SERES REALES-SERES FICTICIOS.
Son varios los autores que
han creado, en su producción literaria, a personajes que, a lo largo de la
historia, han superado a sus creadores.
Es cuando el personaje,
creado, posee indudablemente, más realidad que el creador, el autor.
Don Quijote es, ya, más real
que Cervantes, como Hamlet es más real que Shakespeare.
Estos seres ficticios están
más presentes, son más activos y más significativos, en incontables mentes, que
esos otros seres, reales, de carne y hueso, que los han ideado.
Son sus personajes, y no sus
autores, los que siguen vivos, y viviendo, dialogando con todos nosotros, seres
vivos que algún día moriremos y desapareceremos, como han desaparecido sus
creadores, pero que seguirán dialogando y viviendo en nuestros descendientes.
Son los personajes, seres
ficticios, quienes siguen vivos en ese mundo de la cultura que alimenta las
conciencias de los hombres de las generaciones posteriores a la de sus
creadores.
“Personajes ficticios” que
superan a las “personas históricas” en el tiempo y en el espacio.
Cuando Augusto Pérez
(personaje de Niebla) toma el tren a Salamanca y se acerca y llama a la puerta
del autor, la conversación se va enredando y acaba en una fuerte discusión.
Augusto Pérez: “el alma de un
personaje dramático o novelesco, como yo, no tiene, ciertamente, más
interioridad que la que le da…
Unamuno: “Sí, el autor”.
.- “No, el lector”.
.-: “Tú, mi pobre personaje,
no eres más que un producto de mi fantasía… y de la de los lectores que leen el
relato de tus hipotéticas aventuras y desventuras que he escrito y, Miguel de
Unamuno….Ya sabes, pues, el secreto de tu existencia.
.- : Lo que Ud. quiere es no
dejarme salir de entre la niebla, ser yo, vivir y vivir, palpar, sufrir, ser
yo.
Y como Unamuno no le permite
elegir su propia muerte suicidándose, para hacerle morir cuando a él le plazca,
replica:
.- ¡Con que yo debo morir
como ser ficticio! Pues bien, mi señor y maestro Don Miguel, también Ud.
morirá, también Ud. volverá a esa nada de donde procede. Dejará Dios de
imaginarle. Morirá Ud. morirán todos cuantos lean mi historia, todos, todos,
sin quedar ni uno sólo, seres ficticios como yo, enteramente como yo”.
Y es que Unamuno, en uno de
sus escritos, interpreta la creación divina y afirma que, el séptimo día, Dios
“no descansó” sino que “se durmió”. Y dormido comenzó a soñar con hombres, de
manera que nosotros, los hombres, no somos sino seres ficticios, seres soñados,
por Dios, por lo que nos interesa que no se despierte, porque si se despierta
deja de soñarnos y desaparecemos. He ahí por qué los hombres cantan en las
iglesias ese canto gregoriano, nada estridente, sino adormecedor para que Él
siga durmiendo y nosotros sigamos existiendo.
Bien pueden proclamarlo, alto
y claro: Nosotros, seres imaginarios, no cambiamos ni podemos cambiar, ni
llegar a ser distintos, somos lo que somos y para siempre, inmutablemente.
Cuando se tiene la suerte de
haber nacido héroe –héroe de teatro- puede uno mofarse de la muerte. Uno es
inmortal. ¿Quién es Sancho Panza?, ¿Quién es Don Quijote? ¿Quién es
Hamlet?...seres ficticios pero que vivirán eternamente, no como sus autores,
que morirán.
……..
RAZÓN Y RAZONES.
En el uso coloquial no es
igual “tener razones” que “tener razón”
Entre ese plural y ese
singular se abre una honda cisura en la supuesta monarquía universal de la
razón.
En el Lenguaje Político,
“Razón de Estado” es ausencia de cualquier otra especie de razón, y ésta se
halla devorada por el genitivo que la determina.
En el lenguaje y uso
filosófico rara vez, si es que alguna vez, comparece la razón sola, sin la
añadidura de adjetivo que la especifique o califique.
Razón (o racionalidad, tanto
da) analítica y razón sintética, razón pura y razón práctica, razón simbólica,
razón utópica, razón política, razón histórica, razón vital,…
Tanta proliferación de
apellidos hace sospechar que no está claro qué es eso de razón y contribuye en
poco, además, a ponerlo en claro.
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