viernes, 7 de diciembre de 2012

EL DEDO Y LA LUNA.


Puesto que no hay sombra sin luz y sin cuerpo opaco que se interponga y la proyecte, la sombra es una realidad, dependiente, pero realidad.

Sólo el tonto cree que es la única realidad.

De lo que dice el proverbio, o Tagore, o Confucio, o los tres, se deduce:

1.- Que el dedo que apunta a la luna no es la luna, sino un dedo.

2.- Que cuando el dedo señala a la luna sólo el necio se queda, extasiado, mirando el dedo.

3.- Que sólo el sabio señala a la luna.

El polifacético Alejandro Jodorosky, del que tenía apuntadas en una libretilla antigua dos pensamientos suyos (1.- “hoy mismo deja de criticar tu cuerpo. Acéptalo tal cual es, sin preocuparte de la mirada ajena. No te aman porque eres bella. Eres bella porque te aman” y 2.- “Un filósofo, que no podía caminar porque pisaba su barba, se cortó los pies”), al reflexionar sobre “el dedo y la luna” afirma: “son dos mundos diferentes, por eso no pueden unirse, es decir, el necio que mira el dedo nunca llegará a la luna”.

El dedo es un dedo, pero al apuntar a la luna deja, en realidad de ser, en sí mismo, un dedo, y pasa a ser  un mero indicador de algo distinto a él.

Yo prefiero el proverbio inglés: “cuando apuntas con un dedo, a algo, a lo que sea, a la luna, recuerda que los otros tres dedos, sujetos por el cuarto, están señalándote a ti” (haz la prueba tú mismo).

Pero cuando llegan los listos, los poderosos, los interesados, los busca-recompensas,….y se ponen de acuerdo (porque les interesa) que los demás no miren  la luna, no la miran.

Es el populismo. Ese mecanismo cuyo objetivo es llamar la atención sobre lo inmediato, sobre el dedo.

Es, entonces, cuando los imbéciles-imbéciles no sólo se quedan mirando el dedo sino que, además, solamente oyen los cantos de sirena que le cuentan los populistas. Son y serán cegatos mientras no rompan la cadena de la dependencia. Ven y oyen por los ojos y la boca de sus superiores. No se preguntarán  qué es algo, sino que se lo preguntarán. Condenados, de por vida, a la minoría de edad. La razón aparcada en el cuarto trastero.

 Los menos imbéciles, los filósofos, mirarán el dedo no como realidad sino como dirección y, mirando en esa dirección, intentarán ver el objeto apuntado, como, por ejemplo, la luna, aunque sean los poetas quienes la canten y los científicos quienes la profanen, pisándola.

Se trata de descubrirla, no de vestirla con bello ropaje ni, menos aún, pisotearla.

 

2 comentarios:

  1. Tomás, tú por casualidad ¿eres filósofo? Porque hay que ver cómo los amas. Y de dónde sacas las tres primeras afirmaciones. Bueno, la primera es elemental, pero las otras dos...

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  2. Muy interesante, muy bien escrito, rezuma lucidez

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