lunes, 9 de septiembre de 2019

EL MITO DE LA NA(TI)VIDAD. ( 1 )




“Esta noche es Nochebuena y mañana Navidad” y, aunque parezca que son dos días distintos, en realidad es una unidad en el contexto de una cultura religiosa cristiana (si a las 12 de la noche del día 24 (Nochebuena y la Misa del Gallo) nace el Niño ya estamos en el 25 (día de la Na(ti)vidad)

Sabemos que la Navidad es una fiesta prácticamente universal pues incluso se celebra fuera del contexto cultural cristiano.
En casi (si no en todas) las partes del mundo, sea en el contexto cultural que sea hay referencias festivas en torno a estas fechas y, para ello, basta con rastrear mitos y festividades interculturales, aunque permaneciendo el lado puramente profano, sin referencia alguna a la religión, sean rituales de animales sagrados, deidades de la floresta,, festividades del fuego,…en el día de Nochebuena, como expone La Rama Dorada, la monumental obra de James G. Frazer, pues, antropológicamente (no religiosamente) entre las diversas culturas hay multitud de vasos comunicantes (toda cultura no es una entidad maciza, sino porosa) a través de los cuales transitan rasgos culturales, se filtran contenidos míticos, sin tener que identificarlos.

Las culturas son entidades muy esponjosas por lo que factores similares se imponen a los diferenciales, de tal manera que la Nochebuena, la Noche Mágica, se haya convertido en un recipiente en el que gentes muy diversas rememoran fenómenos distintos (paraísos perdidos, anhelos y esperanzas colectivos en torno a objetivos muy distintos, desde alcanzar la fertilidad, las buenas cosechas, la salud,…lo mejor del pasado.

La Noche Mágica, la Navidad, es la fiesta de la renovación, del renacer o volver a nacer, de la luz que vence finalmente a las sombras, termina la noche más larga y comienza el día que, poco a poco, hasta el solsticio de verano, no dejará de crecer.
Es la Fiesta que significa el final de una muerte y el paso a una vida nueva, muere el pasado, lo que merece ser olvidado o superado, los desengaños y las frustraciones, y viven o reviven a la luz las ilusiones y las esperanzas, los deseos renovados que aún esperan verse satisfechos.

La Navidad representa el mañana, el futuro que acaba de empezar, sembrado de esperanzas, porque no todo está perdido para siempre, aún es posible el Bien, no todo va a ser absorbido por la Noche sino que esa Luz que comienza puede rescatar un tiempo mejor, una vida mejor.

La Nochebuena es la fiesta de la Luz, del nacimiento del Sol, símbolo de la Luz.

El mito de la Nochebuena es un mito mesiánico, uno de los “mitos del Reino”, mitos que anuncian la llegada de un Salvador, del Liberador de las tinieblas, del mensaje soteriológico que está a punto de llegar y que cerrará el ciclo de los tiempos e iniciará el definitivo estado feliz.
Mito, pues, de Esperanza, que mantiene vivo al hombre, que alimenta las ilusiones dejando atrás la Oscura Noche del Olvido.

Además son los últimos días de Diciembre, y del año, año viejo que va a morir y el nuevo año, que está ya al alcance de la mano y que va a ser mucho mejor que el que hemos dejado atrás.

Fiesta, pues, de Olvido, por un lado y de esperanza e ilusión por otro.

FELICES FIESTAS.
FELIZ AÑO NUEVO, tres palabras que TODOS decimos estos días, aún a personas que no conocemos.

Pero el Mito es anterior a la Fiesta, es mucho más viejo que ésta.
El esquema permanece aunque sea vestido de muchas y distintas maneras.

Desde hace muchos años la fiesta de la Navidad es cristiana pero hubo un largo y oscuro tiempo en que no lo fue y seguía siendo Fiesta.
La Fiesta y lo festivo (pagano) es/fue muy anterior al Cristianismo, aunque en ambos casos se conmemore lo mismo: la muerte de lo viejo, malo, y el nacimiento de lo nuevo, bueno.

Es un ritual de paso, es el cruce de un umbral, el que va de las sombras a la luz, del viejo Pecado a la nueva Gracia, de la Noche al día.
Noche Buena porque nos abre al Día, a la Luz, a la Esperanza, en el que todos, cristianos y no cristianos, esperamos vernos cambiados sin, por ello, dejar de ser lo que somos.

La Navidad es una fiesta intercultural y, por supuesto, no siempre fue una fiesta cristiana y de cristianos.

En las primeras comunidades cristianas no existía este rito de la Navidad porque, entre otras cosas, los primeros cristianos se ajustaban al calendario litúrgico mosaico y sus rituales judíos.

Para los primeros cristianos las festividades eran Pascua y Pentecostés en que se conmemoraba, respectivamente, la muerte y la resurrección de Jesús, el Cristo, el Cordero Pascual.

Ni Navidad, pues, en las primeras comunidades cristianas, ni culto a la Virgen.

Para celebras la Na(ti)vidad de Jesús, su “cumpleaños”, lógicamente había que saber qué día había nacido.
Y se desconocía el día y el año de su nacimiento y, ante la ausencia de pruebas contundentes lo que se produjo fue una “translación semántica” de una viejísima celebración de carácter pagano e intercultural.

Una vez asentada la Iglesia aprovechó esa inercia festiva y ritual y vaciarla de su contenido mítico rellenando y poniendo en su lugar la supuesta (y desconocida) fecha del nacimiento de Jesús.

Así fue y se propagó, primero en Oriente y después en toda la cristiandad estableciéndose como una fiesta puntual de la liturgia cristiana.


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