miércoles, 29 de julio de 2020

FLORILEGIO 18 ¿SUPERVIVENCIA POST MORTEM? REENCARNACIÓN Y RESURRECCIÓN ( y 2 )



2.- LA REENCARNACIÓN.

Es la segunda concepción de la supervivencia post-mortem y consistiría en que una persona muerta vuelve a nacer en un tiempo posterior y con otro cuerpo.

Pero si lo que nos individualiza es la materia, nuestro cuerpo, si nuestra alma renaciera en otro cuerpo distinto al mío, ya no sería yo, sería otro individuo.

Es verdad que el cuerpo de cada uno de nosotros, desde que nacemos hasta que fenecemos, va cambiando constantemente y cada uno de nosotros seguimos siendo la misma persona cuando éramos niños, jóvenes, maduros o viejos, pero esto nada tiene que ver con la reencarnación porque nuestro cadáver irá destruyéndose sin dar lugar a un ser humano.

La reencarnación no puede, lógicamente, preservar la identidad personal pues entre la muerte del primero y la aparición del segundo siempre habrá un hiato espacial (y casi siempre temporal) sin continuidad y sin conexión física, ningún enlace causal material entre el cuerpo que fallece y el que nace.

La Reencarnación supone:

a.- Que existe el alma.
b.- Que el alma es el cerebro (centro de recuerdos y de vivencias de toda una vida)
c.- Que el cerebro del otro está ausente o se ausenta para dejar sitio al nuevo cerebro encarnado.
d.- Que ese nuevo kit cerebro- cuerpo es idéntico al antiguo kit.
e.- Que si somos el conjunto mente-cuerpo, al ser un cuerpo distinto ese “yo” no puedo “ser yo”, sino otro yo distinto.
f.- O que puede haber cuerpos vacíos de cerebro en el que puede encajar mi cerebro-mente-alma

3.- LA RESURRECCIÓN

Resucitar significa que un cuerpo, ahora cadáver, se regenere y vuela a la vida.
Era la concepción dominante entre los judíos y en tiempo de Jesús (que resucitó a Lázaro no mucho tiempo después de haber muerto).
Y una de las prueba de la resurrección era encontrar la tumba, en la que había sido enterrado, vacía.

Pero uno no resucita, lo resucitan y tamaña hazaña sólo es posible para un ser omnipotente.

Pero imaginémonos a un caníbal, que se alimenta de hombres y que ha comido a varios hombres, ¿pueden éstos ser resucitados?
O, también, dado que las moléculas que componen el ser humano están reemplazándose constantemente (¿cada 7 años se renuevan todas?) entonces Dios podría resucitar a 10 Sócrates (suponiendo que hubiera vivido 70 años) y todos ellos serían Sócrates, lo que se hace absurdo que puedan ser resucitados 10 Sócrates iguales y distintos a la vez y cada uno de una edad diferente.

La doctrina católica dirá que sólo sería a un solo Sócrates “en el momento de su esplendor físico”
Aunque, para que haya continuidad espacio-temporal debería resucitar, al instante, con el último cuerpo, sólo así puede haber continuidad muerto-resucitado, pero si fuera un tiempo después no podemos afirmar ya la identidad, al faltar la continuidad.

No basta que la tumba esté vacía, sería necesaria la instantánea resurrección tras la muerte para que se conserven todos y cada uno de los componentes del cuerpo pero si hay un hiato (y no podemos saberlo, porque lo enterramos, al día o días siguientes volvemos al sepulcro y ya no está ¿qué ha ocurrido entre tanto?).

Dado que el principio de contigüidad queda roto, la identificación de un resucitado con el muerto siempre será problemática.

Si muere un anciano ya decrépito o un niño recién nacido (o nonato) y es con ese cuerpo con el que se junta el alma, y así para toda la eternidad, la verdad es que parece una impostura.
Y si se une con el cuerpo en su mejor estado físico se rompería el principio de contigüidad.

Esto afirmará un corporalista: “yo no soy mi alma y si sólo las almas se salvan, Yo no soy salvado, ni lo será hombre alguno”

A no ser que metamos a Dios (infinitamente poderoso) en medio y nos re-cree otra vez como ya nos creó una primera vez.

La idea del nuevo “cuerpo espiritual” (“soma pneumatikón”) se remonta a San Pablo pero ¿cómo va a poder ser “espiritual (inmaterial) un cuerpo (material)?

Es algo que no se entiende, algo incoherente, ¿qué espacio podría ocupar un cuerpo así?, más bien parece ser un fantasma (¿y éstos andan, comen, ven, oyen,…?) O todo sería fingido. ¿Tendría y podría tener y hacer sus necesidades fisiológicas?

¿Y qué razones tendría Dios para resucitar a todos los hombres, incluso a los que han blasfemado contra Él o son ateos teóricos y prácticos, o simplemente no creyentes y/o agnósticos?

Porque se da por supuesto que la resurrección, al final de los tiempos, va a llevarla a cabo ese Dios Omnipotente y, según la creencia, muchos irían al infierno por su mala conducta en vida.
¿Resucitarlos para condenarlos, un Dios, sí, Infinitamente Poderoso, pero también Infinitamente Bueno y, para más “INRI” infinitamente Justo.?

Puede creerse si, así, se es más feliz, pero que no se intente dar razones a esa creencia a no ser que nos gustaría que así fuera y yo fuera uno de esos elegidos para estar a la derecha del Padre.

Pero es, otra vez, la “falacia conativa” de G. Puente Ojea: “Por el mero hecho de desearlo no puede concluirse que vaya a suceder, además, suceder así, como yo quiero que sea?

Si, puesto que no hay razones concluyentes para demostrar que Dios existe, las razones para creer que ese Dios OMNI-TODO va a resucitarnos al final de los tiempos “con el mismo cuerpo y alma que tuvimos” es  algo que choca frontalmente con el intelecto de cualquier persona medianamente racional.

¿Que te hace feliz creerlo?. Pues adelante, pero no intentes dar razones, sencillamente di que lo deseas, que lo quieres, que te encantaría,… y nada más.

FLORILEGIO 18 ¿SUPERVIVENCIA POST MORTEM? LA INMORTALIDAD PERSONAL ( 1 )


¿SUPERVIVENCIA POST-MORTEM?

1.- LA INMORTALIDAD PERSONAL.

Desde que el homo apareció sobre la tierra y hasta el día de hoy (y mañana también) siempre se ha planteado la duda, el deseo y la pregunta de si habrá otra vida, ultraterrena, después de ésta terrena,.

Y la respuesta a esta pregunta ha sido casi universalmente afirmativa.

Pero, al menos entre los filósofos, hoy no sólo es minoritaria la creencia en una supervivencia post-mortem sino que la misma “posibilidad” de tal perduración allende la tumba es contemplada con escepticismo.

¿Es, lógicamente posible, sobrevivir a la muerte del cuerpo?
Y, de serlo, ¿de qué tipo de supervivencia se trataría?
Quizá sea posible, aunque siempre será muy problemática, pero ¿qué tipo de realidad sería esa supervivencia?

Aunque para algunos, como Anthony Flew (del que ya hemos comentado en otro lugar anterior) un tipo de existencia post-mortem es, lógicamente, imposible.
“Sugerir que podríamos sobrevivir a esta disolución (del cuerpo) parece como sugerir que una nación podría sobrevivir tras la aniquilación de todos sus miembros”

Porque (reflexionemos): tanto si el hombre, en vida, es una suma de dos sumandos, cuerpo y alma, si uno de los dos sumandos (el cuerpo) desaparece la suma ya no es posible, y entonces el hombre sería sólo un alma que, circunstancial y temporalmente está unida a un cuerpo y el alma, tras las muerte del hombre, seguiría siendo inmortal, al ser inmaterial y no poder destruirse.
Pero entonces una nueva pregunta: ¿mi alma es mi yo?, ¿Yo soy mi alma, sin este cuerpo que ahora tengo?
¿Y dónde va ese alma, porque el cuerpo queda aquí, enterrado y ya como cadáver?.
Habrá, entonces, que “creer” en que algún día (al final de los tiempos) también resucitará el cuerpo con el que de nuevo unirse y poder seguir, de nuevo, siendo yo?

Pero, así, ya nos salimos del campo de la razón.

Porque, como muchas no, muchísimas veces, he dicho, no confundamos la creencia (que es verdadera creencia para el que cree) con la verdad de lo creído, del contenido, de esa creencia.

Si yo creo en los marcianos, es verdad que creo en los marcianos, cosa distinta a que existan, realmente, los marcianos.

Yo he definido al hombre, no muchas, muchísimas veces, como un “cuerpo animado” o un “alma corporeizada”, en un todo, en el mismo “kit” por lo que es inimaginable un alma (vida) sin cuerpo en el que vivir o un cuerpo vivo sin alma (sin vida).

Y yo soy eso, un “kit”, así que el día que mi cuerpo sea un cadáver, sin vida, sepultado, convertido en polvo, yo ya no soy un hombre, un “kit”.

Pero aunque la noción de “supervivencia postmortem” fuese de hecho incoherente, es un hecho constatado que mucha gente cree que va a seguir existiendo tras su muerte y que mucha más gente aún (entre ellos, yo) lo desea aunque no crea que su deseo vaya a ver realizado (o, al menos, alberga muchas dudas).

¿Cómo es posible, pues, que tanta gente tenga creencias y deseos incoherentes?.

Desear “p” es desear que la proposición “p” sea (o haya sido o será) verdadera, que exista.

Pero si “p” es un enunciado incoherente entonces “p” no es una genuina proposición o, simplemente, carece de sentido el desear la verdad de “p” o, al menos, es un deseo estúpido.

Si yo deseo que 5+3 sean 22 ¿es posible desear tal cosa o, simplemente, se trata de un deseo estúpido, aunque psicológicamente sea posible dada la imposibilidad lógica de que 5+3 sean 22?.

Porque desear que una circunferencia tenga ángulos o que el triángulo no los tenga es un deseo ininteligible puesto que no expresan una proposición coherente, una genuina proposición.

¿“Ojalá siga viviendo tras la muerte” es una proposición igualmente incoherente?

El que sea lógicamente posible que una persona siga existiendo, o no, tras la muerte depende de en qué consiste ser una “persona”

¿Qué tipo de entidad es una persona, yo o tú?

Las teorías acerca de la identidad personal no son unánimes entre los filósofos, aunque la postura de la mayoría es la “teoría causal” que, grosso modo, significa que la identidad de una persona a lo largo del tiempo consiste en la “conectividad” y la “contigüidad” de cada uno de sus estados con los antecedentes (y con los subsiguientes) basadas en un “enlace causal” que hace dimanar unos estados a partir de otros.

Una persona es así concebida como una serie de fases o etapas interconectadas por lazos de “causalidad” y la “contigüidad”, que no haya hiatos o saltos entre una fase cualquiera dada y la subsiguiente.

Yo estoy aquí, sentado ante el ordenador (una fase) por haber subido en el ascensor (fase anterior) tras haber abierto la puerta de entrada al bloque (fase anterior) tras haber comprado una sandía (fase anterior) y cuando coma una raja de sandía será una fase posterior a haberla, previamente cortado tras abrir el frigorífico y con un cuchillo….

Soy “yo” la misma  persona que ha causado (y va a causar) esas fases “contiguas”

¿Podemos dotar de un sentido coherente a la supuesta posibilidad de que la historia de una persona pudiera continuar más allá de la muerte de esa persona?

Esos estados causalmente interconectados son tanto físicos como psicológicos y, en casos problemáticos (reencarnación, intercambio de cuerpos, descorporeización…) lo decisivo sería la conexión entre los estados psicológicos y, en particular, de los recuerdos.

Juan en el tiempo 2 es el mismo que Juan en el tiempo 1 si puede recordar en el tiempo 2 los hechos o vivencias que hizo o vivió en el tiempo 1.
Y el hecho que pueda recordar todo y sólo eso es por la “conexión causal” entre uno y otro estado.

Frente a esta teoría que afirma que la identidad personal consiste en la memoria acompañada de los enlaces causales pertinentes entre las sucesivas fases de la vida de una persona, la principal teoría rival (no reduccionista) afirma que la identidad de una persona no “consiste en nada” de eso sino que es algo último, simple, indefinible y no reductible a propiedades cualitativas.

La identidad de la persona es la “perspectiva interior”, la unidad de la autoconciencia, el “ojo de la mente” o como se la quiera llamar, algo único e  intransferible.
Alguien podría padecer una amnesia total y seguir siendo la misma persona.

¿Si fuera posible el trasplante completo del cerebro (con sus recuerdos) en un cuerpo distinto (al haber fallecido la persona) esta segunda persona, al tener o por tener el mismo cerebro, aunque con un cuerpo distinto, sería “la misma persona” que era con el cuerpo anterior?.

Imaginémonos que era cojo, medía 1,50 de estatura y pesaba 87 kilos y ahora es un atleta, con 1.89 de estatura y 80 kilos de peso, con el mismo cerebro ¿sería la misma persona, al tener los recuerdos de los hechos y las vivencias sufridas o gozadas?

¿Y si el “yo” o la “persona” fuera algo irreal, una ilusión del pensamiento y del lenguaje?

¿Y la “supervivencia post-mortem”? ¿Qué sería, cómo sería?.

Y tendremos TRES teorías: 1.- la clásica, la de la supervivencia o inmortalidad del alma, 2.- la reencarnación y 3.- la resurrección o re-creación.

1.- La PRIMERA: como todos poseemos un alma espiritual (inmaterial), distinta del cuerpo (material) sobrevivirá a la muerte del cuerpo, al ser ella “inmortal” y como esa alma constituye el yo o la mismidad de cada sujeto, de todo ser humano, si bien mortal en cuanto hombre, es de suyo inmortal en cuanto individuo al ser inmortal su alma.

Es la teoría de Platón o de Descartes, teorías “corporalistas” de la persona, pero que son manifiestamente incoherentes pues, si ser una persona determinada consiste en ser un cuerpo (o un cerebro), que van pasando por sucesivas fases, una vez destruido el cuerpo y el cerebro nada queda de la persona.
Incluso si algo sobreviviera a la corrupción del cuerpo, eso no sería una persona sino una entidad inimaginable por nosotros.

Para la “teoría corporalista FUERTE” eso es lógicamente imposible, totalmente Incoherente.

Además, no son dos los elemento de la persona (cuerpo y alma) habría un tercer elemento, el “espíritu” que éste sería el inmortal, ya que el concepto de “alma” –“ánima”, “animado” equivale a “vivo”, Alma = vida o principio de vida (psijé, en griego) y vida tiene un manzano, un perro y una persona, por lo que tendremos que volver a Aristóteles y sus tres almas: vegetativa, sensitiva y racional, cada una con sus funciones, aunque el perro tenga todas las funciones del árbol más las suyas propias, y la persona tendría las funciones del árbol (nace, crece, se alimenta, se reproduce y muere) más las del perro (sentidos externos, sentidos internos, instinto, memoria y movimiento) más las suyas propias (razón-inteligencia, voluntad-querer y libertad-poder).

En esta visión, lo inmortal sería el espíritu, no el alma.

¿Pero qué es el espíritu?.

Nociones de la parapsicología (como la telekinesia o telepatía) nos permiten un acercamiento al concepto de espíritu: “persona (por tanto, agente racional y moral) sin cuerpo”.

La telekinesia es un primer modo de ejecutar acciones a distancia sin intervención del cuerpo.
Pero un espíritu sin cuerpo no podría estar localizado porque es la localización espacio-temporal lo que individualiza y singulariza a una persona por lo que no podríamos diferenciar a un espíritu de otro.

Aunque fuera posible la existencia de espíritus –incluso que fueran inmortales- nosotros, los humanos, como cuestión de hecho, no pertenecemos a esa categoría pues somos unidades psicosomáticas en las que el cuerpo forma una parte inalienable.

Aunque la noción de espíritu sea coherente, la noción de supervivencia de nosotros los humanos, en cuanto espíritu, es incoherente por la simple razón de que no somos espíritus.

¿Poseemos un alma además de un cuerpo?, ¿una mente además de un cerebro?.

Como no poseemos almas espirituales sino que somos unidades psicosomáticas, entonces la idea de supervivencia espiritual después de la muerte es incompatible con nuestra naturaleza.

La Iglesia, en sus primeros tiempos, debió darse cuenta de ello y, ya en el credo aparece “creo (o espero) en la resurrección de los muertos (o de la carne) y en la vida eterna y perdurable”

Al resucitar los cuerpos, el día del juicio final, por fin el alma inmortal que andaría por…(¿por dónde andaría si al ser inmaterial no ocupaba espacio?) se juntaba con el cuerpo, no tal como murió (antes de nacer, recién nacido, viejo-anciano,..) sino en su mejor estado de salud (¿madurez o juventud?)

Pero todo eso es creencia no conocimiento.


lunes, 27 de julio de 2020

FLORILEGIO 17 ( 8 ) CIENCIA Y CREENCIA. EINSTEIN


CIENCIA Y CREENCIA.

Si Ciencia es Conocer y Creencia es admitir como verdadero algo de lo que nada se sabe y que tan posible es que exista y sea así como que no exista y que así no sea, y puesto que el conocimiento, saber la verdad de algo o sobre algo, es la actividad que hacen los científicos, los creyentes, en su “creer” y los científicos en su “saber” parecen pertenecer a dos ámbitos distintos.

Mientras que a unos los identificamos con la Religión y con la Iglesia, depositaria de la Fe y a los otros con los que ajenos a la Iglesia y a la Religión, no necesariamente ateos, realizan la actividad de investigar y descubrir apoyados en la Razón, a lo largo de la historia las religiones, con sus Iglesias representadas por sus jerarcas han sido consideradas como frenos u obstáculos al desarrollo de la Razón, con-vencidos, creyentes de que la verdad sobre muchos temas o fenómenos ya ha sido anunciada, a través de la revelación, por sus dioses correspondientes, es falsa, absurda y merecedora de persecución toda presunta verdad humana que sea opuesta a la verdad revelada (y ahí tenemos, durante siglos, al Santo Oficio, la Inquisición y las hogueras para confirmarlo.

Pero, en España, en el siglo XIX, una vez publicada en 1.859, “El origen de las especies”, de Darwin el conflicto entre Ciencia y Fe Cristiana, se hizo público y patente.
Mientras unos defendían a Darwin y afirmaban, con pruebas paleontológicas y prehistóricas que las especies de hoy no siempre habían existido y que muchas especies anteriores habían desaparecido llegaban a la conclusión de que “unas especies procedían de otras”, lo que era considerada una blasfemia ya que en el Génesis, Dios mismo había revelado la creación de todo, tanto los seres inorgánicos como los orgánicos, por lo que lo defendido por Darwin y su obra tenía que ser falso al oponerse, claramente, a la verdad revelada.

Pero en España, la Católica, Apostólica y Romana, un cardenal sevillano, de nombre Zeferino González, sería la excepción a la regla evolucionando intelectualmente desde un rechazo a Darwin y a su obra hasta llegar a una posición al considerar a la teoría evolucionista como una hipótesis que puede ser aceptada tanto por el hombre de ciencia como por el teólogo y el exégeta de la Biblia.

Aunque luego en su obra filosófica, muy amplia, se muestre totalmente escolástico, tomista más concretamente.

EISNTEIN.

Su nombre va cosido a la Teoría de la Relatividad, tanto la Especial como la General, sin embargo también fue un escritor prolífico y, entre los años 1.931 y 1.950 escribió sobre temas de política, de sociedad, además de sobre ciencia, en los que se reflejan claramente sus actitudes filosóficas, sociales y `políticas.

Desde la cuestión del socialismo hasta la causa judía, pasando por los intelectuales, la guerra atómica, la educación, la paz o el militarismo.

La amplitud de sus intereses se refiere tanto a los conceptos en sí, como a las personas que los defienden.

Lo que manifiesta que uno de los mayores científicos que ha habido en la historia no pertenecía a esa clase de intelectuales que viven aislados en la torre de marfil de sus investigaciones científicas.


FLORILEGIO 17 ( 7 ) LOS TRES TÓPICOS ( y 2 )



3.- LA TECNOLOGÍA ES AUTÓNOMA.

El tercer tópico afirma que la tecnología tiene ya su propia dinámica de desarrollo, ajena a cualquier control humano.
Esta tesis se conoce como “determinismo tecnológico”.

Una buena forma de expresarla es la recogida como lema extraoficial de la Exposición Universal de Chicago de 1933: “La ciencia descubre, la industria aplica, el hombre se conforma”.

La habremos oído también bajo la forma de “lo que pueda hacerse tecnológicamente, finalmente se hará”.

Los políticos la prefieren en un lenguaje más llano: “No pueden ponerse puertas al campo”.

Esta idea corre el peligro de convertirse en una profecía de autocumplimiento.
Si todo el mundo se convence de que la tecnología no puede ser controlada, nadie hará nada por controlarla.

De todas las posibilidades que cada nueva tecnología abre, solo se realizan algunas.
En ninguna parte está escrito que los ciudadanos no puedan tener un papel central en decidir cuáles, aunque no sea fácil.

Por ejemplo, la idea transhumanista de que la “superinteligencia artificial” general llegará inexorablemente, y que entonces no nos quedará otra que unirnos con las máquinas, no es una predicción científica.
Es solo una suposición que es usada para justificar determinadas apuestas tecnológicas.

Resulta comprensible que Silicon Valley sea un insistente difusor de esta idea desmovilizadora porque les deja las manos libres.

Afortunadamente, mientras tanto, algunas zonas del mundo, como la Unión Europea, se toman cada vez más en serio la tarea de la regulación de la tecnología.

(……)


La relación del hombre con la tecnología ha cambiado a lo largo de la historia.

1.- En las épocas Antigua y Media prima el “escepticismo”, se impone la sospecha y la desconfianza hacia la tecnología.

2.- En el Renacimiento prima el “optimismo” y se apoya y se defiende la promoción de la tecnología.

3.- En el Romanticismo, siglo XIX, prima el “desasosiego” y se muestra una ambigüedad hacia la tecnología.

Las posturas más habituales ante la técnica es el “pesimismo tecnológico” (tecnofobia) o su contrario, el “optimismo tecnológico” (tecnofilia)


La tecnología moderna, a diferencia de la antigua. Conlleva grandes transformaciones en el mundo humano hasta el punto de ponerlo en peligro.

Por eso la Ética Tradicional ya no sirve para dar respuestas a los nuevos desafíos.

Sólo una ÉTICA DE LA RESPONSABILIDAD (la de Hans Jonas) está capacitada para responder adecuadamente a las consecuencias de nuestra civilización tecnológica.

Pero esta Ética no es sólo un llamamiento a la “prudencia”, siempre necesaria.
Se trata de una Ética con un fundamento antropológico.

¿Qué límites podemos poner al desarrollo tecnológico?
¿Cuáles pueden ser los criterios de la “prudencia”?

Si lo que está en peligro es usa imagen del ser humano, es esta imagen de ser humano la que proporcionará las razones necesarias para la contención.

No podemos comprender adecuadamente la tecnología moderna sin contar con sus presupuestos y sus consecuencias antropológicas, y de igual manera no podemos comprender la Ética de Hans Jonas sin caer en  la cuenta que está vertebrada por una antropología, es decir, por una “imagen del ser humano.

(Y, ahora, debería entrar a analizar Ética antropológica de Hans Jonas tal como aparece en su principal obra: “El principio de responsabilidad. Ensayo de una ética para la civilización tecnología”

De la nueva tecnología a una nueva Ética, la Ética de la responsabilidad la que está entre la “prudencia” y la “sabiduría”.

Mientras la “prudencia” nos pide que “frenemos” nuestra marcha, la “sabiduría” nos exige que “paremos”

La Ética de Hans Jonas, como la Ética Kantiana, viene formulada, de varias maneras, de su “imperativo de responsabilidad”

a.- En su formulación positiva: “Obra de tal modo que los efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia de una vida humana auténtica en la tierra”

b.- En su formulación negativa: “Obra de tal modo que los efectos de tu acción no sean destructivos para la futura posibilidad de una vida humana auténtica”.
“No pongas en peligro las condiciones de la continuidad indefinida de la Humanidad en la tierra”


FLORILEGIO 17 ( 6 ) LOS TRES TÓPICOS ( 1 )


No me resisto a no colgar la entrevista a mi compañero y amigo, Antonio Diéguez Lucena (Catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia, Universidad de Málaga.)


Tres TÓPICOS sobre la tecnología que conviene revisar
                                                                                                            
Nunca se ha hablado tanto de la tecnología como ahora. Nuestra dependencia del desarrollo tecnológico es tal que nos cuesta creer que, en el año 1999, solo la mitad de la población mundial hubiera hecho alguna vez una llamada telefónica. Hoy buena parte de la economía de los países más pobres no sería posible sin un uso masivo del teléfono móvil, y el 60 % del planeta tiene acceso a Internet.
Durante la pandemia de COVID-19 hemos visto de forma muy clara esa dependencia, y discutido sobre las esperanzas puestas en los avances tecnocientíficos. Pero, como siempre que se habla mucho de algo, se dicen cosas en apariencia claras pero falsas, vacías, o carentes de rigor. Señalemos tres tópicos muy repetidos en los últimos tiempos.

1.- LA TECNOLOGIA ES NEUTRAL.

El primero de ellos afirma que la tecnología no es ni buena ni mala, sino que todo depende del uso que hagamos de ella.

Desde que Ortega escribiera sobre este asunto en los años 30 del siglo XX y Heidegger en los 50, sabemos que esa concepción puramente instrumental de la tecnología es falsa.
O todo lo falsa que puede ser una media verdad.

Lo que tiene de correcta es que los que somos buenos o malos en sentido estricto somos las personas.
Podemos utilizar una herramienta como un martillo para el bien (colgar una estantería) o para el mal (partirle el cráneo a alguien). La cosa, sin embargo, se torna un poco más complicada si en lugar de un martillo hablamos de un misil nuclear.

Lo que tiene de falsa es que la tecnología no es solo el conjunto de las herramientas, de los medios, de los instrumentos, de las máquinas, sino también el entramado social, industrial, económico, político y cultural que la hace posible.
Este se encuentra lejos de ser axiológicamente neutral.

Incluso si nos ceñimos a los objetos tecnológicos, el filósofo de la tecnología Langdon Winner explicó ya hace años que “los artefactos tienen política”.
Es decir, encarnan valores políticos y sociales.

Un país puede optar por desarrollar energía nuclear o renovable.
Cualquiera de las opciones tiene consecuencias diferentes.
La energía nuclear exige un control político y técnico centralizado (una central no puede ponerse en manos de un ayuntamiento), algo que no exigen las renovables.

Podrían multiplicarse los ejemplos (robots sexuales, armas autónomas, algoritmos para seleccionar empleados).
Si a ello añadimos que los centros de poder tienen también sus preferencias a la hora de disponer de sus artefactos, es fácil ver que la neutralidad de la técnica solo se cumple en los niveles más básicos; en los del martillo.

2.- LA TECNOLOGÍA NOS DESHUMANIZA.

El segundo tópico es el que sostiene que la tecnología nos deshumaniza (o, en otra versión, que debemos humanizar la tecnología).
El problema es que no se nos aclara qué significa exactamente eso y si es siempre algo negativo.

Si interpretamos que la deshumanización significa que la tecnología impide que hagamos ahora cosas que considerábamos propias del ser humano, entonces es cierto que nos deshumaniza, pero eso estaría bien en muchos casos.
Ya no tenemos que salir a cazar mamuts ni que construir con nuestras manos una choza en la que cobijarnos.
Esto fue propio de nuestra especie durante mucho tiempo, pero seguro que buena parte de nosotros no volveríamos a hacerlo con gusto.

Si lo que se quiere decir es que la tecnología puede ser un factor central en la alienación económica, social y cultural que experimentan muchos individuos en la sociedad contemporánea, entonces de nuevo la afirmación es cierta, pero no parece que sea algo que pueda resolverse con una consigna tan vaga como la de “humanizar” la tecnología.

La tecnología, como también vio Ortega, configura nuestra condición humana desde sus propios orígenes temporales.
Cuando se habla de humanizar la tecnología, probablemente lo que se quiere decir es que hay que hacerla más acorde con nuestros verdaderos deseos e intereses.
Un propósito muy loable, pero que exige concreción.

Lo que se necesita es que se explique en cada caso cómo conseguimos pensar mejor los fines que nos convienen y cómo crear mejores tecnologías para alcanzarlos, o cómo alcanzarlos sin tanta tecnología, que también podría estar bien en ciertas circunstancias.

En este sentido, el filósofo español Miguel Ángel Quintanilla ha hecho indicaciones muy interesantes con su propuesta de “tecnologías entrañables”.
Y, por supuesto, sería conveniente reconocer también que la tecnología ha contribuido a paliar o eliminar otros procesos previos de alienación padecidos a lo largo de la historia.


domingo, 26 de julio de 2020

FLORILEGIO 17 ( 5 ) TECNOFOBIA Y TECNOFILIA.


TECNOFOBIA Y TECNOFILIA.

“Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad” –decía la zarzuela.
Pues nada que ver con los tiempos que corren. Los avances continuos, casi a diario, tanto en ciencia como en tecnología (y, en concreto, en tecno-biología) hacen que lo que en otros tiempos era la única evolución, “la evolución biológica” de la especie humana, muy lenta, por “azar y por necesidad” ajena a los hombres, hoy, con la “evolución cultural”, los hombres cada vez somos más responsables de nuestra propia evolución, porque intervenimos, directamente, en ella.

Aplicar las tecnologías al cuerpo humano, para retocarlo, recomponerlo, mejorarlo, curarlo, prevenirlo,…. no inciden sobre el ser humano, no crean una nueva especie, no eliminan el carácter del ser humano.
Pero con la evolución cultural, con la intervención directa de la mano del hombre ¿vamos hacia una especie humana, a través de la tecnología?

Recordemos que en los últimos 2,2 millones de años, varias especies humanas han aparecido y desaparecido, aproximadamente cada 200.000 años: Homo rudolphensis, h. habilis, h. erectus, h. ergaster, h. antecesor, h. heidelbergensis, h, neandertlalensis, y, por último, el h. sapiens, que lleva 150.000 años de existencia.
Pero los parámetros naturales, en tiempo, son muy distintos a los parámetros temporales artificiales.
Un lavado de espermatozoides puede conseguir, en un momento, lo que, de manera natural tardaría milenios.

Una nueva especie se caracteriza por la incapacidad de sus miembros de lograr una unión sexual productiva con organismos de otra especie.

Para Darwin, la generación de una nueva especie, requiere la adquisición de un cambio genético heredable y de selección natural. Pero con los desarrollos recientes en tecnología podemos afirmar que ésta puede lograr seres humanos con mejores condiciones físicas, de inteligencia, de creatividad, de habilidades, artísticas e, incluso, con mayor desarrollo moral.

Las tecnologías médicas pueden restablecer la salud o buscar el mejoramiento o perfeccionamiento de las condiciones corporales, no ya terapéuticas, sino de “salud positiva”.

Técnicamente podemos rediseñar la especie humana, a medida que van desarrollándose las investigaciones genéticas y, lo que no hace tanto era una mera utopía, cada vez lo es menos.

Las biotecnologías incluyen la ingeniería genética, tanto somática como germinal, y la producción de cromosomas artificiales.
La técnica y la tecnología se han usado para adaptar la especie humana y asegurar la supervivencia evitando, así, la extinción de la misma.
Las vacunas, la cloración del agua, las cuarentenas,….

La evolución tecnocientífica en interrelación con la evolución cultural plantea problemas éticos (por confrontación de valores, creencias, normas, principios y derechos) en las sociedades actuales y debe ser abordado  para su estudio, reflexión y toma de decisiones, multidisciplinarmente, tanto a nivel individual, como colectivo, nacional e, incluso, global.
No siempre son coincidentes las perspectivas de las comunidades científicas y las del público en general, siempre en esa pregunta de sí lo que tecnológicamente puede ser hecho, debe ser, efectivamente, hecho.

(El caso Belga en el Congo).

Los dos extremos, a favor o en contra, son: la posición tecnofóbica y la tecnofílica.

1.- LA POSICIÓN TECNOFÓBICA.

Ha estado presente a lo largo de la historia, tanto desde los mitos antiguos (Ícaro, Prometeo,…) como los mitos modernos (Fausto, Frankenstein), así como desde las religiones (el mito de la caída, la torre de Babel,…)
Su base es la afirmación de que la naturaleza humana es inmutable e inmodificable. Siempre ha sido así y así debe seguir siendo.
La transgresión de este límite es algo prohibido, porque equivales a “jugar a ser Dios”, a la “libris” (desmesura griega), estando condenada, no sólo al fracaso, sino también al castigo y a desatar catástrofes.

Una pregunta es si la democracia representativa, la educación y el debate público,… son los mecanismos para resolver los problemas de investigación y de desarrollo tecnocientífico o debe quedar en “manos” de las comunidades científicas o ambas deben estar subordinadas al “valor absoluto de la humanidad”.

Mientras son muchos los que mantienen esta postura desde el punto de vista religioso, otros la mantienen desde el punto de vista secular (Fukuyama, Habermas,…).

¿Argumentos?

1.- Pueden ser deshumanizantes, al diluir la clara frontera entre hombres y cosas, y hombres y animales. La llaman tanto “deshumanización mecanicista” como “deshumanización animalista”, alterando las características típicas que hacen del hombre un ser único y especial.

2.- Minan la dignidad humana, tal como la entendemos hoy, desembocando en un posthumanismo, que no es, necesariamente, una evolución del humanismo, en el que se diluyen los derechos humanos ante la aparición de especies transgénicas.

3.- Erosionan valores importantes de los seres humanos, al reducir la libertad de elección.
Habermas defiende el “derecho a una herencia genética no manipulada”. La manipulación de los genes afecta a cuestiones de identidad de la especie y la autocomprensión del ser humano como perteneciente a una especie”, fundamento de la ética de la especie, así como de leyes y normas morales.

4.- Tiene consecuencias sociales  negativas, pues pueden crear nuevas brechas  entre los seres humanos y estas desigualdades plantean problemas de justicia, de solidaridad, responsabilidad, igualdad.
Las mejorías genéticas –para Habermas- minarían la igualdad moral y la autonomía de los niños mejorados por la voluntad de sus progenitores
Permiten, incitan, propician unas ventajas cualitativas, basadas, fundamentalmente, en disponibilidades económicas.
Igualmente, las expectativas de vida, capacidades cognitivas por encima de las desviaciones estándar.



2.- POSICIÓN TECNOFÍLICA.

Ya desde el siglo XVIII, con la Ilustración, se desataron las loas a la tecnología, que permitiría la satisfacción de las necesidades humanas.
Este humanismo tecnofílico profesa una confianza optimista en la naturaleza humana y apuesta por el conocimiento y la técnica para la mejora de las condiciones materiales y sociales.
Es la ley del progreso, es la confianza en “sabemos, podemos y queremos”, porque la naturaleza humana no es perfecta, sino perfectible, aunque no se busca la transformación de la realidad biofísica (G. Hottois)...

Reconoce este autor que la cultura tradicional es anacrónica; valió, pero ya no vale, por lo que los defensores de esta cultura serán tecnófobos.
La nueva cultura es la cultura de la libertad de experimentación, de información, de crítica, de apertura a cambios. Conduciría a sociedades abiertas al tiempo y al espacio, capaces de modificar sus estructuras, de aceptar los cambios, de tener una tendencia universalista, progresiva.

La vida humana no es inmutable ni inmodificable. Y, puesto que no existe un orden ontoteleológico definido, el futuro de los seres humanos dependerá de ellos mismos y de sus capacidades de intervención sobre el universo (G. Hottois).

Los defensores de la tecnofilia defienden una visión científica materialista, por lo que sostienen la maleabilidad de la condición humana, en interacción con el contexto social y tecnológico, aceptando unos límites borrosos con otros seres vivientes.


¿Argumentos?

1.- Es legítimo y deseable mejorar el bienestar, las capacidades y oportunidades de los seres humanos. Ello puede conseguirse con la tecnología: “información útil instrumentalmente y transmisible culturalmente (lenguaje, procesos, técnicas, sociedades, máquinas,…).
Consideran un “imperativo ético” mejorar la evolución a través de la ingeniería genética, la medicina regenerativa, los fármacos, las tecnologías de reproducción asistida, las nanotecnologías,… si con ello logramos individuos más sanos, más inteligentes, más capacitados,….
Es legítimo que los seres humanos aspiremos a mejorar (cosa que, por otra parte, ya está haciéndose, con la educación, los fármacos, el dopaje en el deporte.
Estudiando las condiciones éticas, abogan por el uso de las intervenciones genéticas que sean razonablemente seguras, que se realicen según los intereses de las personas, que aumenten las oportunidades de una vida mejor, que no causen daños a otros, que no coloquen al individuo mejorado en ventaja competitiva frente a los demás, que no refuercen desigualdades injustas o discriminaciones,….

2.- Al ser la curiosidad una característica humana, se debe proteger el derecho a la libertad, a la autonomía y a la investigación.
Aunque estamos, como todos los animales, restringidos por la biología, la capacidad de desear e imaginar que podemos ser mejores y superarnos a nosotros mismos, haciéndose responsables de las acciones y omisiones.

COROLARIO

La dignidad humana no se siente afectada por las intervenciones tecnológicas, incluso es defendible una “dignidad posthumana”
Este “transhumanismo”, movimiento reciente aun mal definido, es fruto del humanismo secular y de la Ilustración, que propone integrar el proceso tecnológico con la defensa de los derechos humanos, defendiendo las tecnologías de perfeccionamiento a discreción  individual y de los padres con respecto a sus hijos.
Como la naturaleza humana no es perfecta, muchas veces es conveniente intervenir sobre ella, contra enfermedades, envejecimiento, sufrimiento, agresiones,…
La decisión no debe provenir impuesta desde arriba, verticalmente, sino defender la libertad individual de elección, tras una buena información y decisión.
Como, por ejemplo, con la cirugía de reasignación de sexo, aún no totalmente asumida por la mentalidad occidental (cuanto menos por otras culturas).


martes, 21 de julio de 2020

FLORILEGIO 17 ( 4 ) LA TÉCNICA Y EL SER HUMANO


LA TÉCNICA Y EL SER HUMANO.

En la Antígona, afirma Sófocles: “Saber y poder, con la habilidad que les propia, superan toda esperanza, tendiendo tan pronto al mal como al bien”.

La tecnología actual da que pensar a la filosofía en cuanto supone un reto para la concepción del ser humano y del mundo.

Inimaginable, ya, nuestro mundo sin la tecnología (parémonos un momento a pensar cómo sería ese mundo) con las implicaciones, problemas y consecuencias consecuentes tanto con su ausencia como con su presencia.

Ya no nos vale una filosofía anclada en conceptos del pasado para poder entender el mundo de hoy.

También la filosofía debe estar a la altura de los tiempos para poder enfrentarse a ese reto de comprensión del hombre y del mundo en que vive.

Evolutivamente sabemos que del “homo faber” se pasó al “homo sapiens” pero ha evolucionado, de nuevo, al actual “homo faber”, aunque en una escala muy distinta y superior.

Nada que ver el antiguo “homo faber” con el actual “homo tecnologicus (faber) y sus formas de estar en el mundo, conociendo y transformando el entorno en el que actualmente vive.

Son dos formas de vivir irreconocibles, aquel para mejor sobrevivir, éste para transformar el entorno creando un hombre nuevo y una forma de vivir extraordinariamente diferente.

El hombre transforma el mundo y el mundo se le impone a él, al que tiene que entenderlo para, ya no sobrevivir, sino para vivir mejor.

Es verdad que también los primates usan sus técnicas transformando su entorno y adaptándose a él, pero el grado al que ha llegado el “homo tecnologicus” actual es infinitamente superior, porque no solo cambia el mundo, sino que “crea mundo” (pensemos un momento en todo lo que el hombre ha creado y que, sin ello, seríamos incapaces de imaginarnos cómo vivir).

La tecnología configura nuestra forma de vivir, posibilita nuevos campos de actuación, modifica nuestras mismas capacidades cognitivas e instrumentales (¿cómo prescindir del Telescopio y del Microscopio, por ejemplo? ¿Qué sería una nebulosa o una bacteria para el hombre antiguo pretecnológico?).

La tecnología da que pensar al filósofo porque no es posible ni comprenderse ni comprender su mundo.

El modo de realidad que presentan los artefactos técnicos y sus productos (la realidad virtual, los seres vivos modificados, la inteligencia artificial,…) y las implicaciones éticas que todo ello conlleva.

Es la pregunta que muchas veces me he hecho y he hecho: ¿“debe ser hecho” todo lo que “puede ser” hecho? ¿No hay límites a la actividad tecnológica del ser humano?

Con la misma tecnología puede hacerse mucho bien pero, también, mucho mal.
¿La técnica no es, axiológicamente, neutra o sí está dotada de valores?
¿Es el artefacto el que conlleva un valor positivo o negativo o ha sido el hombre el que ha hecho que tenga ciertas finalidades?

La Ciencia y la Técnica, tras el XVIII y las Revoluciones Industriales avanzan paralela y simultáneamente perdiendo la ciencia su pureza y adquiriendo la Técnica un rango más allá del meramente productor de artefactos.

A veces la Ciencia precede al invento Técnico (la energía atómica, por ejemplo) y a veces es el artefacto técnico el que se anticipa a la explicación teórica (la máquina de vapor).

Esta doble interacción es lo que lleva a hablar hoy de tecnociencia o investigación tecnocientífica.

¿Es anterior el progreso del conocimiento o es la transformación de la realidad?
¿Y las implicaciones éticas de la tecnociencia?
¿Y cuando los riesgos de la tecnología superan, con creces, los pretendidos beneficios del avance?

Ya en los años 40 se hizo patente la pregunta entre los científicos implicados en la investigación nuclear y de sus responsabilidades en la aplicación y consecuencias derivadas.

La tecnociencia no es neutra, no está libre de valoraciones, contra lo que, en un principio, parecía.

El conocimiento científico-técnico no es inocente ni aséptico.

Las dos primeras preguntas kantianas: ¿Qué puedo conocer? Y ¿Qué debo hacer? siguen implicándose mutuamente.

No todo lo técnicamente posible ha de ser éticamente deseable.

En los años sesenta aparece el segundo aviso de peligro: la contaminación del medio ambiente, que amenaza la misma vida sobre el planeta.
Frente a una técnica que, en sí misma no es mala, sí los son sus aplicaciones por lo que una reflexión ética considera necesaria una restricción.

Una nueva disciplina surge, la “bioética”.


FLORILEGIO 17 / 3 ) EL PROGRESO. CINE Y FILOSOFÍA




EL PROGRESO: ¿UN CONCEPTO ACABADO O EMERGENTE?

¿Existe el progreso?
¿Puede detectarse un mejoramiento paulatino, resultado inevitable de la propia dinámica de la historia?
¿Puede mostrase la direccionalidad en los procesos evolutivos o, a estas alturas conviene dejarse de ingenuidades y reconocer cuánto de azaroso y frágil tienen los aparentes avances en la evolución?

¿No será el progreso un espejismo, fruto de una concepción ideológica etnocéntrica que nos resulta muy grata?

Es una obra en la que participan en este debate entre “evolución” y “progreso” varios autores de reconocido prestigio, entre ellos uno de los dos editores del libro que lleva ese título, Jorge Wagensberg, que nos deleita con este juicio: “nadie puede negar que entre una bacteria y William Shakespeare ha pasado algo”.


CINE Y FILOSOFÍA. FILOSOFÍA Y CINE.

Mi antiguo alumno y hoy profesor de filosofía en Instituto, Andrés Lomeña Cantos ya lleva haciéndolo bastante tiempo y ha publicado un libro sobre el tema: “Filosofía a sorbos” (que al final la comentaré).

Desde hace algunos años han aparecidos dos libros sobre el tema: “Cine y Filosofía”.

Uno es el de Julio Cabrera, “Cine: 100 años de filosofía” (una introducción a la filosofía a través del análisis de películas”)
El otro es un texto colectivo, “Cinema i filosofía” (com ensenyar filosofía amb l´ayut del cinema), que forman el Grup Embolic, formado por 4 autores.

El primero está escrito en castellano.
El segundo en catalán.

Pero en ambos se funde el maridaje entre Cine y Filosofía.

Ambos coinciden en afirmar y defender que el Cine puede enseñar filosofía, bien como una transmisión de pensamientos o bien como una guía para pensar por sí mismo.
Por eso, para tratar, a veces, el mismo tema, usan de películas distintas.

En ambos aparecen las vacas sagradas de la Historia de la Filosofía (como no podía ser menos)
El primero es más informativo, mientras el segundo, además, se acerca a materias como la Antropología, la Etnología, la Epistemología o la Ética.

Son, pues, dos libros de lectura absolutamente compatibles.

P.D.

Sinopsis de la “Filosofía a sorbos”, de Andrés Lomeña Cantos

La filosofía está en ruinas y los bienpensantes claman por volver a levantar la vieja fortaleza de las ideas.

Recordemos que Alejandro Magno quiso conocer a Crates de Tebas, un filósofo cínico, y le preguntó si deseaba que reconstruyera su ciudad natal y Crates le respondió: “¿Para qué?, ¿para que venga otro Alejandro y la vuelva a destruir?

He aquí la tragedia de la filosofía: ¿para qué reconstruirla otra vez? ¿Para volver a dejar a la mayoría de la población fuera de sus murallas?

Aunque Nietzsche nos enseñó a “filosofar a martillazos”, buena parte de la tradición occidental parece haber filosofado a base de “somníferos” para el lector medio.

Si la filosofía quiere salir a las calles (como Sócrates la practicaba, en la calle), no puede limitarse a tratar los asuntos de la Academia.

Los filósofos tendrán que bajarse los pantalones (como hizo, literalmente, Diógenes de Sínope) y hablar de la realidad más cercana hasta en la contraportada [las solapas] de los libros, reflexionando sobre los “bostezos”, los “pies”, la “sangre”, los “excrementos” o los “gilipollas” que pueblan el mundo.

Hay sorbos filosóficos en los “móviles”, en el “fútbol”, en el “sexo”, en las “drogas” e incluso en los “cubos de Rubik”.

Y aún quedarían los tragos más importantes del individuo contemporáneo: las “películas” y “series de televisión” que consumimos.

Filosofía a sorbos vierte breves análisis sobre numerosas “películas”, “series” y “dibujos animados”.

En estas páginas, “Juego de Tronos” es un pequeño tratado sobre la discapacidad, “Bola de Dragón” una parábola sobre el pánico nuclear, “Friends” una oda a la mediocridad y “Alien” una alegoría en clave de terror sobre el parto.

Whitehead escribió que la historia de la filosofía occidental es una serie de notas a pie de página de Platón, y aquí encontrará deliciosos sorbos (notas a pie de página de Aristóteles, Descartes, Kant o Marx) en creaciones como “Los caballeros del zodiaco”, “Rick y Morty”, “V de Vendetta”, “El bosque o (Des)encanto”.

Describir todo el contenido de este libro es como querer bebérselo de un tirón.

En lugar de eso, prueba a dar un par de sorbos.

FLORILEGIO 17 ( 2 ) EL ERIZO Y LA ZORRA/EL ZORRO



EL ERIZO Y LA ZORRA.

Así se titula la obra de Isaías Berlín en la que reflexiona sobre la metáfora del Erizo y la Zorra al reflexionar sobre Tolstoi y su Teoría de la Historia.

Esta metáfora viene de muy antiguo, remontándose al poeta griego Arquloco que, en uno de sus versos dice: “La zorra sabe muchas cosas, pero el erizo sabe una importante”.

El profesor Isaías Berlín, muerto en Oxford, en 1.997, muestra que un erizo y una zorra pueden convivir en una misma persona.

Eso es lo que sucede en Tolstoi, el genial novelista de lo “particular” y feroz impugnador de todas las “abstracciones” de los filósofos e historiadores que pretendían explicar dentro de un sistema racional el desenvolvimiento humano.

El ensayo que acuñó una de las dicotomías más populares de la historia de las ideas

Sinopsis de El erizo y el zorro:

«Entre los fragmentos conservados del poeta griego Arquíloco, uno dice: “Muchas cosas sabe el zorro, pero el erizo sabe una sola y grande”.

La fórmula, según Isaiah Berlin, puede servir para diferenciar a dos clases de pensadores, de artistas, de seres humanos en general: 1.- Aquellos que poseen una visión central, sistematizada, de la vida, un principio ordenador en función del cual tienen sentido y se ensamblan los acontecimientos históricos y los menudos sucesos individuales, la persona y la sociedad, y 2.- aquellos que tienen una visión dispersa y múltiple de la realidad y de los hombres, que no integran lo que existe en una explicación y orden coherente, pues perciben el mundo como una compleja diversidad.

Isaiah Berlin, luego de formularla, se apresura a prevenirnos contra los peligros de cualquier clasificación de esa naturaleza.

En efecto, ellas pueden ser artificiales y hasta absurdas. Pero la suya no lo es.

Todo lo contrario: muerde en carne viva y resulta iluminadora para entender dos actitudes ante la vida que se proyectan en todos los campos de la cultura.»

(Mario Vargas Llosa, en el Prólogo a la obra).

“EL ERIZO Y EL ZORRO”

 Es un ensayo de 1953 en el que el filósofo Isaiah Berlin, conocido fundamentalmente a raíz de su distinción entre la libertad positiva y la negativa, divide al mundo, sobre todo a pensadores y escritores, en dos categorías: los Erizos y los Zorros.

Aunque estos animales tengan ya ciertos valores asociados (baste recordar lo erizos de Schopenhauer (en P.D.), Berlin los eligió de una forma un tanto aleatoria, basándose en un proverbio atribuido al poeta griego Arquíloco que dice «Mientras que el zorro sabe de muchas cosas, el erizo sabe mucho de una sola cosa».

Esta misma idea se recogería tiempo después (aunque con moralina) en la fábula de Esopo titulada: «El Zorro y el Gato».

Los Erizos simplifican la complejidad del mundo y reúnen su diversidad en una única idea; los Zorros, por otra parte, son incapaces de reducir el mundo a una sola idea y están constantemente moviéndose entre una inmensa variedad de ideas y de experiencias.

En la fábula de Esopo el Zorro representa lo “negativo” y el Erizo (convertido en gato) lo positivo.

Cuando hablan de lo que harían en caso de que vinieran cazadores a por ellos el Zorro se jacta de tener muchas artimañas para poder escapar; el Gato, en cambio, reconoce tener solo una artimaña.
 Poco después llegan los cazadores y el Gato lleva a cabo “su única” táctica o artimaña, subiéndose al primer árbol que encuentra, mientras que el Zorro, que no sabe por cuál decirse, es rápidamente capturado por los sabuesos.

Isaiah Berlin, sin embargo, ofrece ejemplos de personajes en ambas categorías, sin entrar en valoraciones.

Entre los Erizos encontramos a figuras como Platón, Lucrecio, Dante, Pascal, Hegel, Dostoievski, Nietzsche, Ibsen o Proust; mientras que los Zorros estarían representados por personajes como Herodoto, Aristóteles, Erasmo de Rótterdam, Shakespeare, Montaigne, Molière, Goethe, Pushkin, Balzac o Joyce.

Un caso aparte, al que Isaiah Berlin dedica bastante espacio, es León Tolstoi.

El escritor ruso parece, en principio, inclasificable en ninguna de las dos categorías porque tiene el talento de un Zorro y las creencias de un Erizo, era un “Zorro por naturaleza” y un “Erizo por convicción”.

Bajo esta premisa hace un análisis de su novela “Guerra y paz”.

En su ensayo “El Erizo y el Zorro” Isaiah Berlin, basándose en la conocida fábula griega, divide a las personas en zorros y erizos.

El zorro trata de cazar erizos y es capaz de diseñar múltiples de estrategias complejas para conseguirlo. Sin embargo el erizo, carente de elegancia, camina lentamente buscando comida.

Cada vez que el zorro ataca, el erizo se encierra en si mismo convirtiéndose en una bola de pinchos que hace desistir en su ataque una y otra vez al zorro.

Las personas, equipos y organizaciones que actúan como zorros se caracterizan por la complejidad de sus estrategias y por la dispersión de sus acciones.
Sin embargo quienes actúan como erizos destacan por la sencillez y simplicidad de sus estrategias.

No importa lo complejo que sea el entorno en el que se mueva, ya que sus acciones tienden a ser sencillas, tanto como que ya nada sobra.

Tan sencillo y evidente que parece mentira que nadie se hubiera dado cuenta antes de ello.

Es curioso cómo frente a la complejidad, triunfa la sencillez de lo evidente.


El filósofo Peter Hacker le daría la vuelta a esta idea para hablar de Wittgenstein, afirmando que era un “Erizo por naturaleza” pero que después de 1929 hizo un gran esfuerzo por convertirse en un “Zorro paradigmático”.

La superioridad del Erizo frente al Zorro, que ya estaba en la fábula de Esopo, se ha mantenido vigente hasta la actualidad, especialmente en la cultura estadounidense, donde el Zorro tiende a verse como una personalidad dispersa y caótica.
El gurú de los negocios, James C. Collins, dice en su libro “Good to Great” que para triunfar hay que tener mentalidad de Erizo, teniendo como único objetivo el éxito.
Pero, como ha quedado demostrado con los ejemplos de Isaiah Berlin, hay grandes pensadores en uno y otro bando.

P.D.

En 1851, el filósofo alemán Arthur Schopenhauer escribió el "Dilema del erizo", una parábola que trata sobre la "distancia óptima":

En un día muy frío, un grupo de erizos, que se encuentran cerca, sienten simultáneamente una gran necesidad de calor.

Para satisfacer su necesidad, buscan la proximidad corporal de los otros, pero cuanto más se acercan, más dolor le causan las púas del cuerpo del erizo vecino.
Sin embargo, debido a que el alejarse va acompañado de la sensación de frío, se ven obligados a ir cambiando la distancia hasta que encuentran la separación óptima (la más soportable).


Este mismo dilema fue incluso retomado por el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, y también puede ayudarte a ti a replantearte en cada relación que construyes: ¿cuál es la distancia óptima? 

Hay vínculos que funcionan mejor a la distancia, otros que necesitan de la cercanía más íntima para seguir existiendo. 

No hay una receta determinada porque cada relación es particular y construye sus propias normas. 

lunes, 20 de julio de 2020

FLORILEGIO 17 ( 1 ) LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS.


LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS.

Las nuevas tecnologías han ampliado inmensamente nuestro círculo potencial de relaciones humanas.

Las fronteras, físicas, espaciales y temporales, con sus funciones separadoras, han desaparecido con la llegada de las nuevas tecnologías.

Ahora mismo, desde aquí, puedo entrar en comunicación con ciudadanos australianos y asistir a la ola de sus incendios, compartiendo sentimientos con ellos.

Avanza una globalización creciente, cada día y nuestro planeta tierra se ha convertido en una red de comunicaciones vertiginosas hasta poder mandar dinero a tu hijo, en Nueva Zelanda, donde se encuentra de Erasmus.

La pantalla del ordenador constituye, cada vez más, el eje en torno al cual gira la vida de muchas personas.

Esta situación ofrece oportunidades fabulosas pero, a la vez, despierta tentaciones con consecuencias nefastas.

Podemos utilizar los nuevos avances técnicos para crear una comunidad universal respetuosa de todo lo verdadero, bueno y bello que hemos adquirido en el seno de las distintas culturas a lo largo de la historia, o para manipular y dominar a los otros hasta extremos aterradores.

Porque “globalización técnica” no equivale, por desgracia, a “solidaridad humana universal” aunque (y hay que reconocerlo) también puede servir a ella.

Con ellas es posible lo mejor y lo peor.

Las nuevas tecnologías, a la vez que enriquecen nuestra información, en vivo y el directo, y nos permiten la relación con innumerables personas, pueden privarnos de la clase de relaciones interpersonales que nos es fundamental.

Puedes comprobarlo saliendo a la calle y ver, sentados a una mesa tomándose una cerveza a 5 amigos, pero cada uno con su móvil y chateando con alguien ausente, so haciendo caso a los presentes.
Y digo en la calle como podría decir en el autobús, en el paseo marítimo, hasta en los museos (que podría aprovecharse para informarse de la obra que tienen ante ellos, pero no, están hablando con alguien ausente y quedando a una hora para ir de copas.

Una de las situaciones que me cabrean, y mucho, es cuando, tras haber estado un buen rato, en la cola, para la ventanilla del Banco y cuando comienza a atenderte suena el teléfono y atiende ale teléfono antes que a ti, y entra en una cuenta para decirle al ausente que la factura del agua que le han cargado es de…cuando tú ibas precisamente a pedir explicaciones de la factura del agua.

Una relación humana, plenamente satisfactoria, requiere además de la presencia inmediata del otro, con su palabra y su gesto.

Por esto la multiplicación de relaciones a través de Internet puede afianzar, en vez de superar, el aislamiento de los individuos humanos.

Existe el peligro de que una sociedad informatizada equivalga a una sociedad deshumanizada.

Todos conocemos casos, a montones, de suplantación de personalidad, de crear perfiles falsos, de quien se llama Rosa pero es Francisco y en vez de tener 23 años tiene 56.

Los timos y las amistades que se crean por Internet (un día sí y otro también) lleva a la pederastia, al chantaje, a…. a…

Quizás nunca más que ahora ha necesitado el hombre, con mayor urgencia, un suelo firme en que asentar su caminar intelectual hacia la verdad, una verdad auténtica, lejos del artificio de la realidad virtual.

Se nos crea el problema del hombre creador y destinatario de la técnica.

El gran enigma del mundo no es la ciencia ni la técnica, sino el hombre.

¿Qué es el hombre? ¿Qué es la naturaleza de la que ha surgido el hombre? ¿Cuál es el fundamento último de todo?

Pues las Nuevas Tecnologías ni se plantean, ni resuelven esos problemas.

Su ámbito sigue siendo el terreno de los medios y no tienen por qué determinar a la sociedad.

La misma tecnología es compatible con diversas sociedades. Podemos optar por una o por otra. Y donde quiera que haya que elegir, la reflexión filosófica puede jugar un papel orientador.

¿Qué tipo de sociedad queremos construir?

Porque existe el peligro (y lo sabemos) de que el “creador” se convierta en esclavo de su “criatura

Y la filosofía, o es humanizadora, o no vale la pena.

Habrá que desenmascarar las falsificaciones de lo real, transmitir coordenadas de sentido y relativizar las nuevas tecnologías y todas las creaciones humanas.

Creo que era J. A. Marina el que decía que “un burro, ante y con un ordenador, seguía siendo un burro”.