Puesto que no hay sombra sin luz y sin cuerpo opaco que se
interponga y la proyecte, la sombra es una realidad, dependiente, pero
realidad.
Sólo el tonto cree que es la única realidad.
De lo que dice el proverbio, o Tagore, o Confucio, o los
tres, se deduce:
1.- Que el dedo que apunta a la luna no es la luna, sino un
dedo.
2.- Que cuando el dedo señala a la luna sólo el necio se
queda, extasiado, mirando el dedo.
3.- Que sólo el sabio señala a la luna.
El polifacético Alejandro Jodorosky, del que tenía apuntadas
en una libretilla antigua dos pensamientos suyos (1.- “hoy mismo deja de
criticar tu cuerpo. Acéptalo tal cual es, sin preocuparte de la mirada ajena.
No te aman porque eres bella. Eres bella porque te aman” y 2.- “Un filósofo, que
no podía caminar porque pisaba su barba, se cortó los pies”), al reflexionar
sobre “el dedo y la luna” afirma: “son dos mundos diferentes, por eso no pueden
unirse, es decir, el necio que mira el dedo nunca llegará a la luna”.
El dedo es un dedo, pero al apuntar a la luna deja, en
realidad de ser, en sí mismo, un dedo, y pasa a ser un mero indicador de algo distinto a él.
Yo prefiero el proverbio inglés: “cuando apuntas con un
dedo, a algo, a lo que sea, a la luna, recuerda que los otros tres dedos, sujetos
por el cuarto, están señalándote a ti” (haz la prueba tú mismo).
Pero cuando llegan los listos, los poderosos, los
interesados, los busca-recompensas,….y se ponen de acuerdo (porque les
interesa) que los demás no miren la luna,
no la miran.
Es el populismo. Ese mecanismo cuyo objetivo es llamar la
atención sobre lo inmediato, sobre el dedo.
Es, entonces, cuando los imbéciles-imbéciles no sólo se
quedan mirando el dedo sino que, además, solamente oyen los cantos de sirena
que le cuentan los populistas. Son y serán cegatos mientras no rompan la cadena
de la dependencia. Ven y oyen por los ojos y la boca de sus superiores. No se
preguntarán qué es algo, sino que se lo
preguntarán. Condenados, de por vida, a la minoría de edad. La razón aparcada en
el cuarto trastero.
Se trata de descubrirla, no de vestirla con bello ropaje ni,
menos aún, pisotearla.
Tomás, tú por casualidad ¿eres filósofo? Porque hay que ver cómo los amas. Y de dónde sacas las tres primeras afirmaciones. Bueno, la primera es elemental, pero las otras dos...
ResponderEliminarMuy interesante, muy bien escrito, rezuma lucidez
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