¿La libertad?
La cosmología newtoniana ha
acuñado una Antropología y una Psicología basadas en las leyes del determinismo
absoluto y derivando en un materialismo declarado.
Voltaire, artículo “Destino”,
en su Diccionario Filosófico: “Todo está gobernado por leyes inmutables…todo está
predispuesto…todo es un efecto necesario. Hay alguno que, asustado por esta
verdad, lo admite sólo a medias, como deudores que ofrecen a sus acreedores
pagar la mitad de su deuda y pidiendo más tiempo para pagar el resto. Hay,
dicen, sucesos que son necesarios y otros que no lo son. Sería divertido si una
parte de lo que sucede tuviera que suceder y otra parte de lo que sucede no
tuviera que suceder…Yo, necesariamente, debo tener la pasión de escribir esto y
tú la pasión de condenarme: ambos somos igualmente tontos, ambos somos juguetes
en manos del destino. Tu naturaleza es hacer el mal, la mía amar la verdad y
escribirla a pesar tuyo”
Es la tesis de Voltaire,
totalmente newtoniana, aplicando las leyes del determinismo físico al hombre,
un elemento más del universo.
Igual, o más contundente
todavía es Lamettrie y su obra “El hombre máquina” en el que hasta la psiqué
depende totalmente de los procesos corporales, del mecanicismo del sistema
nervioso.
Hombre = pequeña máquina ::
universo = gran máquina.
Así ya sabemos qué es el
hombre.
El Origen de las Especies, de
Darwin comenzó desmitificando el origen bíblico del hombre y que lo llevó hasta
sus últimas consecuencias Haeckel en su obra “Enigma del Universo” en la que se
defiende una filosofía monista basada en la unidad de la naturaleza orgánica e
inorgánica.
La causa última del
movimiento vital reside en las propiedades químicas del carbono.
Incluso la actividad
psíquica.
Incluso las facultades más elevadas del hombre se
formaron por evolución de la simple célula de los protozoos unicelulares y no
son más que la suma total de las funciones psíquicas de las células cerebrales.
La ciencia ha desplazado a la
metafísica y ya no se cuestionan los grandes interrogantes antropológicos pues
el hombre ha quedado perfectamente involucrado en el gran todo y explicado por
las leyes que rigen ese todo.
El evolucionismo se torna en
ciencia como ley absoluta y un biologismo alargado intenta explicar TODO el ser
personal.
Es, por ejemplo, el caso de
Jean Rostand que así comienza su obra “El Hombre”: “La Biología ha llegado a ser
una ciencia indispensable en la discusión de todos los problemas humanos….Para
el biólogo el hombre es un animal como otro cualquiera. Su especie no es más
que una de las ochocientas o novecientas mil especies animales que pueblan
actualmente el planeta”
El hombre debe encontrar su
puesto en medio de las distintas categorías que han ido demarcándose en el
reino animal.
“El hombre es un
“metazoario”, puesto que está formado por numerosas células diferenciadas.
Es un “artizoario”, puesto
que su cuerpo puede ser dividido por un plano medio en dos mitades simétricas.
Es un “cordado” porque tiene
un sistema nervioso organizado en la parte dorsal del cuerpo.
Es un “vertebrado”, dado que
tiene una columna vertebral.
Es un “mamífero”, puesto que
tiene mamas.
Todo el prodigio humano está
hacia abajo, en vincular al hombre y en emparentarle con otras especies
animales más cercanas y hermanas, en describir su parentesco y observar las
diferencias biológicas debidas al proceso evolutivo, aunque la evolución
biológica de la especie humana parece casi parada, pues no se observa síntoma
alguno de transformación orgánica o psíquica que pueda dar motivo a lo
contrario.
Y es que, biológicamente,
serían necesarios miles y miles de años para que eso, lentamente, ocurriera.
Otra cosa es la Evolución CULTURAL
“El hombre es un átomo
irrisorio, perdido en el cosmos inerte y desmesurado, que sabe que su febril
actividad no es más que un pequeño fenómeno local, efímero, sin significación y
sin sentido.
Sabe que sus valores no le
sirven más que a él y que, desde el punto de vista sideral, la caída de un
imperio, o incluso la ruina de un ideal, no cuenta más que el hundimiento de un
hormiguero bajo el pie de un paseante distraído.
De esta forma, no tendrá otro
recurso más que en aplicarse en olvidar la inmensidad bruta, que le aplasta e
ignora.
Repudiando el vértigo estéril
de lo infinito, sordo al aterrador silencio de los espacios, tratará de
volverse tan incósmico como inhumano en el
universo.
Bravamente replegado sobre sí
mismo, se consagrará humildemente, terrestremente, humanamente, a la
realización de sus mezquinos designios, en los que fingirá poner la misma
seriedad que si apuntasen a fines eternos”
La ciencia ha ido
desenmascarando muchas ilusiones que el hombre, a lo largo de la historia, ha
ido formándose de sí.
Freud describe las grandes
etapas del progreso científico como una progresiva destrucción de las ilusiones
humanas.
En otro lugar he escrito
sobre las grandes desilusiones del hombre: COPÉRNICO sacó a la tierra del
centro del universo y la puso a girar, en dos movimientos, alrededor del sol
(heliocentrismo) (y que luego sería sacado de su centro esférico y colocado en
uno de los dos focos de su órbita en su recorrido, anual, alrededor del sol,
con Kepler). DARWIN sacó al hombre de la superioridad como criatura
especialmente creada por Dios y emparentándola con especies animales
(evolucionismo), FREUD descubrió que, como en el iceberg, lo que sobresale a la
superficie es sólo un 10%, quedando el otro 90% bajo el agua, mostrando que la Conciencia es muy
pequeña comparada con el Inconsciente.
Ilusiones destrozadas: ni en
el Centro del Universo, ni Creado, de manera especial, por Dios, ni somos
totalmente Conscientes, más bien poco.
Las ciencias, sea la Astronomía, sea la Biología, sea la Psicología, nos han
bajado los humos y hemos tenido que echar pie a tierra.
Quitar, acabar con ilusiones,
no es muy grato, pero es la realidad que tenemos que aceptar y vivir según
ello.
La verdadera sabiduría
consiste en distinguir entre lo que es una Ilusión y lo que es una Posibilidad.
Toda la historia ha sido el
intento de buscar seguridades, evidencias y certezas en las que/con las que
poder vivir sin zozobras y felizmente, y hemos llegado a la conclusión que
todas ellas son frágiles, débiles, y que fácilmente vibran, azotadas por los
saberes, y se nos caen, teniendo que empezar otra vez a asegurar el edificio de
la Vda.
Por tanto, para una adecuada
comprensión de la persona hay que tener en cuenta las dimensiones estructurales
del hombre y hay que tratar de evitar que se hipoteque en ninguna de ellas.
El hombre es,
constitutivamente, pluridimensional y su respectividad al no yo crea diversas
relaciones complementarias y enriquecedoras:
1.- Frente a las cosas
tenemos una relación de objetivación y de posesión domesticada.
2.- Frente al otro tenemos
una relación personal que debe desembocar en comunidad
3.- Frente a Dios tenemos una
relación espiritual y de trascendencia liberadora.
4.- Frente a la historia
tenemos una relación proyectiva como seres condicionados por un pasado, pero
forjadores de un futuro.
5.- Frente a la sociedad
tenemos una relación política, ya que nuestras acciones, aun las más
insignificantes, inciden en los demás.
6.- Frente a la cultura
tenemos una relación de asimilación y de progreso, de memoria y de imaginación.
Gracias a la fuerza creadora
y transformadora del hombre disponemos de una prodigiosa técnica y, a través de
ella, de un mundo abundantísimo de productos y de utensilios pero,
frecuentemente, ese mundo de abundancia hace que el hombre se vacíe en esos
productos de manera que, cuando se pregunta por quién es él no tenga respuesta
porque no se encuentra, porque se encuentra diluido en sus creaciones.
Las creaciones de un creador
que se aliena en sus productos, que son su proyección (“eso lo hice yo, y eso,
y eso,…”) y se difumina el creador en sus creaturas, lo que le crea una
conciencia infeliz porque está instalado en las cosas y le borra la verdadera finalidad
de existir.
Cuando el “tener” asfixia al
“ser” y el “problema” desplaza al “misterio”, se sustituye el concepto de
“verdad” por el de “exactitud” y se da una perversión en los valores
existenciales.
“Para los jóvenes de hoy
–dice Horkheimer – tan sólo la ciencia es verdadera, porque confunden lo
“verdadero” por lo “exacto” y, por ello, creen que la única forma de razón es
la que yo llamo “instrumental” y que excluye todas las demás.
Para la comprensión total del
hombre no basta la razón científica, la razón filosófica, la razón histórica y
la razón teológica, como se va reconociendo cada vez más por todos los
pensadores más cualificados y exigentes.
Todas esas diferentes son
necesarias pero no son suficientes.
Y cuando alguna de ellas
muere de inanición, la filosofía seria muere.
El hombre que,
conscientemente, quiere alcanzar la plenitud humana necesita abrirse a todas
las dimensiones reales que lo configuran, lo condicionan y lo ponen en camino
de búsqueda y de encuentro.
Y en este ir al encuentro de “lo
que es” y de “lo que puede ser” consiste lo más bello del quehacer humano, que
para unos es fatalidad y para otros un maravilloso juego.
“La multitud creciente de
ciencias especiales que se ocupan del hombre –dice Max Scheler – ocultan del
hombre mucho más de lo que iluminan, por muy valiosas que sean”.
Hemos hecho tabla rasas de
las tradiciones, las religiones han caído en el vacío, no hemos construido
sustitutos fuertes en que apoyarnos (la postmodernidad reina por doquier), por
lo que ya no sabemos qué tenemos que hacer en el camino que no sabemos dónde va
porque no hay meta concreta.
Ya no podemos, pues, esperar.
Si no sabemos lo que somos no
podemos ni tan siquiera hablar.
Nos hemos quedado sin habla.
Vivimos en el laberinto y en
él moriremos porque no hemos puesto hilo alguno de Ariadna.