No nacemos. Nos nacen. A unos los nacen en un país
democrático mientras a otros en uno no democrático, pero “nadie nace
demócrata”, porque esto no es genético, sino cultural. No se hereda, se
consigue serlo o no serlo. Se aprende a ser demócrata aunque muchos (países y
personas) no lo consigan.
Primero “nos nacen”
(hombres, varones o mujeres), luego “nos hacen humanos” (tal tipo de
hombres) y, sólo después, “nos hacemos personas” (cada uno).
En este proceso, desde el nacimiento hasta la muerte, los
agentes son “los padres biológicos”, “la sociedad y sus instituciones” y “uno
mismo, cada uno”.
Si “nadie nace ciudadano” sino que hay que aprender a serlo
¿por qué ¡demonios¡ una vez más, y ésta es la 7ª Ley Educativa, en nuestra
joven democracia, se ha marginado, apartado, la asignatura “Educación para la
ciudadanía”?
¿Es que los distintos gobiernos carecen de una “noción de
Estado” y ninguno quiere que, desde niños, se aprenda a “ser ciudadanos”?
Los prejuicios instalados, incrustados, en las mentes de los
partidos hacen que ello sea imposible.
Basta que un partido proponga algo para que ningún otro
partido, en general, lo acepte, sin más. Algunos sólo con matizaciones, con
retoques, siempre que “lo mío” también aparezca en dicha materia. Otros,
directamente lo contrario.
Como si al levantarse, de mañana, lo primero que preguntasen
fuera: ¿“qué han dicho los otros”? para preparar el discurso contrario o
totalmente distinto, porque “en ella no caben otras ideas de “ciudadanía” que
no sean las nuestras”.
Ahora mismo, mientras estoy escribiendo esto, el proyecto
LOMCE, del Sr. Ministro WERT, ya la ha apartado y, en su lugar, ha puesto un
sucedáneo que poco tiene que ver con “ciudadanía”, hasta el punto que los que
“opten por Religión” no tienen que aprender a ser ciudadanos, y los que opten
por este sucedáneo de “ciudadanía” nada tendrían que ver con la religión.
Como si “ser ciudadano” no fuera un valor, cotizable a la
alta y no como la antigua “urbanidad” y “buenos modales”, entre ellos, obedecer,
siempre, a la autoridad, porque el Jefe tiene razón.
¿Recuerdan aquello de: “Artículo 1º: el Jefe tiene razón.
Artículo 2º: el Jefe siempre tiene razón. Artículo 3º: si el Jefe alguna vez se
equivocase, se aplica el Artículo 1º?.
Como si guardar silencio en clase, pedir la palabra,
memorizar algún artículo de la Constitución y….poco más fuese “ser ciudadano”.
Educación para la Ciudadanía, que debería ser materia
fundamental y obligatoria para todos los niños-adolescentes, no sólo no ha
llegado a la categoría de “maría”, sino que se la ha expulsado del currículum.
Como si el Estado tuviese sólo encomendada la función de la
seguridad de nuestra vida y de nuestra hacienda (que también) y no la de
enseñar, desde pequeños, a “ser demócratas”.
El Estado como el Gran Leviatán que sólo quiere súbditos
sumisos que engullir y no ciudadanos críticos que exijan razones de por qué hay
que obedecer esa ley.
Si ya la Filosofía, como
materia crítica, ha sido esquinada en el currículum, la Educación para
la Ciudadanía ni siquiera está.
Como si “ser ciudadano” tuviese que ver, necesariamente, con
el partido que gobierna y no con la múltiple y variada sociedad en la que se
vive y se convive.
Cuando yo era un “pequeñajo”, los sábados por la tarde, que
no había “escuela”, el cura nos obligaba a ir a la “doctrina” para
adoctrinarnos en religión y moral católica, apostólica y romana. Y, además,
pasaba lista.
¿Por qué no debe ser el Estado (y no sólo a través del
Gobierno de turno), el que “forme en democracia”, desde pequeños?
Por el prejuicio instalado en la mente de los partidos de
que el “concepto válido de ciudadanía”
es, sólo, el que cada uno tiene. Como si no debiera ser la Sociedad
entera, a través del estado democrático que se ha dado a sí misma.
Una “ciudadanía de partido” deja de ser “ciudadanía”, porque
ésta, estable, debe estar por encima de los partidos, pasajeros.
“Educación para la Ciudadanía”, como Educación, en general,
debe ser una cuestión de estado, por encima y más allá de los partidos.
Todavía no me explico por qué los padres no la exigen como
obligatoria para sus hijos. Y sí comprendo la insistencia y tozudez de la
Conferencia Episcopal en que no lo sea, porque ella nunca ha sido, no lo es y,
me temo que, nunca será “democrática”.
Bajo sus alas sólo caben fieles obedientes al Jefe, no
críticos al mismo. No en vano uno es, nada menos que, “Vicario de Dios” y los
demás de la jerarquía “representantes de Dios” en la tierra.
¿Habrá Jefe más Jefe que Dios?.
Para la Iglesia el buen ciudadano es el creyente que obedece
las normas morales de su religión, la “única verdadera” (lo que todas y cada una dicen).
Como si en la sociedad no cupiesen TODAS las religiones así
como los agnósticos, los ateos, los indiferentes,….
¡Como si la “creencia” no fuese una “opción” y la “ciudadanía” una “obligación”¡
El auténtico ciudadano será tolerante con todas las ideas y
creencias y respetuosos con todas las personas, creyentes o no,
Mientras que el creyente auténtico, como buen catequista,
aspira a que TODOS los demás sean igual de creyentes que él y de la misma
creencia.
Nada más lejos de todo Dogmatismo que el ciudadano.
Nada más cerca de todo Dogmatismo (incluso Fanatismo) que el
creyente.
La Familia es una institución social privada que desea y busca
el interés de sus miembros, por eso no puede ser la mejor institución didáctica
de “ciudadanía”.
Toda institución o asociación que busque intereses
particulares y específicos, desde una federación deportiva de baloncesto a un
club de petanca o de bailes regionales, no aspira a los intereses generales de
TODOS los ciudadanos, sino a los baloncestistas, a los petanquistas, a
los“bailaores”.
¿Habrá algo más maravilloso que “adoctrinar en democracia”?.
Que no es adoctrinar en fanatismo nacionalista, ni endiosar al dictador de
turno.
La “educación democrática” no se opone a la “educación
religiosa”, pero no es ella.
TODOS debemos ser ciudadanos, demócratas. Después, sólo
después, quienes quieran, pueden, además, ser creyente de una u otra religión o
de ninguna.
Cualquiera podrá ser buen matemático o no, o un buen
literato o no, pero TODOS deberían ser buenos demócratas, demócratas
auténticos.
Como si el matrimonio heterosexual, y para toda la vida,
fuera la única forma de matrimonio, la separación un fracaso y el divorcio una
desgracia.
Como si la realidad social fuera eterna y no cambiante, y la
verdad fuera absoluta y no relativa a los cambios sociales.
Como si los contrayentes que han firmado, libremente, un
contrato de convivencia no pudieran, libremente, por mutuo acuerdo o por una de
las partes, deshacerlo y firmar otro con otra persona, del mismo o distinto
sexo.
Como si la sexualidad y el sexo fuera una desgracia, aptos
para la mayoría, incapaces de prometer y ser célibes, vírgenes...
Lo que ha propuesto el Sr. Ministro WERT, en comandita (¿)
con la Conferencia Episcopal, es un desaguisado de tal envergadura que omito
términos descalificativos, que parecerían insultantes.
Una verdad, satisfactoria para una sociedad más justa, no
puede estar en manos de, ni provenir de una Iglesia y sí, sólo, del Estado
democrático.
La “solución religiosa” nunca puede ser la “solución
social”.
Bajo el manto de la Iglesia sólo caben los creyentes. Bajo
el manto del Estado no sólo cabemos TODOS, es que TODOS deberíamos estar
cobijados.
Si Jesús había declarado: “mi reino no es de este mundo”, la
Iglesia y su Vicario también desean reinar sobre éste, convirtiendo a la nación
en tierra de misión, o sea que la Filosofía Política debe ser sierva de la
Teología, y la democracia debe dejar paso a la teocracia.
¡Qué mal iban a tenerlo los ateos, agnósticos,
indiferentes,…¡
La Iglesia debería apearse del pedestal que ella misma se ha
construido y en el que se cree instalada y aprender “ciudadanía”, aunque, creo
que, suspendería.
¿Qué va a decir y a proponer una Asociación Católica que
cree que su religión es “la única verdadera”?.
Cuando la pregunta, previa, es: ¿qué tendrá que ver la
religión con la verdad? ¡Como si no fueran igualmente válidas las demás
religiones, puesto que TODAS se proponen la misma meta: la salvación de sus
fieles.
El ciudadano respeta y considera iguales a creyentes que
ateos, agnósticos, indiferentes,…. La Iglesia sólo en cuanto que son hijos de
Dios.
¿Desde cuándo una moral privada y confesional, de una
religión, debe primar sobre una moral pública y común?
¿Es que no pertenecen TODOS a la misma comunidad y sólo
ALGUNOS a esa opción religiosa?
¿Por qué deben estar exentos de “ciudadanía” los creyentes?
¡Como si los Derechos Humanos, para TODOS, no primasen sobre
los Derechos sólo religiosos de ALGUNOS¡
Comprendo (aunque, para mí, sea injustificable) que la
Conferencia Episcopal sea la principal valedora contra la Educación para la
Ciudadanía.
Con sus mimbres sólo pueden fabricarse esos cestos.
Pero ¿por qué tiene que claudicar el Estado (y en este caso
el Gobierno) ante esta Asociación Religiosa, cuando es el Estado el que debe
ser el garante de todas las religiones y partidario de ninguna?
Su proclamado Absolutismo de la verdad religiosa choca, de
frente, con el necesario Relativismo de una sociedad cambiante, siempre en
camino de una mayor y mejor “mejoría”
Si fuera verdad que “extra ecclesia nulla est Salus”, creo
que “intra ecclesia” no hay progreso.
Si, en la Iglesia, el oficiante es el cura y todos los demás
son fieles asistentes, aunque algunos puedan ser monaguillos, en la sociedad
civil todos somos oficiantes, nadie es monaguillo, aunque sea el gobierno el
que dirija el coro. La Iglesia, si quiere, puede asistir a la ceremonia, pero
no dirigirla.
Nada que ver el Parlamento con la Conferencia Episcopal
(¿está Ud., de acuerdo, Sr. Ministro?), ni el Presidente del Gobierno con el
Nuncio de Su Santidad.
¿DE ACUERDO, SR. WERT?
PUES, APLÍQUESE EL CUENTO Y CAMBIE SU DECISIÓN.
No nacemos. Nos nacen. A unos los nacen en un país
democrático mientras a otros en uno no democrático, pero “nadie nace
demócrata”, porque esto no es genético, sino cultural. No se hereda, se
consigue serlo o no serlo. Se aprende a ser demócrata aunque muchos (países y
personas) no lo consigan.
Primero “nos nacen”
(hombres, varones o mujeres), luego “nos hacen humanos” (tal tipo de
hombres) y, sólo después, “nos hacemos personas” (cada uno).
En este proceso, desde el nacimiento hasta la muerte, los
agentes son “los padres biológicos”, “la sociedad y sus instituciones” y “uno
mismo, cada uno”.
Si “nadie nace ciudadano” sino que hay que aprender a serlo
¿por qué ¡demonios¡ una vez más, y ésta es la 7ª Ley Educativa, en nuestra
joven democracia, se ha marginado, apartado, la asignatura “Educación para la
ciudadanía”?
¿Es que los distintos gobiernos carecen de una “noción de
Estado” y ninguno quiere que, desde niños, se aprenda a “ser ciudadanos”?
Los prejuicios instalados, incrustados, en las mentes de los
partidos hacen que ello sea imposible.
Basta que un partido proponga algo para que ningún otro
partido, en general, lo acepte, sin más. Algunos sólo con matizaciones, con
retoques, siempre que “lo mío” también aparezca en dicha materia. Otros,
directamente lo contrario.
Como si al levantarse, de mañana, lo primero que preguntasen
fuera: ¿“qué han dicho los otros”? para preparar el discurso contrario o
totalmente distinto, porque “en ella no caben otras ideas de “ciudadanía” que
no sean las nuestras”.
Ahora mismo, mientras estoy escribiendo esto, el proyecto
LOMCE, del Sr. Ministro WERT, ya la ha apartado y, en su lugar, ha puesto un
sucedáneo que poco tiene que ver con “ciudadanía”, hasta el punto que los que
“opten por Religión” no tienen que aprender a ser ciudadanos, y los que opten
por este sucedáneo de “ciudadanía” nada tendrían que ver con la religión.
Como si “ser ciudadano” no fuera un valor, cotizable a la
alta y no como la antigua “urbanidad” y “buenos modales”, entre ellos, obedecer,
siempre, a la autoridad, porque el Jefe tiene razón.
¿Recuerdan aquello de: “Artículo 1º: el Jefe tiene razón.
Artículo 2º: el Jefe siempre tiene razón. Artículo 3º: si el Jefe alguna vez se
equivocase, se aplica el Artículo 1º?.
Como si guardar silencio en clase, pedir la palabra,
memorizar algún artículo de la Constitución y….poco más fuese “ser ciudadano”.
Educación para la Ciudadanía, que debería ser materia
fundamental y obligatoria para todos los niños-adolescentes, no sólo no ha
llegado a la categoría de “maría”, sino que se la ha expulsado del currículum.
Como si el Estado tuviese sólo encomendada la función de la
seguridad de nuestra vida y de nuestra hacienda (que también) y no la de
enseñar, desde pequeños, a “ser demócratas”.
El Estado como el Gran Leviatán que sólo quiere súbditos
sumisos que engullir y no ciudadanos críticos que exijan razones de por qué hay
que obedecer esa ley.
Si ya la Filosofía, como
materia crítica, ha sido esquinada en el currículum, la Educación para
la Ciudadanía ni siquiera está.
Como si “ser ciudadano” tuviese que ver, necesariamente, con
el partido que gobierna y no con la múltiple y variada sociedad en la que se
vive y se convive.
Cuando yo era un “pequeñajo”, los sábados por la tarde, que
no había “escuela”, el cura nos obligaba a ir a la “doctrina” para
adoctrinarnos en religión y moral católica, apostólica y romana. Y, además,
pasaba lista.
¿Por qué no debe ser el Estado (y no sólo a través del
Gobierno de turno), el que “forme en democracia”, desde pequeños?
Por el prejuicio instalado en la mente de los partidos de
que el “concepto válido de ciudadanía”
es, sólo, el que cada uno tiene. Como si no debiera ser la Sociedad
entera, a través del estado democrático que se ha dado a sí misma.
Una “ciudadanía de partido” deja de ser “ciudadanía”, porque
ésta, estable, debe estar por encima de los partidos, pasajeros.
“Educación para la Ciudadanía”, como Educación, en general,
debe ser una cuestión de estado, por encima y más allá de los partidos.
Todavía no me explico por qué los padres no la exigen como
obligatoria para sus hijos. Y sí comprendo la insistencia y tozudez de la
Conferencia Episcopal en que no lo sea, porque ella nunca ha sido, no lo es y,
me temo que, nunca será “democrática”.
Bajo sus alas sólo caben fieles obedientes al Jefe, no
críticos al mismo. No en vano uno es, nada menos que, “Vicario de Dios” y los
demás de la jerarquía “representantes de Dios” en la tierra.
¿Habrá Jefe más Jefe que Dios?.
Para la Iglesia el buen ciudadano es el creyente que obedece
las normas morales de su religión, la “única verdadera” (lo que todas y cada una dicen).
Como si en la sociedad no cupiesen TODAS las religiones así
como los agnósticos, los ateos, los indiferentes,….
¡Como si la “creencia” no fuese una “opción” y la “ciudadanía” una “obligación”¡
El auténtico ciudadano será tolerante con todas las ideas y
creencias y respetuosos con todas las personas, creyentes o no,
Mientras que el creyente auténtico, como buen catequista,
aspira a que TODOS los demás sean igual de creyentes que él y de la misma
creencia.
Nada más lejos de todo Dogmatismo que el ciudadano.
Nada más cerca de todo Dogmatismo (incluso Fanatismo) que el
creyente.
La Familia es una institución social privada que desea y busca
el interés de sus miembros, por eso no puede ser la mejor institución didáctica
de “ciudadanía”.
Toda institución o asociación que busque intereses
particulares y específicos, desde una federación deportiva de baloncesto a un
club de petanca o de bailes regionales, no aspira a los intereses generales de
TODOS los ciudadanos, sino a los baloncestistas, a los petanquistas, a
los“bailaores”.
¿Habrá algo más maravilloso que “adoctrinar en democracia”?.
Que no es adoctrinar en fanatismo nacionalista, ni endiosar al dictador de
turno.
La “educación democrática” no se opone a la “educación
religiosa”, pero no es ella.
TODOS debemos ser ciudadanos, demócratas. Después, sólo
después, quienes quieran, pueden, además, ser creyente de una u otra religión o
de ninguna.
Cualquiera podrá ser buen matemático o no, o un buen
literato o no, pero TODOS deberían ser buenos demócratas, demócratas
auténticos.
Como si el matrimonio heterosexual, y para toda la vida,
fuera la única forma de matrimonio, la separación un fracaso y el divorcio una
desgracia.
Como si la realidad social fuera eterna y no cambiante, y la
verdad fuera absoluta y no relativa a los cambios sociales.
Como si los contrayentes que han firmado, libremente, un
contrato de convivencia no pudieran, libremente, por mutuo acuerdo o por una de
las partes, deshacerlo y firmar otro con otra persona, del mismo o distinto
sexo.
Como si la sexualidad y el sexo fuera una desgracia, aptos
para la mayoría, incapaces de prometer y ser célibes, vírgenes...
Lo que ha propuesto el Sr. Ministro WERT, en comandita (¿)
con la Conferencia Episcopal, es un desaguisado de tal envergadura que omito
términos descalificativos, que parecerían insultantes.
Una verdad, satisfactoria para una sociedad más justa, no
puede estar en manos de, ni provenir de una Iglesia y sí, sólo, del Estado
democrático.
La “solución religiosa” nunca puede ser la “solución
social”.
Bajo el manto de la Iglesia sólo caben los creyentes. Bajo
el manto del Estado no sólo cabemos TODOS, es que TODOS deberíamos estar
cobijados.
Si Jesús había declarado: “mi reino no es de este mundo”, la
Iglesia y su Vicario también desean reinar sobre éste, convirtiendo a la nación
en tierra de misión, o sea que la Filosofía Política debe ser sierva de la
Teología, y la democracia debe dejar paso a la teocracia.
¡Qué mal iban a tenerlo los ateos, agnósticos,
indiferentes,…¡
La Iglesia debería apearse del pedestal que ella misma se ha
construido y en el que se cree instalada y aprender “ciudadanía”, aunque, creo
que, suspendería.
¿Qué va a decir y a proponer una Asociación Católica que
cree que su religión es “la única verdadera”?.
Cuando la pregunta, previa, es: ¿qué tendrá que ver la
religión con la verdad? ¡Como si no fueran igualmente válidas las demás
religiones, puesto que TODAS se proponen la misma meta: la salvación de sus
fieles.
El ciudadano respeta y considera iguales a creyentes que
ateos, agnósticos, indiferentes,…. La Iglesia sólo en cuanto que son hijos de
Dios.
¿Desde cuándo una moral privada y confesional, de una
religión, debe primar sobre una moral pública y común?
¿Es que no pertenecen TODOS a la misma comunidad y sólo
ALGUNOS a esa opción religiosa?
¿Por qué deben estar exentos de “ciudadanía” los creyentes?
¡Como si los Derechos Humanos, para TODOS, no primasen sobre
los Derechos sólo religiosos de ALGUNOS¡
Comprendo (aunque, para mí, sea injustificable) que la
Conferencia Episcopal sea la principal valedora contra la Educación para la
Ciudadanía.
Con sus mimbres sólo pueden fabricarse esos cestos.
Pero ¿por qué tiene que claudicar el Estado (y en este caso
el Gobierno) ante esta Asociación Religiosa, cuando es el Estado el que debe
ser el garante de todas las religiones y partidario de ninguna?
Su proclamado Absolutismo de la verdad religiosa choca, de
frente, con el necesario Relativismo de una sociedad cambiante, siempre en
camino de una mayor y mejor “mejoría”
Si fuera verdad que “extra ecclesia nulla est Salus”, creo
que “intra ecclesia” no hay progreso.
Si, en la Iglesia, el oficiante es el cura y todos los demás
son fieles asistentes, aunque algunos puedan ser monaguillos, en la sociedad
civil todos somos oficiantes, nadie es monaguillo, aunque sea el gobierno el
que dirija el coro. La Iglesia, si quiere, puede asistir a la ceremonia, pero
no dirigirla.
Nada que ver el Parlamento con la Conferencia Episcopal
(¿está Ud., de acuerdo, Sr. Ministro?), ni el Presidente del Gobierno con el
Nuncio de Su Santidad.
¿DE ACUERDO, SR. WERT?
PUES, APLÍQUESE EL CUENTO Y CAMBIE SU DECISIÓN.