UNAMUNO Y LA DEMOCRACIA.
Distingue Unamuno entre “democracia
liberal” y “democracia no liberal”
En la primera es el pueblo el
elemento orgánico del proceso social y político, en la democracia no liberal el
fundamento del Estado es “la pesadumbre de esas llamadas honradas masas, muy
honradas, sí, pero muy beocias e inconscientes”.
Éste es el problema más grave para Unamuno, ya que es una “masa
aborregada” la que decide su propio destino en las urnas.
Ante este problema propone:
“nada de libertad”, sino otro instrumento más eficaz como es la “educación”,
pues sólo la imposición de la cultura traerá el fin de la demagogia.
Por el contrario, la
“democracia liberal” sí es deseable porque en ella nos encontramos ante una
ciudadanía educada –que no sólo informada- y responsable ante la actividad
política.
En esta democracia las
cuestiones que deben importar son todas aquellas que afectan a los ciudadanos,
son todos los problemas públicos.
“Régimen de publicidad” Sí,
ésta es la forma de una república, de una verdadera república (res publica).
Lo primero de una cosa
pública es que sea, de veras, pública.
La esencia de la libertad
democrática, de la democracia liberal, es “la libertad”.
En la “democracia no liberal”
el Parlamento es “la catedral de la mentira” en la que preocupa más la
formalidad que la fundamentalidad, un parlamento no representativo puesto que
encarna una opinión pública analfabeta y pasiva.
El Parlamento, en esta, es el
lugar de una vergonzosa ficción, donde “se falsifica todo, hasta los enojos y
las rupturas”.
Pero, a pesar de todo, el
Parlamento es necesario, porque es la única vía de limitar el poder del que lo
tiene y, por tanto, la única forma de evitar la corrupción.
Un Parlamento Auténtico es
aquel que surge de una conciencia “pública”, “libre” y “educada”, aquel que
elige a sus representantes para que procuren el bien y la justicia de la
sociedad.
En este lugar se tendría que
defender la verdad con el diálogo, único instrumento para intentar solucionar
el conflicto y auténtico fundamento de la democracia.
Otra diferencia entre ambas
democracias es que en la no liberal gobiernan los partidos políticos y no los
ciudadanos que son los que, con legitimidad, deben hacerlo.
Entre los inconvenientes de
los partidos políticos está, en primer lugar que en ellos sólo se puede hacer
política desde “un partido de los de “santo y seña”, jefe reconocido y comité”
y, en segundo lugar, por la “disciplina de partido”, es decir, por el
establecimiento de principios que los partidarios no han de discutir so pena de
excomunión, porque “la disciplina de partido termina siempre donde empieza “la
conciencia de las propias convicciones”.
Unamuno, por el contrario,
apuesta porque cualquier ciudadano, de forma independiente, pueda participar
porque la política, para él, es su perspectiva ante los problemas públicos.
En las democracias no
liberales los Parlamentos no son centros de aportación de ideas nuevas, a lo
sumo transmisión de ideas ortodoxas (“aplican dogmas, pero son incapaces de
crear ideas”) y, sin ideales, sin utopías hacia donde caminar la Historia no puede más que
conservarse y, por lo tanto, paralizarse.
Frente a esta postura,
Unamuno propone repensar y crear ideales pero éstos no deben venir dados desde
arriba sino que es el mismo pueblo el que ha de construirlos.
“Los pueblos van a tener que
buscarse, y crearse, no sólo gobierno, sino también jefe y credo, no lo que les
den cuatro cachicanes (capataces), sino lo que ellos se forjan. La democracia,
así, llegará hasta lo más íntimo”.
Pero ¿cómo se consigue una
“democracia liberal”? o, lo que es lo mismo, ¿cómo salir del sofisma
democrático?”
Unamuno lo tiene muy claro:
“con la Educación ”,
única arma para luchar contra la ignorancia que es, a su juicio, el origen de
los problemas políticos, económicos y sociales.
El tema de la cultura llega a
ser para Unamuno una obsesión.
Denuncia la desatención de la
enseñanza primaria, mucha más necesaria que la universitaria.
Y porque no se cultiva la
base de la pirámide social existen las guerras y la violencia, por eso afirma
“….muchas escuelas, pero muchas escuelas, que donde se abre una escuela se
cierra un presidio”.
Pero tampoco la Universidad queda
libre de crítica.
Ésta necesita una reforma
urgente para dejar de ser expendedora de títulos y convertirse en centros de
alta investigación y desarrollo.
Para Unamuno, pues, urge
modificar todo el sistema educativo para que deje de entenderse como
instrucción de contenidos y genere valores e ideales verdaderamente humanos.
Y serían los intelectuales
los encargados de encaminar este proyecto de reforma, no sólo educativo, sino
de cultural en general.
El intelectual no es el que
conoce, el que sabe, sino el que aplica su sabiduría para compartirla y
modificar la realidad que le rodea.
El intelectual tiene la
obligación de bajar, para hablar en términos platónicos (el que baja a la
“caverna” donde están atados de pies y manos los prisioneros, mirando las
sombras (falsa realidad), las apariencias) y desencadenarlos (o que se
desencadenen) y salgan a la luz del sol para contemplar la auténtica realidad,
la verdad.
El intelectual tiene la
obligación de contar lo que sabe, la realidad, porque ese mundo verdadero es
“el gran aquietador y apagador de conciencias”
Recomienda que el intelectual
no sea “hombre de partido” (y “partido”), sino “hombre entero”, pues debe
representar sólo a sus ideas para hacer efectiva la tarea de civilidad, cosa
que no se consigue con la disciplina de los partidos.
(“Sapere aude”) –había ya
dicho siglos anteriores un tal Kant: “atrévete a pensar por ti mismo, sin
necesidad de tutores, y menos tutores religiosos, ya eres mayor de edad…”
Tarea de civilidad que no
consiste en aportar soluciones (para eso están los políticos profesionales),
sino al contrario:
“¿Qué soluciones traes? Y yo,
para concluir, les diré que si quieren soluciones acudan a la tienda de
enfrente, porque en la mía no se vende semejante artículo.
Mi empeño ha sido, es y será
que los que me lean piensen y mediten en las cosas fundamentales y no ha sido
nunca el de darles pensamientos hechos.
Yo he buscado siempre
“agitar” y, a lo sumo “sugerir” más que “instruir”.
Ni yo vendo pan, ni es pan
(lo que vendo), sino levadura o fermento”
“El pueblo no se revuelve
contra sus males porque no le duelen, y no le duelen porque no les hemos enseñado
a pensar en ellos”
Esta idea de “política”
chocaba, realmente, con lo que se entendía, en aquella época, la política:
“arte de producción, reparto y consumo de presupuestos”
La libertad es conciencia de
la ley y democrático es el Estado que permite mediante la cultura que el pueblo
(no la masa) se imponga a sí mismo sus leyes.
La auténtica democracia
adopta la forma “republicana”.
Y es que una “república”
(“res publica”) es una nación regida por la opinión pública (Bélgica,
Inglaterra, Italia, Noruega), mientras que la “monarquía” (“res privatae”) es
la que está bajo el arbitrio de un presidente, que puede ser “monarca” o no.
Por eso donde no hay
conciencia colectiva hay una dictadura, pues se gobierna sin el consentimiento
o sin verdadera representatividad de una ciudadanía educada.
Para Unamuno todas las
dictaduras, las presidencialistas, las monárquicas o las del pueblo, conllevan
el riesgo de totalitarismo.
Quizá fuera este miedo el que
le impidiera aceptar con rotundidad las tendencias democráticas que estaban
entrando en Europa.
(Hitler, Mussolini,…ganaban
las elecciones democráticamente, pero ¿era el pueblo lo suficientemente culto
para saber qué es lo que estaban y a quien estaban votando?).
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