José Antonio MARINA: “EL
VUELO DE LA INTELIGENCIA ”.
Con amor y con humor intenta,
en esta obra, J. A. Marina enseñar que no sólo en los libros sino de la vida
misma, de los sentimientos y emociones, partiendo de las pequeñas y bellas
circunstancias cotidianas, en la gran aventura de la Inteligencia
Armónica e Integral,
se nos debe ayudar a ser más felices, mejores personas (que, a fin de cuentas
es lo mismo).
La especie humana se separó
de la selva hace muchísimos años, empeñándose en alejarse de la coacción de los
sentidos.
Nuestra historia es un
“indeciso juego de determinismo y libertad, de desánimo y de exaltación, de
generosidad y de crueldad, que nos mantiene en vilo, en el filo de la navaja…
De cada uno de nosotros, de
nuestros propios actos, depende la decisión de proseguir la ruta evolutiva, con
la palabra, o retroceder al berrido, al mugido, al cacareo, al bramido del
animal, de la selva.
La especie humana dio el gran
salto sobre el animal cuando aprendió a dirigir poco a poco su complejísimo
cerebro y sus acciones quedaron ampliadas, transfiguradas.
“La atención inteligente
consiste en superar el instinto y ser capaces de decidir lo que queremos
aprender.
El mirar se convierte en
“mirada inteligente”.
La realidad está esperando
que le indiquemos cuáles son nuestros proyectos para colaborar con nosotros”
El hombre inteligente tiene
proyectos por los que es capaz de anticipar el futuro por el que va a luchar.
El ser humano prevé lo que va
a suceder y “entonces dirige su acción con arreglo a una peta pensada,
evaluada, decidida”
A pesar de que algunas veces
parezca que estamos atrapados en circunstancias (biografía, educación,
temperamento,…), de que estamos a punto de caer en la depresión, en la
tristeza, en el abatimiento, sin embargo siempre es posible reinventar la realidad,
completarla. Decidirla.
Las cosas adquieren
propiedades nuevas cuando vamos hacia ellas con proyectos nuevos.
Cada palmo de tierra es
encrucijada de innumerables caminos, cada palabra es matriz de incontables
frases.
El arte, la acción humana
descubre posibilidades inéditas, enriquecen nuestra percepción de lo cotidiano,
elevan nuestro ánimo, embellecen lo corriente, “transfiguran el sentido del
mundo, pero no lo cambian radicalmente.
Aunque el Arte hace cambiar
el significado de las cosas a través de la Belleza , y las ennoblece, sin embargo, hay que ir
más allá, hay que intentar transfigurar, cambiar la realidad misma.
Los problemas están ante
nosotros y hay que darles una solución, una salida, una posibilidad.
Los problemas vitales no
basta con “conocerlos”, o, la hay que “dominarlos”.
No puede separarse, por tanto
la Inteligencia
de la Acción ,
de los Sentimientos, de la
Voluntad.
En la Inteligencia
Resuelta entra en juego la valentía, la decisión, el ánimo.
Por tanto, hay que hacer un
proyecto sobre nuestra Inteligencia, sobre lo que podemos y debemos cambiar, y
cómo hacerlo.
El vuelo de la inteligencia
debe ser tenaz, permanente, constante, para conseguir, así, construirse a sí
misma.
En ese proyecto de autoconstrucción
la inteligencia presenta un carácter lingüístico, es decir, “pensamos con
palabras, nos comunicamos con palabras”.
Por tanto, el lenguaje, que
recoge la sabiduría heredada de millones de siglos se ha convertido en el gran
protagonista del vuelo de la inteligencia.
La gran transformación de la
inteligencia aparece cuando somos capaces de iniciar, controlar, dirigir
nuestras operaciones mentales.
Surge, entonces, una
voluntad, que no es una facultad dada, hecha, sino que es una “conquista, un
conjunto de habilidades construidas laboriosamente por la inteligencia”.
Debemos, entonces, dominar
los impulsos primarios, elementales, y deliberar, conocer mejor la realidad,
evaluarla, abrir en ella caminos nuevos, superadores de la esclavizadota
ignorancia.
Pero, además de “deliberar”,
debemos “decidir, resolver problemas” venciendo el miedo y la indecisión.
Hay que ejecutar, realizar
acciones concretas en situaciones concretas.
La “nueva inteligencia” es
motivación inteligente”; más que facultad consolidada, es aprendizaje que crea
hábitos fuertes, que permite aplazar pequeñas recompensas y resistir con coraje
las eventuales frustraciones y dificultades en aras de una meta, de un ideal,
de un proyecto de vida.
Es como una corriente en la
que han confluido multitud de afluentes y en la que el lenguaje ha dejado honda
huella.
Las palabras no sólo
transmiten el modo peculiar que tiene una cultura de interpretar el mundo, sino
que en ellas, en ese “territorio de propiedad mancomunada que es lenguaje” está
acumulada toda la experiencia ancestral que el hombre ha adquirido sobre sí
mismo y que nos ayuda a encarar el futuro.
Ahora bien, el lenguaje lo
podemos usar para distraernos, emocionarnos, expresar la belleza,… pero también
para decir la “verdad”, dando razones y argumentos que puedan comprenderse y
comprobarse.
Efectivamente, hay una gran
belleza en el lenguaje formal, claro, preciso, de las Matemáticas, pero el
proyecto de Inteligencia Resuelta va muchos más allá, tiene que ensanchar todas
nuestras perspectivas y posibilidades vitales, tiene que resolver nuestros
problemas, tiene que actuar, tiene que entrenarse, como los atletas que buscan
en las Olimpíadas “el más fuerte, el más rápido, el más alto”, para construir
“nuestra vida de forma completa, integral, armónica, en donde lo “bueno” sea,
también, lo “verdadero”, lo “bello”, lo “justo” y lo “feliz”.
Así, pues, el proyecto de
Inteligencia que nos propone Marina no sólo es lingüístico (que también), sino
que es un proyecto ético, vital, impregnado por la sociedad a la que
pertenecemos, conectado con la cultura en el que se desenvuelve nuestra
existencia.
Por lo tanto, este ideal
fracasará si no conseguimos una profunda comunicación con los demás seres
humanos, con la clara intención de mejorarnos a nosotros mismos y de mejorar la
sociedad en la que nos desarrollamos.
(Es la reseña que hace J. L.
Rozalén de la obra de Marina “El vuelo de la inteligencia).
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