RESUMIENDO EN CUATRO
PALABRAS:
Una bella y tierna leyenda
creada, para que se cumplieran las profecías según las cuales el Mesías debería
ser de la estirpe de David que había nacido en Belén.
En realidad Jesús y toda su familia eran de Nazaret.
Todos judíos.
La leyenda del nacimiento de Jesús cuenta que, nació
en invierno, en un pesebre, entre animales que le ofrecían calor, adorado por
tres reyes de Oriente que le llevaron de regalo oro, incienso y mirra.
Junto con la de su nacimiento en Belén nació también
la leyenda de la huida a Egipto porque el rey Herodes quería matar al niño.
Como no consiguió encontrarlo, habría mandado matar a todos los niños menores
de dos años.
Una historia preñada de simbolismos que acaba gustando
a pequeños y grandes.
La leyenda del nacimiento de
Jesús es silenciada por dos de los cuatro evangelios canónicos: el de Marcos,
considerado el más antiguo, y el de Juan.
Ellos inician el relato de la
vida de Jesús cuando era ya adulto.
Dan por hecho que Jesús y
toda su familia eran oriundos de la aldea de Nazaret, tan pequeña que no
aparece en los mapas de aquel tiempo.
Tan rural, que en ella se hablaba
un dialecto del arameo, la lengua oficial.
El hebreo se había convertido
en una lengua de culto.
Tan insignificante era el
lugar de nacimiento en aquel tiempo que los fariseos, ante la fama que iba
ganando el profeta, se preguntaban “si en Nazaret podía nacer algo bueno”.
El judío Jesús, el que daría
nombre y sería origen del futuro cristianismo, nació sin cantos de ángeles, sin
magos llegados del Oriente para adorarlo, sin pesebre y sin ser perseguido por
Herodes.
No nació el 24 de diciembre,
por el simple hecho de que en ninguno de los textos evangélicos se habla de esa
fecha.
Fue escogida por la Iglesia más tarde porque
los cristianos querían celebrar la festividad de su nacimiento.
Se decidió que fuera el 24 de
diciembre porque era la gran fiesta de Roma, la fiesta al dios Sol.
Otro de los argumentos de los
biblistas para defender que Jesús nació en Nazaret se refiere al hecho de que a
los judíos se les designaba o por el nombre del padre o por el del lugar del
nacimiento.
Jesús debería haberse llamado
o Jesús de José o Jesús de Belén, algo que no aparece en ningún texto
evangélico.
En ellos, en todos, se le
llama siempre Jesús de Nazaret.
Una cosa es cierta: nadie
sabe lo que Jesús hizo hasta los 30 años que es cuando aparece en público.
Se ha querido defender
últimamente que Jesús era analfabeto.
Nada más falso.
Si acaso, el misterio radica
en saber cómo sabía tanto tras haber vivido hasta entonces encerrado en el
pequeño pueblo de Galilea trabajando como carpintero o, quizá mejor, como peón
de albañil.
En efecto, a los 30 años
Jesús se muestra capaz de discutir con los doctores de la ley, conocía los
textos sagrados del judaísmo, varias culturas como la griega o la de los
gnósticos y otras religiones como el budismo.
Jesús era culto y hasta
intelectuales como Nicodemo iban a encontrarse con él de noche, a escondidas,
para discutir temas filosóficos como el de la metamorfosis indispensable para
poder dar un salto cuántico del frío culto a la ley a la libertad de espíritu
del nuevo Reino por él anunciado.
Nacen así las hipótesis de
que en vez de haberse quedado en Nazaret hubiese podido viajar a Egipto y hasta
a la India
durante su juventud.
Conocía bien la cultura
griega.
Cuando los apóstoles le
presentan un grupo de griegos que querían conocerle, usa con ellos de una fina
ironía.
A sabiendas de que para ellos
la belleza corporal era fundamental y criterio de poder, Jesús les cuenta la
parábola de la simiente, la cual si no se pudre en la tierra y no se la cubre
de estiércol, no nacerá ni dará frutos.
Lo opuesto a los puros
criterios de la estética de la belleza griega.
¿Qué si Jesús estaba casado?
Pocos teólogos y expertos en
cuestiones bíblicas, tanto católicos como protestantes, lo ponen hoy en duda.
Era práctica inconcebible
para un judío de su tiempo no tener familia y descendencia ya que el judaísmo
se transmite de madre a hijo.
Tan fuerte era ese motivo que
en la Biblia a
los patriarcas cuyas esposas eran estériles, Dios les pedía que se acostasen
con una de las esclavas para darles descendencia.
Fue el caso, por ejemplo, de
Abraham, casado con Sara, y que no podía procrear.
¿Con quién estaba casado? Sin
duda con la Magdalena ,
que no era, como sostuvo durante siglos la Iglesia , una prostituta o endemoniada.
Con mucha probabilidad era
una conocedora de la doctrina gnóstica, como aparece en algunos evangelios de
aquella secta.
A ella confiaba sus mayores
secretos, algo que despertaba los celos de Pedro: “¿Por qué a ella y no a
nosotros?”, se pregunta en uno de los evangelios gnósticos.
De no haber sido su mujer no
hubiese sido a ella a quien se le apareció el día de la resurrección, antes aún
que a su madre.
Pedro se quedó perplejo
preguntándose por qué no se les había aparecido a ellos, sus discípulos, ya que
además las mujeres no contaban nada, ni eran creíbles en aquel tiempo.
Ni siquiera como testigo ante
un juez.
Fue siempre ese hecho el gran
quebradero de cabeza de Tomás de Aquino, doctor de la Iglesia , que se murió sin
entender por qué Jesús no se apareció antes que a nadie a Pedro, que era el
jefe del grupo de apóstoles y lo hizo a una mujer.
¿Entonces, si no nació en
Belén, ni el 24 de diciembre, vale la pena celebrar la Navidad ?
Sí, porque esa leyenda lleva en
su entraña la añoranza del ser humano de pararse una vez al año para celebrar
la vida, para apostar por la paz, un paréntesis para el perdón y la aceptación
de los otros, sobretodo de los diferentes.
¿No fue por ser diferente,
por no doblegarse al poder tirano e injusto, por predicar el perdón, bendecir a
prostitutas y endemoniados y tocar a leprosos, por lo que Pilatos mandó
clavarlo, aún joven, en una cruz?
Dónde y cuándo nació importa
menos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario