miércoles, 29 de julio de 2020

FLORILEGIO 18 ¿SUPERVIVENCIA POST MORTEM? LA INMORTALIDAD PERSONAL ( 1 )


¿SUPERVIVENCIA POST-MORTEM?

1.- LA INMORTALIDAD PERSONAL.

Desde que el homo apareció sobre la tierra y hasta el día de hoy (y mañana también) siempre se ha planteado la duda, el deseo y la pregunta de si habrá otra vida, ultraterrena, después de ésta terrena,.

Y la respuesta a esta pregunta ha sido casi universalmente afirmativa.

Pero, al menos entre los filósofos, hoy no sólo es minoritaria la creencia en una supervivencia post-mortem sino que la misma “posibilidad” de tal perduración allende la tumba es contemplada con escepticismo.

¿Es, lógicamente posible, sobrevivir a la muerte del cuerpo?
Y, de serlo, ¿de qué tipo de supervivencia se trataría?
Quizá sea posible, aunque siempre será muy problemática, pero ¿qué tipo de realidad sería esa supervivencia?

Aunque para algunos, como Anthony Flew (del que ya hemos comentado en otro lugar anterior) un tipo de existencia post-mortem es, lógicamente, imposible.
“Sugerir que podríamos sobrevivir a esta disolución (del cuerpo) parece como sugerir que una nación podría sobrevivir tras la aniquilación de todos sus miembros”

Porque (reflexionemos): tanto si el hombre, en vida, es una suma de dos sumandos, cuerpo y alma, si uno de los dos sumandos (el cuerpo) desaparece la suma ya no es posible, y entonces el hombre sería sólo un alma que, circunstancial y temporalmente está unida a un cuerpo y el alma, tras las muerte del hombre, seguiría siendo inmortal, al ser inmaterial y no poder destruirse.
Pero entonces una nueva pregunta: ¿mi alma es mi yo?, ¿Yo soy mi alma, sin este cuerpo que ahora tengo?
¿Y dónde va ese alma, porque el cuerpo queda aquí, enterrado y ya como cadáver?.
Habrá, entonces, que “creer” en que algún día (al final de los tiempos) también resucitará el cuerpo con el que de nuevo unirse y poder seguir, de nuevo, siendo yo?

Pero, así, ya nos salimos del campo de la razón.

Porque, como muchas no, muchísimas veces, he dicho, no confundamos la creencia (que es verdadera creencia para el que cree) con la verdad de lo creído, del contenido, de esa creencia.

Si yo creo en los marcianos, es verdad que creo en los marcianos, cosa distinta a que existan, realmente, los marcianos.

Yo he definido al hombre, no muchas, muchísimas veces, como un “cuerpo animado” o un “alma corporeizada”, en un todo, en el mismo “kit” por lo que es inimaginable un alma (vida) sin cuerpo en el que vivir o un cuerpo vivo sin alma (sin vida).

Y yo soy eso, un “kit”, así que el día que mi cuerpo sea un cadáver, sin vida, sepultado, convertido en polvo, yo ya no soy un hombre, un “kit”.

Pero aunque la noción de “supervivencia postmortem” fuese de hecho incoherente, es un hecho constatado que mucha gente cree que va a seguir existiendo tras su muerte y que mucha más gente aún (entre ellos, yo) lo desea aunque no crea que su deseo vaya a ver realizado (o, al menos, alberga muchas dudas).

¿Cómo es posible, pues, que tanta gente tenga creencias y deseos incoherentes?.

Desear “p” es desear que la proposición “p” sea (o haya sido o será) verdadera, que exista.

Pero si “p” es un enunciado incoherente entonces “p” no es una genuina proposición o, simplemente, carece de sentido el desear la verdad de “p” o, al menos, es un deseo estúpido.

Si yo deseo que 5+3 sean 22 ¿es posible desear tal cosa o, simplemente, se trata de un deseo estúpido, aunque psicológicamente sea posible dada la imposibilidad lógica de que 5+3 sean 22?.

Porque desear que una circunferencia tenga ángulos o que el triángulo no los tenga es un deseo ininteligible puesto que no expresan una proposición coherente, una genuina proposición.

¿“Ojalá siga viviendo tras la muerte” es una proposición igualmente incoherente?

El que sea lógicamente posible que una persona siga existiendo, o no, tras la muerte depende de en qué consiste ser una “persona”

¿Qué tipo de entidad es una persona, yo o tú?

Las teorías acerca de la identidad personal no son unánimes entre los filósofos, aunque la postura de la mayoría es la “teoría causal” que, grosso modo, significa que la identidad de una persona a lo largo del tiempo consiste en la “conectividad” y la “contigüidad” de cada uno de sus estados con los antecedentes (y con los subsiguientes) basadas en un “enlace causal” que hace dimanar unos estados a partir de otros.

Una persona es así concebida como una serie de fases o etapas interconectadas por lazos de “causalidad” y la “contigüidad”, que no haya hiatos o saltos entre una fase cualquiera dada y la subsiguiente.

Yo estoy aquí, sentado ante el ordenador (una fase) por haber subido en el ascensor (fase anterior) tras haber abierto la puerta de entrada al bloque (fase anterior) tras haber comprado una sandía (fase anterior) y cuando coma una raja de sandía será una fase posterior a haberla, previamente cortado tras abrir el frigorífico y con un cuchillo….

Soy “yo” la misma  persona que ha causado (y va a causar) esas fases “contiguas”

¿Podemos dotar de un sentido coherente a la supuesta posibilidad de que la historia de una persona pudiera continuar más allá de la muerte de esa persona?

Esos estados causalmente interconectados son tanto físicos como psicológicos y, en casos problemáticos (reencarnación, intercambio de cuerpos, descorporeización…) lo decisivo sería la conexión entre los estados psicológicos y, en particular, de los recuerdos.

Juan en el tiempo 2 es el mismo que Juan en el tiempo 1 si puede recordar en el tiempo 2 los hechos o vivencias que hizo o vivió en el tiempo 1.
Y el hecho que pueda recordar todo y sólo eso es por la “conexión causal” entre uno y otro estado.

Frente a esta teoría que afirma que la identidad personal consiste en la memoria acompañada de los enlaces causales pertinentes entre las sucesivas fases de la vida de una persona, la principal teoría rival (no reduccionista) afirma que la identidad de una persona no “consiste en nada” de eso sino que es algo último, simple, indefinible y no reductible a propiedades cualitativas.

La identidad de la persona es la “perspectiva interior”, la unidad de la autoconciencia, el “ojo de la mente” o como se la quiera llamar, algo único e  intransferible.
Alguien podría padecer una amnesia total y seguir siendo la misma persona.

¿Si fuera posible el trasplante completo del cerebro (con sus recuerdos) en un cuerpo distinto (al haber fallecido la persona) esta segunda persona, al tener o por tener el mismo cerebro, aunque con un cuerpo distinto, sería “la misma persona” que era con el cuerpo anterior?.

Imaginémonos que era cojo, medía 1,50 de estatura y pesaba 87 kilos y ahora es un atleta, con 1.89 de estatura y 80 kilos de peso, con el mismo cerebro ¿sería la misma persona, al tener los recuerdos de los hechos y las vivencias sufridas o gozadas?

¿Y si el “yo” o la “persona” fuera algo irreal, una ilusión del pensamiento y del lenguaje?

¿Y la “supervivencia post-mortem”? ¿Qué sería, cómo sería?.

Y tendremos TRES teorías: 1.- la clásica, la de la supervivencia o inmortalidad del alma, 2.- la reencarnación y 3.- la resurrección o re-creación.

1.- La PRIMERA: como todos poseemos un alma espiritual (inmaterial), distinta del cuerpo (material) sobrevivirá a la muerte del cuerpo, al ser ella “inmortal” y como esa alma constituye el yo o la mismidad de cada sujeto, de todo ser humano, si bien mortal en cuanto hombre, es de suyo inmortal en cuanto individuo al ser inmortal su alma.

Es la teoría de Platón o de Descartes, teorías “corporalistas” de la persona, pero que son manifiestamente incoherentes pues, si ser una persona determinada consiste en ser un cuerpo (o un cerebro), que van pasando por sucesivas fases, una vez destruido el cuerpo y el cerebro nada queda de la persona.
Incluso si algo sobreviviera a la corrupción del cuerpo, eso no sería una persona sino una entidad inimaginable por nosotros.

Para la “teoría corporalista FUERTE” eso es lógicamente imposible, totalmente Incoherente.

Además, no son dos los elemento de la persona (cuerpo y alma) habría un tercer elemento, el “espíritu” que éste sería el inmortal, ya que el concepto de “alma” –“ánima”, “animado” equivale a “vivo”, Alma = vida o principio de vida (psijé, en griego) y vida tiene un manzano, un perro y una persona, por lo que tendremos que volver a Aristóteles y sus tres almas: vegetativa, sensitiva y racional, cada una con sus funciones, aunque el perro tenga todas las funciones del árbol más las suyas propias, y la persona tendría las funciones del árbol (nace, crece, se alimenta, se reproduce y muere) más las del perro (sentidos externos, sentidos internos, instinto, memoria y movimiento) más las suyas propias (razón-inteligencia, voluntad-querer y libertad-poder).

En esta visión, lo inmortal sería el espíritu, no el alma.

¿Pero qué es el espíritu?.

Nociones de la parapsicología (como la telekinesia o telepatía) nos permiten un acercamiento al concepto de espíritu: “persona (por tanto, agente racional y moral) sin cuerpo”.

La telekinesia es un primer modo de ejecutar acciones a distancia sin intervención del cuerpo.
Pero un espíritu sin cuerpo no podría estar localizado porque es la localización espacio-temporal lo que individualiza y singulariza a una persona por lo que no podríamos diferenciar a un espíritu de otro.

Aunque fuera posible la existencia de espíritus –incluso que fueran inmortales- nosotros, los humanos, como cuestión de hecho, no pertenecemos a esa categoría pues somos unidades psicosomáticas en las que el cuerpo forma una parte inalienable.

Aunque la noción de espíritu sea coherente, la noción de supervivencia de nosotros los humanos, en cuanto espíritu, es incoherente por la simple razón de que no somos espíritus.

¿Poseemos un alma además de un cuerpo?, ¿una mente además de un cerebro?.

Como no poseemos almas espirituales sino que somos unidades psicosomáticas, entonces la idea de supervivencia espiritual después de la muerte es incompatible con nuestra naturaleza.

La Iglesia, en sus primeros tiempos, debió darse cuenta de ello y, ya en el credo aparece “creo (o espero) en la resurrección de los muertos (o de la carne) y en la vida eterna y perdurable”

Al resucitar los cuerpos, el día del juicio final, por fin el alma inmortal que andaría por…(¿por dónde andaría si al ser inmaterial no ocupaba espacio?) se juntaba con el cuerpo, no tal como murió (antes de nacer, recién nacido, viejo-anciano,..) sino en su mejor estado de salud (¿madurez o juventud?)

Pero todo eso es creencia no conocimiento.


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