Producir – consumir –
destruirse.
Para huir de la comprensión
del hombre concreto, quizá porque le da miedo verse reflejado en esos trágicos
fenómenos del siglo XX, se escuda en
conceptos abstractos totalizantes como idealismo, materialismo, historicismo,
marxismo, personalismo, existencialismo,…y se recurre a su propio concepto de
razón explicativa: razón filosófica, razón científica, razón histórica, razón
vital, razón biológica, razón analítica, razón instrumental,…
Pero que no convencen,
totalmente, al hombre concreto.
No por verse refugiado en un
movimiento colectivo encuentra descanso el hombre concreto.
Ni Sócrates con su método y
su ironía fue capaz de definir al hombre, ni siquiera a la virtud, aunque
consideraba, en un principio, virtuosos a muchos hombres que se creían serlo,
pero que cuando les preguntaba qué era esa virtud, los llevaba a que se
considerasen ignorantes, primer paso para querer saber.
La condición imprescindible
para encender una vela era ser consciente de que estaba apagada. Pero no se
cuestiona qué era la vela,…
Si para Platón el hombre era
un ser desplazado, un forastero en este mundo, al estar su mansión en el otro
mundo, en el más allá. Si “venimos de” debemos “ir a”, debemos “volver”, enseñándote el camino, para su discípulo
Aristóteles la posada del hombre está en este mundo.
El hombre aristotélico se
encuentra aclimatado en el mundo como en su propio aposento.
Si para Platón esta vida es
“una mala noche, en una mala posada”, como para los místicos, y está deseando
que amanezca es para volver, para Aristóteles esta vida es la vivienda que no
se quiere abandonar porque está aclimatado ya.
En Aristóteles “el hombre ha
dejado de ser problema”, acepta su sitio en el universo y vive cómodamente en
él.
El hombre es un ser natural,
pertenece a la naturaleza, y es/debe ser feliz en ella, no irse de ella.
No sólo es un caso, en la
naturaleza, sino que es consciente de ello y quiere/debe saber cómo es esa
relación con ella.
Ya sabemos los conceptos de
“género”, “diferencia específica” y “especie”, por lo que el hombre es un
“animal” (viviente sensible) “racional” (diferencia) y “hombre” (especie, la
especie humana).
Y las tres almas (“psijés”
“animas” = Vida, principio de vida, presente en todos los vegetales (seres
vivos) que nacen, se alimentan, crecen, se reproducen y mueren (caracteres del
“alma vegetativa “).
El alma animal que, además de
todas las características del alma vegetativa, tiene sentidos externos e
internos, imaginación, estimativa o instinto y memoria.
El alma racional que tiene
todo lo de los vegetales, todo lo de los animales y, además, lo típico suyo:
razón-inteligencia, voluntad y libertad.
De Kant, de las cuatro
preguntas, cuyas respuestas son el Conocimiento, la Moral o Ética, la Religión y la cuatro:
“¿qué es el hombre”?
Tres Críticas: Razón Pura,
Razón Práctica, Razón Estética o del Juicio.
Su filosofía es la respuesta
a las tres primeras preguntas pero la cuarta: “Qué es el hombre”, que dice que
es la fundamental pero que, sin embargo, obvia responder.
Como ya lo habían hecho
Sócrates y Aristóteles.
Del Cristianismo ya sabemos
su respuesta, hasta hoy mismo: “creado por Dios a su Imagen y semejanza”. De Él
venimos y a Él debemos volver tras el paso por la tierra.
Todos ellos son hombres,
todos ellos pertenecen y conforman la especie humana.
¿Cómo definirlos exactamente
si, aunque sean todos hombres, son todos tan distintos?
A partir de la Revolución Científica
(XVI-XVII-XVIII) se han hecho nuevas preguntas sobre el hombre y se han dado
nuevas respuestas desde las distintas ciencias: Matemática, Física, Química.
Los grandes genios
científicos (Copérnico, Kepler, Galileo, Descartes, Newton,…) han aportado una
nueva mentalidad científica y, con ella, una nueva visualización del hombre
provocando lo que se ha denominado: “crisis de la conciencia europea”.
Triunfa la interpretación
newtoniana del universo, con sus leyes fijas y su determinismo científico que
iba unido a la Filosofía Mecanicista.
El éxito de la tesis newtoniana
sobre el mecanismo celeste se aprovechó para extenderlo a un mecanismo
universal como razón última de todo el universo.
“Creyeron los enciclopedistas
franceses del XVIII que se encontraban en el umbral de ofrecer la explicación
definida del mundo a través de principios físico-químicos. Incluso Laplace se
imaginó que una inteligencia competente podría predecir el progreso de la
naturaleza para siempre, con tal que le dieran las masas y las velocidades” –
afirma E. March.
La conclusión era fácil: si
el universo era así y se comportaba así, como el hombre es parte de ese
universo, también deberá ser y comportarse como él.
El todo y la parte.
Los Ilustrados franceses
sostenían que el sistema de Newton describía el mundo como una ingente,
gigantesca, máquina cuyo mecanismo esencial ya se conocía y dentro de ella se
encontraba el hombre, corporal y espiritualmente, como una pieza del engranaje
cósmico que acontecía forzosa y necesariamente.
¡Qué bien lo expresó Voltaire
en el Filósofo Ignorante, en el que
encontramos una descripción maestra de esta mentalidad: “Sería sorprendente
que, cuando la naturaleza entera, y todos los planetas, están sometidos a las
leyes eternas, existiese un pequeño animal, de 1,65 de altura, que pudiera
zafarse de esas leyes obrando a su antojo y sin más límite que su propio
capricho”¡
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