SOPA
BOBA. LA TUNA. CARMINA
BURANA
Aunque no os lo creáis, hice
de protagonista en una película (tengo la cinta), de más de una hora de
duración y que lleva por título SOPA BOBA. Luego han hecho otra película,
española, con el mismo título, pero de temática diferente, protagonizada por
actores profesionales, mejor quizá, pero creo que no más divertida. El autor de
la obra (de la mía) es Fernando Alonso (no el piloto de fórmula uno, asturiano)
sino un burgalés, que fue profesor de griego y de filosofía, y llegó a ser un
experto en Literatura Infantil y Juvenil, trabajando en TVE, como director de
programas infantiles y juveniles, y como guionista
Los “sopistas” eran unos
estudiantes universitarios, que no daban un palo al agua, sin recursos
económicos, que rondaban bares y tabernas entregando su música, su picardía y
su simpatía a cambio de un humilde plato de comida llamado “sopa boba” (por lo
que siempre llevaban consigo una cuchara y un tenedor de madera, para poder
comer en cualquier lugar) o por unas monedas, para costearse los estudios o
para poder volver a casa.
Los “sopistas” aparecen con
las primeras universidades españolas, en el siglo XIII, coincidiendo con el
auge de las ciudades y el ascenso de la burguesía, una vez dejados atrás tanto
la nobleza como los castillos y poblados alrededor.
A partir del siglo XVI se les
denomina “tunos”, y sus agrupaciones son nuestras “tunas” actuales, con
vestimenta medieval y con distintivos, según facultades, además de “las cintas
de la capa”, la firma de sus conquistas.
Los tunos de Salamanca se
reunían en la Plaza Mayor ,
los sábados por la noche, para ir a rondar a las estudiantes universitarias, en
los Colegios Mayores Femeninos, por una de cuyas ventanas solía descolgarse una
botella, generalmente de Coñac o de Licor 43, atada a una cuerda.
Las letras, además de las
típicas, serias, como “Triste y sola,….” eran picantes, obscenas, hasta soeces.
Para pertenecer a la tuna
había que pasar dos pruebas: la académica (saber tocar un instrumento) y la
mundana (aguantar “todo” lo que te echasen esa noche de examen, desde beber
hasta emborracharte, hasta meterte la cabeza en la taza del water), es a lo que
se le denominaba el “bautizo”.
Se aguantaba porque se sabía
que, en adelante, él, también, formaría parte del jurado del próximo
examinando, un nuevo estudiante candidato, al que se le denominaba “el bobo”.
Yo tenía una bandurria (que
no la tocaba bien) y no era un bebedor excesivo, así que decidí no presentarme a
examen. Pero acudía, con ellos, haciendo la ronda, acompañando a muchos amigos
de la Tuna de
Filosofía y Letras.
“Sopistas” o “tunos” es la
versión española de los europeos “goliardos”. Una palabra de etimología dudosa
(quizá francesa). Porque de Goliat lo que yo sabía y sé es que era un gigantón
al que venció el pequeño David, con la piedra y la honda.
A no ser que lo de “gigantón”
fuera por lo gordo y barrigudo, efectos del mucho comer y no menos beber.
Los goliardos, los “hijos de
Satanás”, constituían la bohemia universitaria. Eran unos grandes comilones y
bebedores que satirizaban, no tosca sino cultamente, a las autoridades civiles
(el poder) pero sobre todo a las autoridades religiosas.
Su vida era un carnaval
perpetuo.
Los concilios no hacían más
que condenar su vida disipada y licenciosa, a lo que ellos ni tan siquiera se
molestaban en defenderse, se contentaban con vivir.
Es un desmentido para
aquellos que juzgan a la
Edad Media como un período oscuro y triste.
Eran goliardos los clérigos pobres,
los monjes ociosos, que habían renunciado a sus votos, clérigos díscolos, y los
estudiantes vividores.
Sus temas preferidos eran el
erotismo, los elogios al vino (ya no consagrado y convertido en “sangre de
Cristo”, en el cáliz, sino en la jarra, abundante y “a morro”), en la taberna
(la antiiglesia), a las mujeres, al juego, a la juerga, al amor carnal, a los
placeres terrenales. Su lírica es una lírica profana. Cantan en lengua vulgar,
muy alejados del canto gregoriano y las polifonías; y no en los coros de las
iglesias, sino en la “catedral de la juerga”, en la taberna) Sus letras suelen
ser de carácter licencioso, irreverente, muchas veces obsceno.
Son conscientes de la
fugacidad de la vida, de la inestabilidad de la fortuna, de la muerte incierta,
pero segura, que se presenta cuando menos la esperas y, sin tu permiso, te
lleva por delante. Así que: “a practicar el “carpe diem”, “aprovecha el
instante”, porque “oveja que bala, bocado que pierde”.
Sus cantos o poemas son los
“cármina” (plural del neutro, latino, “carmen-nis, tercera declinación) (que
nada tiene que ver con el árabe “carmen” (jardín) (los cármenes granadinos).
Los Cármina más famosos son
los de Bura (ciudad alemana), de ahí los “Carmina Burana” (en latín no hay
tildes, escrito “carmina”, leído “cármina”)
Esta colección se encuentra
dividida en varias partes, dependiendo el tema crítico tratado (la jerarquía
eclesiástica, la moral, el amor, los juegos, la bebida…
Los “Cármina potoria” (del
latín “potare” = beber, de aquí lo de “potable”) se refieren al vino.
Y no me resisto a no poner un
ejemplo (que aunque, naturalmente, están escritos en latín, no es un latín
culto, sino vulgar, macarrónico, y que se entiende fácilmente (a lo más
consultar 2 ó 3 veces aquel Diccionario Spes, que tenéis cubierto de polvo).
Fíjense en el ritmo
frenético, en la métrica trepidante, muy superior a las clásicas “letanías”.
«Bibit / hera / bibit / herus // bibit / miles / bibit / clerus // bibit
/ ille / bibit / illa // bibit / servus / cum an / cilla // bibit / velox /
bibit / piger // bibit / albus / bibit / niger // bibit / constans / bibit /
vagus // bibit / rudus / bibit / magus // bibit / pauper / et e / grotus //
bibit/ exul / et ig / notus // bibit / puer / bibit / canus // bibit / presul /
et de / canus // bibit / soror / bibit / frater // bibit / anus / bibit / mater
// bibit / ista / bibit / ille // bibunt / centum / bibunt / mille.»