MUERTE E INMORTALIDAD.
Desde que el “homo sapiens”
apareció sobre la tierra la eterna pregunta ha sido si habrá, o no, algo tras
la muerte.
Y la respuesta (creo que
universal) ha sido que SÍ.
Naturalmente estamos hablando
de “creencia” en la inmortalidad, no de “conocimiento” sobre ella.
El escepticismo sobre que
haya algo allende la tumba está cada vez más extendido.
¿Es, lógicamente posible,
sobrevivir a la muerte del cuerpo (porque el cuerpo muere)?
¿De qué tipo de supervivencia
se trataría?
Un filósofo inglés, Antony
Flew, fallecido en 2.010 niega esa posibilidad y lo expresa con un ejemplo:
“sugerir que podríamos sobrevivir a esta disolución (del cuerpo) parece sugerir
que una nación podría sobrevivir a la
aniquilación de todos sus miembros”
Pero aunque sea incoherente
que uno siga viviendo tras morir su cuerpo es mucha-muchísima la gente que se
lo cree y más gente, aún, que lo desea, aunque no se lo crea o tenga dudas de
que su deseo vaya a ser realizado, se vea cumplido.
Desear X es desear que X sea
verdad, pero si es incoherente la existencia de X (sobrevivir post-mortem)
carece de sentido desearlo o es un deseo estúpido.
Es como si yo deseara que 2+5
fueran 11: o ese deseo es imposible o es un deseo estúpido.
Si alguien desea que el
“triángulo” no tenga ángulos ¿es inteligible ese deseo sabiendo que es
contradictorio “in terminis”?
¿“Ojalá siga viviendo tras la
muerte” es, o no, una proposición incoherente? Más aún, es que sólo enuncia un deseo, es real ese
deseo, pero no que sea realidad lo deseado, sólo es un deseo.
El que sea lógicamente
posible que una persona siga existiendo, o no, tras la muerte dependerá de en
qué consiste ser persona.
Vemos, cada día, que las
personas mueren y nada se sabe de su inmortalidad post-mortem, pero deseamos
que nosotros seamos inmortales.
Cuando se cree en ello, es
verdad que se cree, otra cosa distinta es que sea verdad lo creído, que exista,
porque, no por desearlo, tiene que existir en la realidad (aunque sí exista en
la mente como “deseo”).
Aristóteles, hace muchos
años, propuso la “teoría hilemórfica” (hilé=materia) morfé (forma)”: “todos los
seres reales están compuesto de “materia” y “forma”.
La forma aglutina a todos los
seres de la misma especie, mientras la materia los individualiza.
A la especie humana
pertenecen todos los hombres, que son igual de hombres o de personas
(varones-mujeres, blancos-no blancos, altos-bajos, gordos-flacos,
reyes-ciudadanos,…) pero luego cada uno tiene su materia (su cuerpo, su
espacio, su peso,…) que los “individualiza”.
Pedro, Juan, Diego,…tienen la
misma “forma” pero cada uno es cada uno, por su “materia”
¿Qué es el hombre?
¿Es la yuxtaposición de dos substancias:
cuerpo (material) y alma (inmaterial)?
En este supuesto, si la
muerte es la separación de las partes, el día que se separe el alma del cuerpo,
éste morirá al descomponerse sus partes y en la sepultura quedarán sus huesos…
pero el alma se separará y como es inmaterial no podrá descomponerse, al no
estar compuesta, por no ser material.
¿Qué es el hombre?
Porque si es un “cuerpo
organizado” o un “alma corporeizada” al
nos ser dos substancias que se juntan sino dos semisubstancias que sólo cuando se
juntan existen, no podrá haber un cuerpo humano sin organización (alma, forma),
ni un alma humana (organización) sin cuerpo que organizar.
Pero si somos “un alma que se
vale de un cuerpo como instrumento” en el que estar cuando está en esta vida,
el día que el instrumento se estropee, se rompa, se inutilice,…el alma quedaría
libre y es la que sería inmortal.
Pero ¿“yo sería yo sin este
cuerpo que tengo y que me individualiza”?
¿Mi alma, inmortal, sería yo
cuando mi cuerpo está descomponiéndose en la tumba?
Cuando hablamos de
“inmortalidad” ¿estamos hablando de “inmortalidad del hombre” o sólo de
“inmortalidad del alma”?
TRES concepciones sobre la
“inmortalidad”.
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