jueves, 13 de marzo de 2014

Y 7.- 24 - EL CINE Y LA CULTURA.


Aristóteles, en la Poética, emplea la palabra catarsis para designar el efecto que debe ejercer la tragedia en los espectadores.

Si analizamos dicha palabra encontramos que catarsis es igual a purificación emocional, corporal, mental y espiritual.

Según Aristóteles, la catarsis es la facultad de la tragedia de redimir (o "purificar") al espectador de sus propias bajas pasiones, el espectador las ve proyectadas en los personajes de la obra y le permite ver el castigo merecido e inevitable de éstas; pero no experimenta dicho castigo el mismo.

Es interesante cómo Aristóteles plantea esta catarsis por parte del espectador, el reflejo de los personajes en nosotros nos hace replantearnos nuestras propias vidas pero, me parece más interesante plantear que el propio director, en el cine, también es sometido a esta catarsis y no dejamos de ver un reflejo de él mismo en sus personajes y cada acción, comportamiento o evolución emocional de estos nos marca también esa búsqueda interna del autor.

El principio aristotélico de la catarsis viene a decir que la tragedia es muy útil porque los espectadores ven proyectadas sus emociones negativas (temor y piedad) y, sobre todo, porque asisten al castigo que éstas merecen; de esta manera se produce en ellos un efecto purificador.

Los espectadores, mediante la contemplación de la tragedia y mediante su participación anímica en la misma, purifican su espíritu y cuando salen de la representación teatral sienten su alma más limpia.

Así pues, para Aristóteles, la tragedia tenía un valor positivo, ya que tenía este valor catártico que purificaba el alma.

¿Este proceso catártico que planteaba Aristóteles puede producirse hoy en día mediante el cine?

Una conclusión provocadora a la que se ha llegado es a que la violencia en las pantallas, en vez de exacerbar los delitos, los aplaca.

El estudio postula que las películas violentas reducen la concreción de los crímenes por parte de potenciales criminales.

Esta hipótesis parece inspirarse en la Poética de Aristóteles, en el sentido de que la contemplación de las tragedias permitía, para el pensador griego, que el espectador hiciera catarsis, es decir, que liberara su carga psicológica interna a través de una experiencia de purificación interior, a partir de la sensación de temor y compasión que pueden motivar los hechos representados en la obra.

De otro lado, está la Asociación de Psicología de los Estados Unidos, que da una alarma año tras año por la violencia que las pantallas transmiten. Dicen que, al concluir la escuela primaria, un niño norteamericano ha visto en televisión 8 mil asesinatos y 100 mil actos de violencia.

Para ellos, la violencia en los medios fomenta y aumenta concretamente el comportamiento agresivo.

A esta idea se apuntan los padres, que se niegan a comprar armas de juguete o material bélico para que sus niños usen en sus horas de ocio.

Los héroes de celuloide, ¿elevan las aspiraciones y la moral de los espectadores? ¿Cuál creen que es la incidencia del cine en sus espectadores? ¿Puede instigar a la violencia o por el contrario puede aplacarla? ¿Constituye una descarga de pasiones negativas o un ejemplo de que pueden ser llevadas a cabo? La literatura en sí misma, ¿"funciona" porque provoca catarsis?

Hoy en día la industria cinematográfica es enorme y, por tanto, tenemos películas de baja calidad con las que es imposible sentirse identificado; éstas no podrían ni siquiera considerarse “poética” ya que no son verosímiles ni cumplen las cuatro causas que nos planteaba Aristóteles, por lo que de ninguna manera tendrían un efecto purificador.

Por otro lado, en la actualidad, hay películas que están muy bien hechas y, por tanto, en ciertas situaciones podemos abstraernos del mundo que nos rodea y así entrar en el mundo ficticio que nos plantea la película, sintiéndonos identificados con ciertos personajes o situaciones.

Esto es difícil con una película de terror, ya que las películas de terror de hoy en día no son muy cercanas a la realidad que nos rodea y es muy difícil que creen en el espectador un verdadero sentimiento de temor.

Pero es posible que esta purificación del alma se dé con dramas ya que nos plantean situaciones muy cercanas a nuestras vidas.

Con el cine actual es más fácil liberar el sentimiento de la piedad, dolor por el sufrimiento de otros, ya que al ver a otro en situación de peligro o sufrimiento vemos que nosotros también somos vulnerables, aunque en este sentido el sentimiento de piedad iría unido al temor pues tememos que aquello que le pasa a otro nos pase a nosotros.

Pero, como sabemos que ya está escrito y grabado, esperamos que nuestro héroe, con el que nos hemos identificado, dé un vuelco a la situación y salga/salgamos vencedores y el “malo” vencido y/o castigado.


En todo caso, aunque es posible que hoy en día mediante el cine se dé este proceso de catarsis en personas que por su situación se sientan más próximas a lo que el cine les pueda mostrar en un momento determinado, es muy difícil que una persona se sienta totalmente identificada con una película hasta el punto de llegar a este proceso de catarsis, porque, de antemano, sabemos que es ficción y lo que allí se representa no es real.

El cine o la televisión no afectan en gran medida a la personas, ya que éstas recurren a estos medios para entretenerse y son conscientes en todo momento de que se trata de una ficción, siendo poco válida la idea de Platón que, al contrario que Aristóteles, creía que la poética era algo negativo que influía en las personas convirtiéndose en algo peligroso.

Por ejemplo, el hecho de ver violencia o sexo en la televisión no hace que nos convirtamos en personas violentas o nos identifiquemos con las víctimas ni que estemos todo el día pensando en sexo.

Al igual que es muy difícil llegar a un proceso de catarsis, también es muy difícil que el cine o la televisión puedan llegar a influir en nuestra conducta.

Por todo lo planteado anteriormente, creemos que, aunque el cine es algo positivo que puede aportarnos tanto entretenimiento como conocimiento (yo “ponía” “El nombre de la rosa”, con Sean Connery, todos los años, a mis alumnos, al pasar de la Edad Media al Renacimiento y “Galileo Galilei” para mostrar las dificultades con que se encontró la ciencia, en sus primeros momento, por parte del poder de la Jerarquía eclesiástica) en ningún modo es negativo como Platón afirmaba de la fantasía del artista, aunque es muy complicado que una persona pueda llegar a la purificación de su espíritu a través de una ficción.

Pero, aunque hoy en día no se pueda llegar con facilidad a ese extremo de la purificación, el buen cine, entendido como arte, nunca nos deja indiferentes y sí crea sentimientos en los espectadores, siendo ésta una de las cosas que busca el espectador cuando va al cine.

Mientras los primeros autos sacramentales y, posteriormente, el teatro sólo afectaban a un público limitado el cine pertenece al género de la cultura de masas y de la opinión pública.

Además, son variados los géneros cinematográficos, entre ellos el de entretenimiento, sin otra finalidad.

Aunque muchos Films persigan y consigan fines loables: la amistad (La fortuna de vivir), la figura paterna (Matar un ruiseñor), la justicia (Vencedores y vencidos), la conciencia moral (Un hombre para la eternidad), el amor (Cyrano de Bergerac), la pasión (Amadeus), la compasión (Luces en la ciudad, de Charles Chaplin con la chica ciega que vende claveles).

Pero también sabemos que la mímesis y la catarsis, que pueden ser beneficiosas y curativas para la persona, también puede ser un instrumento de manipulación.

Si Platón desconfiaba de los artistas es porque estaba convencido de su gran capacidad de seducción.

El placer y el dolor son instrumentos excelentes para la formación social de las personas y quien controla los mecanismos del placer –y el arte es uno de ellos- controla, en gran parte, la educación de la ciudadanía.

Por eso quería Platón desterrar a los artistas de su República, porque ellos contribuían a que los esclavos de la caverna se sintieran a gusto en ella y no desearan salir.

Porque un buen artista –un buen director de cine y un buen actor- puede hacer creíble, y hasta admirable, cualquier tipo de vida a cualquier tipo de espectador.

Todavía una persona adulta es capaz de confrontar y oponer la realidad de la vida a la ficción de la película pero ¿y un niño, que cree que Marco es un niño real en busca de su madre?

¡Cuántas lágrimas no echarían mis hijas cuando, pequeñitas…¡

lunes, 10 de marzo de 2014

7.- 23- EL TEATRO Y LA CULTURA,


 
APRENDER POR LOS SENTIDOS


Siempre que visito una ciudad, la primera visita que hago (si puedo) es a su catedral. Es una de mis obsesiones. Sentarme y contemplar. Si tengo la suerte de que es Misa Mayor, que huele a incienso y que en el coro los canónigos están cantando “gregoriano”, es una especie de éxtasis de los sentidos.

Pero también oigo, a veces, (sobre todo a personas mayores) comentarios tales como “esto (la grandiosidad de la catedral) ya no se hace hoy día”. “Tanta modernidad, hoy, y fueron los antiguos los que hicieron estas catedrales”…. (y comentarios por el estilo).

Ignoran estos visitantes que las catedrales eran los libros abiertos de los hombres medievales (analfabetos en lectura y escritura) y que acudían, más por obligación que por devoción (aunque también), a oír y escuchar al cura desde el púlpito, que les transmitía las verdades que tenían que creer, y a mirar estatuas, pinturas y vidrieras, en las que las escenas de la Biblia estaban reflejadas.

Los mensajes no los recibían leyendo, sino oyendo y viendo, como niños, que entienden lo que se les dice y lo que ven (pero hay que decírselo y tienen que verlo).

Sensaciones auditivas y visuales, del pueblo, frente a lectura y escritura del clero. Tiranía de la cultura.

El pueblo necesitaba iglesias, catedrales, estatuas, pinturas, vidrieras, sermones, misas, confesiones, absoluciones,….. (vista y oído), campo de los sentidos.

Los iconoclastas (“rompedores de imágenes”), los contrarios al culto a las imágenes, fueron los primeros que intentaron romper las cadenas que tenían presos a aquellos hombres.
Daño humano de la imaginería religiosa.

La práctica religiosa debía morar en el corazón, sin necesidad de espacios ajenos y externos a uno mismo.
Dios no estaba en las catedrales, sino en los corazones.
El creyente podía y debía contactar directamente con su Dios, sin necesidad ni de lugares, ni de estatuas ni de intermediarios, siempre interesados (el clero) y que cobraban por “interceder”.

Pero el Teatro es más de lo que puede ser oído y visto. Es el realismo de la representación en la que puede verse y oírse.


Sin duda es el teatro una de las manifestaciones culturales donde mejor se anudan la belleza y la antropología.

Yo soy un “fan” del teatro.

El teatro corresponde al afán imitador del hombre, que disfruta imitando lo que oye y lo que lee, lo que le admira y lo que le atrae.

Todavía nuestros nietos nos obligan a la trasmisión oral de historias, pasadas o inventadas, incluso “las batallitas del abuelo”.

Yo he lamentado “dejar escapar” a mi padre sin haber grabado sus experiencias bélicas desde la movilización, en mi Salamanca, y todo su viaje por la geografía española hasta marzo del 1.939 en que “echamos pa Francia a los republicanos”.

Me maravillaba su ignorancia de la realidad de la guerra y su creencia en lo que los jefes del ejército le contaban y que “era la verdad verdadera”.

Los cuentos con su moraleja, las historias a imitar y a evitar. Verlo, todo eso, representado, le da más veracidad, al identificarse uno, siempre, con el bueno, sufrir con su sufrimiento, y estar intrigados hasta que llega el desenlace feliz, cuando ya uno respira de satisfacción.

¡Qué duda cabe que la escritura fue un avance enorme en la transmisión de historias¡ pues lo que sólo podía ser escuchado por algunos, ahora podía ser leído por muchos más, aún por los aún no nacidos.

Luego vendría el cine.

Aunque la modalidad más idónea para contar historias será la novela.

A todos, tras leer una novela, cuando es llevada al cine, aunque éste goce de un buen guión, siempre se nos quedará incompleta.

El cine ciega la imaginación, que acompaña a uno en la novela, con las imágenes visuales y auditivas, apoyadas en los efectos especiales y con la música acompañando.

Ya te lo da todo confeccionado. Todo es comodidad de butaca y consumir representación,

En todas las modalidades, desde el poema hasta la película, el afán de transmitir va unido a la voluntad de hacerlo bellamente.

Un buen director y un buen escritor siempre son de agradecer.

Todos sabemos de los rodajes, escenarios casi siempre simulados y montajes del cine, pero el teatro es algo especial, porque está ahí, ante ti y necesita un escenario para ser representado.

Ves y oyes, en directo, a actores de carne y hueso, a personas concretas, con nombre y apellidos, que te cuentan, desarrollándola, una historia.

Su intenso realismo hace que el espectador viva y sienta, dentro de la escena, a una con los actores, y que le pueden llevar desde la evasión a la catarsis.

En palabras de Lorca: “el teatro es una escuela de lágrimas y de risa: una tribuna abierta donde se puede defender la moral y hacer permanentes las eternas leyes del corazón y los sentimientos del hombre”.

El teatro griego, sobre todo la tragedia, es una de las más altas contribuciones culturales de los griegos, porque pone al alcance del gran público la profundidad del pensamiento griego.

En ella los protagonistas están enfrentados a situaciones límite.

Son vidas zarandeadas por grandes pasiones y zozobras: amores y celos, guerra y devastación, deportación y esclavitud, hospitalidad y desamparo, ira y venganza, afán desmedido de poder, traición y lealtad, ensañamiento y compasión, muerte de los hijos y de los padres,…

Si en una exhibición circense o deportiva admiramos las posibilidades del cuerpo humano, la agilidad y la velocidad, en la tragedia admiramos las posibilidades de la libertad humana en situaciones en las que está en juego la propia vida.

Hécuba, recientemente representada en el teatro Cervantes, de aquí, de Málaga, con Concha Velasco, presenta a la reina de Troya convertida en esclava tras la caída de la ciudad.

O la más conocida, la Antígona, en la que se presenta la oposición entre el rey Creonte y Antígona, que es la oposición entre las leyes humanas y las leyes divinas, entre la ley, objetiva, y la conciencia, subjetiva, que se niega a acatar la ley. Es lo que hoy llamamos “objeción de conciencia”.

Cuando Creonte pregunta a Antígona por qué ha desobedecido la orden de no sepultar a su hermano ni rendirle honras fúnebres y responde:

“No fue Zeus quien dio esa orden (…)  y no creo que tus decretos tengan tanta fuerza que obliguen a transgredir las leyes no escritas e inmutables de los dioses, siendo tú mortal. Esas leyes no son de hoy o de ayer, pues siempre han tenido vigencia y nadie sabe cuándo aparecieron. Además, por temor a lo que piense un simple hombre no iba yo a sufrir el castigo divino por su incumplimiento”.

La tragedia inspira en el público el terror ante las desgracias ineludibles del Destino y compasión por el sufrimiento de nuestros semejantes.

Esos sentimientos logran la verdadera finalidad de la tragedia: la catarsis o purificación del espectador.

Así como Platón expulsa de su República a todos los artistas porque son, sólo, autores de copias de copias de copias, Aristóteles ve en las Artes, y sobre todo en la tragedia, un medicamento catártico, un remedio contra el exceso.

Las Artes son moderadoras, que logran el justo medio, la virtud.

También tenemos casos recientes. La obediencia de los jefes nazis a su líder o de los mandos intermedios a su superior, sea en la mili, en la guerra, en la empresa, en la sociedad,…. “por la obediencia debida”.

¿Seguir la propia conciencia u obedecer la orden contraria a la conciencia?

 

 

 

domingo, 9 de marzo de 2014

7.- 22 - LA CULTURA LITERARIA.


 
La literatura es concebida como una actividad explícitamente realizada por quienes tienen una inclinación a producir obras artísticas mediante el lenguaje, con un objetivo primariamente creativo en sí mismo pero finalmente dirigido a su difusión en un medio social incluso como una forma de profesionalidad y un medio económico de vida y a la cual otros grupos de personas están atentas como lectores, analistas o estudiosos.

La historia de la humanidad no conoce sociedad que no tenga arte. El arte es uno de los rasgos que diferencian a la colectividad humana de la animal. Pero, ¿para qué sirve el arte o la literatura?

Sería, entonces, conveniente formularnos otra interrogante paralela: ¿para qué sirve la vida?

Sin duda, todos percibimos con nitidez que la validez de la vida se impone por encima de cualquier lógica utilitaria y simple.

La vida no necesita una justificación instrumental, utilitaria o racional; simplemente es y el alcance de su sentido va más allá de ese tipo de interrogantes.

Igualmente, el arte o la literatura no se pueden evaluar con criterios instrumentales o utilitarios.

Como una flor o un amanecer, simplemente existen y se producen, sus sentidos escapan a una lógica reduccionista, su justificación no radica en la “utilidad inmediata” que ellas brindan. Como la vida, con quien dialogan permanentemente el arte o la literatura, están más allá de una justificación simplista, sus alcances van más allá de una lógica utilitaria o inmediata.

A pesar de que el arte no es imprescindible desde el punto de vista de las necesidades vitales inmediatas ni desde la óptica de las relaciones sociales obligatorias, la continuidad y permanencia del arte en la historia humana prueba su importancia y necesidad.

Desde que surgió un excedente productivo mínimo, en los albores de la humanidad, que dejaba cierto tiempo libre a los miembros de una comunidad, se manifestó a través de ciertos individuos un impulso singular que los llevaba a asumir conductas diferenciadas.

Los dibujos en las cuevas de Altamira o las partituras de Mozart nos señalan la existencia de una actividad singular, en las distintas sociedades y culturas de la historia, sin finalidad biológica alguna.

Se ha escrito mucho sobre el origen del arte y se le ha relacionado con la magia, con el trabajo y con el juego.

En los remotos inicios de la humanidad, cuando muchos fenómenos de la naturaleza y de la sociedad no podían ser explicados de manera racional y coherente a través de los instrumentos disponibles por el conocimiento, se intentaba la explicación fantástica o imaginativa.

Así, surgen los mitos y creencias que configuran la singularidad de cada comunidad humana.

Un aspecto a la vez dudoso, que no era explicado convenientemente, como es la conducta artística, fue a su vez incorporado por extensión al tipo de fenómenos mágicos o maravillosos.

Así, en la antigüedad, los artistas tenían el mismo estatus o posición que los sacerdotes o brujos, gozando de los privilegios del poder,

Como los dementes, los artistas fueron vistos como marcados por la divinidad. Siendo contradictoriamente motivo de admiración y de rechazo, alabados y encarcelados, recibidos con entusiasmo o exiliados por peligrosos. El arte era visto como un instrumento mágico y sirvió al hombre para dominar la naturaleza

Toda obra creativa lleva impresa varios componentes, desde biográficos a imaginados, desde sociales a familiares, que, de una u ora forma aparecen plasmados en la obra.

De aquí que, con el transcurrir del tiempo, la preocupación sobre el origen del arte se traslada, también, desde los aspectos mágicos y divinos de la obra a interrogantes sobre la vida de los artistas.

Es el autor el que concita el interés de los estudiosos, pues se supone que mucho de lo plasmado en sus obras depende o tiene su origen en la biografía del artista.

Entonces, determinar conflictos o vivencias en lo biográfico del productor echaba luces sobre el producto artístico y ofrecía un camino a la explicación de la naturaleza del arte.

Posteriormente, para el pensamiento materialista histórico, el individuo sólo expresa la acción de poderosas fuerzas sociales, de manera que el lugar del individuo y su biografía se ve ocupado por las diferentes clases sociales.

En la base de esta perspectiva hay la consideración del origen del arte como consecuencia y producto de la actividad productiva humana.

Para este pensamiento el arte es una forma de trabajo.

Por lo que la preocupación se traduce en la poca preferencia por el término “creación” y la elección del vocablo “producción”

Al señalar que el lenguaje apareció junto con los instrumentos y el trabajo, este tipo de enfoque puso énfasis nuevamente en la relación  entre arte y lenguaje.

La subordinación e instrumentalización del arte será un sueño acariciado por regímenes marcadamente autoritarios.

La función que se le asigna al arte dependerá de los diversos enfoques.

Para quienes consideran que el arte es una forma de conocimiento, asimilarán al arte a una función mimética, es decir, de imitación o reflejo de la realidad. Esta posición viene desde Platón y Aristóteles, desarrollándose a lo largo de la historia...

Quienes asumen que el arte es expresión, ligarán su función a lo estético y en tanto emoción de una subjetividad, pretenderán negar en el arte alguna función cognoscitiva, reiterando que no es vehículo de saber, sólo plasmación de la belleza.

El arte es un lenguaje, es decir, establece una comunicación entre un emisor y un receptor. Al definir el arte como lenguaje estamos precisando lo esencial de su organización. Para que el destinatario comprenda al remitente del mensaje es necesario que exista un intermediario común: el lenguaje.

Pero el arte y la literatura son lenguajes especiales, son lenguajes que se basan en otros lenguajes (lenguas naturales, colores, notas musicales, etc.).

El estudio de la literatura y el arte no puede reducirse al “contenido” o mensaje, dejando de lado la “forma” o particularidades artísticas.

¿Qué comunica el arte? Evidentemente no se trata de un tipo de información constatativa o verificativa, es decir, de la que podamos establecer su verdad o falsedad; sino se trata de un tipo de información realizativa.

Pero hay que destacar que una cosa es la verdad del lenguaje y otra la verdad del mensaje. Nadie se plantea la verdad o falsedad del castellano o el griego.

Al artista no hay que juzgarlo por la verdad de su lenguaje, en oposición a la verdad de su mensaje, pues ni uno ni otro existen separados, lo que interesa es distinguir lo que nos suscita su obra, distinguir la emoción psicológica de la artística.

La mayoría de los seres humanos nos emocionamos por un amanecer, por un accidente, por un hecho injusto,… pero no todos los seres humanos en base a esa experiencia o vivencia psíquica podemos escribir una novela, pintar un cuadro o componer una sinfonía.

El artista es ante todo un hombre, que no puede dejar de participar y pertenecer a la sociedad, la humanidad, lo que implica que asuma valores y puntos de vista, posturas políticas y creencias morales.

Sin embargo, su dimensión artística no se reduce a esa vida o ese rasgo común.

El artista o escritor logra trascender esa dimensión e instaurar una segunda naturaleza a su vida, expresada en la diferencia existente entre sus emociones vitales o psicológicas que le sirven de sustento y las emociones artísticas o sensibles que logra plasmar en sus obras.

La historia tiene múltiples ejemplos de grandes escritores que llevados por su sensibilidad confundieron su compromiso artístico con el político y terminaron apoyando a dictadores o genocidas.

Debemos hablar, pues, 1º.- de una realidad textual, es decir, de un texto o estructura de lenguaje altamente organizada. En ese nivel debemos distinguir: 2º.- lo pre-textual, es decir aquello que ha dado origen o motivado la producción del texto, es decir las vivencias, experiencias o emociones psicológicas desencadenantes; 3º.- lo contextual, o ámbito social, cultural donde se recepciona dicho texto, es decir, la situación comunicativa que establece con el entorno, de la que viene y hacia la que vuelve; y, finalmente, 4º.- el subtexto, aquellos elementos imaginarios o del deseo, que se han originado en las emociones psicológicas, experiencias o sucesos personales o sociales que permanecen latentes o sumidas como impulsos ciegos en la propia estructura textual, subterráneamente, inconscientemente, como conjunción entre emoción y razón.

TEXTO – PRETEXTO - CONTEXTO – SUBTEXTO.

Esto nos lleva al contraste entre el pensamiento y el sentimiento, es decir, al tema de la imaginación.

Por oposición al pensamiento  el sentimiento se presenta como algo simple, íntimo e incanjeable.

Mientras que el pensamiento es bipolar (verdadero- falso), básicamente público (1 + 1 = 2 ó 45 grados es la temperatura) son pensamientos o conocimientos que involucran y pueden compartir muchas personas) y corroborables o verificables, el sentimiento se muestra como una realidad contraria: más que verdadero o falso un sentimiento es o no es, es decir, existe o no, es exitoso o es defectuoso, fracasa o triunfa; tampoco es colectivo, pues cada uno tiene frente a los 45 ºC de temperatura una personal y no intercambiable manera de sentir ese calor, muy personal.

Mientras la imaginación del científico está al servicio de la racionalidad, el artista posee una imaginación centrada en eventos únicos e irrepetibles que intenta trascender desde una comunidad emocional.

Por todo lo dicho, podemos concluir que el arte y la literatura son una realidad muy singular, altamente organizada y que nos comunican información, sentimientos y perspectivas, si no opuestas, sí complementarias al conocimiento científico o a la experiencia racional.

La literatura forma parte de un conjunto de expresiones culturales que habitualmente se integran en el concepto de las “Humanidades”; conjuntamente con otras disciplinas como pueden ser las otras artes, tales como la música, la pintura o la escultura, la filosofía, la economía, el derecho, y otras que tienen como factor común el ser resultado de la actividad humana, y no meros productos de la naturaleza. Reservándose, para el estudio de estos últimos, la denominación de Ciencias.

Los artistas y sus obras, vistos como antenas sensibles de la especie, permiten ampliar los alcances de nuestra actividad, proyectar más allá de las posibilidades calculables nuestra capacidad humana e inventan, prefiguran o delinean anticipadamente la acción futura, que acompaña como una sombra al cuerpo del conocimiento, la ciencia o el saber.

Hay una estrecha relación entre el arte, la cultura y la sociedad que es necesario resaltar y estudiar, pues su importancia para una adecuada formación intelectual, para la comprensión de nuestra naturaleza humana y para una introducción a la creación verbal es fundamental.

Toda creación humana es cultura, por lo tanto la literatura es también un hecho cultural producto de la creación literaria, que crea y difunde la cultura.

Así mismo la creación literaria es el producto de las experiencias vitales, de la imaginación y de la creatividad humanas, acumuladas a través del paso del hombre sobre la tierra, por lo que encierra una enorme sabiduría, fruto de sus vivencias o de su imaginación que se registran en los diferentes géneros literarios, con los que nos identificamos las diferentes generaciones al través de los tiempos, por lo tanto la literatura constituye un enorme legado cultural en el que se ve reflejada la propia historia de humanidad, con sus errores y aciertos, con sus luces y sobras, sus grandes anhelos, temores, logros y frustraciones.

Valerse del lenguaje para expresar emociones, para comunicar sensaciones o pensamientos, es sin duda uno de los motivos de propia existencia de ese lenguaje entre los hombres. De tal manera, no puede llamar la atención que hayan existido textos que puedan calificarse de literarios, desde lo mismos inicios de la escritura.

Nuestro gran literato, Miguel de Cervantes, cultivó los tres grandes géneros literarios (poesía, teatro y novela) con el mismo empeño, aunque con resultados bien distintos. La historia literaria ha respetado siempre la evaluación adelantada por sus contemporáneos: fue menospreciado como poeta, cuestionado como dramaturgo y admirado como novelista.

Numerosos narradores empiezan o terminan sus relatos con alguna anécdota a partir de la cual despliegan una historia de largo recorrido.

La primera gran novela moderna, el Quijote, arranca con el relato de una anécdota inolvidable por su excentricidad y por su carácter insólito que, a pesar del tiempo transcurrido desde que aconteció, fue rescatada casualmente del olvido en el que yacía.

La historia de un pobre hidalgo ya entrado en años que, de tanto leer libros de caballerías, decide una mañana de julio transformarse él mismo en un caballero andante y abandona la anónima aldea natal con el propósito de revivir las mismas aventuras de estos personajes que protagonizaban las novelas de caballerías.

Don Quijote de la Mancha es la novela cumbre de la literatura en lengua española. Su primera parte apareció en 1605 y obtuvo una gran acogida pública. Pronto se tradujo a las principales lenguas europeas y es una de las obras con más traducciones del mundo. En un principio, la pretensión de Cervantes fue combatir el auge que habían alcanzado los libros de caballerías, satirizándolos con la historia de un hidalgo manchego que perdió la cordura por leerlos, creyéndose caballero andante.

Para Cervantes, el estilo de las novelas de caballerías era pésimo, y las historias que contaba eran disparatadas. A pesar de ello, a medida que iba avanzando el propósito inicial fue superado, y llegó a construir una obra que reflejaba la sociedad de su tiempo y el comportamiento humano.

La buena literatura es, esencialmente, antropológica pues pone al descubierto aspectos esenciales de la condición humana, desde la conciencia moral en “Crimen y castigo” a la muerte en “Cinco horas con Mario”, desde la lucha por la justicia en “Poema de Mío Cid”, hasta el cambio de mentalidad histórica en “El nombre de la rosa”, desde la compasión en “El viejo y el mar” al sufrimiento en “Lazarillo de Tormes”,….

No se trata tanto de contar (que también) como de “contarlo bellamente”, por eso la literatura es doblemente cultura.

No es lo mismo decir: “te quiero mucho” que decir: “si tu me dices ven, lo dejo todo”.

“El jinete se acercaba tocando el tambor del llano”.

Produce una percepción auditiva. Es una transformación de la acción táctil de los cascos del caballo sobre el camino. Las pisadas también producen el traqueteo sonoro.

Hace posible la metáfora del llano convertido en tirante piel del tambor.

La intensidad y la originalidad marcan la diferencia.

La riqueza conceptual y el dominio de los recursos estilísticos marcan la diferencia. Hace que lo mismo suene mejor. La musicalidad de las palabras presentes en todo poema que se precie, aunque sea de rima libre. El ritmo.

Ideas no simplemente expuestas sino envueltas en la magia del lenguaje que logra la belleza literaria.

¿Qué son los clásicos sino los que han sabido tratar bellamente los temas humanos universales? Por eso, aunque todo lo de alrededor cambie, ellos permanecen, porque han acertado a expresar bellamente las cuestiones fundamentales humanas.

La Ilíada y la Odisea, tras tres mil años, sigue siendo un ejemplo de que ellos son como nosotros, o nosotros como ellos.

Seguramente, podíamos calificar a Homero como el primer artista de la cultura occidental, tras bajarse el telón de la prehistoria, al entender la complejidad de la condición humana y revestirla con una forma literaria bellísima.

 

viernes, 7 de marzo de 2014

7.- 21- ORTEGA Y LA DESHUMANIZACIÓN DEL ARTE.


 
(Un recordatorio)

José Ortega y Gasset nació en Madrid (1883) en una familia acomodada de periodistas, escritores y políticos. Tras licenciarse en Filosofía -campo en el que se le cita más-, amplía estudios en Alemania.

En 1910 obtiene la cátedra de Metafísica en la Universidad de Madrid. En 1913 fundó la "Liga para la Educación Política Española"; en 1915, la revista “España” y, en 1923, la fundamental “Revista de Occidente”, en la que hallarían cabida las nuevas corrientes europeas y españolas de todos los campos del pensamiento y de la creación.

Durante toda su vida, Ortega y Gasset desarrolló una intensa actividad como escritor y conferenciante.

Apoyó a la República, pero luego se sintió decepcionado; por ello, al principio de nuestra guerra se exilió; regresó en 1945, pero se le negó el reingreso en su cátedra.

Ortega continuó su labor magistral en el Instituto de Humanidades fundado por él en Madrid.

Murió en Madrid en 1956.

Ortega y Gasset es, sin duda, una de las máximas figuras de la filosofía española del siglo XX y un espectador agudo de la vida, las artes y la cultura.

Literariamente, nos interesa por su estilo claro, elegante, en el que las metáforas y los símiles son manejados magistralmente para hacer plástica la idea.

Por ello ocupa un lugar eminente entre los prosistas y pensadores españoles.

Destaquemos que su pensamiento fundamental es considerar “la vida” como la realidad primera y primordial y que de ella dependen todas las demás realidades. Por ello el método adecuado para el conocimiento de la realidad no es “el racionalismo” (a través de la razón pura, ajena a los sentidos) ni “el vitalismo” y se sitúa en una encrucijada entre ambos: “el raciovitalismo”; una razón que integre en sí misma la vida y la historia: Razón Vital y Razón Histórica.

Aunque  él nunca se sintió cómodo con la etiqueta de “raciovitalismo”.

Pretendía superar las antiguas dualidades acerca del conocimiento de la realidad: realismo-idealismo y racionalismo-empirismo.

Lo que los filósofos griegos y medievales llamaron “ser” y el racionalismo “sustancia” Ortega lo denomina “vida”, la “realidad radical, en la que radican todas las demás realidades, la realidad primera y primaria” y cuyas categorías son:

a.- Libertad, posibilidad y proyecto (la vida es “futuro”).

b.- Circunstancia (la vida es “presente”).

c.- Experiencia de vida (la vida es “pasado”)

De ahí el Perspectivismo como forma de conocer la realidad, porque la perspectiva es uno de los componentes de la realidad. Ésta nunca se nos da igual, de la misma manera, sino en perspectiva.

No solo lo es el conocimiento, también la realidad es y se nos da en perspectiva.

De ahí, también, que todas las perspectivas sean válidas (necesidad de la “tolerancia”), lo que no obsta para que no todas sean igual de válidas, tengan el mismo valor.

Hay perspectivas privilegiadas, ricas, y hay perspectivas pobres.

En sus obras llama la atención su preocupación por España: en este campo destaca su europeísmo (al revés que Unamuno) y su denuncia del aislamiento de nuestro país.

Ortega quiere “europeizar España”, mientras Unamuno aspira a “españolizar Europa”.

“España es el problema, Europa es la solución”.

Entre sus obras, podemos citar España invertebrada (1921), El tema de nuestro tiempo (1923), La deshumanización del arte (1925), Ideas sobre la novela (1925), La idea de principio en Leibnitz (póstuma, 1958), El espectador (8 volúmenes, 1916-1934), Meditaciones del Quijote (1914), La rebelión de las masas (1930), En torno a Galileo (1933), Estudios sobre el amor (1941), Papeles sobre Velázquez y Goya (1950), etc.

Algunos de estos títulos revelan ya su atención e interés por los temas artísticos y literarios.

Las ideas estéticas de Ortega y Gasset:

Fue decisiva la repercusión que tuvieron, en los ambientes artísticos y literarios del momento, las ideas expuestas por Ortega en diversos ensayos y, en particular, en los dos títulos de 1925 que hemos destacado.

La deshumanización del arte es un análisis -o "diagnóstico"- del Vanguardismo-Novecentismo. El ensayo de Ortega, descriptivo en un principio, se convirtió enseguida en codificación prescriptiva de la producción vanguardista.

Comienza Ortega señalando el carácter "minoritario" y "antipopular" del arte nuevo, que "divide al público en estas dos clases: los que lo entienden y los que no lo entienden"(división paralela a la de "hombres egregios" y "hombres vulgares").

Y tras ello, estudia sus principales rasgos, que resumimos a continuación:

La deshumanización del Arte pretende realizar una descripción fenomenológica de la Vanguardia en España.

“El arte moderno -nos dice- no sólo es impopular, sino que es también antipopular; siempre tendrá a las masas en contra".

El arte moderno divide a los receptores en minoría-élite, capaz de entenderlo y gustarlo, y mayoría. incapacitada.

Esta mayoría aboga por el arte del siglo XIX, arte puramente referencial.

La minoría, por contra, encuentra el arte anterior demasiado humano; se le debe despojar de su humanidad.

Ortega llama la atención sobre nuestro "asco a lo humano en el arte", como en las figuras de cera.

Lo que intenta el arte moderno es colocar al arte en el lugar que le corresponde, no ya por encima de la vida, sino subordinado a ella.

Así, la vida deja de vivirse como algo subordinado a otra cosa, ya sea el arte, la ciencia o el estado.

-         "Es un arte puro". Si la tradición decimonónica valoraba el arte por lo que tuviera de "humano" o de "real", ahora se nos invita a valorar las puras calidades formales.

-         El arte moderno es un arte "deshumanizado", mientras el arte tradicional era "humanitario".

El arte moderno, entonces, para Ortega tiende a la purificación, eliminando progresivamente los elementos demasiado humanos de la tradición romántica, del positivismo y la estética realista y naturalista.

Para ese proceso de deshumanización, y camino a la vez hacia la pureza, el artista tiene en su mano el arma de la metáfora que es siempre una desrealización.

El arte ahora se aleja de la realidad, se retrae sobre sí mismo; la primera consecuencia que esto trae es la pérdida de patetismo.

Se trata de espiritualizar y desrealizar el arte, de buscar lo que hay detrás de la apariencia sensible de las cosas (simbolismo).

Frente a reproducción, creación; frente a la cosa, la idea.


Ortega nos lo dice palmariamente:

"El expresionismo, el cubismo, etc., han sido, en varia medida, intentos de verificar esta resolución en la dirección radical del arte. De pintar las cosas se ha pasado a pintar las ideas: el artista se ha cegado para el mundo exterior y ha vuelto la pupila hacia los paisajes internos y subjetivos".

Ortega señala también que "para el hombre de la generación novísima, el arte es una cosa sin trascendencia”.

El arte nuevo, pues, salvaría al hombre,  porque le salva de la seriedad de la vida y suscita en él inesperada puericia".

La deshumanización del arte considera, pues, un arte puro, separado de los problemas cotidianos, un arte-juego opuesto a un mundo viejo.


De ahí que se tienda a la "deshumanización", hacia un relegar las emociones humanas en pro de la pura emoción estética.

Ortega lo señala claramente: "El llanto y la risa son, estéticamente, fraudes".

A Ortega le interesa mucho distinguir los goces o emociones "humanas", del goce "artístico" puro, que sería el goce de las formas por sí mismas (y no por sus contenidos).

Así como durante el siglo XIX, el arte -romántico o realista- apuntaba a "lo humano", ahora, en cambio, se aprecian tendencias hacia un arte "puro", que sólo apunta a metas estéticas.

Es, entonces, "un arte intelectual", ya que no se funda en el contagio emocional.

En palabras de Ortega: "El arte ha de ser todo plena claridad, mediodía de intelección... El placer estético tiene que ser un placer inteligente”.

Porque “entre los placeres los hay ciegos y perspicaces".

Para Ortega el placer estético es de índole intelectual y "distante".

Junto al intelectualismo, la dificultad, la metáfora.

Para Ortega la metáfora es como "el más radical instrumento de deshumanización", pues su uso incorpora una presencia eminentemente artificial e imaginaria, y además altera la forma en que la obra de arte es contemplada.

"La poesía", por ejemplo, será "antirromántica".

El poeta romántico quería ser, ante todo, un hombre; para Ortega, sin embargo, "vida es una cosa, la poesía es otra... No las mezclemos. El poeta empieza donde el hombre acaba"; su quehacer es la pura creación verbal: "La poesía es hoy el álgebra superior de las metáforas."

A partir de los postulados orteguianos se plantea como valor positivo una radical separación de "vida y literatura", desterrando del arte toda preocupación extrapoética.

Ortega ve, a su vez, en los jóvenes un anhelo "claro, coherente y racional" de renovación. Y juzga estéril apegarse a formas viejas, ya pasadas.

En fin, el arte tiende a convertirse en juego, lejos de todo patetismo: "ser artista es no tomar en serio al hombre tan serio que somos cuando no somos artistas".

De ahí que, frente a la anterior deificación del arte, se proclame su "intrascendencia".

Será esencial al arte joven la ironía y hasta un "pirueteo" vecino a lo deportivo.

Las pautas de Ortega, en su conjunto, apuntan esencialmente a lo que él denominó "deshumanización".

A lo largo de su ensayo se desgranan muchos puntos ligados a la literatura novecentista por lo minoritario, lo puro, lo intelectual, lo antirromántico, la claridad...

En realidad, Ortega sólo se había propuesto hacer un "diagnóstico" sobre el arte nuevo, pero su obra se convirtió en guía y acicate para muchos literatos del momento.

José Ortega y Gasset, en efecto, tuvo una influencia ideológica y teórica, y esta obra, La deshumanización del arte, estableció las características del nuevo arte, de las nuevas orientaciones estéticas: deshumanización y autonomía de la obra artística, que la obra de arte no sea sino obra de arte, evitar las formas vivas, arte de minorías, intranscendencia, subjetivismo, considerar el arte como juego, ironía, predominio de la metáfora, intelectualismo, lirismo, impresionismo...

Ideas sobre la novela, el otro ensayo orteguiano de 1925, supone un análisis semejante, aplicado al género narrativo.

En este ensayo Ortega afirma el agotamiento del género o, al menos, que está en su período último y padece gran penuria de temas. Por ello, "el escritor necesita compensarla con la exquisita calidad de los demás ingredientes necesarios".

Ortega cree que la novela pasó de ser descriptiva a ser presentativa, porque el lector ha dejado de gustar de la trama para preferir el juicio.

Ortega define esa novela moderna como un género moroso que describe más la atmósfera que la acción:

"La esencia de lo novelesco [...] no está en lo que pasa, sino precisamente en lo que no es "pasar algo", en el puro vivir, en el ser y en el estar de los personajes, sobre todo en su conjunto o ambiente".

La novela, en resumen -dice Ortega-, se agota por dos razones:

a- la dificultad de hallar temas nuevos;
b- las crecientes exigencias estéticas de los lectores selectos.

El relato realista ya no atrae a estos lectores selectos.

Así, el argumento "humano" y el reflejo de realidades sociales deben ceder el paso a lo imaginativo o a lo intelectual, y a los primores de la estructura o del estilo.

Se llegaría así a una novela "deshumanizada", en que la acción sería un puro "soporte mecánico" de otros elementos más aptos, según Ortega, para proporcionar el goce artístico "puro".

Sin duda el fondo o la materia de que está hecha una novela no es cosa baladí o secundaria. Pero "la materia -dice Ortega- no salva nunca a una obra de arte, como el oro de que está hecha no consagra a la estatua".

"La obra de arte -sigue escribiendo Ortega- vive más de su forma que de su material y debe la gracia esencial que de ella emana a su estructura, a su organismo".

También las ideas recogidas por Ortega en su ensayo Ideas sobre la novela ejercieron una perceptible influencia en toda la narrativa de la época

 

jueves, 6 de marzo de 2014

7.- 20- HEIDEGGER: EL ARTE COMO DESVELAMIENTO DEL SER.


 
Heidegger entiende la filosofía como una “reflexión sobre el ser”.

¿Qué es “el ser”? El ser es un punto de vista desde el cual nos acercamos a las cosas, las interpretamos; para lo cual nos colocamos más allá de las cosas mismas.

Así entenderemos el ser de las cosas de una u otra manera y, al hacerlo, nos entendemos, también a nosotros mismos de una u otra forma.

Así surge la historia del mundo, el menos en Occidente, como “una sucesión de distintas respuestas a la pregunta de qué sea el ser.

Por ejemplo. Para PLATÓN el ser del mundo radica en las ideas. Así pues, la realidad aparece dividida en dos ámbitos: a.- El mundo plenamente real (el mundo inteligible, el “Mundo de las Ideas”) y el mundo aparente (el mundo sensible, materia, este mundo).

¿Qué “son”, pues, las cosas? Imágenes, imitaciones, participaciones,…. de las Ideas, que son la “autentica realidad” mientras este mundo es sólo un “mundo aparente”

¿Qué “es” el hombre? Un tipo de realidad que habita los dos ámbitos del mundo (por poseer un “alma” pertenece al mundo de las ideas y por tener un cuerpo, material y sensible, pertenece a este mundo, al mundo físico).

El CRISTIANISMO medieval, sin embargo, tiene una distinta “concepción del ser”.

El “ser” radica en Dios, este mundo es concebido, “es” una obra de Dios (como creación, de la nada) y el hombre “es” otra “criatura” de Dios, aunque una criatura especial, “hecha a imagen y semejanza de Él” y destinada a estar eternamente con Él, en la vida ultraterrena, tras la muerte.

Para DESCARTES, como en otros lugares hemos expuesto, “es” una “res (cosa) cogitans (que piensa).

O para PASCAL “es” una caña movida por el viento….”

O para MARX……

O para NIETZSCHE….

¿Cuál es la concepción del “ser” del mundo que aparece con la interpretación científico-técnica actual?

Heidegger sostiene que la interpretación científico-técnica del mundo actual convierte a toda la realidad en “cosa” = en “pura cantidad de energía dispuesta para su consumo” y, así, ya no es posible ninguna otra visión del mundo.

Al encerrarnos en un mundo de cosas la pregunta por el “ser” (y, por tanto, la posibilidad de trascender las cosas) ya no tiene sentido.

Se cierra, con ello, la historia humana y quedamos presos en un mundo de puras cosas.

Pero al hacerlo el hombre se convierte, también, a sí mismo en pura cosa, en un útil entre otros, en un instrumento más.

Frente a esta situación, Heidegger propone una vuelta a la reflexión sobre el “ser de las cosas” que nos haga superar esta situación.

Esta propuesta la resume en una frase: “El hombre no es el dueño del ente sino el pastor del ser”.

Con ello quiere decir que debemos abandonar esta pretensión, nacida con el mundo moderno, de entender el mundo como cosa a dominar por los sujetos humanos, y debemos dejarle ser lo que es (dejar que el árbol sea árbol, que el río sea río,…) en vez de ver en todo una fuente de energía a controlar y consumir.

Esta toma de posición de Heidegger es, hoy, asumida por muchos planteamientos ecologistas actuales, críticos con el monopolio del pensamiento que ejerce la técnica.

Para Heidegger el Arte será el modo de desvelar el ser de las cosas.

Frente a la Técnica y su reducción de toda realidad a “cosa” para uso humano, como útil, como instrumento para el hombre, quedando toda la realidad uniformizada y perdiéndose toda riqueza que la realidad encierra, el Arte “desvela el ser de las cosas”.

Y, así, el color se convierte en longitudes de onda, el sonido en vibraciones, el peso y la densidad de las rocas en cantidades, la lisura de la superficie del mármol en un coeficiente de rozamiento,….

Todo, pues, reducible a número, a cantidades, a algo calculable para ser puesto al servicio del hombre, para ser consumido.

Pero, al hacer eso, al tratar así a las cosas, anulamos su “ser”, lo ocultamos y a las cosas las gastamos, las consumimos, pues su “ser” ha quedado reducido a útil, a producto consumible.

El ARTE, por el contrario exhibe el color, la dureza, la textura de los materiales.

La obra de arte no es hecha para ser gastada, consumida, sino para ser exhibida, para que nos paremos en su presencia.

A través del ARTE la realidad se nos muestra en toda su riqueza, se nos desvela  el “ser” de las cosas.

La primera concepción de la VERDAD, fue la Verdad como DESVELAMIENTO, como “Aletheia”, la de los presocráticos.

Después habrá otras concepciones, como la Verdad ÓNTICA de San Agustín. También dentro de la concepción de la Verdad como “propiedad de las cosas”.

Otra es la concepción de la Verdad como “propiedad del Entendimiento” (a.- como “concordancia” del entendimiento y la cosa, b.- como “coherencia”, o c.- como “certeza”).

Y otra concepción de la Vedad es como “propiedad de la acción” (concepción “pragmática de la verdad”, la del Pragmatismo, aunque también asumida por filósofos tan dispares como Marx, Nietzsche o Unamuno).

Heidegger se encuadra en la primera concepción de la verdad: como “desvelamiento”, “des-ocultamiento”.

Quiere decir lo siguiente: nosotros solemos contraponer la Verdad a la Falsedad. Y, así, decimos que alguien miente cuando hace una afirmación que no se corresponde con la realidad.

Por ejemplo: miento si digo que el agua es más pesada que el oro”

Según esta manera usual de entender la verdad, ésta se da en un juicio (proposición o enunciado).

Para Heidegger es mejor entender la verdad como “desvelamiento o manifestación de la cosa” que como “correspondencia”.

Para poder saber si la proposición arriba enunciada es verdadera tengo que conocer primero el oro, éste tiene que dárseme de alguna manera, tengo que saber que lo que estoy comparando es un “verdadero oro” con una “verdadera agua”.

A este proceso por el que las cosas se me hacen patentes, es a lo que se llama “verdad como desvelamiento”,

Mientras la actividad científico-técnica anula la realidad al reducirla a mero objeto para consumo, el Arte manifiesta la realidad en toda su riqueza, y a esto es a lo que se llama “verdad como desvelamiento”

TIERRA Y MUNDO

Son dos categorías para explicar el modo como la verdad desvela el ser de las cosas.

“TIERRA” es algo similar a lo que solemos denominar “materia”, pero teniendo en cuenta que es una categoría científico-técnica, que puede ser descrita en términos físico-matemáticos.

Podemos decir, pues, que la “tierra” es la materia en tanto no reductible a cuantificación de ningún tipo.

El ARTE, pues, opera sobre esta “tierra” dándole forma, de modo que crea productos a través de los cuales se exhibe esa realidad oculta.

El ARTE crea, así, un entramado de significados al que Heidegger llama MUNDO.

Yo he visitado, este verano, en Palencia una exposición de los distintos tipos de palomares que existen en la región. Algo que yo, salmantino, desconocía.

Un palomar es, en principio, un útil, un instrumento hecho con una finalidad no artística. Pero puede ser contemplado, también, como obra de arte.

Más aún, como ya no tienen el valor de utilidad pueden ser contemplados y apreciados como obras de arte.

El palomar está hecho de adobe (barro y paja), elemento de construcción muy usado en toda la comarca, por lo que forman parte del entorno, pero están en él, por decirlo así, como ignorados. Sobre ellos pasamos la vista como si no existieran.

El palomar se encuentra en medio de la meseta con su figura vertical.

Esta verticalidad hace, por contraste, todavía más llana la llanura.

Como mucho valoramos de ellos su valor utilitario, pero al contemplarlo como obra de arte aparecen resaltados y se hacen patentes en el entorno,

Así, la obra descubre la “tierra”, llenando el entorno de significados, volviéndose, así, un espacio habitable, que adquiere cierta consistencia de “hogar”.

A este llenar de significados el entorno, convirtiéndolo en algo habitable es a lo que Heidegger denomina “mundo”.

 

miércoles, 5 de marzo de 2014

7.- 19- EL ARTE en SCHOPENHAUER y en NIETZSCHE.


 
Según Schopenhauer, aunque somos “racionales”, la razón está al servicio de la “voluntad de vivir”, tanto en el conocimiento ordinario como en el conocimiento científico, pero no es esto lo que ocurre en la “experiencia estética” en la que se produce un silencio tal de la voluntad de vivir que la razón marcha por su cuenta, sin tener que estar al servicio de aquella siendo, entonces, un sujeto puro del conocimiento, cuya tarea es realizar obras bellas o contemplar la belleza de la naturaleza o el arte.

Es ese exceso de conocimiento, más allá del necesario para vivir, el que genera al “genio”, cuyo fin es la contemplación de la realidad.

Pero hablar de “genio” no es hablar de inteligencia científica ni de conocimiento discursivo, sino de “conocimiento intuitivo”.

Para Schopenhauer, cuya obra principal es “El mundo como voluntad y representación”, la realidad es, en el fondo, un impulso ciego e irracional a la existencia.

Este  impulso a vivir cristaliza y se concreta en todos y cada uno de los seres, de distinta manera, tanto en el hombre como en las cosas naturales y en los animales y es a lo que él denomina “ideas” = formas universales y permanentes como el instinto animal que lleva a un jilguero a construir un nido y procrear para dar origen a más jilgueros individuales o como la fuerza de la gravedad, impulsando a los seres materiales.

La voluntad es “una” pero cristaliza en forma de  multitud de “ideas” que, en el caso de los animales lo llevan a la guerra de todos contra todos por la existencia.

En el hombre esa “voluntad” se manifiesta en forma de deseos, ambiciones, pretensiones…

La razón y el entendimiento, como instrumentos que posee el hombre al servicio de esa voluntad ciega de existir, de vivir, construyen una visión irreal del mundo pero que le son muy útiles a esa voluntad de vivir.

La razón y el entendimiento organizan la realidad en forma de un entramado de relaciones espaciales, temporales y causales. Y es a ese “entramado”  a lo que Schopenhauer denomina “representación”, ya que ese mundo organizado es una representación mía (pues tanto el espacio como el tiempo y la causa no son nada real, sino que el sujeto humano pone para organizar la realidad).

Tenemos, pues, por un lado, “el mundo representado” (apariencia de realidad, realidad organizada según lo que el sujeto pone para ello) y por otro lado la realidad en sí, el “impulso ciego e irracional a la existencia” y que permanece desconocido para la mayoría de los hombres.

Es esta “voluntad de vivir” la causante del sufrimiento permanente que es la existencia.

¿Hay alguna forma de escapar a este sufrimiento, al dolor, a la infelicidad permanente?

Una de esas formas es la proporcionada por el arte.

La “experiencia estética”, que es una “contemplación desinteresada” de sus objetos es la que, en esa actitud desinteresada, nos facilita escaparnos de las garras de la voluntad, que deja de tener fuerza sobre nosotros, deja de arrastrarnos.

El artista auténtico, el genio, es el que es capaz de  acceder a un grado superior de conocimiento, de modo que no se conforma con ese “mundo representado” y entra en conocimiento de esas cristalizaciones permanente de la voluntad que Schopenhauer denomina “ideas”.

Así el arte funciona como un calmante de mi voluntad ya que me permite una “contemplación desinteresada de la auténtica realidad”.

Para él la forma suprema del arte es la tragedia porque expresa y objetiva como ninguna otra el dolor causado por la voluntad, lo que nos ayuda a liberarnos de su presión.

“La tragedia expresa y objetiva el dolor y los afanes de la humanidad, el triunfo de la maldad y del azar, el hundimiento de los justos e inocentes”

Aunque superior a la tragedia está la música, en la que se muestra el fluir de la voluntad misma.

El genio consiste en un poder y exaltación del “conocimiento intuitivo” y en eso se distingue de la inteligencia científica, que se manifiesta especialmente eficaz en el “conocimiento discursivo”.

Con éste podrán conseguirse avances y obras, pero perecederas aunque agradables para los contemporáneos, pero las creaciones inmortales serán siempre obras del genio, cuyas características, según Schopenhauer, son:

.- IMAGINACIÓN, ampliando casi hasta el infinito el horizonte de visión del individuo genial.

Ella es una condición esencial del genio pues sin ella no podría superar las coordenadas espacio-temporales y sólo con ella se dan las intuiciones.

Todo genio tiene que ser imaginativo, pero no toda imaginación es genial.

.- SUPERACIÓN DE LA VULGARIDAD.

El individuo vulgar sólo es capaz de dirigir su atención a las cosas que se relacionen con la voluntad de vivir y es incapaz de detenerse en la contemplación de cualquier otro objeto, ya sea una obra de arte o un paisaje natural. Para él sólo sirven los datos.

Recuerdo la inocentada de ver la torre ausente de la catedral (de nuestra “manquita) llena de apartamentos con el letrero de “Construcciones Jesús Gil” (o algo parecido). Jesús Gil, el típico “hombre vulgar”.

El genio, en cambio, se recrea en la contemplación de la vida por lo que ella es en sí misma, se esfuerza por penetrar en la “idea” de cada cosa, prescindiendo de sus relaciones con los demás objetos.

En sus propias palabras: “así como para el hombre vulgar el conocimiento es como una linterna que dirige sus pasos, para el Genio es el sol el que ilumina el mundo y revela su sentido”.

La distancia entre la luz procurada por la linterna y la luz que nos proporciona el sol es, sin duda, la metáfora más apropiada para expresar la distancia existente entre el conocimiento ordinario y el conocimiento genial.

.- RAZÓN-GENIO-LOCURA.

“Es raro encontrar mucho Genio unido a mucha Razón. Por el contrario, un talento genial está sometido muchas veces a vivos afectos y a pasiones poco razonables”.

La persona prudente nunca será genial y el genio será el ser más ajeno al individuo prudente.

Puesto que la conducta del genio no está dirigida por la Razón, sino por la Intuición, el influjo de lo inmediato le suele conducir a la irreflexión, al arrebato y a las pasiones.

Genialidad y Locura pueden llegar a coincidir en el momento de la inspiración, ya que éste es el momento en que la inteligencia se libera completamente de su tiranía a la voluntad de vivir, por ello se trata de un estado antinatural

.- MELANCOLÍA E INFANTILISMO.

La melancolía es una de las condiciones esenciales del genio que, a menudo, sucumbe en el decaimiento y la nostalgia, pues se percata claramente de las miserias de la vida humana. Al revés que el hombre vulgar, que suele generar seguridad en su enfrentamiento continuo a la realidad.

Su estado mental es como el de un niño, libre de las sujeciones de las miserias de la realidad sensible.
 

NIETZSCHE.


Presupuestos:

1.- Nietzsche es el iniciador de una corriente filosófica conocida como “vitalismo”, cuya idea central es que “la vida (con todo lo que conlleva de contradicciones, sufrimiento, felicidad,…) es el valor supremo”.

Más aún, la vida es la fuente de todo valor.

2.- Nietzsche es un admirador de la cultura griega arcaica, a la que considera la forma más elevada de cultura que ha alcanzado la humanidad.

3.- Nietzsche comienza su andadura filosófica influido por Schopenhauer, pero en polémica con él.

VITALISMO Y TRAGEDIA.

Para Nietzsche la vida se caracteriza por el dinamismo, la lucha, la tensión, las contradicciones, el sufrimiento,…por lo que lo que mejor expresa el carácter esencial de la vida es la tragedia, de ahí lo de “filosofía trágica”, como a veces se denomina a su filosofía, al poner el acento en los aspectos contradictorios de la existencia.

El arte, y en concreto la tragedia griega, es una forma de sabiduría, en tanto que muestra el carácter esencial de la vida.

Apolo y Dionisos.

Nietzsche, en “El origen de la tragedia”, puso de manifiesto el dualismo que recorre todo el arte griego:

a.- El arte griego es racionalista, fruto del orden y de la medida, de la armonía. Esto se manifiesta, especialmente, en la Arquitectura y en la Escultura (Véase el Partenón de Atenas o el Doríforo de Policleto, expresiones del racionalismo en el arte, de la armonía de las formas y responde al ideal de vida griega, enfocado hacia la virtud y la belleza)

b- Pero, al mismo tiempo, toda la realidad griega está atravesada por una dimensión irracional, que se expresa perfectamente en “la tragedia” griega, sobre todo en las de Esquilo, en las que se retratan las pasiones del ser humano, sus miserias y sus grandezas.

Con ese esquema Nietzsche interpreta que las Artes Plásticas, como la Filosofía y la Ciencia, están regidas por el racionalismo del orden y de la medida (o sea, por Apolo: dios del sol, representante de la luz, de la razón, de la sobriedad, de la austeridad, del día, del trabajo, de la virtud, de la riqueza de la persona…)

Mientras que las Artes Narrativas (sobre todo, la Tragedia) están dominadas por las pasiones, por la sinrazón, por el desorden… (o sea, por Dionisos: dios de la locura, de las tinieblas, de la embriaguez, de la noche, de la tragedia y de la música, de la fiesta, del vicio, de la pobreza de la persona…)

La Tragedia, representada, genera catarsis, purificación, tanto de los personajes encarnados por los actores como de los espectadores, que salen del teatro muy reforzados anímicamente, ennobleciéndolos.

El arte dionisíaco está muy relacionado con las “bacanales”, las fiestas que se realizaban en primavera, en las que se buscaba una vuelta del ser humano a la Naturaleza y en la que el vino era un elemento fundamental.

Durante el resto del año todos muy racionales, educados, ordenados,….apolíneos, pero durante las “bacanales”, con el vino de por medio y levantado el freno de la razón, se desata y se deja correr el instinto, nuestra verdadera esencia, pero que la sociedad, durante “el día”, no lo permite, por eso en el sueño, en el estado onírico, aparece lo que, durante el día está prohibido, cuando la conciencia se relaja y es el inconsciente el que reina a sus anchas.

Lo dionisíaco y lo irracional están estrechamente ligados a la inspiración, a la creación artística.

El poeta es un enviado de los dioses, es un médium a través del cual los dioses hablan (como los escritores de los libros “revelados” de la biblia).

A esta experiencia los griegos la denominaron “endiosamiento o manía”, ya que en la experiencia artística un dios o musa hablaban a través del poeta.

El arte, pues, no es lo propio de un habilidoso, sino del poseído por las musas: el artista no es un ser consciente de su tarea, sino que es un manualista poseído por los dioses.

Sólo el filósofo podrá enjuiciar su obra: “lo entenderán los sabios, pero no los cuerdos”

La simple técnica no llega a la belleza en sí, la sabiduría la alcanza, pero sólo a través de la razón. Únicamente la locura produce, por inspiración o profecía, los mismos efectos que la sabiduría racional.

Al ser él un filólogo especializado en filología clásica cree descubrir en ella una lucha entre dos principios fundamentales: por un lado una vitalidad exuberante, un sentimiento de ebriedad que arrastra al hombre griego a empresas desmesuradas y que lo amenaza permanentemente con la autodestrucción y, por otro lado, una tendencia a dar forma a esos impulsos, al control, a la racionalidad.

Estas dos tendencias (como anteriormente hemos expuesto) aparecen simbolizadas en forma de los dioses míticos Dionisos y Apolo, los dos en los que aparece expresado en forma simbólica el auténtico espíritu de la cultura griega.

Dionisos expresaría el impulso creador, instintivo, que se manifiesta en estado puro en la música, mientras Apolo expresaría la tendencia a dar forma a la realidad, a crear bellas apariencias, lo que aparecerá expresado en estado puro en el arte figurativo, la escultura, la arquitectura.

En la tragedia, el arte por excelencia, aparecerían expresados ambos impulsos: la vitalidad desbordada, la ebriedad dionisíaca, expresada por el coro, y la bella apariencia, expresada en la representación teatral en el escenario.

La voluntad schopenhaueriana, como impulso ciego e irracional a la existencia, es el Dionisos nietzscheano, y la “representación” de Schopenhauer, el mundo de la realidad organizada tal como se nos aparece, es el Apolo de Nietzsche.

Pero hay una diferencia entre ellos: frente a la visión pesimista de la vida, como dolor y contradicción, y que es necesario acallarla, apaciguarla, está el optimismo trágico de Nietzsche que, aunque la vida sea dolor y contradicción, ella es el valor supremo, por eso hay que saber asumirlos, tener la fortaleza de asumirlos y, además, alegremente.

El arte, pues, no tiene como misión ser un  calmante de los impulsos vitales como quiere Schopenhauer, ni purificar nuestras emociones, como quería Aristóteles, sino que el arte ayuda a intensificar la vida.

El arte expresa la capacidad creadora de la existencia y el artista es el tipo superior de hombre, frente al moralista, al científico y al religioso.

El conocimiento, para Nietzsche, como búsqueda de la verdad no puede tener nunca la última palabra.

La verdad no debe ser el criterio último que decida sobre nuestras acciones, sino que el criterio debe ser la vida.

Por lo tanto, si la mentira es buena para la vida, debemos defenderla frente a la verdad.

Es lo que hace el arte, al crear bellas apariencias, que son como imágenes oníricas que nos permiten disfrazar lo negativo de la existencia, para mejor soportarla y para hacer nuestra vida más plena.