jueves, 26 de septiembre de 2019

EL HOMBRE: NATURALEZA Y CULTURA ( 4 )


C.- LA CULTURA

Todo comportamiento que no es “natural” es “cultural”.
Comer es natural, comer alimentos cocinados es cultural, comer tortilla de patatas pertenece a la cultura española, comer tortilla de patata con mucha cebolla y sólo un poquito de salsa de tomate…..es ya, sólo, un gusto personal.

“Cultura” – “cultivar” – “agri-cultura” – “cultivos” – “cultivo del espíritu” – “cultura del alma”.
“Civilización” – “civilitas” – “civitas”.

La “civilización” es la expresión de la cumbre del desarrollo humano, y en contraposición a “salvajismo” o “barbarie” y también en contraposición a “naturaleza”.

Ambos términos “cultura” y “naturaleza” poseen, pues, una significación elitista (no todos son cultos) y etnocéntrica (los otros pueblos son in-cultos e in-civilizados).

Sólo en el XIX, con Tylor y otros antropólogos, que se ponen en contacto con otras culturas, se pierde esa connotación elitista y etnocéntrica.
        
¿Qué es la “cultura”?.

Hay tantas definiciones como autores.


Una de las causas de tanta desavenencia es que mientras unos incluyen en ella los productos materiales (cacharros, máquinas, obras de arte…) otros no los incluyen.

Cada vez se va restringiendo más la definición de “cultura”.

Para Harris es “el conjunto aprendido de tradiciones y estilos de vida, socialmente adquirido, de los miembros de una sociedad, incluyendo sus modos pautados y repetitivos de pensar, de sentir y de actuar (es decir, su conducta).

Mosterín la restringe aún más, es “es la información transmitida (entre animales de la misma especie) por aprendizaje social”. Parece una definición adecuada desde el momento en que hemos definido la naturaleza como “información genética (innata)”.

Un niño, desde que nace, con su información genética, al “caer” en una sociedad concreta, ésta le irá transmitiendo una nueva y amplia información, que deberá ir asimilando.
Es la cultura, es la “información transmitida por aprendizaje social”.

Todos sabemos que un “gen” es la “unidad de información genética” y, de la misma manera, a la “unidad de información cultural” es denomina “meme” (de “memoria” y de “mímesis” (imitación)).

Memes (término introducido por R. Dawkins) son las ideas, los cánticos, los vestidos, las modas, los peinados, la forma de construir vasijas,…  Y así como los genes se propagan al saltar de un cuerpo a otro mediante los espermatozoides y/o los óvulos, así los memes también se propagan al saltar de un cerebro a otro mediante la imitación.

Si un científico-investigador escucha o lee o descubre  una buena idea y la transmite a sus colegas, alumnos, opinión pública,…  de palabra, por escrito,… si esa idea se propaga y se hace popular puede deducirse que se ha propagado esparciéndose de cerebro a/en cerebro.

No debemos pensar que la diferencia entre el ser humano y el animal es que este último no posee cultura, porque los animales también se comunican y se transmiten información, poseen una cultura, una “cultura animal”.
Hay pájaros que cantan el canto de su especie, criados en aislamiento, otros, en cambio no, deben aprenderlo, incluso aprender diversas melodías.

¿Qué es EL PROGRESO?

¿Por qué la cultura humana ha progresado de una manera tan fantástica? Mucho ha tenido que ver en ello la postura erecta del hombre. El bipedismo liberó la mano, lo que facilitó la fabricación de utensilios y su transporte. Luego la selección natural favoreció a los individuos más cerebrados, ya que estaban más y mejor capacitados para codificar lo que sabían y transmitir la información sobre los modos de fabricación y utilización de instrumentos. Con la aparición del lenguaje, finalmente, la capacidad de transmitir información se amplía de un modo insospechado.

Seguramente que tuvieron que ocurrir otras muchas circunstancias además de las anteriormente señaladas.

A.  Portmann ya había afirmado que el ser humano nace “demasiado pronto”, antes de lo debido, de ahí su inmadurez biológica al nacer.

¿Alguien puede decirme qué sabe o puede hacer un recién nacido, comparado con cualquier recién nacido de cualquier especie animal?y a hacerse a sí mismo
Los mamíferos inferiores (como los roedores) nacen después de un breve embarazo y en gran número de crías, pero en estado de desamparo, y han de permanecer en el nido largo tiempo, son “calientanidos”.
Los mamíferos superiores nacen después de un largo embarazo y tienen pocas crías, pero muy desarrolladas. Su nido ha sido el seno materno, por eso son “fuginidos”.
El ser humano, en cambio, es un caso especial. El embarazo es largo, pero nace inmaduro y sigue necesitando un nido, es un “calientanidos secundario”.
Para el bebé la casa y el mundo son su nido, son el nuevo claustro, ya no materno sino social. Esto hace que reciba un enorme caudal de información (“cultura”) antes de concluir su proceso de maduración biológica.
La “desventaja biológica” facilita la “ventaja cultural-social-intelectual”.

Otro gran antropólogo, A. Gehlen, ha denominado al ser humano como “un ser de carencias”, lo suyo propio es la no-adaptación, la no-especificación, el primitivismo.
Carece de especialización (su dentadura parece primitiva, no especializada para ninguna función concreta) por lo que se encuentra inadaptado para cualquier medio ambiente y en peligro permanente.

Esta situación de desventaja biológica le obligó a suplir sus carencias.
Y tuvo otra consecuencia: al no estar adaptado a ningún medio ecológico propio, puede vivir en cualquiera: está “abierto al mundo”, vive en “el ancho mundo” (¡qué distinto al mundo de la garrapata¡), recibiendo un inmenso caudal de información.

DIFERENCIACIÓN Y CONVERGENCIA CULTURAL

La naturaleza humana es universal, es decir, es la misma para todos (véase mis otros artículos sobre el hombre), lo cual deja sin base biológica alguna al “racismo”.

Una “misma biología, una biología universal”, pero sin embargo, no existe una “cultura universal”, aunque sí haya rasgos comunes a todas las culturas (los llamados “universales culturales”) y una tendencia cada vez más fuerte a una convergencia cultural.
Es por esto que cada pueblo, a lo largo de la historia haya sentido la tentación de considerar su propia cultura como la “natural” y, por tanto “superior”. Es el llamado “Etnocentrismo”, prejuicio según el cual la propia cultura es superior a todas las demás.

El etnocentrismo deforma la imagen de las otras culturas por lo que los antropólogos propusieron, durante gran parte del siglo XX, el “relativismo cultural”, según el cual cada cultura debe ser comprendida desde sí misma, sin establecer comparaciones con otras culturas (la “inconmensurabilidad de las culturas”).

Pero esto, que vale como método de estudio, no vale cuando se hipertrofia y se llega al relativismo de que  “todo vale si es cultural” y ello tiene como consecuencia el “inmovilismo” y la “no intervención” (“No lo toquéis, es nuestra cultura”), y de aquí el “relativismo axiológico” (todo vale y queda justificado por el simple hecho de ser tradiciones culturales. Por ejemplo, la inferioridad de la mujer o la ablación del clítoris).

Un gran filósofo español, actual, Mosterín, afirma:
        
“El relativismo coincide con el etnocentrismo en hacer imposible una crítica racional, pues al establecer, a priori, que ninguna alternativa cultural es preferible a otra, la discusión sobre qué alternativa es preferible está condenada al fracaso.
El etnocentrismo nos orienta demasiado, pues nos quita toda oportunidad de elección.
El relativismo, por el contrario, nos orienta demasiado poco (más bien nos desorienta), pues trata de convencernos de la vanidad de toda elección.
En la noche sin estrellas del relativismo todos los gatos son negros y todas las direcciones son equivalentes: ninguna conduce a ninguna parte.
El etnocentrismo promueve el conformismo; el relativismo promueve la indiferencia. Ambos impiden la comparación evaluativa, la ponderación objetiva y la elección y decisión racionales.
Desde el punto de vista filosófico, etnocentrismo y relativismo son posturas incoherentes y, además, contradictorias. El etnocentrismo del propio grupo refuta el de los demás y el relativismo pretende ser una tesis absoluta, por lo que se autorrefuta.

Las refutaciones del dogmatismo y del escepticismo en epistemología son trasladables al etnocentrismo y al relativismo en antropología”.

Si hay algo universal en el ser humano, eso es la razón y ella posee una exigencia de universalidad: lo que es válido para la razón –no para el gusto, el sentimiento, la educación,…- de uno debe ser válido para la razón de todos.

La Ilustración había promovido el ideal del universalismo, la Diosa Razón, luego el Romanticismo exaltó el particularismo nacional/cultural, el “espíritu del pueblo” (de cada pueblo).

Así, contra la Universalidad de la Razón, el Particularismo de la Tradición.
Lo curioso es que ambas posturas no tienen por qué estar reñidas necesariamente.



miércoles, 25 de septiembre de 2019

EL HOMBRE: NATURALEZA Y CULTURA ( 3 )



B.- NATURALEZA

        
Naturaleza” – “natura” – “nasci” – “nacer”. Es aquello con lo que se nace, lo congénito, aunque no se haya desarrollado, todavía, en el momento de nacer.
“Naturalmente” si el hombre “ha nacido” es un “ser natural”, posee una “naturaleza”, puesto que ha nacido.

A partir de los años 50, influenciado por la teoría de la información y de la cibernética, comenzó a considerarse al ser vivo como “un sistema organizado y muy complejo, de materia físico-química, capaz de autoorganizarse, reproducirse y actuar (vivir) gracias a la información que lleva escrita en sus genes”.

“Programación genética” – “programación de una computadora”, no son iguales, pero parecidos, porque entre otras cosas la programación genética no puede modificarse a voluntad, mientras que sí pueden meterse o sacarse datos de la programación de este ordenador con el que estoy, ahora mismo, escribiendo.

Igualmente ¿qué decir de la reproducción?

En ese programa genético están contenidas todas las operaciones que recorren cada vez el ciclo entero, que conducen a cada individuo desde su nacimiento hasta su muerte.
Está todo fijado, pero no con rigidez, hay siempre margen de maniobra (puedo ponerme en huelga de hambre).

En el día de hoy, la naturaleza humana se entiende como “pre-programación”, como “información genética”.
El soporte físico-químico (es decir, el cuerpo) no forma parte de la naturaleza misma.
Ésta es sólo “forma” (“in-forma-ción”), no materia, por eso puede transmitirse.
(Esto ¿no es volver al hilemorfismo aristotélico?).

NO.
Porque para Aristóteles la forma o naturaleza  es eterna e inmutable, mientras que la información genética es un producto de la evolución y puede transformarse (las mutaciones).

Lo desarrollado a partir, exclusivamente, de dicha información genética, debería ser llamado “natural”, pero no “naturaleza” (como el pelo, su color, la memoria,…).

El ser humano posee una “naturaleza” y ésta no es nada misterioso, es “información genética”, que no es eterna, que es un producto evolutivo y que sigue evolucionando.

Pero…. esto crea dos objeciones:

1.- ¿BIOLOGISMO?

La Sociobiología (estudio biológico de las sociedades animales y humanas) y sus máximos representantes E.O. Wilson y R.Dawkins han sido acusados de pretender explicar toda la conducta humana  exclusivamente en términos de biología (“reduccionismo biológico”).
La consecuencia de esto es que si los seres humanos actúan siempre y necesariamente  con arreglo a las instrucciones inscritas en sus genes, habrá que decir “adiós” a la libertad, porque en el reino de la necesidad….

¡Claro que si las instrucciones genéticas no fueran específicas sino en términos de estrategias sólo generales…….¡

Es decir, que aunque el ser humano no viene al mundo como una “hoja en blanco” (un disquete vacío) sino pre-programado, ello no implica que no pueda ejercer un control sobre sus programaciones.

         2.- ¿CONSERVADURISMO?

Si todo estuviera pre-programado –y lo estuviera rígidamente- el ser humano sería un autómata.
Pero no es así.

La gran paradoja es que el ser humano también está programado para aprender nuevas conductas.

Lo que en otros tiempos pudo servir hoy puede ya no hacerlo.
Puede que arrastremos con nosotros cargas históricas que ya han dejado de ser adaptativas.
¿Para qué sirve el apéndice?
Y todos lo tenemos.

¿Es la “agresividad” una conducta aprendida o es reactiva (reacción ante una frustración)?

Es probable que como en el resto de los animales estemos programados para determinados comportamientos agresivos (defensa del territorio, de la propiedad, de los hijos, conquista del alimento…)

¿No surgirá la “agresividad” en unos niños viviendo y educándose en un ambiente pacífico?
La agresividad puede surgir en cualquier momento.
El recelo o temor o miedo ante lo extraño es algo innato, pero la xenofobia se aprende.

martes, 24 de septiembre de 2019

EL HOMBRE: NATURALEZA Y CULTURA ( 2 )




Igualmente el existencialista J.P. Sartre:

“Hay por lo menos un ser  en el que la existencia precede a la esencia, un ser que existe antes de poder ser definido por ningún concepto, y este ser es el ser humano” o, como dice Heidegger, “la realidad humana”.

¿Qué significa aquí que la existencia precede a la esencia? Significa que el ser humano empieza por existir, se encuentra, surge, aparece en el mundo, y que, después, va definiéndose a lo largo de su vida y, sólo cuando muere, ceja su definición porque ya está definido.

La muerte es la raya de la suma total.

El ser humano, tal como lo concibe el existencialista, si no es definible es porque empieza por no ser nada. Sólo después será tal como se haya hecho.
Así, pues, no hay naturaleza humana, porque no hay Dios para concebirla” (“El existencialismo es un humanismo”).

También desde la Psicología, como reacción contra la teoría del instinto, surgió el Conductismo que, en su versión más radical, negaba la existencia de comportamientos innatos y explicaba toda la conducta humana mediante procesos de aprendizaje.

Darwin había establecido una continuidad entre el Reino animal y el Reino humano y afirmó que “el ser humano tiene algunos instintos comunes”.

El psicólogo McDougall se lanzó al agua y utilizó el “instinto” como concepto fundamental para la explicación de la conducta humana.
Pero al definir el “instinto” de un modo tan amplio, otros psicólogos fueron más allá del propio McDougall y aparecieron instintos de todo lo habido y por haber: instinto de calcular la edad de los transeúntes, instinto de evitar comer las manzanas del propio huerto, instinto de… (Puede Ud. poner lo que se le ocurra).

¿Que uno tiene trato con los compañeros?, es por el instinto gregario.
¿Que anda solitario?, es el instinto antisocial.
¿Que lucha?, es el instinto de pugna.
¿Que cede ante los demás?, es el instinto de autorrebajamiento.
¿Que juega con los pulgares?, es el instinto de jugar con los pulgares.
¿Qué no lo hace?, es el instinto de no jugar con los pulgares.
¿Que juega mucho al bingo, al fútbol, a la lotería…? es el instinto lúdico.
¿Que, por el contrario, es muy ahorrativo…? es por el instinto de tacañería.
¿Que va por la calle y le gusta recoger cosas?, es por el instinto de avaricia o usura.
………
Instintos de todo, para todo.

Y una teoría que lo explica todo, no explica nada, porque igual vale para una cosa que para su contraria. (Lo que le ocurriría a la teoría del Inconsciente), omniexplicativa, es decir, nulliexplicativa o pseudoexplicativa.

El concepto de “instinto” se había convertido en un “pseudoconcepto”, por lo tanto las explicaciones fundadas en él eran “pseudoexplicaciones”.

No es de extrañar que surgiera el Conductismo.

Aunque actualmente  ha perdido vigencia el conductismo es el responsable de la idea tan difundida de que en el ser humano apenas cuentan –o no cuentan nada -  los factores hereditarios e instintivos.
De ahí que, para un conductista, la conducta humana es, exclusivamente, una conducta aprendida.

La Etología (estudio biológico de la conducta) ha demostrado, convincentemente, la existencia de instintos.
Ello quiere decir que muchos comportamientos de los animales no son aprendidos sino que obedecen a la información inscrita en sus genes y transmitida por herencia.

Dos de los etólogos más significativos, Lorenz y Tinbergen, defienden la existencia de pautas innatas (heredadas) de comportamiento) que son seleccionadas, también, por la evolución y que se heredan.

Los animales, por tanto, se encuentran genéticamente programados para determinados comportamientos.
Esa programación permite al animal: 1.- “reconocer determinados estímulos-signo”, ante los cuales, 2.- se dispara un “mecanismo desencadenador innato”, el cual conduce a, 3.- “la conducta consumatoria correspondiente”.

Estos tres pasos o momentos serían los componentes estrictos del instinto.

Dicho lo cual, hay que afirmar que no toda la conducta animal es instintiva, también pueden: 1.- aprender de la experiencia propia o 2.- por imitación de los otros individuos de su especie.

Lo que un animal pueda aprender -o no- depende de que posea -o no- “disposiciones innatas para el aprendizaje”.
Por lo tanto, ni puede aprenderlo todo, ni con la misma facilidad, ni en cualquier etapa de la vida.

Instintos y aprendizajes, íntimamente ensamblados, son las causas de la conducta animal.

Si el ambiente es muy reducido, basta y sobra con los instintos pero si el medio es muy amplio y variable entonces es el aprendizaje el que permite  adaptarse rápidamente a la nueva situación, aunque esta adaptación, al ser individual, no afectará al genotipo ni se transmitirá a las generaciones siguientes por herencia.

Los pájaros que aprender a perforar los tapones de las botellas de leche al ver cómo uno….o los monos que aprender a lavar el boniato sucio al ver que una mona……o los que aprenden a calentarse al fuego al ver que sus guardianes… Todos ellos son aprendizajes por imitación.

Caso muy distinto es el de la garrapata y su mundo tan reducido que con sólo los instintos…

El ser humano, fruto de la evolución animal, sí tiene naturaleza.

¿Y Ortega y Sartre?

Creo que deben ser interpretados de otra manera.
Lo que ellos niegan es que exista una “esencia humana general”, fija y eterna (tipo Platón)

Lo que afirman es que el ser humano es un ser histórico, que se hace a sí mismo a través del tiempo y que debe asumir la responsabilidad de su destino.
Y, en este sentido, se puede estar totalmente de acuerdo con ellos.

lunes, 23 de septiembre de 2019

EL HOMBRE: NATURALEZA Y CULTURA ( 1 )


A.- NATURALEZA Y CULTURA.

Racionalidad y cultura –gran cerebro y manos, respectivamente, desde el punto de vista anatómico- esa parece ser la diferencia, lo específico del ser humano en cuanto a su estructura.

¿Por qué difiere tanto la conducta humana del comportamiento animal?
¿Por qué en el ser humano –mientras que la evolución biológica parece, prácticamente, haberse detenido- la evolución cultural, en cambio, mantiene un progreso vertiginoso?

Entre nuestros más lejanos ancestros el tamaño del cerebro crecía rápidamente y, poco a poco, baja el ritmo de crecimiento, tanto que entre el Homo Sapiens y el hombre actual no hay, apenas, variación.
Desde los Neandertales el cerebro, prácticamente, ya no cambia, la cultura, sin embargo, se desarrolla masivamente y su aceleración es tal que las últimas culturas paleolíticas dan a la curva de crecimiento un aspecto exponencial.

Todo parece indicar que los animales no humanos están obligados a repetir siempre los mismos comportamientos; y que, en cambio, el ser humano es capaz de inventar y crear constantemente.
Este hecho está explicado de la siguiente manera: “los animales están encerrados en su naturaleza instintiva”, mientras que “el ser humano carece de naturaleza y es, únicamente, historia, cultura, libertad”.

El animal es sólo naturaleza  - se rige por el instinto – y éste es innato.
El ser humano es cultura – se rige por el aprendizaje – y éste es adquirido.

Que el ser humano posea “naturaleza” e “instintos” ha sido negado desde la Filosofía y desde la Psicología, pero, en la actualidad, la reciente ciencia de la Etología ha dado un vuelco total a esta cuestión.

En la Filosofía, desde los presocráticos a Aristóteles se hablaba de “fisis” en el sentido de “esencia” pero también en el sentido de “cosmos” o “universo”.
La “fisis” está regida/se rige por leyes necesarias, por lo tanto no puede hablarse de “libertad” (la no necesidad).
Todos los seres naturales actúan siempre necesariamente “según su propia naturaleza (interna)”.

Entonces, si el ser humano es un ser natural, no se ve cómo pueda ser libre. La solución será separar al ser humano de la naturaleza.

El universo, pues, quedaría separado en dos regiones: la naturaleza (necesaria) y el espíritu (libre).
Pero esta división no llevó a la filosofía clásica a negar que el ser humano poseyera una esencia o (naturaleza) permanente.
Este punto de vista, esencialista y a-histórico fue substituido en la primera mitad del sigo XX por dos poderosas corrientes filosóficas: el historicismo y el existencialismo. En ambos llegará a afirmarse que el ser humano no tiene naturaleza.

Dice nuestro Ortega y Gasset:
“Si el sistema corporal del ser humano es el mismo hoy y hace veinte mil años (….) quiere decirse que el cuerpo no es lo humano en el hombre. Es lo que tiene de antropoide. Su humanidad, en cambio, no posee un ser fijo y dado de una vez para siempre (…). Resulta que el ser humano no tiene naturaleza: nada en él es invariable. En vez de naturaleza tiene historia (…). La historia es el modo de ser propio a una realidad, cuya sustancia es, precisamente, la variación; por tanto, lo contrario de toda sustancia”    (“Historia como sistema”).

sábado, 21 de septiembre de 2019

MUERTE E INMORTALIDAD ( 4 )



TERCERA CONCEPCIÓN DE LA SUPERVIVENCIA POST-MORTEM

LA RESURRECCIÓN.

En sentido estricto, resucitar es que “un cuerpo, ahora cadáver, se regenere y vuelva a la vida”.

Era la concepción que tenían los judíos cuando empezaron a creer en una supervivencia tras la muerte, hacia finales del siglo II a. C. y era la concepción dominante entre los contemporáneos de Jesús de Nazaret (por ello no podían aceptar la resurrección sin la correspondiente tumba vacía, que fue lo que hicieron los apóstoles cuando María Magdalena se lo anunció a los que estaban aterrorizados por ser sus discípulos y por el temor de que también a ellos….por ser seguidores del crucificado, muerto y sepultado…).

Esta concepción de supervivencia post-mortem de los materialistas, para quienes la identidad de la persona viene constituida no sólo por las propiedades cualitativas de su cuerpo sino por ser “exactamente ese cuerpo”, es precisa la misma “identidad numérica”.

Para que Sócrates resucite es menester no simplemente que reviva un individuo físicamente idéntico a Sócrates sino que justamente los mismos átomos y las mismas moléculas que una vez constituyeron a Sócrates vuelvan a reunirse todos, en el mismo orden y en la misma disposición.

(Este corporalismo era el dominante en el período patrístico, incluso en Santo Tomás).

Tamaña hazaña es posible para un Ser Omnipotente, pero entender así la resurrección plantea varios problemas.

El primero que, pasado un tiempo, mucho o poco, es posible que algunos o muchos de los átomos y moléculas de un cadáver hayan llegado a formar parte de otro ser (pensemos en el canibalismo, en la ingestión por unos animales o, simplemente, en la absorción de los vegetales).
En ese caso Dios sólo podría resucitar a uno de los dos, o al primer muerto o al caníbal, al animal o a la planta a los que han ido parte del cadáver, una vez muerto Sócrates o cualquier persona.
Sería imposible, pues, resucitar a todo el mundo (sí, quizá, a alguna persona concreta).

El segundo problema es que si las moléculas que componen cada ser humano están reemplazándose constantemente pues, como parece ocurrir, cada siete años aproximadamente hemos renovado todas nuestras moléculas, entonces un agente omnipotente podría resucitar a unos 10 individuos (7x10=70) por cada persona que haya vivido 70 años.
Así, por ejemplo, ese ser omnipotente podría resucitar a un Sócrates bebé, a un Sócrates de 7 años, a otro de 14,…y todos serían Sócrates.
Pero es manifiestamente absurdo que puedan resucitar 10 Sócrates a la vez, cada uno de una edad diferente.

¿Cómo resucitaríamos? ¿Con qué cuerpo? ¿Con el mismo que teníamos a la hora de morir? ¿Con todos los achaques de la vejez? ¿Con el que quedó destrozado en un accidente?, ¿con el no-nato o recién-nato?

Recuerdo la anotación que nos hacía aquel profesor cuando se preguntaba cómo recuperar aquellos cabellos arrancados del peine después de bañarse en el Pisuerga (estábamos en Salamanca)

¿Con qué cuerpo? – se lo preguntaban ya los teólogos medievales.

Según los corporalistas estrictos, con el que teníamos a la hora de morir pues, para que el resucitado y el muerto sean la misma persona, ha de haber una continuidad espacio-temporal, el cuerpo del resucitado ha de ser físicamente continuo con el del muerto en el momento de morir.

Pero, puesto que siempre hay un hiato temporal entre el resucitado y el cadáver su identificación siempre será problemática.

Santo Tomás, que era corporalista, y que afirmaba que el principio de individuación para las criaturas de este mundo provenía de la materia, sostiene que entre la muerte y resurrección tiene que existir algo que enlace uno y otro cuerpo (o, más bien, una y otra persona) y ese algo es el alma que, aún privada de ciertas funciones esenciales, es portadora de la “identidad personal”.
Según él, el alma sin cuerpo tendría entendimiento y voluntad pero no otras funciones cognitivas, como la percepción, ni la memoria

Naturalmente, los corporalistas actuales niegan la existencia de esa tal entidad llamada alma.

Aporías varias aparecen en esta concepción: ¡vaya suerte para los que perezcan decrépitos, deformados, arruinados físico-fisiológicamente,… porque al momento de resucitar volverían a morir¡

Pero si la resurrección tomara como punto de partida el “apogeo físico” (20 años), entonces los bebés, los niños, incluso los adolescentes, se quedarían sin resurrección.

La estricta resurrección (“volver a vivir con un cuerpo como el que tenemos”) lógicamente no es absurda, pero para que sea posible es necesario, siempre, contar con la existencia de un Ser Omnipotente (que es el supuesto de todas las grandes religiones).

La “resurrección” sería una “re-creación” y lo que fue creado una vez por Dios vuelve a serlo otra vez (nuevamente “re-creado” por Él.

Para ser “yo resucitado” debo tener el mismo cuerpo que tenía antes de morir. Y el alma puede ser inmortal, al ser inmaterial, pero el cuerpo, al ser material, se desgasta, y se descompone con la muerte.
“Creo en la resurrección de la carne (de los muertos) y en la vida eterna y perdurable”

Pero el cuerpo resucitado –dicen los teólogos- no será un cuerpo material como el que ahora tenemos, sino un “cuerpo espiritual” (que a mí no me cabe en la cabeza imaginármelo) y que debería ser traslúcido (y no opaco), penetrable por los objetos físicos (y no impenetrable), que pudiese traspasar objetos (como nos representamos a los fantasmas y espectros atravesando paredes).

Pero –me pregunto- si no tiene masa no le afecta la gravedad ¿vagaría y se movería aleatoriamente? ¿Podría comer o sólo fingirlo? ¿Le alimentaría la comida? ¿Tendría ese “cuerpo espiritual” necesidades fisiológicas?

No creo que sea la mejor definición de este cuerpo resucitado denominarlo “cuerpo” sin tener nada en común con lo que entendemos por “cuerpo”

jueves, 19 de septiembre de 2019

MUERTE E INMORTALIDAD ( 3 )


2.- SEGUNDA CONCEPCIÓN DE LA SUPERVIVENCIA POST-MORTEM

La REENCARNACIÓN.

En una primera aproximación “reencarnación” significa que una persona muerta vuelve a nacer en un tiempo posterior y con otro cuerpo.

Para un “corporalista” la noción de reencarnación tiene que ser incoherente pues, si lo que identifica a un individuo como tal es su cuerpo, no solamente será inconcebible que alguien sea ese individuo sin un cuerpo, sino igualmente inconcebible que sea “ese mismo individuo” con “otro cuerpo”, porque “otro cuerpo constituirá, “eo ipso” otro individuo.

Y son muchas las personas (y personalidades) que creen en la reencarnación considerándose reencarnaciones de personalidades ya desaparecidas tiempo ha, que son ellas (las desaparecidas) pero en el cuerpo que ellas (las vivas) tienen.

¿Es posible mantener la misma identidad con cuerpos distintos y tiempos diferentes?

Quien se considera reencarnación de Gandhi, indio, asesinado un 30 de Enero de 1.948 ¿es Gandhi reencarnado? ¿Y no puede haber muchos más que se consideren Gandhis reencarnados?

Si los hombres fuéramos como las amebas y pudiéramos dividirnos en ese momento habría dos personas separadas donde antes había habido, realmente una pero potencialmente muchas.
Pero es que nuestra llegada a la vida no es como la de las amebas o por partenogénesis, sino de la fecundación de un óvulo por un espermatozoide.

De los dos o X Gandhis que se consideran reencarnaciones de aquel Gandhi original ¿todos pueden reclamar ser los auténticos? ¿Una identidad, la del Gandhi indio, puede dividirse y materializarse en varios cuerpos y en distintos tiempos y lugares?

Si hoy mismo apareciese alguien mostrando todos los recuerdos, por conocer detalladamente su biografía, y siendo consciente jurase y perjurase ser la reencarnación de Gandhi, pero, ante las nuevas circunstancias no se portase como Gandhi sino siendo agresivo, comilón, superactivo, con ropajes de lujo… ¿qué diríamos si tiene todos sus recuerdos y se considera él, Gandhi?
¿O hay que comprobar la sintonía de su actitud, de su comportamiento, de su moralidad, de su forma ética de vivir en su día a día,…?

¿Qué podría confirmarnos que era la reencarnación de Gandhi?

¿Podría haber una conexión causal entre el ya muerto y el (re)nacido pero que no es desconocida porque no sabemos en qué consistiría y cómo operaba?
El desconocimiento de la causa quizá autorice a que exista la posibilidad si no hay contradicción ¿pero la realidad?

Si los reencarnados conservasen, todos, los recuerdos de las vivencias que tuvo el primitivo y original y las conciencias de ser esa persona, ¿estaremos en condiciones de afirmar que sí son reencarnaciones?
Porque, naturalmente, si no hay recuerdos del muerto la persona viva no es la misma que la muerta.

¿Podría afirmar un corporalista que esa o esas personas que se consideran reencarnaciones por poseer, en verdad, los recuerdos de las muertas que ello sería fruto de estar sufriendo alucinaciones y sugestiones?

Pero ¿y si se constatara que tales supuestos casos de reencarnaciones eran relativamente frecuentes, induciría ello a pensar en un procedimiento natural, aunque desconocido, que hacía que las mismas personas volvieran a la vida una y otra vez –naturalmente con cuerpos diferentes- ?
Entonces la reencarnación de las personas (esto es, de las series causalmente enlazadas de memoria-autoconciencia) sería un hecho bien establecido y, a “fortiori”, posible.

Para los creyentes en y partidarios de la reencarnación ésta es una posibilidad de que las almas, tras la muerte del cuerpo, puedan volver a emparejarse con otro cuerpo.

¿También si, el día de mañana, apareciese vida humana en otros planetas de la galaxia y alguno de ellos se considerara reencarnación de Gandhi o sólo para los del planeta tierra?

Una de las tradiciones religiosas que más ha insistido en la idea de reencarnación, el budismo, afirma, simultáneamente, la irrealidad del yo y la inexistencia de un alma espiritual individual.
Pero, si no existe una substancia individual espiritual ¿qué es, entonces, lo que se reencarna?

Porque en esta vida una misma persona puede sufrir cambios psicológicos radicales (de creencias, actitudes, formas de comportamiento,…) y, sin embargo, sigue siendo la misma persona (por lo que ésta no puede ser sólo un conjunto de rasgos psicológicos –como afirma el budismo).
Por lo que la permanencia de los mismos rasgos psicológicos no es necesaria para preservar la identidad personal.

Además, algunos cambios de cuerpo en la reencarnación tendrán que producir alteraciones radicales en la psique del individuo (supóngase –por ejemplo- que Induráin se reencarnara en un paralítico, o en una mujer sumamente obesa, ¡qué cambios psicológicos no habría de sufrir, especialmente si recordara haber sido el mejor ciclista del mundo!

Además, si a lo largo de las sucesivas reencarnaciones permaneciera invariable la personalidad del individuo, ¿cuál sería la finalidad teológica del sistema de reencarnaciones? ¿No se supone que el alma se reencarna para purificarse moral y religiosamente?

Si la persona muerta era “al morir” la misma que la reencarnada “al nacer”, después, a lo largo de la vida, la persona cambiaría varias veces de identidad.

Si el año 2.100, cuando ya no esté yo, si aparece alguien que dice ser mi re-encarnación o yo reencarnado, ante las nuevas situaciones de todo tpo, ¿estará su comportamiento en consonancia con cómo sería mi comportamiento?-
Si alguien apareciera con el recuerdo de todas mis vivencias, como si él las hubiera vivido, con mi personalidad, con mi carácter, con mis hábitos y actitudes, con mis ideas,… afirmando, conscientemente, ser yo ¿sería yo reencarnado?

Un conjunto de rasgos psicológicos (como propone el budismo) por muy determinado que sea está lejos de poder constituir la identidad personal de nadie.

En conclusión, la idea de reencarnación, entendida bien como la idea de un alma que transmigra de un cuerpo a otro, o bien como la idea de una autoconciencia-memoria-personalidad que, mediante algún mecanismo causal desconocido, transita de un cuerpo a otro, sólo es incoherente si admitimos una teoría estrictamente materialista de la identidad personal.

Mientras estas teorías no triunfen claramente, los creyentes en la reencarnación pueden respirar tranquilos en cuanto a la coherencia de su creencia.



martes, 17 de septiembre de 2019

MUERTE E INMORTALIDAD ( 2 )


TRES concepciones sobre la “inmortalidad”.

1.- PRIMERA CONCEPCIÓN DE LA SUPERVIVENCIA POST-MORTEM.

 La de Platón, en el Fedón, y la de Descartes, en la Meditación Sexta.

Como todos poseemos una alma espiritual, distinta del cuerpo, la supervivencia post-mortem consistiría en que el alma, al ser inmaterial o espiritual es, por naturaleza, inmortal ya que la muerte es la separación de las partes y al ser inmaterial y no tener partes no podrá descomponerse al no estar compuesta.

De esta concepción del hombre como una “unión accidental”, una yuxtaposición y contigüidad de dos substancias, la inmortalidad sería sólo la del alma, lo que, para los defensores de una “teoría corporalista de la persona”, tal hipótesis es manifiestamente incoherente porque, si ser una persona determinada consiste en ser un cuerpo (o un cerebro) que va pasando por sucesivas fases espacio-temporalmente ligadas, una vez destruido el cuerpo y el cerebro, no puede quedar nada de la persona.
Incluso si algo sobreviviera a la corrupción del cuerpo, eso no sería una persona sino algún otro tipo de entidad, difícilmente imaginable.

Todo esto suponiendo que el concepto “espíritu” sea algo coherente y no “incoherente simplíciter” porque el espíritu es incapaz de actuar, ser un agente, lo que entrañaría ser un organismo y poseer un cuerpo.

Aunque fenómenos paranormales, del ámbito de la parapsicología, como la “telekinesia” o la “telepatía”, son nociones claramente inteligibles y que permiten un acercamiento a la noción de espíritu.
El espíritu sería una persona (por tanto un agente racional y moral) sin cuerpo.

La telekinesia es un modo de ejecutar acciones a distancia sin intervención del cuerpo.
O la telepatía, como modo de informar al otro “telepáticamente”, sólo con el pensamiento y sin intervención de órgano corporal alguno.

Pero, es estos casos ¿cómo diferenciar a un espíritu de otro si no existen en el espacio? ¿O sólo sería Uno y Mismo espíritu?

¿Entonces, la supervivencia post-mortem sería la inmortalidad de Una sola alma haciendo imposible la identidad personal individual?

No sería yo, mi yo, esta “gota de agua que soy” este yo que soy, el inmortal, sino ese río o corriente espiritual sin individualidad alguna.

Ese “alma universal única, inmortal, ese río”, “seríamos tú y yo seres concretos o perderíamos nuestra identidad como la gota de agua la pierde al desembocar en el río?

Una hipótesis más débil podría afirmar que, si bien es posible que existan espíritus (incluso que sean inmortales) nosotros los humanos no pertenecemos a esa categoría pues somos “unidades psicosomáticas” en las que el cuerpo forma una parte inalienable.

Somos “cuerpos animados” o “almas corporeizadas”, no simples cuerpos y simples almas unidas accidentalmente, sino una unidad substancial.

Aunque, pues, la noción de espíritu fuera coherente, la noción de supervivencia de nosotros los humanos en cuanto espíritus es incoherente por la simple razón de que no somos espíritus.

Si la memoria de mis vivencias y estados anteriormente vividos y la autoconciencia fueran los elementos esenciales de la estructura del alma o espíritu, si fuera posible copiarlos y pegarlos en un pendrive  y, abundando en la posibilidad, si fuera posible vaciar el contenido del cerebro de otra persona y poder conectar el pendrive de lo mío, ¿Sería yo, pero en ese otro cuerpo?

¿Seguiría siendo yo, el mismo que ahora soy, al tener el mismo espíritu-alma (recogido en ese pendrive) pero distinto cuerpo?

No parece haber ninguna razón para pensar que poseamos un alma puramente espiritual, además de un cuerpo (o una mente además de un cerebro), sino que somos “unidades psicosomáticas”, por lo que la idea de supervivencia espiritual, tras la muerte, es incompatible con nuestra naturaleza.

Descartes diría que “si es posible concebir que tengo un alma inmaterial y un cuero material, si tengo “una idea clara y distinta de cada uno de ellos, entonces “es posible” que existan ambos, al no ser contradictorio.

Pero dar ese salto de que, al no ser contradictorios, por tener ideas claras y distintas de ambos, sean reales, va un abismo.
“Del “posse” al “esse” non valet ilatio”

Y me viene a la mente Santo Tomás y el tema del hombre, unión substancial, y que (con el “credo” en el dogma) el alma, al ser inmortal, y como cada alma es alma de uno y mismo cuerpo, cuando el hombre muere y el cuerpo queda como cadáver en descomposición, para que mi alma (inmortal) pueda unirse a mi cuerpo (cadáver) habrá que creer en la “resurrección de la carne”, al fin de los tiempos, para que mi alma, esperando, pueda unirse a mi cuerpo “resucitado” para poder ser “inmortal yo, y no sólo mi alma”.


lunes, 16 de septiembre de 2019

MUERTE E INMORTALIDAD ( 1 )


MUERTE E INMORTALIDAD.

Desde que el “homo sapiens” apareció sobre la tierra la eterna pregunta ha sido si habrá, o no, algo tras la muerte.
Y la respuesta (creo que universal) ha sido que SÍ.

Naturalmente estamos hablando de “creencia” en la inmortalidad, no de “conocimiento” sobre ella.
El escepticismo sobre que haya algo allende la tumba está cada vez más extendido.

¿Es, lógicamente posible, sobrevivir a la muerte del cuerpo (porque el cuerpo muere)?
¿De qué tipo de supervivencia se trataría?

Un filósofo inglés, Antony Flew, fallecido en 2.010 niega esa posibilidad y lo expresa con un ejemplo: “sugerir que podríamos sobrevivir a esta disolución (del cuerpo) parece sugerir que una nación podría sobrevivir  a la aniquilación de todos sus miembros”

Pero aunque sea incoherente que uno siga viviendo tras morir su cuerpo es mucha-muchísima la gente que se lo cree y más gente, aún, que lo desea, aunque no se lo crea o tenga dudas de que su deseo vaya a ser realizado, se vea cumplido.

Desear X es desear que X sea verdad, pero si es incoherente la existencia de X (sobrevivir post-mortem) carece de sentido desearlo o es un deseo estúpido.

Es como si yo deseara que 2+5 fueran 11: o ese deseo es imposible o es un deseo estúpido.

Si alguien desea que el “triángulo” no tenga ángulos ¿es inteligible ese deseo sabiendo que es contradictorio “in terminis”?

¿“Ojalá siga viviendo tras la muerte” es, o no, una proposición incoherente? Más  aún, es que sólo enuncia un deseo, es real ese deseo, pero no que sea realidad lo deseado, sólo es un deseo.

El que sea lógicamente posible que una persona siga existiendo, o no, tras la muerte dependerá de en qué consiste ser persona.

Vemos, cada día, que las personas mueren y nada se sabe de su inmortalidad post-mortem, pero deseamos que nosotros seamos inmortales.

Cuando se cree en ello, es verdad que se cree, otra cosa distinta es que sea verdad lo creído, que exista, porque, no por desearlo, tiene que existir en la realidad (aunque sí exista en la mente como “deseo”).

Aristóteles, hace muchos años, propuso la “teoría hilemórfica” (hilé=materia) morfé (forma)”: “todos los seres reales están compuesto de “materia” y “forma”.
La forma aglutina a todos los seres de la misma especie, mientras la materia los individualiza.
A la especie humana pertenecen todos los hombres, que son igual de hombres o de personas (varones-mujeres, blancos-no blancos, altos-bajos, gordos-flacos, reyes-ciudadanos,…) pero luego cada uno tiene su materia (su cuerpo, su espacio, su peso,…) que los “individualiza”.

Pedro, Juan, Diego,…tienen la misma “forma” pero cada uno es cada uno, por su “materia”

¿Qué es el hombre?

¿Es la yuxtaposición de dos substancias: cuerpo (material) y alma (inmaterial)?
En este supuesto, si la muerte es la separación de las partes, el día que se separe el alma del cuerpo, éste morirá al descomponerse sus partes y en la sepultura quedarán sus huesos… pero el alma se separará y como es inmaterial no podrá descomponerse, al no estar compuesta, por no ser material.

¿Qué es el hombre?

Porque si es un “cuerpo organizado” o un “alma corporeizada”  al nos ser dos substancias que se juntan sino dos semisubstancias que sólo cuando se juntan existen, no podrá haber un cuerpo humano sin organización (alma, forma), ni un alma humana (organización) sin cuerpo que organizar.

Pero si somos “un alma que se vale de un cuerpo como instrumento” en el que estar cuando está en esta vida, el día que el instrumento se estropee, se rompa, se inutilice,…el alma quedaría libre y es la que sería inmortal.

Pero ¿“yo sería yo sin este cuerpo que tengo y que me individualiza”?

¿Mi alma, inmortal, sería yo cuando mi cuerpo está descomponiéndose en la tumba?

Cuando hablamos de “inmortalidad” ¿estamos hablando de “inmortalidad del hombre” o sólo de “inmortalidad del alma”?

TRES concepciones sobre la “inmortalidad”.

domingo, 15 de septiembre de 2019

EL MITO DE LA NA(TI)VIDAD ( y 7 )



RESUMIENDO EN CUATRO PALABRAS:

La Navidad tal y como la viven los cristianos, católicos, protestantes o evangélicos, es hoy más bien una leyenda según los expertos en estudios bíblicos.
Una bella y tierna leyenda creada, para que se cumplieran las profecías según las cuales el Mesías debería ser de la estirpe de David que había nacido en Belén.

En realidad Jesús y toda su familia eran de Nazaret. Todos judíos.

La leyenda del nacimiento de Jesús cuenta que, nació en invierno, en un pesebre, entre animales que le ofrecían calor, adorado por tres reyes de Oriente que le llevaron de regalo oro, incienso y mirra.

Junto con la de su nacimiento en Belén nació también la leyenda de la huida a Egipto porque el rey Herodes quería matar al niño. Como no consiguió encontrarlo, habría mandado matar a todos los niños menores de dos años.
Una historia preñada de simbolismos que acaba gustando a pequeños y grandes.

La leyenda del nacimiento de Jesús es silenciada por dos de los cuatro evangelios canónicos: el de Marcos, considerado el más antiguo, y el de Juan.
Ellos inician el relato de la vida de Jesús cuando era ya adulto.
Dan por hecho que Jesús y toda su familia eran oriundos de la aldea de Nazaret, tan pequeña que no aparece en los mapas de aquel tiempo.
Tan rural, que en ella se hablaba un dialecto del arameo, la lengua oficial.
El hebreo se había convertido en una lengua de culto.

Tan insignificante era el lugar de nacimiento en aquel tiempo que los fariseos, ante la fama que iba ganando el profeta, se preguntaban “si en Nazaret podía nacer algo bueno”.

La Iglesia bautizó como cristiana la gran festividad pagana de los romanos

El judío Jesús, el que daría nombre y sería origen del futuro cristianismo, nació sin cantos de ángeles, sin magos llegados del Oriente para adorarlo, sin pesebre y sin ser perseguido por Herodes.

No nació el 24 de diciembre, por el simple hecho de que en ninguno de los textos evangélicos se habla de esa fecha.
Fue escogida por la Iglesia más tarde porque los cristianos querían celebrar la festividad de su nacimiento.
Se decidió que fuera el 24 de diciembre porque era la gran fiesta de Roma, la fiesta al dios Sol.
La Iglesia bautizó como cristiana la gran festividad pagana de los romanos.

Otro de los argumentos de los biblistas para defender que Jesús nació en Nazaret se refiere al hecho de que a los judíos se les designaba o por el nombre del padre o por el del lugar del nacimiento.
Jesús debería haberse llamado o Jesús de José o Jesús de Belén, algo que no aparece en ningún texto evangélico.
En ellos, en todos, se le llama siempre Jesús de Nazaret.

Una cosa es cierta: nadie sabe lo que Jesús hizo hasta los 30 años que es cuando aparece en público.

Se ha querido defender últimamente que Jesús era analfabeto.
Nada más falso.
Si acaso, el misterio radica en saber cómo sabía tanto tras haber vivido hasta entonces encerrado en el pequeño pueblo de Galilea trabajando como carpintero o, quizá mejor, como peón de albañil.

En efecto, a los 30 años Jesús se muestra capaz de discutir con los doctores de la ley, conocía los textos sagrados del judaísmo, varias culturas como la griega o la de los gnósticos y otras religiones como el budismo.

Jesús era culto y hasta intelectuales como Nicodemo iban a encontrarse con él de noche, a escondidas, para discutir temas filosóficos como el de la metamorfosis indispensable para poder dar un salto cuántico del frío culto a la ley a la libertad de espíritu del nuevo Reino por él anunciado.

Nacen así las hipótesis de que en vez de haberse quedado en Nazaret hubiese podido viajar a Egipto y hasta a la India durante su juventud.

Conocía bien la cultura griega.

Cuando los apóstoles le presentan un grupo de griegos que querían conocerle, usa con ellos de una fina ironía.
A sabiendas de que para ellos la belleza corporal era fundamental y criterio de poder, Jesús les cuenta la parábola de la simiente, la cual si no se pudre en la tierra y no se la cubre de estiércol, no nacerá ni dará frutos.
Lo opuesto a los puros criterios de la estética de la belleza griega.

¿Qué si Jesús estaba casado?

Pocos teólogos y expertos en cuestiones bíblicas, tanto católicos como protestantes, lo ponen hoy en duda.
Era práctica inconcebible para un judío de su tiempo no tener familia y descendencia ya que el judaísmo se transmite de madre a hijo.

Tan fuerte era ese motivo que en la Biblia a los patriarcas cuyas esposas eran estériles, Dios les pedía que se acostasen con una de las esclavas para darles descendencia.
Fue el caso, por ejemplo, de Abraham, casado con Sara, y que no podía procrear.

¿Con quién estaba casado? Sin duda con la Magdalena, que no era, como sostuvo durante siglos la Iglesia, una prostituta o endemoniada.
Con mucha probabilidad era una conocedora de la doctrina gnóstica, como aparece en algunos evangelios de aquella secta.
A ella confiaba sus mayores secretos, algo que despertaba los celos de Pedro: “¿Por qué a ella y no a nosotros?”, se pregunta en uno de los evangelios gnósticos.

De no haber sido su mujer no hubiese sido a ella a quien se le apareció el día de la resurrección, antes aún que a su madre.

Pedro se quedó perplejo preguntándose por qué no se les había aparecido a ellos, sus discípulos, ya que además las mujeres no contaban nada, ni eran creíbles en aquel tiempo.
Ni siquiera como testigo ante un juez.

Fue siempre ese hecho el gran quebradero de cabeza de Tomás de Aquino, doctor de la Iglesia, que se murió sin entender por qué Jesús no se apareció antes que a nadie a Pedro, que era el jefe del grupo de apóstoles y lo hizo a una mujer.

¿Entonces, si no nació en Belén, ni el 24 de diciembre, vale la pena celebrar la Navidad?

Sí, porque esa leyenda lleva en su entraña la añoranza del ser humano de pararse una vez al año para celebrar la vida, para apostar por la paz, un paréntesis para el perdón y la aceptación de los otros, sobretodo de los diferentes.

¿No fue por ser diferente, por no doblegarse al poder tirano e injusto, por predicar el perdón, bendecir a prostitutas y endemoniados y tocar a leprosos, por lo que Pilatos mandó clavarlo, aún joven, en una cruz?

Dónde y cuándo nació importa menos.

sábado, 14 de septiembre de 2019

EL MITO DE LA NA(TI)VIDAD ( 6 )



El mito, pues, es utilizado como medio de integración social y no como instrumento de disolución de la sociedad.

El Belén casero también manifiesta la pobreza (el portal, el musgo, el corcho, el espejo del río, las figuritas de barro, o de plástico,…

Cuando el pobre se resigna a su estado se torna en un ser humilde y no hay protesta alguna ¿acaso José y María, pobres en extremo, protestaron por su situación?

Resignación, conformismo, aceptación de las adversidades.

Pero la pobreza no exime del trabajo. Hay que seguir trabajando para, sin dejar de ser pobre, sobrevivir.

El mito sigue adaptándose a las circunstancias.

Pobreza e, incluso, caridad con los más pobres, aún, que ellos.

La pobreza como cualidad o condición natural del hombre, de ahí que Dios, al encarnarse y hacerse hombre también naciera y viviera como pobre.
La riqueza, además de pecadora, es deshumanizadora.
La pobreza en lo más alto de la escala axiológica teológica, porque en la escala social…

Hasta los Reyes que, originariamente fueron considerados “magos o astrólogos”, observadores de las estrellas, mutaron en Reyes Magos, procedentes de partes distintas de la tierra (Europa, Así y África) y si llegaron a Belén fue porque una estrella los iba guiando pero…nada sabían de “pobreza” (eran reyes) de ahí que la primera hipótesis era que ese Rey recién nacido viviera en un Palacio (el palacio de Herodes) y, preguntando por…(la posterior matanza de los Inocentes, niños como Jesús y, así, matándolos a todos… el viaje a Egipto de la Sagrada Familia, en burra (¿comprada, alquilada, robada, encontrada?)

El cambio de “mago” a “rey” no es casual, sino estratégico (hasta los ricos reyes del mundo llegan al pobre portal, donde ven a un niño pobre y le regalan…)

Y como la muerte nos iguala a todos, absolutamente a TODOS, los ricos tendrán que dejar aquí sus riquezas pero los pobres sólo llevarán sus manos llenas de callos, por el trabajo y Dios les dirá: “Venid, benditos de mi Padre porque…)

Pero este Niño-Dios, pobre, tiene un origen regio, unos ascendentes reales, nada menos que es de la “estirpe, del linaje, del Rey David”, lo que intensifica aún más el valor de la pobreza.

SUBLIMACIÓN de la pobreza, enaltecimiento de la misma.
La Pobreza Material es Riqueza Espiritual.

El Niño-Dios-Rey no en un palacio sino en una cueva, desnudo, sin ropajes de niño-rey, pobre, no rico,

El Mesías, el Salvador, el Liberador tuvo que llegar a este mundo disimuladamente, sin poder, sin riqueza,… (De nuevo otro mito; el de los Niños Santos Inocentes, para evitar un rival)
Jamás Herodes hubiera imaginado que ese niño-rey iba a nacer en una cueva, de padres pobres,…

Misión humana y divina la del recién nacido.

Los Reyes Magos, al descubrir la realidad, no se hacen cómplices y, a pesar del mandato de Herodes “volvieron a sus tierras por otro camino” y sin pasar por palacio por lo que al sentirse traicionado, burlado,…la matanza indiscriminada de niños.

Vinculación de la fiesta terrena presente y la fiesta eterna celestial.

Es el MENSAJE del MITO DEL NACIMIENTO.

viernes, 13 de septiembre de 2019

EL MITO DE LA NA(TI)VIDAD ( 5 )



Es verdad que, históricamente, los judíos esperaban el Mesías de dos maneras distintas: los fariseos, fervientes religiosos, esperaban la libertad por la vía divina, mientras los zelotes, políticos y antirromanos, revoltosos, la esperaban por la lucha armada (Jesús sería considerado y ubicado como un Zelote, pero más inteligente y no confeso para eludir su persecución (“Dad al César lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios” –inteligente manera de salir del embrollo en que lo quisieron meter, ya en su vida pública, alrededor del año 28, en que se intensificó el espíritu nacionalista judío, que llegaría a su zenit el año 60 y que Roma respondió, bajo el mandato del Emperador Tito, el año 66, arrasando Jerusalén durante 4 años y destruyendo el Templo el año 70)

Pero lo que el pueblo llano vería en ese niño recién nacido no sería nada de eso y la visión de “salvador” sería la posterior interpretación de una Iglesia ya establecida y con contenido añadido.
El pueblo judío nunca habría acudido a una cueva, desconocida, en la que habría nacido un niño, desconocido, de unos padres desconocidos cuya madre se puso de parto y que será ayudada por mujeres aledañas.
Toda esa parafernalia del Belén, los Pastores, Los Reyes Magos,…no fue sino el ropaje religioso con que fue revestido el acontecimiento siglos después, por la Iglesia.

Liberación política y salvación religiosa.

Pero el mito, tal como hoy lo conocemos se gestó en plena Edad Media (lo que nunca debemos olvidar) y trasciende, y con mucho, al tiempo cristiano y fue esta gestación medieval la que lo popularizó, porque la propia Iglesia estaba muy interesada en ello, pero durante más de los primeros 1.000 años, nada de nada, pero había que conseguir que el mito calase y arraigase en las conciencias de los hombres y, sobre todo, en los niños, los más proclives a ello por su inmadurez psicológica y su fácil catequización, además del gusto infantil por la parafernalia aneja.

Ya sabemos que Iglesia y Estado eran los dos poderes imbricados.
El Rey o Emperador no lo era, legal y legítimamente, hasta que el Papa o la Autoridad Religiosa lo coronase.
Después, mutuamente, se protegían porque de esa manera el poder sobre la población era tanto externamente, incluso con el uso de la fuerza si fuera necesario y la Iglesia tomaba posesión de la conciencia psicológica y estructurando la conciencia moral, que no era sino la moral religiosa impartida por los representantes de Dios en la tierra.

Y en caso de conflicto Dios prima sobre el hombre, el creyente sobre el esclavo-siervo-ciudadano, la vida eterna sobre la vida temporal, el cielo sobre la tierra, los castigos eternos sobre los temporales, incluso se le podía despojar de la corona amenazando, como herejes, y excomulgados, a quienes siguieran obedeciendo al excomulgado Rey-Emperador y ya sabemos las consecuencias que sobrevenían, en esta vida (y por lo tanto en la otra) a los excomulgados.

Esa ideologización del mito era la estrategia perfecta parra llevar y llegar a buen puerto la inserción en el pueblo.

(“Seguid la fiesta, pero ya no por el Sol triunfando sobre las tinieblas (solsticio) sino por el nacimiento del Niño-Dios, liberador y salvador, Redentor).

Si a una sociedad pobre y rural, una sociedad de supervivencia,  se le presenta el mito del nacimiento de un niño y una familia pobre y en un ámbito rural, cala más y mejor en esa sociedad, sin referencias políticas de liberación del dominio romano sobre Palestina, sino de Jesús sobre Satán.
Un Jesús igual de pobre que ellos, uno más como ellos, y no si hubiera nacido en un palacio y fuera de estirpe real (aunque luego se le relacione con el Rey David).
No es el Niño-Rey, sino el Niño-Dios, que viene al mundo viviendo, al principio, de la caridad pública de unos pastores que le llevan de lo que tienen (comida, leche, pieles,…)

Parir y nacer yendo de viaje, en una cueva o, mejor, cuadra, sin tejado ni casa propia, un pesebre por cuna, unos animales presentes y testigos que le echan el aliento para que entre en calor porque en invierno y con frío…, sin comida ni ropa,… ¿qué más parecido o peor que ellos mismos?
Y es que la pobreza es más popular y está más generalizada que la riqueza.
Jesús era de los suyos, y así lo presenta el mito del nacimiento.

Si, además, en el Sermón de la Montaña, a ese niño ya adulto, se le habla de que “bienaventurados los pobres, los que tienen hambre y sed, de que los últimos en esta vida serán los primeros en la otra,…” está refiriéndose a ellos, que deben considerar su misérrima condición no como una desdicha sino como la carta de naturaleza, la garantía, de ser los escogidos,… (Y mientras, la Iglesia y el Estado, encantados con esa sumisión del pueblo).

El mensaje es claro: la pobreza no sólo no es una desgracia, una desdicha, sino que es una “gracia”, una “dicha” (“dichosos vosotros, lo pobres,…)
(También nosotros (la Iglesia) prometemos el “voto de pobreza”)

La que es mala es la riqueza “es más fácil que un rico pase por el ojo de una cerradura a que entre en el reino de los cielos” (aunque ningún rico quiera renunciar a ella ¿a ver si no es verdad?

Además, que el Belén medieval tiene su origen en el “poverello de Asís”, en San Francisco de Asís, italiano, que renunció a su herencia y fue el fundador de una Orden Mendicante, la de los franciscanos, junto a la otra, la de los Dominicos, de Santo Domingo de Guzmán, español.

La pobreza, siempre mala, queda transmutada en buena, otorga la salvación, y es una imitación a la extrema pobreza del Niño de Belén.

“Es como nosotros”.

Debemos resignarnos a la pobreza, es de máximo interés permanecer en ella y agradable a los ojos de Dios.
Ella es nuestra carta de presentación, el certificado de nuestro destino celestial, aunque tengamos que esperar a que llegue la hora de presentarnos ante Dios con nuestras credenciales.

Nada de protestas, nada de rebeldía, sino grandeza de la pobreza y de la esperanza, porque en esta vida “cuanto peor, mejor”, pero en la otra, y por toda la eternidad… ¿Habrá mayor y mejor consuelo?