martes, 8 de marzo de 2016

LA MUJER EN EL FRANQUISMO (1) NACÍ EN EL 44

NACÍ EN EL 44.

O sea, que todo lo que narro no me lo han contado ni lo he leído, lo he vivido. En primera persona, como niño, adolescente o joven y en segunda persona, en mis hermanas y en mi madre.

En ese pueblecito castellano. Con un cura que se había quedado aparcado en el Concilio de Trento, con un Secretario del Ayuntamiento, auténtico comisario político, fiel guardián de las esencias del franquismo (él, que había sido republicano y al que le faltó tiempo para cambiar del color rojo de su camisa por el azul, con el yugo y las flechas, en rojo, en la pechera), y con aquellos alcaldes títeres, que estaban allí, pero que estaban de más, como piedras en el camino.

Todavía recuerdo cuando, los domingos por la mañana, los chiquillos acudíamos a la era para ver cómo, en formación, nuestros padres, hacían ejercicios de instrucción (uno-dos, uno dos, uno-dos,…¡alto¡ ¡ya¡, firmes, media vuelta….) siguiendo el pitido y la voz del hijo del Secretario.

Y no digo nada del pasar lista el cura de los asistentes a la misa de los domingos o de la obligación de “confesar y comulgar al menos una vez al año, por Pascua florida” y yo, como monaguillo, firmando células de cumplimiento de dicha obligación que podían ser exigidas por cualquier organismo estatal.

UN POCO DE HISTORIA

En los tres regímenes totalitarios imperantes en Europa se exaltan los roles tradicionales de la mujer en su papel de esposa y madre, restringiéndola al ámbito de lo privado, mientras que la vida pública queda, exclusivamente, en manos de los varones.

En España aún más, tanto por la mucha duración de Franco y del franquismo como por la fuerza de la Iglesia tradicional, ya desde el comienzo de “la cruzada contra el marxismo, el ateísmo,…” y siempre a remolque de la nueva Europa, tras la caída del nazismo y del fascismo.

En España, el fascismo comenzó antes de la guerra civil, en 1.931, cuando Ramiro Ledesma Ramos funda el semanario “La conquista del Estado” de clara inclinación fascista y, ya en noviembre, junto con Onésimo Redondo, fundan las JONS (Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista) en las que muestran su admiración, y adhesión, por Hitler y Mussolini.

En 1933, José Antonio Primo de Rivera funda la Falange Española, una especie de transcripción del fascismo italiano.

En 1.934 se unen ambas organizaciones y, en Valladolid, se presenta oficialmente La Falange Española y de las JONS.

La doctrina de la Falange es el “nacionalsindicalismo”, doctrina basada en los principios del totalitarismo estatal y de la participación política mediante la denominada “democracia orgánica”, que se ejerce a través de la familia, el municipio y el sindicato.

José Antonio, como todo varón, con su paradigma machista-paternalista en esos tiempos, fuera del ámbito republicano, habla poco de las mujeres.

“No somos feministas. No entendemos que la manera de respetar a la mujer consista en sustraerla a su magnífico destino y entregarla a funciones varoniles. A mí siempre me ha dado tristeza ver a la mujer en ejercicios de hombre, toda afanada y desquiciada, en una rivalidad donde lleva, en la morbosa complacencia de los competidores masculinos, todas las de perder. El verdadero feminismo no debiera consistir en querer para las mujeres funciones que hoy se estiman superiores, sino en rodear cada vez de mayor dignidad humana y social a las funciones femeninas”

O sea, “los niños con los niños, y a sus cosas, y las niñas con las niñas, y a las suyas”

Cuando le preguntaron por el papel de las mujeres en el Parlamento, republicano, esta fue su respuesta: “las mujeres no harán más que redoblar con su voto el voto masculino, con sus defectos, no teniendo, por tanto, el de ellas trascendencia alguna en el futuro de España. Serán dos donde antes fuera uno, si Ud. lo prefiere”.

Yo siempre he defendido a la malagueña Victoria Kent, frente a la madrileña Clara Campoamor.
La mujer votaría lo que le mandara su marido, su cura o su amo, por lo tanto era un voto fraudulento, por ser un voto cautivo. Hasta que la mujer no tuviera formación no debería ejercer su voto, un voto comprado, un voto cautivo.
Lo contrario de lo que afirmaba Clara Campoamor, defensora del voto femenino universal, ya.

Y ya en 1937, en plena guerra civil, se unirá otra organización, la carlista o Comunión Tradicionalista, y así surge la Falange Española Tradicionalista (FET) y de las JONS, adheridos al Movimiento, que constituirían la doctrina del franquismo, porque Franco, si hablamos de ideas políticas, poco o nada.

Al terminar la Guerra Civil en España existe un notable retroceso, respecto a la República, en todos los niveles y, en lo que aquí nos importa, respecto a la mujer.

José Antonio, a regañadientes, en 1.934 había constituido la Sección Femenina de las JONS, cuya jefa sería Pilar Primo de Rivera.

El modelo de mujer será el mismo que el de los regímenes totalitarios de la época y en 1.942, en el Congreso Internacional de las Juventudes Europeas, celebrado en Viena, forma el trío, junto a las mujeres nazis de Hitler y a las fascistas de Mussolini, para reorientar a las mujeres hacia el hogar.
Lo que enlaza, también, con la tradición católica más conservadora.

Y, así, junto a la maternidad, se ensalza la feminidad, entendida como fragilidad, sumisión y espíritu de sacrificio, lejos de su capacidad intelectual, creativa y crítica, típicas características del varón.

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