No me resisto a no colgar la
entrevista a mi compañero y amigo, Antonio Diéguez Lucena (Catedrático de
Lógica y Filosofía de la
Ciencia , Universidad de Málaga.)
Tres TÓPICOS sobre la
tecnología que conviene revisar
Nunca se ha hablado tanto de
la tecnología como ahora. Nuestra dependencia del desarrollo tecnológico es tal
que nos cuesta creer que, en el año 1999, solo la mitad de la población mundial
hubiera hecho alguna vez una llamada telefónica. Hoy buena parte de la economía
de los países más pobres no sería posible sin un uso masivo del teléfono móvil,
y el 60 % del planeta tiene acceso a Internet.
Durante la pandemia de
COVID-19 hemos visto de forma muy clara esa dependencia, y discutido sobre las
esperanzas puestas en los avances tecnocientíficos. Pero, como siempre que se
habla mucho de algo, se dicen cosas en apariencia claras pero falsas, vacías, o
carentes de rigor. Señalemos tres tópicos muy repetidos en los últimos tiempos.
1.- LA TECNOLOGIA ES
NEUTRAL.
El primero de ellos afirma que
la tecnología no es ni buena ni mala, sino que todo depende del uso que hagamos
de ella.
Desde que Ortega escribiera
sobre este asunto en los años 30 del siglo XX y Heidegger en los 50,
sabemos que esa concepción puramente instrumental de la tecnología es falsa.
O todo lo falsa que puede ser
una media verdad.
Lo que tiene de correcta es
que los que somos buenos o malos en sentido estricto somos las personas.
Podemos utilizar una
herramienta como un martillo para el bien (colgar una estantería) o para el mal
(partirle el cráneo a alguien). La cosa, sin embargo, se torna un poco más
complicada si en lugar de un martillo hablamos de un misil nuclear.
Lo que tiene de falsa es que
la tecnología no es solo el conjunto de las herramientas, de los medios, de los
instrumentos, de las máquinas, sino también el entramado social, industrial,
económico, político y cultural que la hace posible.
Este se encuentra lejos de
ser axiológicamente neutral.
Incluso si nos ceñimos a los
objetos tecnológicos, el filósofo de la tecnología Langdon Winner explicó ya
hace años que “los artefactos tienen política”.
Es decir, encarnan valores
políticos y sociales.
Un país puede optar por
desarrollar energía nuclear o renovable.
Cualquiera de las opciones
tiene consecuencias diferentes.
La energía nuclear exige un
control político y técnico centralizado (una central no puede ponerse en manos
de un ayuntamiento), algo que no exigen las renovables.
Podrían multiplicarse los
ejemplos (robots sexuales, armas autónomas, algoritmos para seleccionar
empleados).
Si a ello añadimos que los
centros de poder tienen también sus preferencias a la hora de disponer de sus
artefactos, es fácil ver que la neutralidad de la técnica solo se cumple en los
niveles más básicos; en los del martillo.
2.- LA TECNOLOGÍA NOS
DESHUMANIZA.
El segundo tópico es el que
sostiene que la tecnología nos deshumaniza (o, en otra versión, que debemos
humanizar la tecnología).
El problema es que no se nos
aclara qué significa exactamente eso y si es siempre algo negativo.
Si interpretamos que la
deshumanización significa que la tecnología impide que hagamos ahora cosas que
considerábamos propias del ser humano, entonces es cierto que nos deshumaniza,
pero eso estaría bien en muchos casos.
Ya no tenemos que salir a
cazar mamuts ni que construir con nuestras manos una choza en la que
cobijarnos.
Esto fue propio de nuestra
especie durante mucho tiempo, pero seguro que buena parte de nosotros no
volveríamos a hacerlo con gusto.
Si lo que se quiere decir es
que la tecnología puede ser un factor central en la alienación económica,
social y cultural que experimentan muchos individuos en la sociedad
contemporánea, entonces de nuevo la afirmación es cierta, pero no parece que
sea algo que pueda resolverse con una consigna tan vaga como la de “humanizar”
la tecnología.
La tecnología, como también
vio Ortega, configura nuestra condición humana desde sus propios orígenes
temporales.
Cuando se habla
de humanizar la tecnología, probablemente lo que se quiere decir es
que hay que hacerla más acorde con nuestros verdaderos deseos e intereses.
Un propósito muy loable, pero
que exige concreción.
Lo que se necesita es que se
explique en cada caso cómo conseguimos pensar mejor los fines que nos convienen
y cómo crear mejores tecnologías para alcanzarlos, o cómo alcanzarlos sin tanta
tecnología, que también podría estar bien en ciertas circunstancias.
En este sentido, el filósofo
español Miguel Ángel Quintanilla ha hecho indicaciones muy interesantes con su
propuesta de “tecnologías entrañables”.
Y, por supuesto, sería
conveniente reconocer también que la tecnología ha contribuido a paliar o
eliminar otros procesos previos de alienación padecidos a lo largo de la
historia.
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