No puede jugarse al ajedrez,
ni al fútbol, ni al tenis, ni a….ni a…ningún juego si, antes, los jugadores no
aceptan las reglas.
Pero, una vez aceptadas las
reglas, no puede obligarse a nadie a que juegue si no quiere.
“Obligación de” y “libertad”.
Jugar es opcional,
voluntario.
Aceptar las reglas del juego
es previo y obligatorio.
LO PEOR.
“Lo peor que puede sucederle
a una persona, o a una nación, es la desgana, el aburrimiento y el cansancio”
–decía Husserl.
Bajas la guardia un momento y
el más espabilado te roba la cartera.
Te distraes y se te cuelan en
tu casa.
“El peligro mayor que amenaza
a Europa es el cansancio. Luchemos contra este “peligro de los peligros”, como
buenos europeos.
Veo a Europa como árbol que
va secándose y lánguidamente continúa arrastrándose. Sobrevive pero la savia
está solidificándose. Ninguna rama sana acude en ayuda de las ramas
resquebrajadas por una desgracia sobrevenida.
Coexistencia de naciones,
pero sin convivencia.
Hermanos que se desentienden
de la desgracia de hermanos que, sin haber hecho nada para merecerlo, sin jugar
en este juego siniestro, ha caído en su casilla la bola negra de la desgracia
y, además, se niegan a echarles una mano.
Simulacro de “Unión” que hace
crecer la desesperanza.
Algunos más preocupados por
las tiritas para sus rozaduras que por las mesas de operaciones de los,
teóricamente, hermanos en la
Unión.
EL HOMBRE.
“El hombre no quiere sino ser
hombre” –decía Nicolás de Cusa (el Cusano).
“El hombre es un ser extravagante
y complicado” –nos había dicho Erasmo.
“El héroe de nuestros
contemporáneos no son ni Lucifer ni Prometeo, sino el hombre” –afirma
Merleau-Ponty.
La vida humana se desarrolla
paradójicamente entre el “drama” y la “comedia”, entre el “llanto” y la
“carcajada”, entre el “pudor” y el “descoco”, entre la “diversión” y el
“aburrimiento”, entre la “exigencia” y el “capricho”, entre la “innovación” y
la “repetición”, entre lo “finito” y lo “infinito”, entre el “todo” y la
“nada”.
Ni “ángel” ni “bestia”, ni
“pura razón” ni “pura pasión”, ni “cuerpo” ni “alma” sino “cuerpo animado” o
“alma corporeizada”.
El hombre es interpretado, de
forma antitética, como “estructura” y como “coyuntura”, como “naturaleza” y
como “historia”, como “necesidad” y como “libertad”, como “productor” y como
“producto”, como “problema” y como “misterio”, como “sistema” y como
“dispersión”, como “absurdo” y como “dador de sentido”, como “cosa seria” y
como “carnavalada”, como “imagen de Dios” y como “desafortunada prolongación del
mono”.
El hombre siempre ha dado que
pensar, que decir y que callar.
“Se trata de que el hombre se
ha perdido, una vez más, en el mundo –dice Ortega- . Porque no es una
casualidad que el hombre se ha perdido ya muchas veces, Más, aún, es esencial
al hombre perderse, perderse en la selva del existir. Es su trágico destino, y
es su ilustre privilegio”
El hombre se ha perdido en
muchos campos: en el filosófico y en el científico, en el histórico y en el
político, en el social, en el…en el…
Perdido, pero es el único ser
que puede encontrarse, ya que tiene el privilegio de poder crear, transformar e
inventar nuevas situaciones.
Y, precisamente, allí donde
se pierde puede encontrase y recrearse.
Hay momentos en que el hombre
no tiene donde apoyar los pies ni donde agarrarse con las manos y cree estar
viviendo en el vacío, en la ausencia total de asideros existenciales.
El hombre es un sistema, pero
no un sistema cerrado y acabado sino siempre abierto a otros hombres y a los
objetos y siempre sin acabar, siempre incompleto.
Y en estas circunstancias lo
peor que puede ocurrirle al hombre es la desgana, el cansancio, el
aburrimiento.
Muchos siglos han pasado
desde que aquel filósofo dijo: “conócete a ti mismo” y sin embargo el hombre
todavía no se ha aclarado porque preguntarse qué es el hombre puede responderse
que se trata de una cuestión teológica, filosófica, científica, una cuestión
apasionante, banal, enigmática, fantástica, insoluble,…
Depende de quien conteste y
del campo del saber en que esté para que se den respuestas distintas.
El hombre sigue sin saber, de
manera segura, qué es, pero es consciente de que no lo sabe, y éste es su
privilegio, saber que no lo sabe.
En palabras de Heidegger:
“ninguna época ha sabido conquistar tantos y tan variados conocimientos sobre
el hombre como la nuestra…sin embargo ninguna época ha conocido al hombre tan
poco como nosotros. En ninguna época el hombre se ha hecho tan problemático
como en la nuestra”.
“De esta suerte –afirma
Zubiri – el hombre del siglo XX se encuentra más solo aún: esta vez sin mundo,
sin Dios y sin sí mismo. Singular condición histórica”.
Y si el movimiento
existencialista fue una exaltación narcisista de la subjetividad y de la
libertad creadora del hombre, el movimiento estructuralista posterior se puso
en el otro extremo y apostó por “la supresión del sentido de la vida y de la
disolución del hombre”
Si en el XIX aquel
loco-cuerdo proclamó la “muerte de Dios”, que implicaba toda una cosmovisión y
trastrueque de valores, algo parecido ocurrirá con la proclama de “la muerte
del hombre”, lo que implica que, “antes de pensar en la muerte del hombre
nuestra época la vivió”
Ahí están, como prueba, las
dos guerras mundiales, los campos de concentración, las checas, los genocidios,
los etnocidios, los gulags, y todas las formas de terrorismo descarado o
encubierto,… ¿todo eso representa un “progreso” o un “retroceso”?
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