“Esta noche es Nochebuena y
mañana Navidad” y, aunque parezca que son dos días distintos, en realidad es
una unidad en el contexto de una cultura religiosa cristiana (si a las 12 de la
noche del día 24 (Nochebuena y la
Misa del Gallo) nace el Niño ya estamos en el 25 (día de la Na (ti)vidad)
Sabemos que la Navidad es una fiesta
prácticamente universal pues incluso se celebra fuera del contexto cultural
cristiano.
En casi (si no en todas) las
partes del mundo, sea en el contexto cultural que sea hay referencias festivas
en torno a estas fechas y, para ello, basta con rastrear mitos y festividades
interculturales, aunque permaneciendo el lado puramente profano, sin referencia
alguna a la religión, sean rituales de animales sagrados, deidades de la
floresta,, festividades del fuego,…en el día de Nochebuena, como expone La
Rama Dorada , la monumental obra de James G.
Frazer, pues, antropológicamente (no religiosamente) entre las diversas
culturas hay multitud de vasos comunicantes (toda cultura no es una entidad
maciza, sino porosa) a través de los cuales transitan rasgos culturales, se
filtran contenidos míticos, sin tener que identificarlos.
Las culturas son entidades
muy esponjosas por lo que factores similares se imponen a los diferenciales, de
tal manera que la
Nochebuena , la Noche
Mágica , se haya convertido en un recipiente en el que gentes
muy diversas rememoran fenómenos distintos (paraísos perdidos, anhelos y
esperanzas colectivos en torno a objetivos muy distintos, desde alcanzar la
fertilidad, las buenas cosechas, la salud,…lo mejor del pasado.
Es la Fiesta que significa el
final de una muerte y el paso a una vida nueva, muere el pasado, lo que merece
ser olvidado o superado, los desengaños y las frustraciones, y viven o reviven
a la luz las ilusiones y las esperanzas, los deseos renovados que aún esperan
verse satisfechos.
El mito de la Nochebuena es un mito
mesiánico, uno de los “mitos del Reino”, mitos que anuncian la llegada de un
Salvador, del Liberador de las tinieblas, del mensaje soteriológico que está a
punto de llegar y que cerrará el ciclo de los tiempos e iniciará el definitivo
estado feliz.
Mito, pues, de Esperanza, que
mantiene vivo al hombre, que alimenta las ilusiones dejando atrás la Oscura Noche del Olvido.
Además son los últimos días
de Diciembre, y del año, año viejo que va a morir y el nuevo año, que está ya
al alcance de la mano y que va a ser mucho mejor que el que hemos dejado atrás.
Fiesta, pues, de Olvido, por
un lado y de esperanza e ilusión por otro.
FELICES FIESTAS.
FELIZ AÑO NUEVO, tres
palabras que TODOS decimos estos días, aún a personas que no conocemos.
Pero el Mito es anterior a la Fiesta , es mucho más viejo
que ésta.
El esquema permanece aunque
sea vestido de muchas y distintas maneras.
Desde hace muchos años la
fiesta de la Navidad
es cristiana pero hubo un largo y oscuro tiempo en que no lo fue y seguía
siendo Fiesta.
Es un ritual de paso, es el
cruce de un umbral, el que va de las sombras a la luz, del viejo Pecado a la
nueva Gracia, de la Noche
al día.
Noche Buena porque nos abre
al Día, a la Luz ,
a la Esperanza ,
en el que todos, cristianos y no cristianos, esperamos vernos cambiados sin,
por ello, dejar de ser lo que somos.
En las primeras comunidades
cristianas no existía este rito de la Navidad porque, entre otras cosas, los primeros
cristianos se ajustaban al calendario litúrgico mosaico y sus rituales judíos.
Para los primeros cristianos
las festividades eran Pascua y Pentecostés en que se conmemoraba,
respectivamente, la muerte y la resurrección de Jesús, el Cristo, el Cordero
Pascual.
Ni Navidad, pues, en las
primeras comunidades cristianas, ni culto a la Virgen.
Para celebras la Na (ti)vidad de Jesús, su
“cumpleaños”, lógicamente había que saber qué día había nacido.
Y se desconocía el día y el
año de su nacimiento y, ante la ausencia de pruebas contundentes lo que se
produjo fue una “translación semántica” de una viejísima celebración de
carácter pagano e intercultural.
Una vez asentada la Iglesia aprovechó esa
inercia festiva y ritual y vaciarla de su contenido mítico rellenando y
poniendo en su lugar la supuesta (y desconocida) fecha del nacimiento de Jesús.
Así fue y se propagó, primero
en Oriente y después en toda la cristiandad estableciéndose como una fiesta
puntual de la liturgia cristiana.
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