La cosa es mucho más sencilla.
Don Quijote, acompañado de su fiel escudero, caminaban de
noche, en plena oscuridad, buscando el alcázar donde, supuestamente, reside su
dama, Dulcinea, y “dan” con una iglesia donde, con seguridad, ella no se encontraba
allí.
La interpretación de esa frase, en sentido figurado,
supondría un privilegio injustificado según el cual nadie puede/debe “meterse”
con ella si no quiere que….
Aunque, además, debe siempre distinguirse entre “Iglesia”
como “institución” (blanco de todas las críticas por el poder que ostentaba y
que, por cualquier razón, real, imaginaria o inventada, podía llevarte a la
tortura, incluso llegar hasta la muerte en la hoguera) e “Iglesia militante”, a
pie de calle, como “comunidad de personas concretas, creyentes”.
Esta iglesia militante desarrolla una labor humanitaria como
la puede desarrollar muchas O.N.G.S., aunque sean por motivos diferentes.
Las críticas a la Iglesia, como Institución, le vienen por
todos los frentes.
Ya hasta el Ejército ha dejado de discriminar a la mujer, en
el acceso a la cadena de mandos, sin embargo la Iglesia sigue discriminándola,
cerrándole el paso hasta el nivel inferior, el sacerdocio.
Con una estructura jerárquica de poder anquilosada,
bloqueada, enquistada y medieval.
Con un lenguaje ampuloso y grandilocuente, pero vacío.
Con una parafernalia litúrgica fuera del tiempo, como si el
tiempo se hubiera paralizado y un culto desorbitado a la personalidad.
Nada atractivo para las nuevas generaciones que, tras “hacer
la primera comunión”, ya no hubo segunda.
Si a esto se añade su prepotencia, su complejo de
superioridad, su proclamada infalibilidad, su obediencia ciega al superior en
la cadena jerárquica, sus privilegios en el pago de impuestos, la imposición de
la asignatura de Religión (con la catequesis de compañía) en la enseñanza
(aunque sea en un estado laico o aconfesional).
Hoy día la Iglesia cada vez está menos presente en el ámbito
político, público (no sé si decir que “gracias a Dios”) y, poco a poco, ante el
vacío de creyentes asistentes, las iglesias serán sólo museos y galerías de
arte, a visitar por turistas y estudiosos, ajenos a la religión.
Ya no es lo que era, una invasión total, una inundación,
anegando tanto la vida pública como la vida privada. Presente “desde la plaza
hasta en la cama”.
Yo recuerdo los “certificados de buena conducta”, expedidos
por el cura del pueblo, exigidos por la Administración Civil del Estado como
requisitos para acceder a cualquier puesto del Estado.
Hoy la Iglesia está ahí, pero sólo para quien quiera beber
de esa agua.
Las referencias religiosas en la vida de los hombres ya no
son tales, ni social ni individualmente.
La vida, y sus problemas, son enfocados, planteados y se
buscan soluciones a los mismos desde una perspectiva no religiosa.
(Pero estamos moviéndonos en nuestro mundo occidental
cristiano, porque la religión musulmana, y un poco menos la judía, están
presentes hasta en la cama).
Si el culto religioso católico está, hoy, bajo mínimos y en
horas bajas, mientras la judía se mantiene, la musulmana sigue avanzando a
pasos agigantados.
Pero sigamos con la religión cristiana.
Como el poder, la autoridad, ya no procede de Dios, sino de
los ciudadanos, las leyes civiles han perdido completamente su carácter sagrado
y son sólo, y totalmente, humanas. Su incumplimiento se queda en delito y ha
dejado de ser pecado, su castigo (si el delito se descubre) es sólo temporal y
en esta vida, ya no eterno y en la vida de ultratumba.
La conciencia moderna rechaza toda autoridad y las leyes
deben pasar por el filtro de la conciencia para poder ser asumidas.
La razón autónoma y crítica es el cedazo de las obligaciones
que provengan del exterior..
Dios y la religión ya no son previos a la conciencia del
hombre, sino que vienen después de la ética humanista, para darle sentido.
Como muchas personas necesitan de Dios y de la religión para
darle sentido a su vida habrá que no obstaculizarlos, pero tampoco prohibirlos
ni obligarlos.
Pero ellos deben ubicarse en el ámbito privado y estar
excluidos del ámbito público, lugar común de todos, creyentes y no creyentes.
La religión ha perdido el papel de protagonista que detentó
en otros tiempos, tanto en la cohesión social como en la legitimación del orden
político, en las “sociedades sin Estado”, pues en las “sociedades con Estado”
ha perdido toda su vigencia.
La aparición del Estado ha desplazado a la religión. Ésta ya
no aparece necesaria ni para legitimar el orden social ni el orden político,
sino que los seres humanos van a darse a sí mismos ambos órdenes, sin tener que
recurrir a Dios como fundamento.
El antropocentrismo, como origen, ha sustituido al teocentrismo,
como origen.
La religión ha dejado de ser relevante y el mundo está inmerso
en un proceso de secularización.
La religión siempre anduvo en compañía de la superstición y
de la ignorancia, y de estas cadenas el hombre ha quedado libre, gracias a la
razón ilustrada como instrumento.
La secularización pues, sin Dios y sólo con la razón,
suponía el indiscutible progreso de la humanidad, al hacerse cargo de él el
propio hombre.
Pero nunca avanzó tanto la ciencia y la tecnología como en
nuestro siglo, ¿por qué, pues, el auge y la buena salud de las religiones
varias, sobre todo del islamismo, del budismo, del hinduismo y de un sinfín de sectas
religiosas?
La vitalidad del cristianismo, tan potente en otros tiempos
de monopolio, está desinflándose, mientras se vivifican otras religiosidades.
¿Por qué con la difusión y propagación del espíritu
ilustrado, sin embargo surgen nuevas religiosidades?
Hoy, sin embargo se hace ciencia al margen de la religión y
se vive al margen de la iglesia.
El laboratorio, como ensayo de soluciones, ha sustituido a
la iglesia.
Ante la enfermedad se acude al hospital (institución laica)
y al médico (científico) en vez de a la iglesia (morada de Dios) y al cura (su
representante).
En nuestro mundo occidental cristiano, cada vez más la
cirugía ha sustituido a los milagros, las farmacias a los confesonarios y las
medicinas a las oraciones.
Entonces, ¿por qué esa religiosidad variada, no cristiana,
(y sobre todo el islamismo) siguen presentes, y en auge, en detrimento de las
dos religiones clásicas (judaísmo y cristianismo)?
Me gustaría pensar que tal vez sea porque los creyentes de otras religiones hayan estado más expuestos a una cultura de creencias que los de las religiones clásicas. Pero, lo cierto es que tenemos creencias por todas partes.
ResponderEliminarPor ejemplo, si a mí me ocurre un accidente grave y salgo ileso de él, no podré evitar pensar que ha sido una especie de milagro, aunque más tarde piense que sólo fue un golpe suerte. No sé porqué, pero siempre he tenido la sensación que la creencia es algo para lo que nos preparan más que para pensar. O tal vez sea que la creencia es algo más innato en nosotros. No lo sé.
He tenido la asignatura de religión desde que era un niño hasta que terminé bachillerato, y nunca saqué nada en claro. Me explicaron el creacionismo varios años antes que la evolución, pero, por suerte, supe de la teoría de la evolución antes gracias a unos dibujos animados de los 80 llamados Erase una vez... el hombre. También vi otras series de erase una vez, como Érase una vez... el cuerpo humano.
El caso, es que he tenido un abanico de distinta información a elegir, además que mi familia que era católica y una parte de ella sigue siendo católica, siempre me dejó elegir con libertad, y al final elegí separarme de la religión católica. Pero no la he matado, la dejé a parte por si alguna vez cobra algún sentido. Ésa es mi visión de ser agnóstico. Creo que si fuera ateo, sería creer firmemente en "no existe ningún Dios"; no veo el ateísmo como dejar dicha creencia a parte y continuar con mi vida, como hago.
Una anécdota reciente: tengo compañeros de trabajo que son católicos. Uno de ellos compañero de trabajo se casa este año, y me preguntó "¿cómo es eso de ser agnóstico? O crees o no crees en Dios, ¿pero agnóstico?". Y usé aquel argumento del que habla Carl Sagan del dragón en el garaje (- ¿Un dragón en tu garaje? ¿Puedo verlo? - Es que es un dragón invisible. - Bueno, podemos llenar de harina el suelo y ver sus huellas. -Es que no deja huellas en el suelo. -Podemos usar un detector de fuego. - Es que su fuego es invisible a los detectores de humo;... etc etc etc). No sé si ahora cree en dragones en los garajes o si logré explicarle que este tipo de argumentos son imposibles de demostrar su verdad o falsedad; pero bueno, al menos, ya no me ha vuelto a decir nada de lo de agnóstico.
El Ministro Wert acaba de "joderme" el articulo, pues quiere, en su anteproyecto, poner Religion en todos los cursos, incluso como alternativa a la Filosofia.
EliminarEl problema de Dios es una cuestión metafísica, por lo tanto, mas allá de toda argumentación posible. Tan ingenuo es quien quiera demostrar su existencia como su no existencia (además de que la no existencia es indemostrable). El agnóstico lo que dice que nada puede saberse. Después, quien quiera creer esa será su suerte o su desgracia, pero que nada diga de "probar" y seria imbécil si me retase a que yo demostrase que no.
A mi gusta, mas que
El Ministro Wert acaba de "joderme" el articulo, pues quiere, en su anteproyecto, poner Religion en todos los cursos, incluso como alternativa a la Filosofia.
EliminarEl problema de Dios es una cuestión metafísica, por lo tanto, mas allá de toda argumentación posible. Tan ingenuo es quien quiera demostrar su existencia como su no existencia (además de que la no existencia es indemostrable). El agnóstico lo que dice que nada puede saberse. Después, quien quiera creer esa será su suerte o su desgracia, pero que nada diga de "probar" y seria imbécil si me retase a que yo demostrase que no.
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Mas que el dragón de Sagan el niño que creía en el Ratoncito Pérez.
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