miércoles, 31 de octubre de 2018

RELIGIÓN, ECONOMÍA Y SOCIEDAD (3)



¡Hay que ver lo trabajador que es, lo buena persona que es, un padre ideal, una persona digna,…..pero “pobre” y nadie quiere serlo voluntariamente a pesar de lo solemne que se dice que es ser pobre¡

Ésta ha sido la norma en la sociedad católica, aunque hoy día, con el avance de la secularización, cuando ya no se bendice la mesa, cuando no se reza el rosario en familia, cuando a misa ya no se va y si se va es por el vermut posterior y la charla con los amigos…. Ya no está de moda presumir de “dignidad”, soportando la “pobreza”.

La diferencia con la ética protestante es palpable, Dios los quiere ricos y dignos, la ética católica los quiere pobres para poder ser dignos, porque “es más difícil que un rico se salve que…” y como todo hombre tiene la obligación moral de salvarse…

El catolicismo, durante tanto tiempo medieval, no sólo tolera la mendicidad sino que la glorifica.
Por una parte los mendigos seglares son considerados como una “clase beneficiosa” a la salud de la sociedad porque le dan al rico la ocasión de perfeccionarse mediante la limosna y, por otro lado, no sólo permiten, sino que incitan a que haya “órdenes mendicantes”, exaltando su función moralizadora.
No en vano uno de los tres votos de los clérigos, de cualquier orden, es la “pobreza” (interpretada individualmente, porque comunitariamente siempre han dispuesto de mucha riqueza de todo tipo, incluso aprovechándose del pueblo inculto pero rico que le hacía donaciones a cambio de rezos y misas gregorianas para la salvación de sus almas).

Al llegar Calvino prohíbe terminantemente la mendicidad, la legislación inglesa sobre los pobres se hace durísima y, aún, en 1.830, en Inglaterra se condenaba con la pena de muerte hasta trescientas formas de hurto.

Esta diferencia de valoraciones entre las dos religiones está vinculada con sus actitudes respectivas ante lo económico: entre los calvinistas la riqueza es el síntoma clave de haber sido elegido por Dios, un “bienaventurado”, mientras que para los católicos, por el contrario, dicho síntoma es la pobreza (“Bienaventurados los…”)

Digámoslo claramente: “el catolicismo ha sido una “cultura del subdesarrollo económico”.

Y, naturalmente hay unas consecuencias morales ante esta actitud ante la economía.
Si en el puritanismo calvinista la aspiración a la riqueza ha de ir unida a un hondo ascetismo ético porque, como la riqueza se obtenía mediante una acción racional en el mundo, lo propio del “santo calvinista” no era recluirse en un monasterio sino seguir actuando en el mundo de manera racional a través de la profesión con el fin de alcanzar el “estado de gracia” en la tierra y la salvación en la otra vida, tras la muerte.
De aquí que las riquezas –símbolo de haber sido y ser un elegido de Dios –debía seguir utilizándose racionalmente es decir, no para el lujo y sus formas ostentosas sino para fines útiles al individuo (su salvación) y a la comunidad (felicidad).
No se piden mortificaciones al rico, y menos ayunos y abstinencias, sino un uso práctico y generoso de su riqueza.

La acumulación de riquezas va unida a un puritanismo y a un antihedonismo que estimulan el cultivo del ahorro.
Y ese capital ahorrado será después reinvertido y, por tanto, a un aumento de la producción o a una donación benéfica (hospitales, clínicas, comedores, educación, fomento social,…que tanta importancia tienen en el mundo anglosajón).

En ese ascetismo ético ha de influir la no existencia de un sacramento como el de la confesión católica, porque el protestante tiene que estar siempre sobre sí en un control atento y vigilante y no necesita un cura que lo vigile.

Pero también es verdad que ese puritanismo moral, esa especie de dogmatismo moral influye/tiene que influir en la conducta práctica de esos pueblos: observancia rigurosa del Día del Señor (Lord´s day), dedicado totalmente ese día a actos religiosos; el repudio a las bebidas alcohólicas (que no se despachan en días festivos); represión de las manifestaciones eróticas,…
Por el contrario, en los países católicos ha habido una flexibilidad, una laxitud, en la moral práctica que contrasta con el puritanismo anterior (poder oír la misa del domingo los sábados (los cazadores de mi pueblo), la importancia de la comida y de la bebida (recordemos lo de la virtud de la pobreza, los que tienen hambre y sed,…) lo que contrasta con la poca atención del acto de comer y de la comida en los anglosajones.

Es verdad que en los países católicos se va (o se iba) a misa los domingos y fiestas de guardar pero, a continuación, estaba el vermut, la romería, la procesión, el cántico, el baile,…alegría para el cuerpo (para el alma la misa, la confesión y la comunión).

Todos sabemos lo que es la Cuaresma y lo previo a ella, el Carnaval (que yo siempre lo he considerado una hipocresía porque era (es) el permiso civil y religioso para trasgredir las normas sociales, incluso las morales, hedonismo a tope durante esos días de vino, cante y baile… porque al llegar el Miércoles de Ceniza (Pulvis eris…) se acabó ese rollo, confesión general, por Pascua Florida, comunión, abstinencia de comer carne y caldo de carne (el cocido santo, con bacalao) y el ayuno, que si pagabas una bula te eximían de ello (yo fui, allá, en mi pueblo, “bulero”, como el Lazarillo) y, si no, pecabas al incumplir un mandamiento, en este caso, no de la Ley de Dios sino de La Santa Madre Iglesia.

lunes, 29 de octubre de 2018

RELIGIÓN, ECONOMÍA Y SOCIEDAD (2)



En otras palabras, que la pobreza –a no ser que alguien esté incapacitado para el trabajo –es moralmente reprobable y se considera como un atentado contra el amor al prójimo.

Esta actitud (psicología) hacia la riqueza producirá el crecimiento capitalista y coadyuvará decisivamente al desarrollo industrial, ya que el capital ahorrado no podía gastarse inútilmente, lo que sería un despilfarro ajeno a la auténtica conciencia puritana: era necesario reinvertirlo en fines productivos.
Aunque el protestante debe llevar una conducta ascética que va contra el goce despreocupado de la riqueza y coarta todo impulso al consumo, sin embargo, desde el punto de vista psicológico, los frenos tradicionales de aspiración a la riqueza habían sido definitivamente rotos.

Y así se produce no sólo un estímulo al capitalismo y al desarrollo económico de los países protestantes, sino que la misma concepción puritana favorece la formación de un estilo de vida (moral) y de un mundo, que es el de la burguesía (social): mundo del que el puritano viene a ser el representante típico.

De esta forma, el “homo economicus” y los valores que ese hombre encarna se van imponiendo en el mundo moderno, introduciendo un dinamismo social en el que hoy en día todavía estamos inmersos, sin que seamos capaces de prever todas sus consecuencias.

Como contrapartida a este mundo protestante donde los valores económicos se imponen radicalmente, el catolicismo se nos aparece secularmente como una “cultura de la pobreza”, siguiendo en esto más fielmente la tradición evangélica de exaltación de los humildes.

Recuerden Uds. las Bienaventuranzas (los pobres, los pacíficos, los que lloran, los que tienen hambre y sed, los perseguidos por causa de la justicia, cuando os persigan, os injurien…

Y no habrá que recordar que (según la tradición) Jesús nació en un pesebre, dando una prueba de humildad a seguir y que ambos Testamentos están llenos de este espíritu, como “no podéis seguir a Dios y a las riquezas”…
¿Cuál fue/es el efecto de esta doctrina en los países católicos?
Lógicamente, la exaltación de la pobreza ha producido una verdadera “cultura de la pobreza”, una “mitología del pobre” que retorcía la conciencia cuando te dabas un capricho en vez de ofrecer a Dios el sacrificio de no dártelo.

¿Recuerdan aquellas campañas de mi Castilla (no hace tanto) de “siente un pobre en su mesa” o la campaña de Barcelona: “Día de la Cenicienta” en la que la flor y nata de la sociedad catalana ofrecía, satisfecha de sí misma, una oportunidad a una jovencita de origen humilde?

Y es que, los cuentos de hadas de la tradición católica, han venido ejerciendo una función de sublimación de las diferencias sociales y económicas, cuando un rico se hace pasar por pobre, con moraleja positiva) o un pobre llega a hacerse rico (como premio divino y, muchas veces, las posibles consecuencias negativas).

Se trata de descargar un cierto sentimiento culpable de la burguesía o a sentir afecto y pena por el destinado a ser pobre.

Hay una fatalidad querida por Dios en el hecho de nacer en una clase determinada, lo que convierte a las clases sociales en una especie de castas o grupos sociales de comportamiento estanco, que no otra cosa eran los “estamentos”.

Querer salir, para ascender, de “tu” estamento, en el que has nacido porque así lo ha querido Dios sería un pecado de soberbia, un decirle a Dios a la cara que, contigo, se ha equivocado, que tú mereces/merecías estar en ese otro estamento superior.

Hay pues, “pobres y ricos por naturaleza” lo que supone una inmovilidad casi total de la sociedad, que se repite, y se repite,..
Y esto supone, también, que hay virtudes naturales o esenciales a cada clase: en la clase alta se da el señorío, la elegancia y el bienestar, mientras las clases populares vienen a encarnar casi todas las virtudes morales que, generalmente, brillan por su ausencia en los ricos.

Porque, si “bienaventurados son los pobres, los que tienen hambre y sed….” ¿por qué los ricos no quieren ser “bienaventurados”, con lo fácil que ello es?

Hay, pues, una exaltación de la pobreza, a la que se considera ya, en sí misma, una virtud, y una exaltación de las virtudes de los pobres, derivada del hecho de ser pobres, lo que viene a ser una compensación de su situación económica.

Toda esta “mitología de la pobreza” culmina en la figura de Jesús y en el modelo de su vida ejemplar de un humilde carpintero, como modelo social.

Hoy, sin embargo, no se usa demasiado la palabra “pobre”, hoy solemos decir “obrero” o “proletario”, “peón”, pero casi nunca “pobre”, aunque siga siéndolo por su bajo salario, quizá mínimo, por su baja cualificación profesional.
Y es que se ha impuesto la valoración sociológica de las clases, frente a una valoración moral en que “el pobre de solemnidad”, al que ni siquiera le llega el salario para sobrevivir él y su familia es tanto más solemne cuanto más pobre.
Quizá (seguramente) sea una “buena persona o, mejor, una persona buena” (calificación moral), pero una persona pobre (calificación económica) y de clase media-baja (calificación social).

domingo, 28 de octubre de 2018

RELIGIÓN, ECONOMÍA Y SOCIEDAD (1)




Siempre que nos preguntamos por cualquier acontecimiento histórico, para poder comprenderlo no podemos aislarlo de todas las circunstancias que lo rodean, con las que está abrazado, formando un  todo.

Ocurre con la filosofía, con la economía, con la moral,….presentes, de una u otra forma, en cualquier acontecimiento social.
Ningún hecho se da aislado, todos se dan imbricados.
No es que haya un “yo” y una “circunstancia”, sino que “todo yo está circunstanciado” y si la circunstancia es otra, el yo es otro, porque son sumandos del Yo que soy yo.

La filosofía tampoco es un saber ajeno a las circunstancias.
La filosofía medieval era así porque….mientras la filosofía cartesiana era así porque….y la filosofía de Nietzsche era así porque esas eran sus circunstancias.
El siglo XIII, el siglo XVII y el siglo XIX han sido muy distintos porque las circunstancias lo eran.

Hay factores extrafilosóficos que influyen en los filósofos, cuando filosofan, y en las filosofías que propugnan.

Las circunstancias políticas y las circunstancias religiosas han conformado, en España, una peculiar “Filosofía Española”, distinta a la de otros países por tener sus propias circunstancias.

Recuerdo, todavía, mis clases de Sociología en el instituto cuando tratábamos la sociedad española comparada con otras sociedades europeas y analizábamos la obra de Max Weber “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”.
Y me preguntaba (nos preguntábamos) que si el protestantismo había influido de modo tan radical en la marcha de las sociedades en que se había impuesto, no menos tenía que ocurrir con el catolicismo.

Es un hecho innegable la secularización creciente de un mundo donde la religión cada vez tiene menos importancia social, sea cual sea la importancia que cada uno le dé en su vida privada e íntima y para un destino trascendente, pero su vigencia social es cada vez menor, y ello es una tendencia histórica que viene produciéndose desde el Renacimiento hasta nuestros días, manifestándose de mil maneras pero evidente en algo absolutamente verificable como es la “aconfesionalidad de la inmensa mayoría de los Estados modernos” por lo que se da la posibilidad de la convivencia de religiones distintas y de distintas formas de moral, de educación,…con sólo respetar y cumplir la legislación vigente en dichos Estados, que lo posibilitan (excluyo, pues, como no modernos a los estados islámicos en que la máxima autoridad política es la máxima autoridad religiosa, en forma exclusivista).

Así pues las sociedades practicantes de la religión protestante se comportan (deben comportarse) de manera distinta a las sociedades practicantes de la religión católica, por la razón elemental de que toda religión lleva anexa una moral, que es la que dirige y rige el comportamiento de sus creyentes.

Ambas sociedades, protestante y católica, católica y protestante, son/deben ser dos modelos diferentes económica-moral-intelectual-psicológica-social y filosóficamente.

En el campo de la “economía” Max Weber ya puso de manifiesto la estrecha relación entre el protestantismo, y en especial su forma calvinista, y el desarrollo del capitalismo.
Y, en palabras de otro economista, Werner Sombart, quien a pesar de reconocer el gran desarrollo del capitalismo en algunos países católicos, escribe: “no puede negarse que el catolicismo ha supuesto un obstáculo para el despliegue del espíritu capitalista en el caso de España, donde el interés por la religión es tan marcado que termina por anular a todos los demás”.

Creyendo en que sólo puede uno salvarse en estado de gracia (y no de pecado) y tergiversando textos evangélicos en que se exalta la pobreza y, angustiado al mismo tiempo por su estado de gracia y, por lo tanto, su predestinación tras la muerte, el puritano necesita indicios seguros para su salvación y de aquí la importancia que tiene para él encontrar esos síntomas que le permitan reconocer, en esta vida, si pertenece o no al grupo de los elegidos, persistiendo e incrementando si sí y cambiando si no.

De ahí, también, la importancia que debe darse al oficio o profesión, que suele elegirse mediante criterios éticos que aseguren su agrado a Dios, pero también con arreglo a la importancia que tengan para la colectividad los bienes que en ella han de producirse.
Elegir la profesión que más provecho económico produzca pues, cuando Dios nos muestra la posibilidad de algún lucro el cristiano debe escuchar esa llamada y aprovecharse de él.

Dice Max Weber: “Si Dios os muestra un camino que va a proporcionaros más riqueza que siguiendo un camino distinto (sin perjuicio de vuestra alma ni de las de los otros) y lo rechazáis para seguir el que os enriquecerá menos, ponéis obstáculos a uno de los fines de vuestra vocación y os negáis a ser administradores  de Dios y a aceptar sus dones para utilizarlos en su servicio cuando Él os lo exigiese.
Podéis trabajar para ser ricos, no para poner luego vuestra riqueza al servicio de vuestra sensualidad y de vuestros pecados, sino para honrar con ella a Dios”.
“La riqueza es reprobable en cuanto incita a la pereza corrompida y al goce sensual de la vida, y el deseo de enriquecerse sólo es malo cuando tiene por fin asegurarse una vida despreocupada y cómoda y el goce de todos los placeres; pero como ejercicio del deber profesional, no sólo es éticamente lícita, sino que constituye un precepto obligatorio”.

jueves, 25 de octubre de 2018

GINÉS DE SEPÚLVEDA VS B. DE LAS CASAS


JUAN GINÉS DE SEPÚLVEDA.

Cordobés, de Pozoblanco, (1.491-1.573), es la contrapartida radical de la Teología española del siglo XVI, combatiéndola duramente, con argumentos muy alejados del mensaje de la no-violencia de Jesús de Nazaret, aunque decía apoyarse, para sus tesis, en grandes pilares: San Agustín, Santo Tomás y otros doctores de la Iglesia.

Tras pasar por la Universidad de Alcalá, pasó al Colegio Español de Bolonia y, viviendo en Roma, entabló relación epistolar con Erasmo, pero con el cual, naturalmente, disentía.

Un personaje de una vasta cultura, traductor y comentarista de Aristóteles del que asumió, por desgracia, la tesis de que “hay hombres que han nacido para ser esclavos”.

Y, partiendo de esta tesis racista, calificaba a los indios de las colonias españolas como bárbaros y justificaba, como legítimo y necesario, que se les hiciera la guerra, único procedimiento, según él, para poner fin a sus ritos idolátricos y a su incultura.

Pero, no satisfecho con querer someter “manu militari”, a los habitantes del Nuevo Mundo, incitaba a Carlos V  a que extendiera sus campañas bélicas hasta los confines del Asia Menor, a mayor gloria del Cristianismo y de España, pero no sin dejar de mencionar las riquezas existentes en aquella región.

Es decir, se nos presenta como una persona con “vocación innata de guerrillero” pero, además, megalómano, casi orgulloso de que tuviera tantos enemigos porque éstos, al hacerlo, “atacan la causa justísima del Estado y de nuestros Reyes”, lo que explica sus delirios de grandeza al proponer los desorbitados planes expansionistas que propone a Carlos V, del que era cronista y capellán.

“¿Por qué no te decides, César, y te lanzas, sin temor, por este camino que Dios y el destino te muestran para las cosas más altas y el dominio del mundo?” ­– lo que expone en su “Exhortación a Carlos V”.

Nada más alejado de la política de paz y humanista que postulaban los teólogos españoles de su tiempo.

Ya sabemos cómo salió de la confrontación con B. de las Casas en “La controversia de Valladolid” sin embargo publicó “Demócrates alter o Demócrates segundo o sobre las causas justas de la guerra” y que es la continuación de “Demócrates Primus o primero”, publicado en Roma.

Pero el “Demócrates alter…” no obtuvo la aprobación ni de la Universidad de Salamanca, ni de la de Alcalá, ni siquiera de la licencia real, por lo que permaneció inédito (fue ya en 1.892 cuando Menéndez Pelayo lo hizo imprimir)

Pero, tozudo como era, logró publicar en Roma, en 1.550, un breve pero denso opúsculo: “Apología a favor del libro sobre las justas causas de la guerra” en la que repetía sus argumentos anteriores pero ya no en forma de diálogo sino con la técnica dialéctica escolástica y respondiendo a las objeciones que le proponían sus adversarios.

Partiendo de la tesis aristotélica de que hay hombres que, por naturaleza, son esclavos llega a la conclusión de que los hombres dotados de más facultades, virtudes y dones están asistidos del derecho a imponerse sobre los que han sido menos favorecidos por la naturaleza.
Y si éstos últimos se niegan a aceptar el dominio de los más aptos, es lícito someterlos por la fuerza (adelantándose a “la lucha por la vida”, “al darwinismo social” de los discípulos descarriados de Darwin y adelantándose, también, a “la teoría nazi de la superioridad de la raza aria” sobre las demás) invocando el Derecho Divino, el Derecho Natural, incluso la doctrina de Jesús (el del látigo en el templo).

“Unos hombres son, por naturaleza, señores y otros, por naturaleza, siervos”, lo que cuatro siglos más tarde Hitler la llamaría “raza de los señores”.

Esta línea dura y belicista no era sino exponer lo que, prácticamente, hacían los colonizadores españoles, acorde con los intereses de encomenderos y conquistadores, y contra lo que luchaba: B. de las Casas.

Pero, naturalmente, para dulcificar su doctrina, afirma que el objetivo de la conquista y sumisión de los indios no es el despojarles de sus bienes, sino el de preparar y facilitar su conversión al Cristianismo, pronunciándose contra el trato cruel de los indios.

Pero su afirmación esencial es defender que los españoles tienen derecho, como cristianos y portadores de valores superiores a imperar sobre los indios, bien por vía persuasiva, bien por la fuerza, lo que justifica con la “mansedumbre y sentimientos humanitarios de los españoles”, en contraposición al canibalismo y otras conductas criminales y abyectas de los indios...

Es decir, que “es por su bien” (el de los indios) y, para poner fin a esos sacrilegios, tan contrarios a la doctrina cristiana y al Derecho Natural y cristianizarlos….

“Habida cuenta de que estos indios matan cada año muchos miles de inocentes en los impíos altares de los demonios, y esto sólo se les puede prohibir de una manera, a saber, si se les somete al imperio de hombres buenos y que aborrecen tales sacrificios, como son los españoles, ¿quién dudaría de que, por este único motivo pudieron y pueden ser sometidos por los cristianos con toda justicia”?

Es decir, y con palabras gruesas: “que los opresores se convierten en salvadores y las víctimas en deudores de sus verdugos”.

miércoles, 24 de octubre de 2018

FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS


Sevillano, de origen judío-francés, estudiante en Salamanca de Humanidades, Filosofía y Derecho y que, en 1.502 se embarca para América para dedicarse, como su padre, a explotar y combatir a los nativos hasta que se encontró con el dominico y predicador Fray Pedro de Córdoba y cuyo influjo hizo que abandonara sus posesiones, conseguidas como un vulgar conquistador y encomendero y dando un giro de 180 grados alza su voz (aunque no fuera el primero, que fue otro dominico, Antonio de Montesinos) contra el régimen brutal que imperaba en las encomiendas, convirtiéndose, con los años, en el protector más conocido e influyente de los indios, siempre en litigio con los intereses de los conquistadores, del Consejo de Indias  y de los teólogos que, como Ginés de Sepúlveda, rechazaban sus tesis.

Para defender sus ideas cruzó 14 veces el Atlántico, dialogó con Fernando “el Católico”, con el Emperador Carlos V, con su hijo, entonces príncipe. Felipe, con altos representantes de la Corte, hasta con el Cardenal Cisneros que lo nombró “Procurador Universal y Protector de los indios”.

Consiguió, tras entrevistarse con el Emperador Carlos, a finales de 1.541,  a quien tanto impresionaros no sólo sus escritos, sino sus informes orales, que dispuso la destitución de varios miembros del Consejo de Indias y la elaboración y promulgación, al año siguiente, de “Las nuevas Leyes de Indias”, claramente favorables a los derechos de los indios y desfavorables para sus explotadores PERO, como siempre, el poderoso “lobby” de los encomenderos presionó tanto que, tres años después, fueron revocadas por la propia Corona y siendo mal visto en la corte Bartolomé de las Casas y, para quitárselo de encima, se le nombró Obispo de Chiapas, lo que le obligó a volver a América.

Todo lo que le ocurrió, a partir de entonces, fue negativo, incluso llegó a ser desterrado y encarcelado un par de veces.

A pesar de su celo reformista y proselitista debió de actuar bastante torpemente pues desaprobaban su actuación (aunque siempre fuera bien intencionada) tanto las autoridades civiles como las eclesiásticas, franciscanos, agustinos, incluso algunos dominicos incluidos.

Aislado, hostigado y considerado como elemento perturbador fue denunciado a la Corte y no tuvo más remedio que regresar a España y ya no volvería a ausentarse.

Por estas mismas fechas su, más que adversario, enemigo Ginés de Sepúlveda, partidario de la guerra contra los indios, había escrito su “Demócrates segundo” que, aún si licencia para ser publicado, circulaba como manuscrito y del que Bartolomé de las Casas recibió un ejemplar.

Para poder exponer sus respectivas y contrapuestas tesis el Consejo de Indias convocó un debate, en Valladolid, en dos sesiones, 1.550 y 1.551, es la famosa “Controversia de Valladolid” y que supuso un triunfo para B. de las Casas.

Fray Domingo de Soto redacto un Sumario de la Controversia y el Consejo de Indias declaró como ilegítima la esclavitud de los indígenas americanos.

Recobrado su prestigio y ansioso de un poco de descanso se retiró al sevillano Convento de San Pablo donde, durante dos años, se dedicó a publicar varios escritos y a proseguir su Historia de las Indias, obra que no vería la luz nada más y nada menos que hasta el siglo XIX.

Aunque, quizá con tono panfletario, su defensa de los indios apareció en su “Brevísima relación de la destrucción de las Indias”, de 1.542 y publicada en Sevilla en 1.552.
La obra es un implacable ajuste de cuentas contra los conquistadores y colonizadores del Nuevo Mundo.

Se expresa en un lenguaje maniqueísta de “buenos y malos”, con “ovejas mansas” y “leones, tigres crueles y hambrientos de muchos días”

“Durante 40 años los españoles no han hecho otra cosa que “despedazar a las mansas ovejas, matarlas, aniquilarlas, afligirlas, atormentarlas y destruirlas. Para ello se han valido de dos procedimientos: de “injustas, crueles, sangrientas y tiránicas guerras” y “oprimiéndolos con la más dura, horrible y áspera servidumbre en que, jamás, hombres y bestias pudieron ser puestas”.

Y el único motivo de ese cruel proceder no fue otro que el afán de “acumular oro y henchirse de riqueza en muy breves días”.

El mismo tono y el mismo contenido implacable caracterizan los 8 restantes Tratados que consagra al tema.

Fue el primer documento anti-colonial moderno y su repercusión en toda Europa, incluso en el subcontinente americano es fácil de imaginar y será recordado y citado una y otra vez como testimonio de la opresión española sobre la población nativa.

El libro sería prohibido por la Inquisición por lo que circulaba como libro clandestino.

Es fácil de imaginar que en el extranjero fue un “best seller” por la sencilla razón de que los países protestantes y enemigos de España creyeron encontrar en él la prueba palmaria y definitiva de la crueldad que achacaban a España.

Sólo imaginarse que fueron 21 las ediciones en holandés, 8 en italiano, 6 en francés, 4 en alemán, 2 en inglés y 2 en latín: 43 traducciones en 70 años”.
Lo que, también es fácil de imaginar cómo todo ello contribuyó a incrementar la leyenda negra que, ya entonces, circulaba sobre España y de la que, también, se hizo eco nada menos que Montesquieu: “yo no terminaría nunca ni siquiera contar todos los bienes que los españoles no hicieron y todos los males que hicieron”

Ni debemos negar, ni relativizar, ni minimizar las barbaridades que se cometieron (porque se cometieron) pero ¿esos países que pusieron el grito en el cielo, dándonos lecciones de moral, fueron los que, más tarde, trataron de la manera más abyecta e inhumana a las poblaciones de sus dominios coloniales, desde Holanda y Francia, a Alemania e Inglaterra y sin olvidarse de Bélgica, con el racismo y el “apartheid” más repugnante, en África y en Asia?

¿Y hablamos de los viles negocios con el tráfico de esclavos?

¿Y qué decir de la violencia y del exterminio sistemático de EEUU contra los indios nativos?

NO, nosotros no fuimos un modelo a imitar pero los demás no fueron Hermanitas de la Caridad en el trato de la población de sus colonias.

lunes, 22 de octubre de 2018

RAIMUNDO LULIO (RAMÓN LLULL)




Apodado “doctor iluminado”, “árabe cristiano”, “doctor inspirado” (aunque sus enemigos lo denominasen “Doctor Phantasticum”) y mallorquín de nacimiento vivió en la Edad Media, cuando en España convivían (o, mejor, sólo coexistían) las tres grandes religiones monoteístas o religiones del libro, la judía, la cristiana y la musulmana, con sus grandes diferencias y lo que él intenta es superarlas y convertirlas en una síntesis superior, lo que explica el carácter dialógico de su filosofía.

“Ponerse en el lugar del otro” es la divisa central de su filosofía.
Ésta es la razón de su insistencia en que los cristianos aprendieran la lengua de “los infieles”, única manera de comprenderlos y de dialogar con ellos.

En su ciudad natal conoció y compró un esclavo musulmán de quien se sirvió como maestro para aprender el árabe.

(Me viene a la mente, ante esta “lógica relacional o interpersonal” luliana, “la filosofía intersubjetiva” de Jürgen Habermas o “la ética del discurso” de Karl-Otto Apel)

Pero su voluntad de diálogo no significa que fuera un ecléctico ni un relativista (Lulio era franciscano, tras haber llevado una vida lúdica variada, adulterios incluidos, y haberse, previamente casado y ser padre) creyendo muy firmemente en el Dios cristiano.
Su sistema es, pues, “teocéntrico” y convencido, como está, de que “el hombre existe para que adore a Dios, lo reconozca y ame, lo honre y sirva”

De ahí su incansable labor apologética y proselitista (conocedor de las técnicas misioneras para convencer a los musulmanes y atraerlos a la religión cristiana), por lo que viajó, incansablemente, por toda Europa, por Tierra Santa, por Asía Menor, por el Magreb,…para propagar sus ideas pero sin intentar imponerlas por la vía de la coacción o de la fuerza física, sino por el diálogo y el entendimiento dialógico de las tres religiones monoteístas.

Es una continuación del espíritu de la reconquista pero permutando “la espada de los caballeros por la espada de la palabra”.
Y todo por su convicción de que la verdad posee una fuerza intrínseca que hace superflua la coacción física y la violencia.

Sueña con una “Pax Christiana” basada en la convivencia pacífica de los pueblos bajo la tutela del Papado, lo que expone en su obra Blanquerna, la primera novela utópico-social europea, como lo que, posteriormente, será la “Paz Perpetua”, de Kant.

Ramón Lulio encarna la síntesis de un espíritu aventurero, teosófico y visionario del siglo XIV y el saber enciclopédico del siglo XIII.

Fue un gran soñador y un profundo creyente, pero también un racionalista, anticipándose a su tiempo.

Rechaza el dualismo Razón-Fe, de Averroes, su “teoría de la doble verdad” (“algo puede ser verdadero para la razón y no para la fe, y viceversa”)
Todas las verdades de la fe, las verdades reveladas, también pueden ser conocidas por la razón (no sólo los “Preambula fidei” de Tomás de Aquino).
Dios, en su bondad y misericordia, quiere que lo conozcamos por todos los medios posibles.
La Razón ni es inferior ni está subordinada a la Fe.
La Fe sola no basta, lo contrario de lo que defenderá Lutero tres siglos después, “sola fide” (“sólo la fe basta”), porque el vulgo carece de suficientes conocimientos teóricos para tener acceso a las regiones superiores de la fe.

Lulio sería/es un “ilustrado” y se opone al intento de legitimar la fe por medio de la autoridad y se pronuncia por el libre examen.

De ahí sus escasas referencias, en sus escritos, al testimonio de la Biblia y de la Patrística.

He ahí el carácter moderno de su filosofía.

sábado, 20 de octubre de 2018

CULTURA RELIGIOSA


CULTURA RELIGIOSA.

Quien me conoce algo sabe que en religión me declaro agnóstico, en el conocimiento de la verdad relativista y, por lo tanto, escéptico y social y culturalmente crítico, chapoteando por ver si encuentro alguna tabla humana en la que agarrarme.

Pero soy un defensor de la “Cultura Religiosa” en la enseñanza porque, sin ella, estamos condenados a no entender nada de nuestra historia.

El filósofo que más claramente (más que Ortega) ha expuesto su filosofía era de un pueblecito de Jaén, andaluz.
Se llamaba Manuel García Morente que, en su obra “Ideas para una filosofía de la Historia de España”, afirma: “es, sencillamente, imposible, imaginar una Historia de España sin Religión Católica”.

Estoy con él.
Es imposible “sin conocerla” (no digo “sin practicarla”).

No reconocer este hecho, o negarlo por los grandes y graves errores, por las barbaridades, cometidos por las autoridades eclesiásticas, es no querer reconocer que el teocentrismo fue (ya no lo es) uno de los eslabones más importantes y que tanto influyeron en el campo de la cultura y del pensamiento, en general.

Sin embargo no son muchos los que conocen que fue un gallego y que sería obispo de Ávila, Prisciliano (siglo IV) el que ya se rebeló contra la Iglesia como institución y que sería considerado como “el único gran hereje español de los primeros siglos cristianos”.

Arremete contra la Iglesia oficial, contra el clero de su tiempo, proclama la igualdad de los sexos y el derecho de la mujer a ejercer funciones eclesiásticas.

¿Cómo influyó, en España, muchos siglos después, en un Raimundo Lulio, en un Miguel Servet, en un San Juan de la Cruz,…?
Y. allende los Pirineos, también siglos después, ¿cuánto le deben los cátaros, los albigenses, los waldenses, los hussitas,…?

Nuestro obispo sería acusado de magia negra, de maniqueísmo, de gnosticismo,… y sería decapitado en Tréveris, ciudad alemana y no lejos de Francia, Luxemburgo y Bélgica.

¿Quién está enterrado en la Catedral de Santiago de Compostela, el apóstol Santiago o Prisciliano?
¿No serán los huesos de nuestro hereje (y no los de Santiago) los que veneran, cada año, más de dos millones de peregrinos?

Deberíamos saber, TODOS, y conocer más y mejor, nuestra Cultura Religiosa.

jueves, 18 de octubre de 2018

A MI AMIGO SALVADOR,


Salvador fue, es y será siempre un amigo pero que, además, fuimos compañeros en un trabajo de grupo sobre “Relaciones interculturales”.

Salvador fue un emigrante, en su juventud, en Suiza.

Expuso su experiencia durante su estancia suiza.

Ésta fue mi respuesta, apresurada y, sin duda, matizable a su intervención con el título: “Relaciones interculturales forzadas”.

“Formar grupos compactos que se ayudan mutuamente, pero por un interés común; hoy por ti, mañana por mí, y no como una actitud generosa”.

Eso es lo que hacíais  (sentiros iguales en el grupo y desiguales con los suizos; éstos dadores/donantes de trabajo y vosotros consumidores laborales por un salario anejo) y es lo que hoy hacen los grupos de jóvenes negros vendiendo collares, C.D., bolsos, camsetas y cinturones falsificados de D & G, o los grupos de búlgaros o rumanos tocando el acordeón, o las gitanas que yo veo a diario en la Carihuela ofreciendo romero y leyendo la mano a los incautos.

Nosotros, para ellos, sólo somos potenciales clientes.

Ellos forman su grupo compacto, con su lengua, sus preocupaciones, sus sentimientos, sus proyectos, sus recuerdos, sus cosas.
Nosotros somos tangenciales a su mundo.

Ellos coexisten, como con permiso, en nuestro mundo.
No convivimos. No hay relación intercultural.

¿No sabemos nosotros abrir puertas?, ¿temen ellos entrar?, ¿hay, existe, un espacio neutral en el que pudiéramos interconectar para interactuar?.

El caso que expones, el de José, no es un caso de interculturalidad, porque es la misma cultura. Es un caso de problema generacional y de inclusión en otro grupo intergeneracional distinto, pero dentro de la misma cultura.

Lo normal hubiera sido que él llegara a ver de la misma manera que vosotros (individuo-grupo), en este caso la contaminación fue la inversa, su visión de la vida y de las circunstancias os contaminó tan positivamente que cambiasteis la lente.

Pero con José, y antes sin él, seguíais siendo un oasis celular dentro del cuerpo suizo.
Pero tanto él como el grupo ¿hubo otra conexión que no fuera meramente epidérmica con la sociedad de acogida?

Sigo opinando que las culturas no deben tener puertas o deben, siempre, estar las puertas francas para que cada uno entre y salga, meta y saque, deje o coja lo que mejor vea de ellas.

Dice Marina que el hombre, en su actuar, obra por dos objetivos: sentirse bien (ámbito psicológico) y ser mejor (ámbito ontológico, ampliación y apropiación de posibilidades).

Cuando uno emigra no es por placer y por gusto.
Por lo general el que emigra entra en otra cultura, en otra sociedad, sin tantas penalidades como de la que viene y donde espera encontrar más posibilidades de crecimiento, beneficiosas.

Ellos quieren integrarse y, si nosotros se lo facilitáramos, lo harían. Y sería bueno para todos, para ellos, por integrarse y crecer y para nosotros por verlos integrados. Nuestra sociedad sería más amplia y más habitable, mejor.

Para ello, las facilidades, las que tú apuntas: EDUCACIÓN  y TRABAJO.

La integración laboral (los que consiguen trabajo) rápidamente la asimilan. Los horarios, las funciones, los momentos y días de descanso,….Pero la Educación es más difícil, bien porque nosotros no somos capaces de entusiasmarlos, bien porque ellos tampoco lo ven de absoluta necesidad.

Tengo en casa los discos de vinilo, los grandes, los de 33 r.p.m. de los espirituales Negros. Una música divina, que no me cansaré de escuchar y que te hace rezar a ritmo con ellos pero no estoy integrado en su mundo y en los que en sus canciones comunican.

No me gusta el chistu ni el aurresku, pero me encantan las sevillanas. Paso de la jota, multirregional, pero disfruto viendo bailar un tango. En el vals veo perfección de movimiento pero noto ausencia de vitalidad. No me gusta el polo ni el críquet ni el fútbol americano pero me encanta el baloncesto y el fútbol (no americano)…..

¿Por qué digo todo esto?
Porque me encanta la libertad.
Nunca prohibiría ningún deporte, pero no quiero que me impongan ninguno.
Demos libertad a los deportes y que cada uno elija, si quiere, y que practique el que más le guste. Pero que no se invada la pista.

Que nadie me obligue a entrar en una mezquita, pero sé que, si entro, no puedo/no debo entrar con zapatos.

Respetemos los deportes. Respetemos las mezquitas.

¿Por qué no dejar a las culturas que muestren sus cartas, que expongan sus productos, sobre la arena y que jueguen ellos?

¿Por qué no un mercado libre de las culturas en vez de una seguridad social de las minoritarias?

Lo diferente, lo desconocido, no es malo, pero tampoco es bueno, hasta que no se lo conoce.

Todo ser vivo, ante un Estímulo conocido da su Respuesta adecuada, una vez que la ha aprendido. Pero ante un Estímulo extraño, nuevo, desconocido, ¿Cómo va a Responder, cómo va a Reaccionar?

Es la teoría clásica de E-R.

Si yo le preguntara a alguien (cosa que hacía todos los años con mis alumnos) si  le gustaban los “cantomanos” o preferirían las “moreguijas” la Respuesta automática del interrogado sería/era “¿y eso qué es?”.
Porque, efectivamente, si no sé qué son (los Estímulos), los “cantomanos” y las “norequijas”, la Respuesta, fuera afirmativa o negativa, de uso o de las otras, siempre sería, una temeridad o una tontería, una imprudencia, por ser ilógico Responder sin saber a qué se Responder.

Lo “nuevo” ¿puede enriquecer?
Por supuesto que sí.

Lo “nuevo” ¿puede perjudicar?
Por supuesto que sí.

¿Qué es lo que ocurre?. Lo normal. Ante lo extraño, preguntar y si no hay respuesta a la pregunta, cautela, prudencia.

Los latinos decían: “ Numquam affirmes, raro neges, sed semper distingue” (No afirmes nunca, raramente niegues, siempre distingue”).
Pero para poder distinguir hay que saber qué es.

Tú hablas, Salvador, de “mirada amorosa”.

Uno de los errores que tenemos más afianzados en nuestra mente es la creencia de que el amor es un sentimiento.
Y no es verdad.
Amar no es sentir, sino hacer/obrar, recogiendo el placer de haberlo hecho por la persona amada.

“No me digas que me quieres, hazlo”.
El amor son las obras que uno hace por la persona amada.

Si yo le hubiera preguntado a mi padre si me amaba, seguramente que  nada habría dicho sino que me habría mostrado sus manos encallecidas y el sudor de su frente.

“Obras son amores, y no buenas razones” - ¡qué bien expresado el amor¡.

Si mis hijas me lo hubieran preguntado les habría hecho ver la cantidad de cosas que he hecho, que hago y que haré (muchas de las cuales no me gustan), pero que las hice, las hago y las haré por ellas, porque las quise, las quiero y las querré.

El amor no puede “ser dicho”. El amor tiene que “ser visto”. ¿No lo ves?
Eso que haces por mí, y que yo sé que no te gusta hacerlo, eso es amor.

Igualmente el amor no pide, no exige reciprocidad.
No te amo para que me ames ni te amo porque me amas.
No hago esto, ahora, por ti para que mañana tu hagas lo otro por mí.

El amor es/tiene que ser transitivo, como los verbos, que la acción pasa al ser amado, sin importar si es correspondido (que, seguro que, lo será).

Entre los amantes sobran las palabras. Son los “tortolitos sentados en el parque mirándose sin abrir la boca”.

Cuando alguien le dice al otro: “dime que me quieres”.
Malo.
Hay una ceguera de amor.

Por eso más que “mirada amorosa” por nuestra parte, son ellos los que tienen que “ver” que los amamos por las obras que hacemos.

Es el amado el que tiene que ver, el amante sólo tiene que obrar, sin esperar nada a cambio.
El amante se realiza amando.
Luego, todo lo demás, “se le dará por añadidura”.

(Espero que algún día continuaré reflexionando).

miércoles, 17 de octubre de 2018

EL ELEFANTE. EL HOMBRE


“Érase una vez que se encontraban alrededor de Buda varias personas discutiendo.
Mientras uno decía: “el mundo es eterno. Ésta es la verdad. Y lo demás es falso”, otro opinaba lo contrario: “el mundo no es eterno. Ésta es la verdad. Y lo demás es falso”.
Mientras uno opinaba: “el mundo es limitado. Ésta es la verdad. Y lo demás es falso”, otro opinaba lo contrario: “el mundo es ilimitado. Ésta es la verdad. Y lo demás es falso”.
Mientras uno afirmaba: “el alma es lo mismo que el cuerpo. Ésta es la verdad. Y lo demás es falso”, otro afirmaba lo contrario: “el alma es una cosa y el cuerpo otra cosa distinta. Ésta es la verdad. Y lo demás es falso”.
Y discutían y discutían. Hasta se peleaban y se agredían, al tiempo que cada uno porfiaba: “la verdad es así; la verdad no es así”.
Así que fueron a contarle todo esto a Buda y éste le contó una historia:

“Hubo una vez un rey que mandó reunir a todos los ciegos de nacimiento, a los que les mostró un elefante que, naturalmente, ninguno veía.
Así que a unos los colocó junto a la cabeza del elefante, la palparon, la manosearon y sentenciaron: “ciegos, compañeros, así es el elefante”. Y así fue colocando, por grupos, a todos los ciegos junto a las distintas partes del elefante y, cuando hubo terminado, les preguntó:

- “¿Habéis palpado al elefante?”
A lo que todos respondieron que sí.

Entonces Buda les preguntó cómo era el elefante.

Los ciegos que habían palpado la cabeza respondieron: “el elefante es como un cántaro”, mientras que los que  habían palpado la oreja sentenciaron: “el elefante es como un gran cesto para aventar el trigo”.
Mientras los que habían tocado el colmillo afirmaron: “el elefante es como el timón del arado”, los que habían palpado el cuerpo sentenciaron: “el elefante es como un granero”.
Mientras los que habían palpado el pie sentenciaron: “el elefante es como la base de un pilar”, los que habían tocado la pata afirmaron: “el elefante es como un mortero”.
Mientras los que habían tocado la cola afirmaron: “el elefante es como la mano de un mortero”, los que habían tocado el extremo de la cola sentenciaron: “el elefante es como una escoba”.

Todos y cada uno de los grupos de ciegos fueron afirmando que el elefante era así o que el elefante no era así. Y discutían; y se peleaban; y se agredían a puñetazos y a patadas.

Y el rey estaba encantado con la escena que estaba presenciando”

“Así –dijo Buda- , de la misma manera, son los hombres, como los ciegos, que como sólo ven una parte del elefante, de la realidad, discuten y discuten, y se pelean por defender e imponer que “su” versión, “su verdad” es “la verdad” y todas las demás versiones son falsas”.

¿Podrían ponerse de acuerdo los ciegos en algo?

¿Son todas las teorías humanas, sobre la realidad, parciales? ¿Son todas igual de verdaderas y/o igual de falsas? ¿Es posible una síntesis global de todas ellas? ¿Sería ésta, también, parcial?

¿No están todos los hombres “circunstanciados”, ubicados en un tiempo, en un lugar, en una cultura, en una ideología, en una mentalidad, en una religión,…? (en una parte del elefante)… y, según sea esa circunstancia, la realidad se verá así o de otra manera? ¿No serían ridículas las porfías y las peleas? ¿Cómo van a verse igual Los Pirineos desde España que desde Francia? ¿Cómo va a verse igual el hombre desde una religión que desde un laicismo?, ¿desde la creencia “creacionista” que desde la ciencia “evolucionista”?

Pero, aunque todo sea “perspectiva”, ¿son iguales, valen lo mismo, una perspectiva que otra, dando pos supuesto que ninguna de ellas es “la” perspectiva (lo que sería una “contraditio in terminis”), sino “una” perspectiva? ¿Hay alguna más privilegiada que otra? ¿Se ve igual la catedral de Málaga desde La Plaza del Obispo que desde  la Plaza de Uncibay?

Es verdad que “todas valen”, pero ¿“valen todas igual”?


PROTÁGORAS PURO. RELATIVISMO. PERSPECTIVISMO ORTEGUIANO.


martes, 16 de octubre de 2018

LAS DOS MESAS





LAS DOS MESAS.

“Estoy familiarizado con una de ellas desde mi infancia, es “la mesa común”
La mesa número UNO es un objeto común dentro de ese ambiente llamado mundo: ¿cómo voy a describirla?; tiene extensión; es, hasta cierto punto, permanente; noto que su superficie está pintada pero que, ante todo, es sustancial. Y cuando digo “sustancial” no sólo quiero significar que no se viene abajo cuando me apoyo en ella, sino que está constituida por “sustancia” y, en virtud de esa palabra, intento transmitir cierto concepto de su naturaleza intrínseca.
Es una cosa, no como el espacio, que es una mera negación; como el tiempo que es… ¡Dios sabe qué!
(….)
La mesa número DOS, en cambio, es “mi mesa científica”.
Mi conocimiento de ella es más reciente que el de la otra, se me muestra maciza y si paso la mano por ella no noto rugosidad, es plana como un cristal, la otra, la “científica” no me es tan familiar.
Ésta no pertenece al mundo antes mencionado, a ese mundo que aparece espontáneamente a mi alrededor cuando abro los ojos, aún antes de entrar a considerar lo que en él es objetivo o subjetivo.
Ella forma parte de un mundo que, de manera indirecta, se ha impuesto a mi atención.

Mi “mesa científica” es casi todo un vacío y, desparramadas en ese vacío, hay numerosas cargas eléctricas moviéndose a gran velocidad, pero su volumen conjunto no alcanza siquiera a una trillonésima parte del volumen de la mesa.

Esta mi segunda mesa está exenta de “sustancia”. Casi toda ella es espacio; un espacio formado por campos de fuerzas, pero éstos deben ser designados bajo la categoría de “influencias” y no de “cosas”.

Ni siquiera podemos conferirle la conocida noción de “sustancia” a aquella minúscula parte que no está vacía.
Al reducir la materia a cargas eléctricas nos alejamos considerablemente de la imagen que dio lugar al concepto de “sustancia” y el significado de este concepto –si es que alguna vez lo tuvo- se ha perdido en el camino”

(Eddington. “La naturaleza del mundo físico”).

Y las preguntas:

1.- ¿Qué es el universo sin telescopio y qué es con telescopio? ¿Es el mismo?
2.- ¿Qué es la mesa mirada al microscopio y qué es a simple vista? ¿Es la misma?
3.- ¿Cuál es más real, la mesa “extensa” o la mesa “casi vacía”?

¿QUÉ ES LA REALIDAD?

¿La “sensiblemente conocida” o la “científicamente conocida”?

domingo, 14 de octubre de 2018

DON JOSÉ. 32 + 456 = 483 o 480


                                  
                                                                                                                                                 
D. José era un maestro de los de antes de la guerra, por lo tanto “chapao” a la antigua. Era de aquellos cuyo método de enseñanza era el de machacar el libro de texto.

“Codos, muchos codos, y pizarrín, pizarra, lápiz, cuaderno y goma de borrar”

El afirmaba que el niño era “tamquam tabula rasa in qua nihil scriptum est” ( “como un folio en blanco en el que nada hay escrito”) y son el maestro y el niño, conjuntamente, los que tienen que empezar a escribir y continuar escribiendo, durante el resto de su vida, los conocimientos vigentes en la sociedad en la que vive, para estar y poder seguir estando incardinado adecuadamente, para no desentonar con el entorno cultural, para poder comprender los problemas que le rodean, para ser capaz de responder a las exigencias que el mundo, a diario, le está reclamando y poder cambiar lo que, en ese mundo, ya no vale, sobra o es un lastre.

Saber conocimientos y saber conductas.

Don José, ese día, que tocaba matemáticas, le había puesto un problema a Pepito. “Si tu vas al mercado y llevas treinta y dos pavos del abuelo, y tu padre te dice que le lleves, ya de camino, cuatrocientos cincuenta y seis pavos, de los suyos, ¿Con cuántos pavos llegarás tú al mercado?”.

Pepito cogió su lápiz y su “milán” y en el cuaderno de tareas escribió: “ 32 + 456 = 483 o 480

Don José repasó la cuenta y puso, en letras grandes y con rotulador rojo, MUY MAL = 0.

Pepito protestó.
Recurrió, en primer lugar al tutor y luego a la Asociación de Padres.
Se convocó urgentemente un Consejo Escolar Extraordinario, con el único punto del día. “El problema de Pepito”.

Don José no daba crédito a la reclamación hecha por conducto legal, pero tampoco dio su brazo a torcer, alegando, únicamente, que la “cuenta estaba mal hecha”.

Se recurrió a la Inspección de la Delegación Provincial de Educación y Ciencia y ésta envió a un Psico-Pedagogo, especializado en metodologías interactivas, de tipo imaginativo, en los campos semánticos y epistemológicos, especialmente aplicadas a ámbitos pedagógico-didácticos, para que, fríamente, analizase con D. José el antedicho problema de Pepito.

D. José lo tenía claro: “La cuenta está mal hecha y el resultado está mal”, por lo tanto la nota es un 0.

El Psico-Pedagogo, sin embargo, disentía totalmente de D. José.

-  ¿No irá Ud. a decirme que la cuenta está bien hecha? – le espetó, de entrada, D. José.

-        Es que Ud, D. José, evalúa sólo el resultado, y en la psicopedagogía moderna, lo que debe evaluarse es, sobre todo, el proceso, son los procedimientos, son los caminos por los que se transita, más que la meta a la que se llega. Y el proceso que ha efectuado Pepito no está mal. O mejor, está bastante bien.

-        ¿Cómo dice?  - (alucinaba D. José) -  ¿Cómo dice Ud.?.

-        Vamos a analizar el proceso que ha realizado Pepito. Pero sin ponerse nervioso, D. José, - decía el Psico-Pedagogo. Fríamente analicemos los procedimientos llevados a cabo por Pepito.

-        Analice Ud. lo que quiera.

-        Veamos. Ud. le ha puesta en letras “treinta y dos pavos” y “cuatrocientos cincuenta y seis pavos”.  ¿De acuerdo?.

-        De acuerdo –masculló D. José - ¿Y….?

-        Lo primero que ha hecho Pepito es prescindir de la materia, los pavos, porque él sabe que la matemática es una Ciencia Formal, en la que sólo se considera la forma, los números, y no la materia, los objetos, en este caso, los pavos. ¿Ud. no cree, D. José, que si en vez de pavos, Ud. hubiera puesto, en el problema, ovejas, cazuelas, sillas o libros, Pepito no habría prescindido, igualmente, de los objetos con que fuera al mercado y habría puesto sólo la cantidad, obviando y poniendo entre paréntesis la calidad?.

-        Pues seguramente sí, pero… ¿qué me quiere Ud. decir?

-        Sencillamente, que Pepito sabe qué son las Matemáticas. Y esto ya es un punto a su favor. ¡Ahí es nada comprender la distinción entre Ciencias Formales y Ciencias Empíricas!

-        ¿Y…..?-

-        Sigamos, D. José. Sin que se me ponga Ud. nervioso, por favor. Ud. le había puesto, en letra, “treinta y dos”. ¿De acuerdo?

-        Sí.

-        Y Pepito ha sido capaz de traducir, correctamente, la expresión literal “treinta y dos” en “32”, una expresión numeral. Y sabe, pues, que el 3, al estar en la segunda columna, en realidad no son unidades, sino decenas, por lo que él interpreta, adecuadamente, que ese 3 no son 3 sino 30. ¿De acuerdo?

-        De acuerdo.

-        Sin embargo Pepito sabe que el 2 sí es un 2, porque está en la primera columna, la de las unidades. Es decir, que ha interpretado correctamente que “treinta y dos” se expresa con la numeración 32 y no 302.

-        Sí ¿y….?

-        Sigamos D. José. El segundo miembro, estará Ud. de acuerdo conmigo, en  que es más complicado que el primer miembro.

-        Sí.

-        Porque aquí ya hablamos de centenas. ¿Estará Ud. de acuerdo conmigo en  que la expresión “cuatrocientos cincuenta y seis” está bien expresada, numéricamente, como 456?

-        Sí.

-        Luego Pepito ha interpretado correctamente que 4 equivale a 400, porque está ubicado en la tercera columna, la de las centenas; y que 5 equivale a 50, la segunda columna, que es la de las decenas, mientras que 6 sólo equivale a 6, porque corresponde a las unidades. ¿Acaso Pepito ha escrito 400506?

-        No.

-        Porque eso sería “cuatrocientos mil quinientos seis”, y Pepito, sabe, que eso no es así. ¿Está Ud. de acuerdo. D. José?

-        Sí.

-        Pero es que, además, D. José, de todas las operaciones matemáticas, Pepito ha puesto “más” es decir “+”. Podría haber interpretado que tenía que restarlos, multiplicarlos, dividirlos, elevarlos al exponente X, o sacar la raíz cuadrada, o…. Pero él sabía que era una suma; Y la suma se representa así, con “+”. ¿De acuerdo, D. José?

-        De acuerdo.

-        Pero es que es más. Después de haber unido los dos miembros con el signo “+” de la suma Pepito ha puesto el signo “ = ”, lo que quiere decir que él sabe que el resultado de dos sumandos da, como resultado, la suma total, y eso, desde siempre, se ha expresado con el termino “ igual” que se expresa con el signo matemático “ = “. ¿Supongo que estará Ud. totalmente de acuerdo conmigo?

-        Totalmente.

-        Vayamos, pues, al resultado final.. ¿Es verdad que 400, se expresa con un cuatro, solamente, en la tercera columna, la de las centenas?

-        Sí.

-        Luego… ¿está bien expresado?

-        Sí.

-        Vayamos a la segunda columna, la de las decenas. ¿No es cierto que 50 + 30 = 80?

-        Sí.

-        Pero al estar en la segunda columna, 80 se expresa sólo con un 8. ¿Sí o No?

-        Sí.

-        Sigamos, finalmente, y llegamos a la primera columna, que es la que menos vale, la de las unidades.

-        ¿Y cuántas son 6 + 2 ? ¿Me lo puede Ud. decir?, gritó, encolerizado, colorado y colérico D. José

-        8, evidentemente.

-        ¿Y qué es lo que ha puesto Pepito?

-        Un 3 o un 0.

-        Luego está mal ¿Sí o no?

-        A medias.

-        ¿Cómo que a “medias”?

-        Verá  Ud. Don José, ocho se expresa con el número 8 y cero con el signo 0 ¿De acuerdo?

-        Hombre, claro que sí.

-        Pero, fíjese, D. José, en la imaginativa estrategia intelectual llevada a cabo por Pepito.

-        ¿De qué imaginativa estrategia intelectual me está Ud. hablando?

-        Pepito, realizando un análisis dicotómico, ha llevado a cabo la descomposición  del signo + en sus dos elementos que lo forman: un segmento vertical I y un segmento horizontal --. Y los ha considerado como dos espejos, y entonces….

-        Pero ¿qué cuento me está Ud. contando?

-        Es muy fácil, D. José. Considere Ud. el número 3, que es la primera respuesta que ha dado Pepito, D. José, y ponga, exactamente en la parte izquierda del 3 el espejo del segmento vertical I ¿Qué es lo que se ve reflejado en el espejo? Exactamente un 8, que es el número que Ud. está insistentemente reclamando.

-        ¿Me está Ud. diciendo que debo mirar el 3 del folio y su imagen en el espejo para así ver que es un 8?

-        Y no sólo eso. Considere Ud. D. José, ahora, la segunda solución propuesta por Pepito, el 0. Y coloque Ud., ahora, en la parte inferior o superior, la que Ud. prefiera, del 0 el segundo segmento, el horizontal, el espejo ---. ¿Qué es lo que se ve? Un 8. Justo, igualmente, que lo que Ud. está reclamando. Fíjese la estrategia intelectual de Pepito, que es capaz de suplementar la imagen real del 3, del folio, con la imagen reflejada del 3 en el espejo y la imagen real del 0 con la imagen reflejada en el espejo.

-        Pero... ¿puede saberse qué quiere Ud. decirme, Sr. Psico-Pedagogo?

-        Que de los diez pasos que ha dado Pepito están todos bien dados. Más aún, implementados.

-        Pero ¿cómo va a ser igual 488 que 483 o que 480? ¿No ve Ud. que ahí, siempre me sobrarán 8 pavos o 5 pavos?

-        Evaluando el proceso, lo que ha hecho Pepito, D. José, es algo genial. Ha ido sembrando pistas por el camino, al mejor estilo del Código da Vinci, para que Ud. D. José, fuera capaz de interpretarlas, pero su inteligencia racional, que corresponde a didácticas trasnochadas,  ha sido incapaz de complementar la inteligencia imaginativa con sus reflejos mentales. Lo más fácil. D. José, hubiera sido poner el dichoso 8, que Ud. no hace más que reclamar. Lo realmente imaginativo es poner el 3 y el 0. Y Ud. ha sido incapaz de interpretarlo. Ud. sólo ha considerado el mensaje manifiesto y ha sido incapaz de captar el mensaje profundo, la solución, además doble, a su pregunta. Estoy realmente sorprendido. ¡Genial, este Pepito¡.¡Hay que ver qué simbiosis armónica o qué armonía simbiótica entre realidad real y realidad virtual¡. ¡Hay que ver la elegante y creativa complementariedad entre original y copia!. ¡Realmente maravilloso¡

-        Por lo tanto...

-        Por lo tanto, D. José, y por todo lo que le he expuesto, creo que Ud. ha olvidado poner, con su rotulador rojo, el 1 delante del 0.

-        ¡Por los cojones¡ - expresión impropia y pensamiento impensable en el bueno de D. José.

-        Pero espere Ud. ¿Dónde va  D. José?

-        A suicidarme o a morder una farola o a rezarle a las piedras o a jugar al fútbol con el libro de Petete o a pedir la jubilación anticipada o a hacer el pino o yo qué sé….


(Tomás Morales Cañedo y lo que hace jubilarse a tiempo)