miércoles, 1 de julio de 2020

FLORILEGIO 15 ( 13 ) UNAMUNO Y LA DEMOCRACIA.

UNAMUNO Y LA DEMOCRACIA.

Distingue Unamuno entre “democracia liberal” y “democracia no liberal”
En la primera es el pueblo el elemento orgánico del proceso social y político, en la democracia no liberal el fundamento del Estado es “la pesadumbre de esas llamadas honradas masas, muy honradas, sí, pero muy beocias e inconscientes”.

Éste es el problema más  grave para Unamuno, ya que es una “masa aborregada” la que decide su propio destino en las urnas.
Ante este problema propone: “nada de libertad”, sino otro instrumento más eficaz como es la “educación”, pues sólo la imposición de la cultura traerá el fin de la demagogia.

Por el contrario, la “democracia liberal” sí es deseable porque en ella nos encontramos ante una ciudadanía educada –que no sólo informada- y responsable ante la actividad política.

En esta democracia las cuestiones que deben importar son todas aquellas que afectan a los ciudadanos, son todos los problemas públicos.

“Régimen de publicidad” Sí, ésta es la forma de una república, de una verdadera república (res publica).
Lo primero de una cosa pública es que sea, de veras, pública.
La esencia de la libertad democrática, de la democracia liberal, es “la libertad”.

En la “democracia no liberal” el Parlamento es “la catedral de la mentira” en la que preocupa más la formalidad que la fundamentalidad, un parlamento no representativo puesto que encarna una opinión pública analfabeta y pasiva.
El Parlamento, en esta, es el lugar de una vergonzosa ficción, donde “se falsifica todo, hasta los enojos y las rupturas”.

Pero, a pesar de todo, el Parlamento es necesario, porque es la única vía de limitar el poder del que lo tiene y, por tanto, la única forma de evitar la corrupción.

Un Parlamento Auténtico es aquel que surge de una conciencia “pública”, “libre” y “educada”, aquel que elige a sus representantes para que procuren el bien y la justicia de la sociedad.
En este lugar se tendría que defender la verdad con el diálogo, único instrumento para intentar solucionar el conflicto y auténtico fundamento de la democracia.

Otra diferencia entre ambas democracias es que en la no liberal gobiernan los partidos políticos y no los ciudadanos que son los que, con legitimidad, deben hacerlo.
Entre los inconvenientes de los partidos políticos está, en primer lugar que en ellos sólo se puede hacer política desde “un partido de los de “santo y seña”, jefe reconocido y comité” y, en segundo lugar, por la “disciplina de partido”, es decir, por el establecimiento de principios que los partidarios no han de discutir so pena de excomunión, porque “la disciplina de partido termina siempre donde empieza “la conciencia de las propias convicciones”.

Unamuno, por el contrario, apuesta porque cualquier ciudadano, de forma independiente, pueda participar porque la política, para él, es su perspectiva ante los problemas públicos.

En las democracias no liberales los Parlamentos no son centros de aportación de ideas nuevas, a lo sumo transmisión de ideas ortodoxas (“aplican dogmas, pero son incapaces de crear ideas”) y, sin ideales, sin utopías hacia donde caminar la Historia no puede más que conservarse y, por lo tanto, paralizarse.

Frente a esta postura, Unamuno propone repensar y crear ideales pero éstos no deben venir dados desde arriba sino que es el mismo pueblo el que ha de construirlos.

“Los pueblos van a tener que buscarse, y crearse, no sólo gobierno, sino también jefe y credo, no lo que les den cuatro cachicanes (capataces), sino lo que ellos se forjan. La democracia, así, llegará hasta lo más íntimo”.

Pero ¿cómo se consigue una “democracia liberal”? o, lo que es lo mismo, ¿cómo salir del sofisma democrático?”

Unamuno lo tiene muy claro: “con la Educación”, única arma para luchar contra la ignorancia que es, a su juicio, el origen de los problemas políticos, económicos y sociales.

El tema de la cultura llega a ser para Unamuno una obsesión.
Denuncia la desatención de la enseñanza primaria, mucha más necesaria que la universitaria.

Y porque no se cultiva la base de la pirámide social existen las guerras y la violencia, por eso afirma “….muchas escuelas, pero muchas escuelas, que donde se abre una escuela se cierra un presidio”.

Pero tampoco la Universidad queda libre de crítica.
Ésta necesita una reforma urgente para dejar de ser expendedora de títulos y convertirse en centros de alta investigación y desarrollo.

Para Unamuno, pues, urge modificar todo el sistema educativo para que deje de entenderse como instrucción de contenidos y genere valores e ideales verdaderamente humanos.

Y serían los intelectuales los encargados de encaminar este proyecto de reforma, no sólo educativo, sino de cultural en general.

El intelectual no es el que conoce, el que sabe, sino el que aplica su sabiduría para compartirla y modificar la realidad que le rodea.

El intelectual tiene la obligación de bajar, para hablar en términos platónicos (el que baja a la “caverna” donde están atados de pies y manos los prisioneros, mirando las sombras (falsa realidad), las apariencias) y desencadenarlos (o que se desencadenen) y salgan a la luz del sol para contemplar la auténtica realidad, la verdad.

El intelectual tiene la obligación de contar lo que sabe, la realidad, porque ese mundo verdadero es “el gran aquietador y apagador de conciencias”

Recomienda que el intelectual no sea “hombre de partido” (y “partido”), sino “hombre entero”, pues debe representar sólo a sus ideas para hacer efectiva la tarea de civilidad, cosa que no se consigue con la disciplina de los partidos.

(“Sapere aude”) –había ya dicho siglos anteriores un tal Kant: “atrévete a pensar por ti mismo, sin necesidad de tutores, y menos tutores religiosos, ya eres mayor de edad…”

Tarea de civilidad que no consiste en aportar soluciones (para eso están los políticos profesionales), sino al contrario:

“¿Qué soluciones traes? Y yo, para concluir, les diré que si quieren soluciones acudan a la tienda de enfrente, porque en la mía no se vende semejante artículo.
Mi empeño ha sido, es y será que los que me lean piensen y mediten en las cosas fundamentales y no ha sido nunca el de darles pensamientos hechos.
Yo he buscado siempre “agitar” y, a lo sumo “sugerir” más que “instruir”.
Ni yo vendo pan, ni es pan (lo que vendo), sino levadura o fermento”

“El pueblo no se revuelve contra sus males porque no le duelen, y no le duelen porque no les hemos enseñado a pensar en ellos”

Esta idea de “política” chocaba, realmente, con lo que se entendía, en aquella época, la política: “arte de producción, reparto y consumo de presupuestos”

La libertad es conciencia de la ley y democrático es el Estado que permite mediante la cultura que el pueblo (no la masa) se imponga a sí mismo sus leyes.

La auténtica democracia adopta la forma “republicana”.

Y es que una “república” (“res publica”) es una nación regida por la opinión pública (Bélgica, Inglaterra, Italia, Noruega), mientras que la “monarquía” (“res privatae”) es la que está bajo el arbitrio de un presidente, que puede ser “monarca” o no.
Por eso donde no hay conciencia colectiva hay una dictadura, pues se gobierna sin el consentimiento o sin verdadera representatividad de una ciudadanía educada.

Para Unamuno todas las dictaduras, las presidencialistas, las monárquicas o las del pueblo, conllevan el riesgo de totalitarismo.
Quizá fuera este miedo el que le impidiera aceptar con rotundidad las tendencias democráticas que estaban entrando en Europa.

(Hitler, Mussolini,…ganaban las elecciones democráticamente, pero ¿era el pueblo lo suficientemente culto para saber qué es lo que estaban y a quien estaban votando?).
             

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