Acabo de
regresar de mi Salamanca.
He recorrido y
revivido mis muchos paseos por la Plaza Mayor , en el doble sentido, sabiendo que ya
no iba a encontrar a mi amigo Jerónimo.
He salido por el
arco del Corrillo y, tras visitar la
Iglesia de San Martín, donde mi antiguo profesor de
Literatura Comparada, D. Andrés Fuentes, cura, nos decía que, si alguna vez nos
echábamos novia, no fuera de una chica que acudiera mucho a la iglesia, porque
carecían de la alegría de vivir.
He enfilado la Calle de La Rúa y, tras sentarme,
contemplando la fachada de Anaya, he visto al "astronauta". Que no es
un buzo, sino un astronauta.
Escuchar a algún
improvisado cicerone y oír de seres extraterrestres, ya en el siglo XVI…
El
"astronauta" está en la
Puerta de Ramos de la Catedral Nueva ,
desde el XVI al XVIII, pero que estaba (la puerta) muy deteriorada.
Yo estuve, en
1993, viendo "las Edades del Hombre: el contrapunto y su mirada",
cuando Salamanca fue elegida sede de dicha fundación.
Un cantero,
llamado Miguel Romero, fue el autor del "astronauta", un añadido en
la estructuración de la
Catedral.
Es el símbolo de
la modernidad. El "contrapunto" al resto.
Es como un guiño
secreto, una firma.
Todos van
buscando al astronauta de la
Catedral y nadie se fija que hay otros adornos.
Debajo del
astronauta hay un lince, a su derecha un toro y, debajo del toro hay un dragón
con un helado de tres bolas, que está sonriendo.
Junto a la
puerta, a la derecha, podemos ver tres figuras que representan el agua, el
cielo y la tierra, son un cangrejo de río, una cigüeña y una liebre.
La liebre, como
es la que está más a mano, está muy "manoseada" porque, si le pides
un deseo y le pasas la mano te lo concede.
No dice nada la
tradición de que el deseo tenga que ser secreto así que yo pedí un gran deseo
(no el principal, como todos comprenderéis) "que nunca merme la amistad de
todos nosotros, amigos que esto leáis".
Estas cosas, no
deben extrañarnos.
En la Catedral de Palencia
(siglo XIV) hay un Fotógrafo; en la de Calahorra (siglo XVII), un teléfono
móvil. Y, lo más de lo más, en Trujillo (siglo XIII) un escudo del Atletic de
Bilbao.
Pero tenía que
continuar y, como cada año, me encontré sentado en el primer
banco, extasiándome ante el Retablo Mayor de la Catedral Vieja.
Siglo XV. 53
tablas ordenadas de abajo a arriba y de izquierda a derecha. Una historia, la Historia de la Salvación , en imágenes,
con escenas de la vida de María y de Jesús. Pero sobre todo, el remate final,
en lo alto del ábside, con el imponente Juicio Final.
A la derecha de
Cristo, los salvados, vestidos de blanco. A su izquierda, los condenados,
desnudos y que parecen caminar hacia "la boca de un monstruo
gigante".
Entre los
condenados, los rostros de algún Obispo y algún Papa (alusión a que nadie está
libre del Juicio Final).
He rodeado la
antigua Facultad de Derecho y me he dado de bruces con la Clerecía y la Casa de las Conchas. Cinco
años pasando, casi a diario, para ir a mi Universidad Pontificia.
Me he parado,
sin prisa, en la esquina de la
Casa de las Conchas. La "Esquina de los tres coños"
(¡perdón!). Aunque dicen que el nombre era porque, al dar la vuelta, uno
cualquiera exclamaba: "Coño, ¡qué bonito!", "Coño, ¡qué
frío!". "Coño, ¡qué calle tan larga!". La verdad era que para
nosotros, sólo se mantenía uno de ellos.
Contemplar la
salida de los alumnos de la Universidad Pontificia , los días lectivos, hacía
exclamar, a cualquiera: "Coño ¡cuánto cura!", "Coño ¡cuánta
monja!" y "Coño, ¡cuánto frío!".
Enfilando la
calle Libreros, como siempre.
Cantidad de
turistas alucinando ante la fachada plateresca (como si la hubiera hecho un
platero labrando filigranas sobre una joya) de la Universidad , siglo
XVI, y, como siempre, ¡a la búsqueda de la rana perdida!". Y, como casi
siempre, los improvisados y espabilados cicerones, cambiando la historia según
sean estudiantes o jubilados, queriéndoles sacar algún que otro euro y
ofreciéndose a hacerles ver la rana sobre la calavera para que no le ocurran no
sé cuantas desgracias si se fueran sin verla.
La dichosa rana
que, según la tradición, traía la buena suerte a los universitarios y el
estudiante que no la viera no aprobaba.
Aunque, para
otros, la rana es el símbolo de la lujuria, sobre una calavera, y el que la
viera tendría una vida sexual exagerada.
¡Hay que ver el
desborde de imaginación ante una "boutade" de un cantero cachondo!
Y…. ¡el no
va más!
He franqueado la
puerta y me he dado, de narices, con el patio ajardinado y su ciprés.
Todos sabíamos
que Gerardo Diego, en el verano de 1924, visitando el Monasterio de Silos,
quedó deslumbrado por el ciprés del claustro del monasterio benedictino de
Santo Domingo de Silos y, esa misma noche, creó el inmortal soneto, desde
entonces prendido a su nombre. "El ciprés de Silos":
"Enhiesto surtidor de sombra y
sueño
Que acongojas al cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi
alcanza
………
Flecha de fe. Saeta de esperanza
………
Mudo ciprés en el fervor de
Silos".
Paco, Antonio,
Jerónimo y yo, sentados en el banco del claustro ajardinado, mirando el ciprés,
veíamos a Gerardo Diego, y lo recitábamos, convencidos de que ese soneto podía
haber salido de su imaginación si hubiera descubierto nuestro ciprés antes que
el de Silos.
Soneto
espiritual, que invita a mirar a las estrellas y a elevar el alma.
Y, a veces, en
oposición, alguno de nosotros, seguía con:
"A un olmo seco"
(Un canto y añoranza a una vida que se
va. Un triste lamento)
"Al olmo viejo, hendido por el
rayo
Y en su mitad podrido"
(La enfermedad de Leonor, la joven
esposa de D. Antonio Machado)
"Con las lluvias de Abril y el
sol de Mayo
Algunas hojas verdes le han
salido"
(La pequeña, pero pasajera, mejoría
primaveral experimentada por Leonor).
Nuestra mente,
funciona así, por oposición.
En pleno Agosto
nuestra memoria nos trae recuerdos del frío que pasamos aquella tarde en… Y
viceversa.
Y he subido por
la majestuosa escalera que lleva a la Biblioteca , donde tantas tardes pasé, estudiando
e intentando ligar a aquella muchacha de Derecho, que nunca me hacía caso.
Y me he sentado
en los sillones, apoyando mis codos en esas mesas gordas y alargadas.
Luego, sentado
en el primer banco, del aula de Fray Luis, he cerrado los ojos y me he imaginado
al fraile, preso por la
Santa Inquisición y recién liberado de la cárcel, reiniciando
la clase interrumpida años atrás: "Como decíamos ayer…".
Pero cuando
empecé a llorar, de emoción, fue cuando entré en el Aula Magna, donde tantas
conferencias escuché, y me imaginaba la escena.
Don Miguel de
Unamuno, que ejercía de anfitrión, como Rector de la Universidad , Dñª
Carmen Polo de Franco, el Obispo de Salamanca, Pla y Daniel y el mutilado,
tuerto y manco, general Millán Astray, fundador de la Legión , a imitación de la
francesa y que, al momento, apostó por la rebelión de Franco, contra el
gobierno legal republicano.
¿Lo recuerdan?
Era el 12
de Octubre de 1936, era el día de la
Raza (ahora llamado día de la Hispanidad ). En el
paraninfo de la Universidad.
Las dos
Españas, claramente definidas en dos personajes públicos.
La fuerza de la Razón y la razón de la Fuerza. Uno defensor
de la libertad, de la cultura, del pensamiento,… en una palabra, de la vida; el
otro, desde su puesto de Jefe de Radio y Propaganda, había lanzado el
"heroico" grito de "Viva la muerte", secundado y
popularizado por miles de fanáticos.
Unamuno,
personaje siempre contradictorio, desilusionado por la República , con la que
había colaborado para su implantación, defendía, en esos momentos, la causa de
Franco, más que como "apoyo a" Franco como "desafecto con"
la desilusionante república, guiada por el sentimiento más que por la razón,
por la revancha más que por la sensatez, pero "legal".
Abre el acto
Millán Astray con un discurso lacerante para la razón.
Hablaba de
"cortar en carne viva el cáncer de los vascos y de los catalanes y que, de
esa forma, se sanaría a España".
Y, ebrio ya en
sus discursos, comenzó a dar gritos y vivas, entre los que no faltó su
acostumbrado "Viva la muerte"
Se sentó,
vibrante aún el general, tras su fogoso envite.
Unamuno, al que
le tocaba hablar, con la mano en la frente, parecía meditar.
Se levantó
pausadamente.
Todos los ojos
de los asistentes, que lo conocían, estaban fijos en él.
Se hizo un silencio
absoluto, y Don Miguel de Unamuno comenzó a hablar:
"Estáis
esperando mis palabras; me conocéis bien y sabéis que soy incapaz de permanecer
en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir. Porque el silencio
puede ser interpretado como aquiescencia.
Quiero hacer
algunos comentarios al discurso, por llamarle de algún modo, del general Millán
Astray.
Dejaré a un lado
la ofensa personal que supone su repentina explosión contra vascos y catalanes.
Yo mismo, como sabéis, nací en Bilbao. Y el obispo –y Unamuno señaló, con su
dedo acusador, al asustado prelado- lo quiera o no lo quiera, es catalán,
nacido en Barcelona".
Se detuvo
Unamuno.
La sala,
repleta, estaba enmudecida. Algo grave iba a pasar. Lo que iba a decir el
Rector nadie lo imaginaba.
"Acabo de
oír el necrófilo e insensato grito de "Viva la muerte" y yo, que he
pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las
comprendían, he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula
paradoja me parece repelente.
El general
Millán Astray es un inválido.
No es preciso
que digamos esto en un tono más bajo. Es un inválido de guerra; también lo fue
Cervantes.
Pero,
desgraciadamente, en España hay, actualmente, demasiados mutilados y, si Dios
no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más.
Me atormenta
pensar que el general Millán Astray pudiera dictar la norma de la psicología de
la masa.
Un mutilado que
carezca de la grandeza moral de Cervantes, es de esperar que encuentre un
terrible alivio, viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor".
En este punto
del discurso, Millán Astray no pudo contenerse por más tiempo y, poniéndose de
pie, gritó: !Abajo la inteligencia¡ ¡Viva la muerte!". Y fue coreado por
la totalidad de los asistentes al acto que se celebraba en el paraninfo.
Colérico ya y,
visiblemente nervioso, Unamuno finalizó su discurso de esta forma:
"Éste es el
Templo de la Inteligencia
y yo su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto; venceréis, porque
tenéis fuerza bruta, pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir y,
para persuadir, necesitaríais algo que os falta: Razón y Derecho en la lucha.
Me parece inútil
el pediros que penséis en España. He dicho".
Hubo un conato
de intento de agresión en ese momento por parte de los acompañantes de Millán
Astray a Unamuno.
Lo impidió la
esposa del general Franco, que salió con Unamuno del recinto.
Ésta fue, quizá,
la última clase del Profesor, porque el 31 de Diciembre de ese mismo año moría,
de pena, confinado en su propia casa, ¿la recuerdan? "La casa de las
muertes", casi frente al Palacio de Monterrey.
La disputa con
el general Millán Astray le había costado el cese fulminante de todos sus
cargos.
De nuevo las
Letras y las Armas.
El poeta, el
intelectual y el soldado.
La fuerza de la Imaginación , la fuerza
de la Razón y
la razón de la fuerza.
El convencer y
el vencer. El alma y el cuerpo.
El poder, ejercido
por el Capital, ejercido por el Ejército, ejercido por la Iglesia ,…
¿Cuándo por la Inteligencia , por la Palabra , por la Razón ?
Es lo que llevo
preguntándome toda la vida.