dos piedras preciosas, el Diamante y la Perla Negra.

Les dio el diamante

Cuando, por fin, llegó a Jerusalén, era la Pascua y no sabía cuántos años habían trascurrido desde que salió de Ecbatana, (pero eran 33), contempló el alboroto de la multitud.

Jerusalén era un hervidero de gente.
Preguntó y preguntó.
Le dijeron que se encaminaban, apresurados, al Gólgota, porque, allí arriba, iban a crucificar a uno que se decía Mesías y rey de los judíos y a dos ladrones, y no querían perderse el espectáculo.

¿Sería Ése el Jesús, al que él estaba buscando?

Subiendo la cuesta del Monte Calvario contempló la escena de una joven que era desahuciada y expulsada de su casa y ella iba a ser subastada y vendida como esclava para poder hacer frente a las deudas contraídas por su padre.

Se emocionó, de nuevo, ante el espectáculo.

Entró en negociación con los subastadores y logró que la dejaran libre y con la casa, a cambio de la Perla Negra, que pensaba entregársela a Jesús allá arriba, en el Calvario.

Triste, y ya sin regalos que ofrecer a Jesús, se sentó a la puerta de una vieja casa que, de repente, por un movimiento sísmico (el temblor de tierra cuando Jesús expiró en la cruz), se vino abajo y una piedra le golpeó la cabeza.

Quedó muy conmocionado y pidió perdón a Dios por no haber podido llegar a tiempo a ofrecerle su don.

Fue entonces cuando oyó una voz que le dijo: “Tuve hambre y me diste de comer. Tuve sed y me diste de beber, enfermo estuve y me ……esclavo fui y me ….”.

-¿Y cuándo hice yo todo eso, Señor? –respondió.

.-Todo lo que hiciste por los demás, a Mí me lo hiciste. En verdad, en verdad, te digo, que hoy estarás conmigo en el cielo”

(¡No me digáis que no es bonita la historia del 4º Rey Mago¡)

P.D.1.- En realidad la historia del 4º Rey Mago no es ni historia ni tradición, sino un Cuento de Navidad y Artabán, el protagonista, es el nombre de un personaje ficticio que, en 1.896, Henry Van Dyke, un teólogo presbiteriano estadounidense, con intención moralizante, quería que sus feligreses fueran conscientes de que “obras son amores”.

Y lo que habéis leído no es sino una recreación propia, ampliada, sobre ese Cuento de Navidad.

P.D.2.- Mi amigo Paco Oses, con su optimismo antropológico, ve Artabanes por todas partes, creyentes y no creyentes, humanitarios.

P.D.3.- Quien esto escribe ha visto modernos Artabanes encarnados en los Ángeles de la Noche, a la espalda de Santo Domingo, repartiendo comidas a colas enormes de personas hambrientas y necesitadas.

P.D.4.- Muchos españoles, más prosaicos y sensuales, han denominado al 4º Rey Mago, Maximiliano, el Rey del Jabugo.


FIN: A quien, siendo padre y/o abuelo, no crea en los Reyes Magos, el día de la Cabalgata, y con sus niños/nietos, que le echen “carbón, pero del negro, no de colores)