Dice
la RAE que "Collage”
es la "técnica pictórica que consiste en componer una obra plástica uniendo
imágenes, fragmentos, objetos y materiales de procedencias diversas".
El término/concepto, pues, se aplica sobre todo a la
pintura, pero por extensión se puede referir a cualquier otra manifestación
artística, como la música, el cine, la literatura o el videoclip.
El término “collage” viene
del francés “coller”, que significa pegar.
Yo, para escribir sobre
MODERNIDAD y POSTMODERNIDAD quiero hacer un “collage”, pues considero que la
mejor forma de comprender ambos conceptos es verlos desde distintos autores y
distintos artículos y reflexiones, al ser perspectivas, no opuestas, sino
complementarias y que ayudan a su comprensión.
RELATOS Y METAR(R)ELATOS.
Todos nosotros, al
enfrentarnos al devenir del hombre sobre la tierra, hemos empleados
términos/conceptos como “prehistoria” (con sus partes: paleolítico,…) y las
cuatro edades históricas: antigua, media, moderna y contemporánea, pero, en
general esas divisiones no son naturales sino convencionales, aunque no sean
arbitrarias, ni caprichosas, pero son fruto de acuerdo entre las personas.
Existen períodos que pueden
más o menos reflejar un determinado período de la historia, mientras que otros
se alejan completamente de esta, ya sea por alejarse de la realidad que intenta
describir (por ejemplo, una “historia nazi” o "soviética") o porque
intenta abarcar un período de tiempo demasiado extenso.
Ciertamente ningún nombre que
designe a un período de la historia logrará reflejar TODOS los rasgos, sus
luces y sombras, de manera que conceptos como Edad Antigua, Edad Media o Edad
Contemporánea son solamente “nombres imprecisos” que nacieron en un período
determinado de la historia humana para describir algún rasgo que se consideró
como “esencial” de esa época.
Y es que parte de una
concepción lineal del tiempo, que dividimos convencionalmente en segmentos, y
hablamos de “presente” (efímero), “pasado” (cada vez más extenso) y futuro (que
se hará presente y pasará a pasado).
Pero el tiempo vital no es
lineal.
Una hora en la sala de espera
de un quirófano o de un paritorio, aunque dure, realmente, 60 minutos,
vitalmente es mucho más largo, corre muy lento, se hace eterno, (y al revés,
cuando estás pasándotelo bien y el tiempo “corre muy rápido”)
Lo mismo sucede con la
concepción “teleológica” (telos = fin) de la historia, es decir, ¿es
sensato preguntarse si la historia tiene un fin?
De serlo así, entonces la
historia tendría tantos fines a priori como personas y creencias hay
en el mundo.
Pero para otra fracción de la población, la historia carece de sentido, de manera que ésta no apunta a ningún fin necesario hacia el cual se dirige: paraíso, nirvana, sociedad sin clases, democracia perfecta, el reino de la razón, etc.
Pero para otra fracción de la población, la historia carece de sentido, de manera que ésta no apunta a ningún fin necesario hacia el cual se dirige: paraíso, nirvana, sociedad sin clases, democracia perfecta, el reino de la razón, etc.
No hay que malinterpretar lo
anterior, es decir, los seres humanos, a pesar de sus múltiples diferencias,
deben coincidir en que existen una serie de valores universales a los cuales se
deben apuntar, como por ejemplo la Declaración Universal
de los Derechos Humanos (parte de un nuevo relato de origen reciente).
Quiero decir, para ser más
concreto, a pesar de nuestras diferencias podemos coincidir en que la
solidaridad, la tolerancia (moderada) y la cooperación son deseables, y que
matar a un inocente porque no piensa como yo, es un acto que debemos aborrecer.
En suma, si bien no existe
una meta objetiva y única hacia la cual se “dirige” la historia, dadas las
distintas creencias existentes en el planeta, sí podemos coincidir en que
ciertos valores son deseables si queremos subsistir como especie humana y que
existen una serie de acciones también deseables, si es que queremos conservar
nuestro entorno para las generaciones futuras.
Desde esta óptica, podemos
establecer ciertas metas en común.
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