Después de la desilusión de
cómo se trata a la mujer en la mi queridísima Atenas democrática, con mis
queridísimos Sócrates, Platón y Aristóteles.
Tras mi decepción del papel de la mujer en el mundo romano.
Tras el bochorno de
contemplar a la mujer medieval y el escándalo del lugar asignado a la mujer a
lo largo de casi todo el Cristianismo; (concepción procedente de un San Agustín
, (parece mentira, Aurelio Agustín, ¿Quién te ha visto y quién te ve?, ¿Cómo
has sido capaz de echar de casa a tu amantísima
y enamorada Floria Emilia, quedándote, además con el hijo, fruto de vuestro
amor durante tantos años?), o de San Jerónimo, con el mito del Paraíso ( mujer
engañada (por torpe) y luego engañadora, (por mala) y el mito del pecado
original, ella la perversa, la tentadora, la peligrosa, la culpable de que
tengamos que trabajar para poder comer, culpable del dolor, del sufrimiento, de
la muerte).
Tras el no tan femenino papel de la mujer en tiempos del Renacimiento
y de la Diosa Razón (Los Derechos del hombre
(léase varón) y ciudadano (no ciudadana).
Tras todo eso, me encuentro con un paréntesis maravilloso,
pero un paréntesis muy cortito, que es la consideración de la mujer en tiempos
de Jesús, el galileo, el nazareno, el Cristo y en tiempos del primer Pablo.
Toda la historia de las mujeres, antes y después de ese corto
paréntesis, es la “Historia de un encierro”.
Leo en un blog un chiste muy malo, un chiste machista, del
que pido perdón por anticipado.
“Un hombre, que va montado en su coche y que atropella a una
mujer en un paso de peatones, con el semáforo en rojo para el conductor y verde para el peatón.
¿Quién es el culpable del atropello?, Cuatro posibles
respuestas, como los tests del teórico del carnet de conducir, ¿la Dirección
General de Tráfico, El Concejal encargado de la circulación, el coche o el
conductor?.
Pues no. El culpable es LA MUJER , por no estar en la cocina, que es donde
debería haber estado”.
Pedí perdón por anticipado y lo pido por retrasado. Pero me
viene al pelo para lo que quiero decir. La Historia de la mujer es la historia
de un ser encerrado”.
“La mujer en casa y con la pata quebrada”.
“La mujer y la sartén en la cocina están bien”
O “que no salga la mujer a la calle sin permiso del varón”
como nos dijo el cura el día que nos casamos, al leer un texto de la Biblia.
Supongo que a ninguno de Uds. le ha extrañado esto que he
dicho.
La mujer siempre ha estado encerrada: En el CONVENTO, en la CASA,
en la CÁRCEL, en la FAJA o en el CORSÉ, o en el CINTURÓN DE CASTIDAD.
La mujer ya sea virgen (monja), esposa-madre, bruja, o
presumida o sin su señor cerca. Siempre encerrada, siempre presa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario