domingo, 5 de julio de 2020

FLORILEGIO 15 ( 15 ) VERDAD-FALSEDAD-MENTIRA.





(Como casi siempre en otro lugar de mi blog está escrito).

Todos sabemos que el fin último de la Razón es la Verdad.
Pero puede ser que no todo lo que un hombre tiene por “verdadero” lo sea (porque puede “equivocarse”), pero en todo lo que dice tiene que ser “veraz” (no tiene que “engañar”): tanto si su confesión es meramente interna (ante Dios), como si es externa, ante otra u otras personas.

La transgresión de ese deber de “veracidad” es a lo que se denomina “mentira” y el precepto dice que “no debes mentir” (aun cuando fuera con el más piadoso propósito)

Pero una mentira, sea interna o externa, es de dos clases: 1.- Si se da por “verdadero” aquello de lo que, sin embargo, se es consciente de que es “falso” y 2.- Si se da por “cierto” algo de lo que se es consciente, sin embargo, de que es subjetivamente “incierto”.

La Certeza tiene que ver con el Sujeto (“estoy seguro de que…) mientras la Verdad tiene que ver con el Objeto (“que la cosa es así”)

Aristóteles decía que Verdad es “decir que lo que “es”, “es”, y que lo que “no es”, “no es”.

LOS TRES “OBJETOS SUPRASENSIBLES”

“Dios”, “Libertad” e “Inmortalidad”.

Nada “sabemos” de ellos porque nosotros somos seres “sensibles” y ellos son “Suprasensibles”.

No se les puede dar, pues, realidad objetiva alguna en el respecto teórico.
Pero, porque son suprasensibles, si, no obstante, debe procurárseles una realidad, sólo se les podrá conceder en respecto “práctico”, en tanto que “Postulados” de la Razón Práctico-Moral.

Y un Postulado es un imperativo práctico a priori que no es susceptible de explicación alguna de su posibilidad (por consiguiente, tampoco de ninguna prueba).
Por tanto, no se postulan cosas, ni en modo alguno la existencia de un objeto cualquiera, sino sólo una “máxima” (regla) de la acción de un sujeto. Ahora bien, cuando es deber efectuar cierto fin (el bien supremo) tengo que tener también derecho a admitir que existen las condiciones sólo bajo las cuales es posible este cumplimiento del deber, aunque éstas son (o sean) suprasensibles y no seamos capaces de obtener ningún conocimiento de ellas (en respecto teórico).

Es decir, al ser suprasensibles son incognoscible para la Razón Teórica pero son necesarias su existencia para la Razón Práctica, luego, aun sin saber nada de ellas, habrá que admitir su existencia, “postulan” (piden) ser admitidas como existentes para que pueda existir la moral y, es que, la moral existe, luego también ellas “tienen que existir”, tenemos que admitir que existen.

LA FILOSOFÍA CRÍTICA O CRITICISMO KANTIANO.

Antes de intentar conocer algo debemos examinar si es posible ese conocimiento, porque si no es posible, habrá que decir “adiós”.

La Filosofía crítica es aquella que no comienza “intentando” construir o destruir, derribar, sistemas o poniendo tan sólo sobre los cimientos un tejado sin casa como resguardo ocasional, sino que empieza tomando por asalto la investigación de la “capacidad” de la razón humana (cualquiera que sea el propósito) y no se pone a hacer sutilezas al azar cuando se trata de filosofemas que no pueden hallar sus garantías en ninguna experiencia posible.

¿Existe esa capacidad? ¿SÍ?, pues adelante. ¿NO?, pues ni intentarlo siquiera.

LA FILOSOFÍA HOY.

Es, más que otra cosa, un abismo problemático sin límites, tenemos motivos, pues, para sentir angustia, desconcierto, terror, casi.
Desparece bajo nosotros el suelo sobre el que asentar los pies.
Pocas veces, como ahora, se ha sentido tan intensamente este modo filosófico de autoconciencia.

¿Tiene algún futuro la filosofía?
¿Qué puede aportar la filosofía a la situación actual de nuestra cultura?
¿O tendremos que refugiarnos definitivamente en las Ciencias Naturales y Humanas o en el Irracionalismo?
¿Qué papel juega la razón humana?
¿Qué podemos pensar y decir del hombre?

Porque tras el problema de la racionalidad late siempre el problema del hombre.
Pero hoy, incluso se habla de la “muerte del hombre” por lo que tendremos que hacer filosofía desde nuestra preocupación por el hombre.

Si la “muerte del hombre” significa sólo la muerte del “hombre moderno”, prometeico, centrado en sí mismo, habría que, incluso, felicitarse por ello.

No conviene olvidar que el “humanismo moderno” cristalizó en comportamientos que han conducido al individualismo burgués, a la explotación incontrolada de la naturaleza, al chantaje terrorista por acción o reacción, a la explotación sistemática de una gran parte de la humanidad.

Los filósofos deberíamos recordar esto cuando Occidente vive momentos de entusiasmo liberal y capitalista, con el peligro de que un individualismo insolidario, y en nombre de la libertad, siembre de nuevas injusticias los caminos de nuestro mundo.

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