Los postmodernos defienden la
pluralidad, los puntos de vista distintos sobre la realidad, el relativismo, la
diversidad,…verán las posibilidades de emancipación del ser humano en el
relativo caos que caracteriza a la sociedad postmoderna; una sociedad mucho más
compleja y cuya complejidad está determinada en gran parte por el papel que
ejercen en ella los mass media y la revolución tecnológica.
En cuanto a justicia y
libertad, los postmodernos no aportan mucho, particularmente porque la
exacerbación del individualismo privatista, el consumo, el hedonismo y el
placer desbordados, en un ambiente postmoderno, dejan pocas posibilidades para
las apuestas colectivas y para la política.
Porque como señala Lechner,
como consecuencia de su rechazo a las nociones de totalidad y progreso, la
postmodernidad no se preocupa de la institucionalización de lo colectivo.
Y el desencanto postmoderno
suele expresarse como una pérdida de fe en el Estado.
El Estado es percibido, más
que todo, como un aparato de dominación, siempre sospechoso de buscar un
control totalitario.
En su rechazo a la posición
estatista, la cultura postmoderna suele descartar la cuestión misma del Estado.
Finalmente, baste agregar que
el discurso postmoderno denuncia el progreso futuro como una ilusión y consagra
el presente como un imperativo.
“Vivir aquí y ahora” bien
puede ser la consigna postmoderna, pero lo importante es cómo se viva ese aquí
y ahora.
Si es una vida entregada al
consumo desenfrenado y al placer sin límites que lleva, por qué no, al
repliegue del individuo y su indiferencia para con el medio y la realidad
inmediata que habita, o un aquí y ahora sin más límites que los que impone el
respeto por la libertad del otro y una responsabilidad ética personal y social
con el entorno, porque de lo contrario, esas vivencias en plenitud se
tornarían, como de hecho hemos visto que está ocurriendo, en una inevitable
pérdida de sentido.
Existe una relación entre la
posición postmodernista que hace del caos y de la fragmentación el estado
normal de la sociedad, y la ceguera del mercado libre.
Y es que el neoliberalismo,
como proyecto de sociedad, denuncia y arremete contra las utopías y los totalitarismos
que representaba el socialismo.
El pensamiento neoliberal no
podía encontrar mejor teoría afín que un pensamiento postmoderno, pues al igual
que él rechaza no sólo las grandes promesas sino también la perspectiva de un
proyecto de emancipación, y la idea de una historia que puede ser asumida
conscientemente por los seres humanos.
Por otra parte, el
postmodernismo, al difundir un tipo especial de pesimismo político, abona
también el camino para que las ideas neoliberales que critican al Estado, la
política y el sector público, calen en los discursos de políticos, académicos y
empresarios.
Porque el postmodernismo no
va a decir nada de los horrores del sistema capitalista y de la economía de
mercado; para ellos, ésta sólo se podrá juzgar desde los beneficios que el
capitalismo tardío produce para una minoría, pero no desde las grandes mayorías
que sufren los costos.
Ahora es posible señalar que
si la postmodernidad es el mundo de los simulacros, de las imágenes y de los
significantes que han dejado de tener un contenido o significado real, este
mundo es el que mejor le va a un proyecto económico como el derivado del
pensamiento neoliberal, en el cual el mercado pretende erigirse como
institución social, o mejor como constructor de sociedad.
Y si es el mercado el que
construye el orden social, ¿qué papel le queda al sujeto en este proyecto? Y en
especial, ¿a los seres humanos pobres que no están en condiciones de participar
en él?
En el filo de una modernidad
tardía y radical, nos encontramos pues con un movimiento expansivo que pretende
abarcarlo todo.
Un proyecto de modernización
neoliberal que va en contra del ideario moderno de libertad, igualdad
(justicia) y fraternidad (solidaridad).
Como se pudo ver, hay muchas
señas de identidad y rasgos comunes entre uno y otro discurso que nos pueden
llevar a afirmar su parentesco, e incluso a confirmar que el postmodernismo se
ha transformado en la lógica filosófica del neoliberalismo, así como el
neoliberalismo se ha convertido en la lógica económica de la modernidad tardía.
Se concluye que la Sociedad Postmoderna
es solo el modo de vida del imperio para sus acólitos, pero nunca para los
luchadores por la justicia, la igualdad y la emancipación de los pueblos.