jueves, 17 de marzo de 2016

LA SECCIÓN FEMENINA (4)


Su fundadora y única Delegada Nacional de la misma durante los 43 años de existencia fue Pilar Primo de Rivera, hermana de José Antonio.
Quién vivió las horas difíciles de la persecución y de la guerra, conoció el éxito y el fracaso, la alegría y la decepción, y alcanzó a ver cómo la Sección Femenina, obra de su vida, era fríamente destruida sin que nadie dijera nada en su defensa.

El 29 de octubre de 1933 asistieron al acto fundacional de Falange Española en el teatro de la Comedia 5 muchachas jóvenes,  Pilar Primo de Rivera y su hermana Carmen, sus primas Inés y Dolores y una amiga de ellas, Luisa María Aramburu, y ese día nació la Sección Femenina, pues esa mañana,  como siempre ha dicho Pilar Primo de Rivera: “Tomé la decisión de entregarme a Falange con todas mis fuerzas”.

Pilar, Inés y Dolores se apuntaron a SEU (Sindicato Español Universitario) y allí conocieron a otras dos estudiantes universitarias, Justina Rodríguez  de Bigudí y Mercedes Fórmica (que llegaría a ser una gran escritora).

En Junio de 1934, empezó la persecución contra Falange y  se tomó la decisión de crear, todavía dentro del SEU, una sección de mujeres con un cometido específico: realizar las labores de propaganda, con menos riesgos que los muchachos, porque aún existía, por aquellos años, cierto respeto a la condición femenina; además se les encomendaba la atención de los detenidos proporcionándoles tabaco, comida, etc...

Para entrar en los locutorios de la cárcel, tenían que fingir ser hermanas o novias de los detenidos.
También tenían que  atender a las familias de los caídos y recaudar dinero.

Así, en los años en que Falange fue ilegalizada, la Sección Femenina asumió la misión de enlace en la clandestinidad, cumpliendo el cometido que se le había encomendado.
Era una labor social, clandestina y peligrosa que las afiliadas cumplían como, por ejemplo, haciendo cuestaciones entre los amigos, organizando rifas y vendiendo de todo, como las pastillas de jabón en cuyo envoltorio figuraba una proclama política sobre los colores rojo y negro: “ Por la revolución nacional-sindicalista, por la Patria, el Pan y la Justicia. Arriba España”.

Muchas fueron detenidas, la mayoría de las veces acusadas de promover alborotos en los juicios contra falangistas o asistir  en manifestación a los entierros de los caídos, cada vez más frecuentes y promover disturbios en las calles al contestar a los insultos…

Desde luego eran unas mujeres de los pies a la cabeza, dignas de admiración y muy lejos de las mujeres tontas y metidas en su casa como nos las quieren describir hoy en día.

La Sección Femenina estaba compuesta al principio por siete mujeres: Pilar Primo de Rivera, que se convirtió en Jefe Nacional, cargo que, como ya he dicho antes, nunca abandonaría; Dora Maqueda, Secretaria; Luisa María de Aramburu, Jefe Provincial de Madrid; Inés Primo de Rivera, Secretaria Provincial; Dolores Primo de Rivera; María Luisa Bonifaz, que más adelante profesaría como religiosa; y Marjorie Munden, que era inglesa.
Este grupo no estaba destinado a ser un sector de mujeres dentro de un partido compuesto indistintamente por personas de ambos sexos, sino una sección autónoma destinada a cobrar cada vez mayor importancia.

En Diciembre de 1934,  en una circular, José Antonio estableció el estatuto de organización de la Sección Femenina, el cual estuvo vigente hasta finales de abril de 1937, cuando se produjo el Decreto de Unificación.
Como consecuencia del Decreto aparecieron tres cargos nacionales coordinados: Pilar Primo de Rivera como Delegada Nacional de la Sección Femenina, María Rosa Urraca Pastor, procedente de los carlistas, Delegada de Frentes y Hospitales (enfermeras, auxiliares y equipos de campaña) y Mercedes Sanz Bachiller Delegada de Auxilio Social.

El Movimiento (FET y de las JONS)  se presentaba en los Estatutos como un proyecto de reforma política en donde se unían tres corrientes: nacional, católica y de justicia social.

La Sección Femenina tuvo que  modificar sus normas para acomodarse a dichos Estatutos, con gran sacrificio  ya que suponía el dejar las misiones que hasta el momento habían desempeñado y sólo quedarse con la tarea de formar a la mujer en el “nuevo estilo”. 

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