La verdad es que uno ya no
sabe, a veces, a qué atenerse. Si el abuelo no habla, calla, en su mutismo,
algo le pasa y preocupa a los familiares. Pero es que si habla demasiado, esa
locuacidad puede molestar o aburrir. Ni callando ni hablando, “Ni contigo ni
sin ti”. Ni concentrado en su mundo ni desparramado en el exterior.
Recobrar sus experiencias,
adentrase en su memoria y ofertarlas, luego, gratuitamente a la sociedad actual
no deberían ser vistas como “batallitas del abuelo” sino como materiales de
construcción útiles para esta sociedad tan distinta a aquella en la que él fue
fundiendo su vida.
Traer el pasado al presente
para proyectar el futuro. No es mala esa labor. Pero nuestro modelo kleenex de
sociedad, con materiales de usar y tirar….
Es curioso, también, lo que
pasaba y lo que pasa.
Si antiguamente era
inconcebible no vivir todos con los abuelos, hoy, con eso de “el casado casa
quiere”, al abuelo no se sabe dónde ponerlo en la casa, porque impide o coarta
la conversación o dificulta incluso el paso de las personas.
No digo nada cuando el abuelo
se mete en el cuarto de baño.
No sé si está demás pero
obstáculo sí que es a la comodidad de los otros.
Los abuelos, pues,
últimamente no quieren irse de su casa. En ella son reyes, en la de sus hijos
sólo parecen ser invitados.
También la casa ha dejado de
ser un espacio común y la hemos parcelado.
Cada uno tiene su sitio y no
se te ocurra invadir la intimidad del cuarto del nieto.
La casa, cada vez más, ha
dejado de ser un hogar y se ha convertido en un local donde cada uno aparca su
vida, a su hora, en su plaza.
Bien claro lo dice el slogan:
“hacer una casa no es construir un hogar”.
Las casas se compran y se
venden. Los hogares no.
Los hogares no están en el
mercado, hay que construirlos, entre todos.
Hoy se habla como causa del
fracaso escolar “las familias desestructuradas”, o sea, que no son familias,
que son varios individuos que coexisten pero que no conviven.
¿Por qué se nos suele tachar
a los mayores de egoístas?. El egoísmo es lo opuesto al altruismo. Y el
altruismo es el amor.
Mientras el egoísmo es
acaparador, el amor es expansivo. Pero el amor, como todos los conceptos
universales y abstractos, no existe sino en actos concretos, en personas
concretas, en cosas concretas.
Si alguien dice “amo”, “estoy
enamorado” hay que preguntarle ¿de quién o de qué?. Porque el amor a nada ni a
nadie no existe.
El amor, como el odio, es
intencional. Remite a otro.
El “hombre” no existe
realmente, sólo conceptualmente. Los que realmente existen son Pedro y Pablo,
Isabel y Josefina.
Igualmente el “amor”. Hay que
concretizarlo. Se ama a algo en concreto, a alguien en concreto.
Es más. El tipo de amor depende
del objeto o de la persona amada.
El amor filial, el amor
paterno, el amor fraternal, el amor entre la pareja, el amor a los nietos, el
amor a los otros, el amor a la poesía, el amor a Dios…..
Todos son amores, pero
distintos tipos de amor.
El amor de los padres a los
hijos tiene una base biológica, los genes y la sangre están de por medio y, de
ésta, más de la madre que del padre.
Claro que la paternidad
biológica es lo que nos asemeja a los animales. Pero hay otros tipos de
paternidad, como la psicológica, la emotiva,
la social.
El hijo como fruto del abrazo
de amor entre varón y mujer, es lo realmente humano.
El amor del abuelo al nieto
ya es de segunda generación.
El amor de pareja es, para
mí, el amor más puro, el menos contaminado o teñido de biología, es de puro
sentimiento.
Aunque, es verdad, muchos
hijos vienen sin ser buscados ni invitados.
Para engendrar no hace falta
amor, bastan los genitales.
La paternidad/maternidad
biológica es la más natural, basta con actividad fisiológica, con aparatos
genitales, sin necesidad de sexualidad, basta y sobra con el sexo.
Cualquiera puede ser padre.
No todos merecen serlo.
Los animales se aparean y
engendran. Los hombres se aman, pueden aparearse o no, pueden engendrar o no.
El cara a cara del acto
sexual humano, sobre todo si es deseado y querido, crea lazos más allá de lo
biológico que se adentran y enraízan en el misterio de lo psíquico.
Pero cuando lo fisiológico
decae, el amor no desaparece, se transforma. La ternura, el cuidado, la atención,
la disposición,….substituyen al impulso genital.
La sexualidad se manifiesta
de otras maneras.
Es amor. Es otro amor.
El abuelo ama al nieto de
manera distinta, ni peor ni mejor, a como amó y ama a sus hijos.
Pero el verse correspondido
por el nieto es lo que desarma al abuelo. Ese beso, unido a la fragilidad, es
lo que fortifica el amor.
El abuelo no le da vida al
nieto, sino al revés, el nieto es el donante de vida, es el que lo hace vivir
más y mejor, es el que le da fuerza.
El padre tiene un hijo. El
nieto alumbra un abuelo.
Pero no sólo el nieto.
Las cosas amadas inyectan
vida en el abuelo. Ese banco en la plazuela, el bar de la esquina, el periódico
gratuito, la reunión en el centro de la tercera edad, la partida de dominó, ese
libro manoseado, ese árbol caritativo de sombra….
El viejo no quiere que le
trastoquen ese su mundo. Quiere verlo todo, siempre, así, para poder dominarlo
y que nada se le desmadre. Si su mundo está ahí él se siente seguro.
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