miércoles, 31 de mayo de 2017

ARISTÉTELES Y EL AMOR (3)



2.- “EL BIEN”

QUERER “EL BIEN”

 ¿Quién va a dudar, en principio, de que una madre o un padre de familia normales quieren lo mejor para sus hijos?.
Pero cuando hay que concretar qué es “lo mejor” para esos hijos, en unas circunstancia particulares, la solución se torna ya más complicada y pueden (y muchas veces lo es) estar en desacuerdo.

En primer lugar ese bien, o ese “lo mejor”, debe tener como referencia a esos hijos a los que se les brinda y no sólo y, principalmente, a los padres, que, más que favorecer al muchacho, persiguen en realidad que los deje en paz, evitar un enfrentamiento, ahorrarse un disgusto, proyectar su propia vida sobre el chico o beneficios por el estilo. 

Nosotros, padres, estamos convencidos (quizá en un autoengaño) que lo que nosotros creemos que es lo mejor para ello realmente lo es y no sólo el cumplimiento, en el hijo, de una frustración de los padres (“que ellos sean lo que nosotros no hemos sido, porque no hemos podido, porque las circunstancias eran otras, porque no tuvimos oportunidades,…”)

El bien que se le ofrece a los hijos debe ser un bien real, objetivo, algo que lo mejore, que haga del ser amado una persona más cabal, más plena, más entera, más rica.

Por tanto, en última y definitiva instancia, lo que debe procurarse para aquel a quien se ama es que, a través y por medio de nuestras intervenciones, consejos, esfuerzos y sacrificios, sea  lo que más le conviene “a él”.

Se establece, así, una suerte de «círculo virtuoso», merced al cual, cuando alguien quiere de verdad a otra persona, lo que tiene que procurar, por todos los medios, es que ésta, a su vez, vaya queriendo más y mejor.

A fin de cuentas, amar equivale a enseñar a amar y, además, a facilitar el amor.

En este sentido, el mejor modo de querer al otro no es sólo amarlo sino, también, facilitar el amor mutuo.

Quererlo y hacer sencillo y agradable el que pueda quererme.
Recibir sin trabas su cariño, no poner barreras que impidan que su entrega, sus definitivos deseos de unirse, alcancen su meta.

Amar, facilitar el amor, dejarse amar, amarse.

Facilitamos el amor cuando nos mostramos francos, disponibles y cercanos: lo cual suele equivaler, en positivo, a estar pendiente del otro; o, lo que es casi lo mismo, a no resultar hoscos, esquivos, distantes… por encontrarnos encerrados en los propios problemas y ocupaciones o enrocados en los presuntos y orgullosos derechos del yo: en «lo mío… en cuanto mío».
Y eso, por desgracia, solemos practicarlo: no dar el brazo a torcer, que el primer paso lo dé el otro.

«Lo que el amor tiene de admirable es que el servicio que nos hacemos nosotros mismos al amar, se lo hacemos también al otro amándolo; más aún, se lo hacemos por segunda vez dejándonos amar» 

“Facilitar el amor como modo sublime y supremo de amar”

Si los profesores “amáramos” a nuestros alumnos deberíamos preocuparnos, más que para que “sepan” más, para que “sean” más y mejores personas (es lo que muchas veces he declarado y en lo que todos los docentes estamos de acuerdo), que “educar”, a la persona, es mas que “calificar” sus conocimientos).

¿Y los padres?

Lo tienen más crudo.
Unos padres que consideran la conveniencia de enviar o no a la hija adolescente a Inglaterra o a Estados Unidos para que perfeccione sus conocimientos de inglés, por la imperiosa necesidad, hoy día, de conocer este idioma, pero que, al mismo tiempo, temen los peligros de soledad, de la desadaptación y desorientación que una estancia fuera de casa podría provocar, y más a esas edades.

¿Los hemos educado para que maduraran y pudieran defenderse por ellos mismos, en circunstancias tales, o hemos preferido tenerlos bajo las alas y a buen recaudo, lejos de las situaciones embarazosas?

¿Madurarán, como personas, en el extranjero, cuando se enfrenten a culturas y modos de vida distintos o se arrugarán y sentirán los mordiscos de la frustración, no sólo la pérdida de tiempo?


Queda más claro que, en situaciones por el estilo, lo decisivo no es tanto lo que se hace, sino el motivo de fondo que impulsa a obrar así y las repercusiones que semejante conducta lleva consigo.

martes, 30 de mayo de 2017

ARISTÓTELES Y EL AMOR (2)

1.- QUERER

Igual que “entender” hace referencia al “entendimiento, “querer” hace referencia a la “voluntad”

Aristóteles, al describir el amor como «querer» está intentando dejar claro que el nervio o columna vertebral de la actividad amorosa se asienta en la voluntad.
Pero todos sabemos, por experiencia, que aunque el amor sea eso, no se agota en eso, que “amar” es más que “querer” (voluntad), porque se ama con toda nuestra persona.
Soy yo, entero, completo, el que ama, y no sólo mi voluntad; y en ese yo entran desde los actos más trascendentales, como el sacrificio por el ser querido o el proyecto de vida de la pareja, del matrimonio, de la familia, pasando por los sentimientos y actos que exteriorizan nuestro cariño a la persona amada, hasta las cuestiones  en apariencia intrascendentes, como el empeño por mostrarse elegantes y atractivos (¡él! y ella, ella y él!), el esfuerzo de la sonrisa, la caricia, el beso o la mirada de cariño aun en los momentos de cansancio o nerviosismo o desaliento, o los pequeños detalles que hacen más entrañables el retorno y descanso en el hogar.
No sólo en momentos especiales, sino en la vida cotidiana.

He escrito muchas veces que no es necesario regalar una rosa o un detalle, pero que tampoco está demás.

Amamos con todo lo que somos, sabemos, sentimos, podemos, hacemos, tenemos y anhelamos. Absolutamente con todo.
Se ama con “el todo de uno” al “todo del otro”

Amar, pues, consiste en volcarse todo entero en apoyo y promoción del ser querido entero.

La amplitud del amor es, pues, inabarcable, porque lo abarca todo, un repertorio cuasi infinito de actividades, desde la palabra hasta el silencio, desde el trabajo a la generosa disponibilidad hacia los hijos o amigos cuando andamos muy escasos de tiempo, desde la puesta a punto de la propia imagen a la de la casa, con minucias a menudo casi desapercibidas pero siempre indispensables.

Sólo se transforman en amor cabal y sincero en la medida en que todas ellas se encuentran pilotadas y como envueltas o sumergidas en una operación de la voluntad (el querer), que busca y pretende el bien de la persona amada.

Se ama a esa persona y se hace, voluntariamente, por ella lo que ella quiere y desea que se haga.

Amar y querer.

Se trata de palabras y realidades clave.
Pues el amor no se identifica con esos «me gusta», «me atrae», «me apetece», «me interesa», «me apasiona»… con los que  jóvenes y no tan jóvenes, pretenden justificar su comportamiento, y que, a fin de cuentas, si se los considera aislados y se los absolutiza, resultan más propios de los animales que del hombre.

Los animales se mueven, efectivamente, por atracción-repulsión, por instintos; buscan su bien, de una manera cuasi automática, lo que refleja su gusto o su rechazo impresos en su naturaleza en cuanto es beneficioso o dañino para ellos o para su especie.

Santo Tomás, muy aristotélico él, lo expresaba así: “Magis aguntur quam agunt”, “más que moverse, son movidos”, “más que hacer, son hechos hacer”.

Pero el hombre, aunque sea animal (“viviente sensible”), es más que animal.

El hombre trasciende las simples necesidades biológicas, y es capaz de realizar acciones que no resultan en absoluto explicables desde el punto de vista de su propia conservación física.
Muchas veces he escrito que el hombre es capaz de ir a ponerse inyecciones o meterse en un quirófano para que hasta le corten una pierna o le seccionen una parte de un órgano enfermo que tiende a invadir el cuerpo entero.

El hombre va al médico, al animal hay que llevarlo al veterinario.

El hombre, por expresarlo de algún modo, puede poner entre paréntesis sus instintos (rehuir el dolor) y querer y realizar una acción en sí misma buena, por más que a él no le atraiga, le apetezca o le interese… e incluso le desagrade y repugne; o, al contrario, no quererla ni llevarla a cabo aunque  esté muriéndose de ganas por realizarla, si advierte que ese acto no contribuye al bien de los otros.

Uno de los hechos que mejor pone de manifiesto la superioridad de la persona humana sobre los animales (“distancia infinitamente infinita” decía Pascal) es que, dejando aparte sus gustos, deseos y apetencias, cuando las circunstancias lo exijan, puede conjugar en primera persona el yo quiero o, en su caso, el no quiero, dotado a veces de mucha mayor enjundia antropológica y ética.


Podríamos hablar de un escalonamiento en dos pasos hasta alcanzar la esencia del amor.

1.- Negar que se trate de un simple sentimiento, de un afecto sensible, aunque en ningún caso tenga por qué excluirlo. 

2.- Resaltar su carácter eminentemente activo, calificándolo como determinación firme de la voluntad. Amar se demuestra amando.

El hombre, animal, rebasa al sólo animal por el querer y, según convenga, supera y excede los meros deseos, pasiones y afectos.

Querer es, pues, un acto humano, tal vez el acto más humano que quepa llevar a cabo.
Es un acto libre y, por tanto, inteligente, decidido, fuente de iniciativas creadoras y muchas veces esforzado, y siempre desprendido, generoso, altruista.


lunes, 29 de mayo de 2017

ARISTÓTELES Y EL AMOR (1)

EL AMOR EN ARISTÓTELES

Aunque conozco la variada filosofía de Aristóteles, confieso que no he leído “toda” la obra del mismo, y menos en griego.

Pero del tema del amor y del sexo suponía que sólo podía estar tratado en alguna de sus obras (“Del alma”, las Éticas, la Retórica, quizá en la Política).

Por ejemplo, puesto que el amor es un “sentimiento” debería ser en el “Del alma”, donde escribe sobre las emociones y las pasiones.

Pero en ella no aparece, expresamente, una teoría de las emociones, aunque se encuentren algunos esbozos de ellas dispersos en varios de sus tratados.
Al tratar las pasiones o emociones, en el “Del alma” hace un análisis que está centrado en la relación entre las afecciones del alma y el cuerpo, debido a que el problema del que se ocupa allí el filósofo es si hay algún acto o afección del alma que sea exclusivo de ella, sin relación al cuerpo, y el caso de las pasiones es relevante y le dedica una atención especial, a partir de las teorías más aceptadas en su tiempo.
Sin embargo, en los tratados éticos, Aristóteles se ocupa de las pasiones en el contexto de su teoría de la virtud.

El tema del posible influjo de la razón en las emociones y las pasiones lo trata de manera distinta a como lo hacía Sócrates.

Aristóteles, a diferencia de Sócrates, admite que el influjo de la razón sobre algunas emociones, en particular el deseo (epithymía), no siempre es eficaz o duradero, y reconoce que podemos ser arrastrados por nuestras pasiones.
En tanto que Sócrates supone que lo superior necesariamente gobierna a lo inferior y considera que la superioridad del principio racional entraña su supremacía y hegemonía sobre los apetitos irracionales y la parte concupiscible del alma.

El análisis aristotélico de la akrasia cuestiona dicho supuesto y muestra que en ocasiones el deseo de lo placentero puede prevalecer sobre nuestro deseo del bien (incontinencia por debilidad de la voluntad).

Qué es la “akrasia”

Akrasia proviene del griego ἀκρασία, “a – krasia”, en que el prefijo “a-“ significa negación, privación, carencia de; y el sufijo “-krasia” proviene de “kratos”, gobierno y significa poder, control; por tanto, akrasia significa “carencia de poder, carencia de control”.

Fueron los clásicos griegos los que reflexionaron sobre el tema de si era posible obrar mal, hacer algo malo, cuando racionalmente sabemos que es malo. 

Sócrates sostenía que si alguien obraba mal, si hacía algo malo, era sólo “por ignorancia”, porque no lo sabia, porque si lo hubiera sabido no habría obrado así, de ahí su obsesión por el conocimiento, lo que se denomina “Intelectualismo socrático” (si “sabes” qué es el bien, “obrarás” bien y “serás” un hombre bueno; si “sabes” qué es la justicia, “obrarás” justamente y “serás” un hombre justo; si “sabes” que es la honradez, la sinceridad, la paciencia, la solidaridad,…(cualquier “virtud”), “obrarás”…. y “serás”  un hombre honrado, sincero, paciente,….en una palabra “virtuoso”.

“Saber” conduce necesariamente a “obrar” y de aquí se deriva el “ser” (“Intelectualismo socrático).

Platón, sin embargo, creía que el placer podía dominar la voluntad, y el debate continúa hasta hoy.

Freud, por ejemplo, afirmaría que existe una capa por debajo de la racionalidad (de la conciencia) y de la que no somos conscientes.  Es la teoría del Inconsciente freudiano.
Incluso Freud afirmará que la relación “consciente-inconsciente” es como la del iceberg, sólo el 10% sobresale de la superficie del agua y el 90% permanece por debajo, lo que lleva a afirmar que el 90% de nuestras acciones las hacemos inconscientemente, y sólo un 10% de manera consciente.

De su Metafísica exprimida, mezclada con su Ética podríamos sacar una interesante teoría del amor.

Para esclarecer el asombroso misterio del amor, debe acudirse la escueta descripción que estampó en su Retórica.

Amar es «querer el bien para otro en cuanto otro».

Tres elementos compondrían, pues, la realidad que andamos buscando: 1.- “querer”; 2.- “el bien”, y 3.- “para otro (en cuanto otro)”.


Analicemos cada uno de estos componentes y estaremos en la vía adecuada para penetrar en la naturaleza del amor.

sábado, 27 de mayo de 2017

VARÓN Y MUJER



En el mundo animal los denominamos “macho” y “hembra”, en el mundo humano son “varón” y “mujer”

La mujer, siempre considerada inferior al varón, un ser “incompleto”, es definida por Aristóteles como “varón fallido” (¿por la relación “pene”-“clítoris”?)

En sus obras de Zoología así lo expone Aristóteles.

"La hembra es, por así decirlo, un macho impotente, pues la hembra es tal debido a cierta incapacidad, la de confeccionar nutrientes (fluido menstrual) en forma de semen, a causa de la frialdad de su naturaleza...
Lo que el macho aporta a la generación es la forma, o principio del movimiento, mientras que la hembra proporciona el cuerpo o, en otras palabras, lo material. Así pues, si consideramos al macho como tal, como “activo” y “causante del movimiento”, y a la hembra como tal, como “pasiva” y “puesta en movimiento”, vemos que lo formado procede de ellos sólo en el sentido en que una cama procede del carpintero y la madera, o una bola de la cera y la forma"

(Sobre la generación de los animales)


"¿Por qué un individuo llega a ser y permanece macho, y otro hembra?

De la misma manera que los hijos de padres lisiados unas veces nacen lisiados y otras no, así también los hijos nacidos de una hembra unas veces son hembras y otras machos, pues la hembra es, por así decirlo, un macho mutilado y la menstruación (fluidos menstruales) son semen, aunque impuro, ya que carecen de una sola cosa, el principio del alma.

Mientras el cuerpo procede de la hembra, el alma procede del macho.

El macho se distingue por su capacidad de cocer la sangre para convertirla en semen..., y toda cocción se produce por medio de calor.

En consecuencia, los machos deben ser más calientes que las hembras, pues debido a su frialdad e incapacidad la hembra tiene más abundancia de sangre en ciertas partes de su anatomía...

Tal vez ahora se verá más claro el motivo por el que un embrión llega a ser femenino y otro masculino, pues cuando el primer principio no es dominante y no puede confeccionar el nutriente debido a la falta de calor ni darle la forma adecuada, sino que es derrotado en ese aspecto, entonces el material sobre el que trabaja debe convertirse en su contrario...

En los seres humanos, el feto de la hembra no tiene la misma perfección del macho..., pues las hembras son de naturaleza más débil y fría, y debemos considerar al carácter femenino como una especie de deficiencia natural.

En consecuencia, mientras está dentro de la madre se desarrolla lentamente debido a su frialdad..., pero después del nacimiento llega rápidamente a la madurez y la vejez debido a su debilidad, pues todos los seres inferiores llegan antes a su perfección o fin, y esto es tan cierto con respecto a las obras de arte como lo es con respecto a lo formado por la naturaleza"

(Sobre la generación de los animales)

"Aunque existan muchas excepciones al orden de la naturaleza, el macho es por naturaleza más apropiado para el mando que la hembra, de la misma manera que el viejo y totalmente desarrollado es superior al joven y más inmaduro... La relación del macho con la hembra es de esta clase, si bien en su caso la desigualdad es permanente"


(Política)

viernes, 26 de mayo de 2017

AMOR Y SEXO



Así lo cuenta un Diplomado en Educación Sexual, de nombre José Antonio.

Un amigo, que suele leer mis artículos de opinión, me preguntaba si no me estoy volviendo conservador, que si no era partidario del  “Amor Libre”, a lo que le respondí que en la actualidad existe un exceso de hipersexualidad plasmada en todos los ámbitos de la vida, por lo que no permite que el concepto amor brille con luz propia, y que habría que hacer una síntesis entre amor y sexualidad y no permitir que un concepto, “el sexo”, anule al otro, “el amor”, ni viceversa, es decir ni Freud (pansexualismo) ni Platón (espiritualismo), sino que prefiero a ARISTÓTELES (ideas unidas a la realidad).

Es por esto por lo que vendría hablar sobre el concepto de “amor erótico”, distinto del amor que se siente por un hermano, o el amor que una madre siente por un hijo, pues ambos son amores universales, se puede amar a varios hermanos o a varios hijos.

En contraste con ambos tipos de amor está el “amor erótico”: el anhelo de fusión completa, de unión con una única persona y que, por su propia naturaleza, es exclusivo y no universal y es también, quizás, la forma de amor más engañosa que existe.

Y digo engañosa porque reducido al deseo sexual que conlleva, al deseo de fusión cuando uno o una se enamoran, el deseo de hacerse intimidad con un desconocido hasta ese momento puede resultar una mera ilusión, al comprobar que la unión sexual que se apetecía agota la exploración y conocimiento de la persona, de ahí que el conocerse hasta lo más íntimo puede resultar decepcionantes muchas veces, en ese sentido de agotamiento y finitud.

Mas, si la experiencia de la otra persona fuera más profunda, no agotada en la relación sexual, si se pudiera experimentar la infinitud de su personalidad se podría al mismo tiempo experimentar su inagotabilidad y su dinamismo.

Y es que el deseo sexual tiende a la fusión --y no es en modo alguno solo un apetito físico, el alivio de una tensión penosa--. Pero el deseo sexual puede ser estimulado por el deseo de conquistar o de ser conquistado, por la vanidad, por el deseo de herir y aun de destruir, tanto como por el amor.

Parecería que cualquier emoción intensa, el amor entre otras, puede estimular y fundirse con el deseo sexual, como si se confundiera el deseo de amar con el deseo de poseer físicamente.

Decía Erich Fromm ,   “si el deseo de unión física no está estimulado por el amor, si el “amor erótico” no es a la vez fraterno y fundido con la ternura, jamás conduce a la unión, salvo en un sentido orgiástico y transitorio” (El arte de amar, que siempre habrá que releerlo).

Y es que la atracción sexual crea, por un momento, la ilusión de la unión, pero sin amor, tal unión deja a los desconocidos tan separados como antes, porque cuando la ilusión se desvanece, sienten su soledad más agudamente que antes, llegándose incluso hasta a odiar por la insatisfacción.

La ternura que falta es el producto del amor fraternal, y existe tanto en las formas físicas del amor, como en las no físicas. El amor erótico fundido en la ternura es exclusivo, pero no individualista, sino que ama en la otra persona a toda la humanidad, excluyendo en el amor a los demás solo la fusión erótica, es un compromiso total en todos los aspectos de la vida.

Para concluir diré que el amor erótico, si es amor, tiene una premisa, amar desde la esencia del ser y vivenciar a la otra persona en la esencia de su ser.

En esencia, todos los seres humanos son idénticos, somos todos partes de Uno, somos Uno. Siendo así, no debería importar a quién amamos. Esta es mi concepción de amor libre, cambiar la frase   “te necesito porque te amo” en lugar de “te amo porque te necesito”

Por esto, en suma, le diría a mi amigo que Aristóteles, para mí, lleva la razón.


Amor y sexo se complementan, no se excluyen, deben ser compatibles.

jueves, 25 de mayo de 2017

SEXO EN LOS FILÓSOFOS GRIEGOS.



Mientras el “sexo” para Platón es algo secundario, el “género” hace referencia al sexo porque tiene que contrarrestar una diferenciación anatómica, que de inicio estratifica a la mujer, pero que de hecho se construye en función de liberar al alma del sexo

El caso de Aristóteles es distinto, sin bien fue el discípulo más prominente de Platón, la concepción que tiene del humano y del mundo son distintas.

Para empezar Aristóteles no se eleva a ver una realidad ajena al mundo material, como Platón.

Para él lo real hace referencia a la materia y la materia es lo que posibilita gran parte de la acción.

¿No han visto la pintura de Rafael “La Escuela de Atenas” con el dedo índice de Platón indicando el cielo, el arriba, el mundo de las ideas, mientras la palma de la mano de Aristóteles hacia abajo, señalando la tierra, este mundo material, el único que realmente existe, el de las substancias primeras?

El dualismo cuerpo-alma también está presente, pero no son opuestos, sino que son indispensables y complementarios para el suceso que llamamos “ser humano”.

No hay persona sin cuerpo, no hay persona sin alma, este es el principio hilemórfico que sostiene a cualquier viviente.

“Cuerpos animados” o “Almas corporeizadas”

Sin embargo entre el alma y el cuerpo hay una jerarquía. El cuerpo es capaz de moverse gracias a que tiene alma (De Anima).
El alma es: “principio de vida y principio de movimiento”
Todo lo que tiene vida tiene alma, es algo “animado”, “almado” sea un árbol, sea un perro, sea un hombre.
Las tres almas aristotélicas: la vegetativa, la sensitiva y la racional.

El alma es esencialmente activa y el cuerpo pasivo.

A diferencia de Platón, el cuerpo no tiene una connotación negativa, el cuerpo es un facilitador del alma (De Anima).

Entre el cuerpo y el alma hay una correspondencia, en general se pertenecen a sí mismos y funcionan de manera recíproca.
De esta manera no se podría decir, por lo menos al hablar de una especie, que un determinado cuerpo no pueda realizar determinadas acciones porque tiene un alma distinta a la que pertenece.

Al hablar de distintos cuerpos, estamos diciendo que tienen distintos modos de animación.

La diferencia sexual en Aristóteles está presente porque hay seres con principios más activos que otros.

El varón tiene un principio más activo, es el representante del alma, mientras que la mujer es pasiva, y está más cercana al cuerpo (Sobre la generación de los animales)
De algún modo la mujer “puede” hacer menos cosas que el varón: el macho y la hembra se distinguen por una cierta capacidad y una incapacidad.

En el imaginario aristotélico la mujer no puede realizar las mismas acciones que el varón porque tiene una conformación entitativa distinta de la del varón.
Radicalizando las cosas sería como comparar a los pájaros con las lombrices, es evidente que unos pueden hacer cosas que los otros no, si bien Aristóteles sí aclara que varón y mujer pertenecen a la misma especie.

El sexo tiene una correspondencia con el alma a la que pertenece, es reflejo de su estatus y posibilidades.
Es por ello que para Aristóteles no es ningún atropello establecer “clases” de “humano”.
De modo que por naturaleza la mayoría de las cosas tienen elementos regentes y elementos regidos.

De diversa manera manda el libre al esclavo, y el varón a la mujer, y el hombre al niño.
Y en todos ellos existen las partes del alma, pero existen de diferente manera.
Aristóteles estaría mucho más cercano a una versión socio-biologicista, en donde el cuerpo tiene la huella de un sexo, y que, como toda huella, deja marcas que no pueden desaparecer, que se llevan consigo en cada una de las actividades que se realizan.

Es como una cicatriz, que aunque no esté presente todo el tiempo en el pensamiento de quien la tiene, no por eso deja de estar y de ser visible si se la busca.

En Platón, el cuerpo también es huella, pero de una culpa que quiere dejar de serlo y tornarse olvidada.
Mientras eso no suceda, mientras se tenga cuerpo, estará ahí.

Los pensamientos de Platón y Aristóteles nos recuerdan lo difícil que es la resolución de problemas humanos.
Platón no toma en consideración al cuerpo.

La pregunta que sigue es: ¿estoy dispuesto a renunciar a mi sexualidad, a la identificación con mi cuerpo, a una materialización de mi yo? ¿Seré consecuente y olvidaré la dimensión material que me implica y desistiré de pensar en un bienestar material, sexual, saludable y placentero?

Es cierto que al renunciar al cuerpo, o por lo menos al plantear al cuerpo como medio intrascendente, se adquiere una mayor libertad de construcción humana.
La personalidad, así, no estaría ceñida a los límites espacio temporales, y ciertamente sería independiente de ellos.
Aún si renunciáramos a la opción platónica del Mundo de las Ideas, el Dios creado y el alma, de todas maneras al negar la realidad corpórea tendríamos que recurrir, a un “algo” que defina a un determinado ser humano, al que le podríamos llamar, conciencia, psiqué, yo, pulsiones o pensamiento.
Y éstos tendrían que caer dentro de lo material o de lo inmaterial.
Si se limitan a lo inmaterial, las consecuencias son las mismas y si se definen en términos materiales, estaríamos hablando de cuerpos, energías, masas por lo que nos llevaría necesariamente a determinaciones.
El cuerpo necesariamente implica límites. Límites de extensión, de requisitos de mantenimiento como agua, comida, descanso.

Además, al hablar del humano como ser construible, como realidad cambiante y en construcción, inevitablemente caemos en determinaciones, aunque sean parciales, de formación.
Pues la pregunta que tendría que hacerse es: ¿con qué me construyo?
Si lo que es la persona es realizable en la medida que se va realizando, las variables que intervienen serán decisivas en el proceso.
Los actos que se ejerzan serán definitivos.

Pero el problema se agrava cuando soy consciente que no se pueden prever y elegir todos los aspectos que construyen mi mismidad.
Yo no decido con quien me voy a topar en la calle o el lugar en donde nazco.

También cabe pensar que existen personajes que tiene mayor injerencia en las decisiones colectivas que otros, y que por lo tanto ellos pueden construir la personalidad de otros sin que los individuos estén conscientes.

Si el humano es absoluta apertura e indeterminación, entonces ¿cómo es que me encuentro alienaciones constantes en el mundo?
¿Por qué tropiezo con dominaciones repetitivas llámense, ricos, blancos, varones, por citar algunos?

Si hay constantes simbólicas, ¿a quién le toca establecer y a quién le toca cambiar estos simbolismos?

El problema no es menor si nos limitamos al cuerpo y aceptamos que no hay nada más allá que los genes y la fisiología.

Como ya se ha dicho, el cuerpo implica determinación y ésta es lo opuesto de la apertura.

Aquí sí que estaríamos dispuestos a renunciar por completo a la libertad.
El hombre no sería, sino un desplegar continuo de factores preestablecidos.

Aristóteles nos plantea una sociedad que debe ser coherente con las naturalezas con las que cuenta y debe fijar los roles de trabajo.

Entonces, ¿por qué esmerarse en cambiar nada, en conocer, en crear conciencia, si todo “es” como “debe ser”?
¿De dónde sale este sueño de libertad? ¿Por qué experimento en mí la posibilidad de mutación, y cuando adquiero independencia se manifiestan sensaciones de satisfacción, reales, presentes e innegables?

¿Estoy dispuesto a abandonar la idea de mejora del mundo o tengo que aceptar que los cambios que se hacen no son substanciales?

La resolución de estas paradojas es complicada, pero nos recuerda que no podemos ignorar la biología, aunque tampoco tenemos que estar limitados por ella.

Se tiene que encontrar un punto medio entre lo natural, incluyendo lo biológico y lo socialmente construido.

Promover una modificación de estructuras sociales sin perder de vista lo que es el humano.
Una teoría que permita retomar los límites ciertos y presentes que aporta la existencia de la persona, enfocándose en sus capacidades.

“Las cuestiones de la vida y la muerte, la buena o la mala nutrición, la condición o la fortaleza de una buena o mala salud, no son solo materia de diversidad cultural, sin embargo son experiencias que son formadas culturalmente y que pueden influir de muchas formas”. (Nussbaum).

O en otras palabras: “El hambre es hambre, pero lo que califica como alimento es determinado y obtenido culturalmente”

El humano es una realidad que tiene una conformación heterogénea, mas requiere unas constantes para poder desarrollarse de una manera idónea.
Hay que detectar estas constantes y profundizar en lo propiamente humano, si es que queremos desarrollar una sociedad responsable que respete la dignidad de las personas y promueva el desarrollo humano.


miércoles, 24 de mayo de 2017

VIDA Y SEXO EN ARISTÓTELES



Aristóteles puede ser considerado como el creador de la biología = “la ciencia de la vida”, el “estudio de los seres vivientes” y una gran parte de su obra está dedicada a ellos.

Pero hay “vida vegetativa” (vegetales o Botánica), “vida sensitiva” (animales o Zoología) y “vida racional” (hombres o Antropología)

Al tratar de “sexo” nos referimos tanto a los animales como al hombre, pero al referirnos a la “sexualidad” y al “amor” sólo podremos referirnos al hombre.

Pero no hay ninguna obra que trate de ello, expresamente, y habrá que leer entre líneas su obra principal “Peri psike” o “De anima” o “Acerca del alma” y sobre todo una interpretación antropológica de su Física y Metafísica.

Aunque sólo sea por curiosidad.

El “MANUAL DEL SEXO”, de Aristóteles y sus curiosas ideas”

No sé si será un texto verdadero de Aristóteles, (mejor dicho, creo que no lo es, nunca lo había leído y nada sabía sobre él) pero debían de ser ideas o bulos que circularían  en el ambiente de la Grecia de su tiempo.


Conocida como la obra maestra de Aristóteles, un manual del siglo XVIII, se difundió clandestinamente en el Reino Unido tras su publicación, por contener información tabú para la época, como las relaciones sexuales, y cómo una pareja recién casada debía iniciar su vida íntima.  

Y en enero de este 2013, una de sus copias fue subastada en Edimburgo, trayendo al recuerdo una serie de conceptos e ideas que hoy llaman la atención, acerca de cómo en la antigüedad miraban la vida sexual.

“The Aristotle's Compleat Master-Piece” recién pudo ser distribuido con completa libertad en 1960, después de dos siglos en que distintos impresores se avergonzaban o temían poner sus firmas en las nuevas publicaciones y luego ser perseguidos como indecentes.

Según los expertos, el verdadero autor de esta curiosa joya de la antigüedad es desconocido, pero en su momento, se le atribuyó su creación al mismísimo filósofo griego, Aristóteles, como una forma de aumentarle el prestigio al texto.

Éste describe cosas como el tipo de luna que debe haber para que un hijo salga hombre o mujer, además de insinuar que el poder imaginativo de una mujer, en el momento de concebir un hijo, puede lograr que su hijo salga con determinadas características.
Por ejemplo, una pareja blanca podría tener descendencia negra, si la madre piensa en un hombre de esa raza, mientras está teniendo relaciones con su marido.

Para explicar la “cópula carnal”, el manual la describe como un acto natural de hombres y mujeres para engendrar, a través de los “instrumentos” hechos para ese propósito.
Por ende, la religiosidad indica que es un pecado utilizarlos para otros fines.

El acto sexual, “moderado” y “legítimo”, despeja la mente y expulsa la melancolía, asegura.
Y, por otro lado, la “omisión del acto” puede acarrear oscurecimiento de la vista, mareos, y, en el caso específico de los hombres, la retención de su “semilla”, podría traer otros males.

Asimismo, la cópula carnal “inmoderada” puede ser dañina, ya que “seca el cuerpo” y hasta acorta la vida, tal como se ve en los gorriones que, al ser frecuentes copuladores, solo viven tres años, explica el texto.

El despilfarro de tener relaciones sexuales si no es para tener hijos.

Esta “obra maestra” hace un llamado a los hombres a no caer en la infidelidad, tachándola de “corrupta” y una fuente de enfermedades. 
Y describe al matrimonio como algo visto por muchos de sus contemporáneos, “como el yugo más insoportable”, al no permitir dar rienda suelta a los “apetitos desenfrenados”.

Sin embargo, el desconocido autor defiende el papel de la cónyuge, como la mejor compañera en las buenas y en las malas.
“Cuánta más satisfacción recibe un hombre en los brazos de una amante esposa, que en los flirteos lascivos de una prostituta mentirosa”, dice, sin tapujos.
En una época en la que se ponía especial preocupación en que las mujeres llegaran vírgenes al matrimonio -con orgullo, como señal de que “no ha conocido varón”-, el texto pide poner atención en los alimentos salados o picantes, que calientan más el cuerpo y puede acarrear a las jóvenes damiselas serios problemas, y una horrible mancha en la honra de la familia.

Con todo, y consciente de que hay algunas parejas que no desean tener hijos y aún así son “aficionados a los abrazos nocturnos”, el manual se aventura a dar unas recomendaciones para el buen desempeño, esperando con ello, no ruborizar el “oído casto”.

Algunos de éstos son:

-Dejar las preocupaciones y el trabajo fuera de la cabeza, al momento de tener relaciones sexuales, dejando al espíritu vital y animal y al aprecio de la belleza de de la pareja,  estimular y fortalecer las fantasías.

-“Si en lugar de belleza hay algo parecido a imperfección o deformidad (porque la naturaleza no es generosa con todos) que sean tapados con un velo de oscuridad y olvido”, aconseja.

-“Cuando el acto del coito ha terminado, y el novio ha hecho lo que la naturaleza lo motivó hacer, él debe tener cuidado de no retirarse precipitadamente del campo del amor, no sea que, al hacer eso, deje que entre frío al vientre, lo que podría tener consecuencias peligrosas”. Tras dejar descansar a la mujer, esperando el milagro de la vida, se debe recordar, según el texto, que “estas citas amorosas no deben repetirse hasta que la concepción esté confirmada”.
Al novio, por su parte, se le pide especial cuidado en no despilfarrar energía en el acto sexual, o sea, no acostarse con su esposa en reiteradas ocasiones, “ya que las mujeres, en general, están más contentas teniendo algo bien hecho una vez, que algo mal hecho frecuentemente”.

El prohibido texto explica que una forma de saber si se ha engendrado, es ver si se ha hinchado una vena en los párpados inferiores de la mujer.
Si aún no se está seguro, dice, basta dejar orina durante tres días en un vaso o botella, para luego colarlo a través de un trapo de lino. 
“Si percibe pequeñas criaturas viviendo ahí, inmediatamente puede concluir que se ha concebido”.

De igual forma, y para reforzar este antiguo test de embarazo, se puede tomar una ortiga y dejarla reposar en la orina durante toda una noche. Si en la mañana aparecen puntitos rojos, ¡felicitaciones!, serán padres.


martes, 23 de mayo de 2017

EL MATRIMONIO EN GRECIA.

El matrimonio es una institución con un ritual rígido.
En Atenas las esposas (como los esclavos, los hijos pequeños y los ancianos) carecen de todo tipo de derechos (políticos, jurídicos,…)
Las esposas jamás asisten a las cenas, junto a sus maridos, y las que están solteras apenas salen a la calle, quedando alejadas de las miradas de los varones, hasta los de su propia familia.
Los varones, en cambio, pasan  el día fuera de casa, de cháchara con sus amigos (como hoy casi todos los jubilados que no estén viendo la tele)

Sócrates le pregunta a Critóbulo: “¿Conoces a alguien con quien hables menos que con tu esposa?”
Y éste le responde: “si los hay son muy pocos”.

Una joven ateniense todo lo que sabe y tiene que saber lo aprende con su madre, con su abuela o con las criadas y, generalmente, son técnicas domésticas: cocina, cómo tratar la lana y los tejidos y unos rudimentos de lectura, de cálculo y de música.

La educación de los muchachos es diametralmente opuesta.

Los matrimonios son acordados por las familias y la mayoría de las veces los esposos no se conocen antes de casarse por lo que, es fácilmente comprensible que acaben buscando la satisfacción de sus deseos sexuales fuera de la casa.
Incluso, a veces, ni la propia esposa asiste a la ceremonia, como si la cosa no fuera con ella.
Muchos atenienses tenían una concubina (a la que ellos habían elegido, la conocían previamente y les gustaba) sin tener, por eso, que separarse de su mujer.

Las cortesanas eran, mayormente, esclavas y sus servicios sexuales eran recompensados con un óbolo, no así las hetairas de lujo que costaban un pastón por sus servicios.

La palabra “eros” (amor) se empleaba, en primer lugar para designar el sentimiento apasionado que unía al “erómeno” y al “erastés”, lo que se conoce como “amor griego”

La principal función del matrimonio es tener hijos legítimos y criarlos.
En Esparta un marido viejo de una mujer joven que no se queda embarazada puede, legalmente, proporcionarle un amante joven para conseguir el propósito reproductor.

Nada de amor, afecto, cariño,… entre los esposos. Todo es rutinario: él pone la simiente (el semen) ella pone la tierra (su vientre), no tiene por qué haber placer en el acto sexual, incluso estaba mal visto que ella tuviera un orgasmo, sería calificada por su marido como “viciosa”
El amor, el afecto, el placer,… se busca y está fuera de la casa y lejos del matrimonio.

El marido siempre tiene derecho a repudiar a su mujer.
Una de las causas más frecuentes de repudio era la esterilidad. Si no se quedaba preñada ella era la causante y la culpable, no iba a ser el marido, al que siempre se le supone fecundo (machismo puro y duro).

Si el marido quiere divorciarse puede hacerlo cuando le dé la gana pero si es la mujer tendría que denunciarlo delante de un tribunal y depende de la valoración que el tribunal haga.

Los malos tratos delante del tribunal ya se consideraban un motivo válido para romper el matrimonio.

El hecho de que el marido buscara fuera de la casa el placer tenía como consecuencia que los matrimonios eran poco fecundos.

Como, además, el aborto era libre y existía la costumbre de abandonar a los hijos recién nacidos que no se podían mantener influía sobre el bajo incremento demográfico.

El ámbito privilegiado, casi exclusivo, del amor (eros) era el amor homosexual masculino.
Se afirma que este tipo de amor era la consecuencia del mucho tiempo que los varones permanecían en campañas militares, en la guerra, lejos de mujeres.

Una costumbre espartana era que la mujer se disfrazaba de hombre, en la cama, cuando el marido regresaba de la guerra, para que no se encontrara con algo distinto a lo que estaba acostumbrado y se echara atrás en el acto sexual.

Un varón maduro y un adolescente de 12 a 18 años era la vinculación apasionada ideal.

La “pederastia” pedagógica se define como “el amor que cautiva a un alma joven y con buenas cualidades y que, a través de la amistad, llega a la virtud”
Pero no todas acaban en relaciones sexuales, porque la violación del efebo estaba prohibida.

De día y ante la sociedad nada de señales sexuales, todo muy serio y frío, gimnasio, baños, incluso aires de filósofo y de sabio pero por la noche, en la cama…esa podía ser la relación de Sócrates con Alcibiades, y, quizá también Platón podría haber sustituido a Alcibíades, con su maestro.

Y es que es muy poco lo que se sabe de la vida de Platón: que nació en el 427, que vivió hasta los 80 años y que su familia era de clase alta.
Muy modesto, serio y educado, que apenas se reía. Que asistía a las clases de Sócrates, al que veneraba, como se demostró cuando lo defendió al ser condenado en el 399, haciendo responsable de su muerte a toda la sociedad.

Sabemos de sus viajes a Egipto y a Sicilia, para poner en práctica su doctrina de la República (lo que terminó, siempre, en fracaso) y parece ser que en Siracusa forjó un sólido afecto personal hacia un joven, de nombre Dion, cuya hermana estaba casada con Dionisio I, el Viejo, y al que, en un poema lo llamaba “amor” y aseguraba que lo había vuelto loco.

De regreso a Atenas fundó la Academia, compartiendo mesa (y quizá otras cosas) con los discípulos.
Si en su testamento quien más beneficiado salió fue un efebo discípulo, de nombre Adimanto, pues puede ser una confirmación de la sospecha.
Al morir Dionisio I, el Viejo, y sucederlo en el trono Dionisio II, el Joven, Dion lo invitó otra vez a poner en práctica sus ideas políticas y, tras el nuevo fracaso, volvió a Atenas, a su Academia y, poco después, se le unió Dion.


Volverían ambos a intentar poner en práctica sus ideas sociales y políticas y tras otro fracaso fue vendido como esclavo pero, reconocido en el mercado de esclavos por un antiguo discípulo, Amníceris, lo compró y volvió, libre a Atenas, pero Dion sería asesinado.

domingo, 21 de mayo de 2017

AMOR PLATÓNICO

AMOR PLATÓNICO.

Dice la RAE que : "amor platónico es un amor idealizado y sin relación sexual.

Se idealiza al ser amado

El amor platónico es aquel que se caracteriza porque aquel que lo siente se forma una imagen ideal de la persona que ama sin llegar a establecer con ella ningún tipo de relación real más que la platónica, es decir, todo pasa por los pensamientos, jamás se concreta nada en el amor platónico.

“Juan hace años que siente amor platónico por su profesora de Historia”.
En tanto, la idealización que roza la concepción de lo perfecto es la característica más distintiva de este tipo de sentimiento.

Aquel amor inalcanzable que por diversas circunstancias no puede materializarse y en el que puede haber un componente sexual, pero que se da de manera mental, imaginativa, pero no físicamente, es un amor platónico.

En esta forma de amor la ilusión es la base sobre la cual se sostiene el amor y por encima de todas las cosas le concede especial importancia a lo espiritual más que a lo físico y pasional.

Denominación que deriva de la concepción de Platón sobre el amor

La denominación del concepto tiene su origen en el filósofo Platón, por eso se habla de “platónico”.

Platón sostenía que el amor era algo inalcanzable y que no tenía ninguna relación con lo material sino estrictamente con lo espiritual, la belleza del alma y el sentimiento de conocimiento de la otra persona.

Para Platón, en su concepción del amor, ni la carnalidad ni el deseo sexual tenían algo que ver.

Platón, en sus famosos Diálogos, sostenía que el amor al conocimiento, a la sabiduría y a la belleza es lo que según este filósofo se encuentra en el origen del amor, lejos de todo tipo de alusión pasional.

Un individuo, pensaba Platón, encontrará el amor cuando tenga una visión cercana a la que se tuvo como alma en la cual se apreciaba sobre todas las cosas la belleza mientras se contemplaban las ideas, mientras tanto, esa luz sobre la belleza se encontrará en el cuerpo de la persona que se ama o que se empieza a amar.

La visión del alma del otro es lo que Platón consideraba como amor profundo.

Ahora bien, debemos destacar que con el correr del tiempo esta idea propuesta por Platón, hace cientos de años, ha quedado obsoleta y el concepto pasó a usarse masivamente para referirse a aquella historia de amor que se caracteriza por su imposibilidad de concretarse en la práctica, por diversos factores, y por su falta de correspondencia.


“Amor platónico”, realmente,  es una expresión que, en su uso común, pretende referirse a la visión filosófica que tuvo Platón acerca del amor.

Sin embargo, los significados popularmente asociados a esta misma expresión (esto es, el amor platónico como amor no correspondido o imposible) es erróneo desde el punto de vista filosófico, en la medida en que no refleja la concepción platónica del amor o  Eros expuesta en El Banquete que he comentado en los cuatro spots anteriores.

¿Qué dice Platón del amor entre personas?

 Platón no se casó nunca, y no se le conoce ningún tipo de inclinación por una mujer; es muy posible que fuese homosexual, tan sólo se sabe que Dión de Siracusa, cuñado de Dionisio I el Viejo, Tirano de Siracusa cuando murió su hijo Dionisio II el joven lo sucedió y como era menos severo que su padre y no le gustaba la manera de gobernar la ciudad, habiendo leído La República de Platón, la primera gran utopía social de la historia y la manera perfecta de gobernar, en la que los gobernantes gobernaban bien, los guerreros guerreaban mucho y bien y los trabajadores trabajaban, una sociedad tripartita perfecta, invitó a Platón a poner en práctica su República en Siracusa.

Todo salió fatal, incluso siendo vendido como esclavo, con la suerte de que uno de los visitantes en el mercado de esclavos lo reconoció, pagó por él lo que el negrero pedía y lo dejó libre, para volver a Atenas.

Tres viajes más hizo a Siracusa, y nada consiguió.

Este Dión no estaba sólo entusiasmado con la obra de Platón, quizá también con  él.

Pero nada cierto se sabe.

Sabemos (y antes ya lo hemos expuesto) que la relación entre hombre y mujer estaba destinada, fundamentalmente, a la procreación.

La relación entre hombres estaba tolerada (aunque las leyes lo prohibían), y la relación entre un hombre mayor y uno joven era bien vista, ya que entendían que la persona mayor enseñaba a ser buen ciudadano al joven.

En la Grecia de esta época, sabemos que separaban lo que se debe a Eros (atracción sexual y fertilidad: en la tradición mitológica se dice que se ocupaba del enamoramiento entre varones) y lo que se debe a Afrodita (enamoramiento entre hombres y mujeres)


sábado, 20 de mayo de 2017

EL AMOR EN PLATÓN: EL BANQUETE ( Y 4)


Tres maneras de no desaparecer del todo cuando la parca llegue y nos lleve, tres maneras de evitarla, de seguir estando aunque ya no se esté físicamente.

El hombre, todos los hombres, al nacer somos los seres más pobres de la creación (herencia de nuestra madre, Penia, la diosa de la pobreza)  y quien haya asistido al parto de un animal o al nacimiento de un pájaro, al compararlos con nosotros al nacer, nos llevan mucha ventaja (un potrillo recién nacido, un perrillo, un pájaro,…)
Cuando yendo por el campo tropezabas con un nido de perdiz y los perdigones ya corriendo con la cáscara del huevo pegada al culo…o ver nacer un ternero y cómo, a la media hora, se pone de pie sobre sus cuatro patas, todavía inseguras, y va buscando la teta de la vaca,…
Mientras, nosotros, vemos nacer un niño y vemos a una criatura totalmente inválida, sólo desarrolla sus instintos innatos de llorar y de mamar, y poco más.

En acto (aristotélicamente), de hecho, al nacer somos los animales (seres vivos) más pobres de la creación, pero en potencia (aristotélicamente) somos los más ricos porque, aunque “no lo somos, podemos llegar a serlo” y, de hecho, lo seremos tras adquirir el lenguaje, la enseñanza, la educación, la preparación, el estudio, el esfuerzo,….

Cuando Sócrates termina su discurso y en el momento justo en que Aristófanes (el del mito del andrógino) se dispone a hacerle alguna advertencia u observación, irrumpe en la casa Alcibíades, que llega tarde y completamente borracho, aunque es invitado a quedarse y, al percatarse de la presencia de Sócrates, entabla con éste un corto diálogo, pero sin haber estado presente ni oído a Sócrates-Diotima y su ascenso por la escala del eros, es invitado a pronunciar un discurso, en el que expone su teoría, confundiendo la erótica socrática con el interés meramente sexual.
La finalidad principal de su discurso es demostrar cómo Sócrates predica con el ejemplo y pone en práctica las enseñanzas de Diotima.

Cuando Alcibíades termina, Sócrates se dispone a iniciar un elogio a Agatón (el anfitrión) tanto por su premio como por el banquete que les ha dispensado cuando irrumpe en la sala un tropel de gente festejando no sé qué y ocasionando una terrible barahúnda, al beber, ya, sin control y todo el follón posterior, `por lo que algunos de los invitados se marchan y otros se duermen, entre ellos Aristófanes.
Continúa Sócrates charlando con los que todavía resisten y al final se marcha como había venido y con quien había venido, en compañía de Aristodermo, al que habría invitado el mismo Sócrates al encontrarlo por el camino, se marcha al Ágora, allí pasa el día, como de costumbre, hasta que al atardecer se retira a su casa a descansar.

La mesa, con su comida y su bebida, y la sobremesa, con su charla y sus diálogos.
Lo primero no importa, es una estrategia literaria de Platón, lo importante es el Diálogo, la palabra, la doctrina,…

El Banquete podemos dividirlo, argumentalmente, en tres partes:

1.- Los cinco primeros discursos (un resumen de cómo se ha entendido el amor en la cultura griega, hasta Platón).

2.- La teoría de Platón, a través de Sócrates y de Diotima de Mantinea.

3.- Poner como ejemplo a la figura de Sócrates, así como el autocontrol de Sócrates ante Alcibiades.

Es el “eros daimon” versus el “eros theos”.

La divinidad no se mezcla con los humanos directamente, sino a través de intermediarios. A través de éstos las plegarias y los sacrificios llegan hasta el dios y las órdenes y recompensas por los sacrificios llegan desde dios a los hombres.

El dios sería el “sofos”, el daimon o intermediario sería el “filo-sofos” y el hombre sería el “ignorante”.

El filó-sofos no es “sofos”, pero aspira a la “Sofía”, está en medio, como el hombre, ni rico ni pobre, ni sabio ni ignorante, es el caminante que, a través de la teoría de Diotima va recorriendo la escala del amor (1.- Amor a un solo cuerpo bello. 2.- Belleza física, en general. 3.- Almas bellas. 4.- belleza de las leyes e instituciones. 5.- Belleza de las Ciencias, y 6.- La belleza absoluta, eterna, inmutable.

El amante perfecto es el filósofo perfecto, el que va ascendiendo por todos los grados hasta llegar a la Belleza.


La “mujer demónica” es muy habitual en la mitología griega, es la intermediaria, la sacerdotisa mediadora y como en los banquetes o simposios nunca está una mujer real aparece en el discurso de Sócrates.

viernes, 19 de mayo de 2017

EL AMOR EN PLATÓN: EL BANQUETE (3) EROTISMO, ERÓTICO

"Erotismo", "erótico"... viene del griego "Eros".

¿Qué es, quién es "Eros"?

Los varones heterosexuales, los que amamos a las mujeres, somos una de las partes de los andróginos y así, también, se explican los adulterios, al no acertar a la primera.

Las mujeres que son parte de una mujer primitiva no sienten atracción por varón alguno e igualmente los hombres provenientes del varón original, que sólo se sentirán atraídos por personas de su mismo sexo.

Esa, y no otra, es la explicación de la homosexualidad (“omoios” = “igual, el mismo” y “sexo” = “sexo”), homosexualidad, tanto masculina como femenina, “los amantes que pertenecen al mismo sexo”.

El discurso de Aristófanes es elogiado por el médico Erixímaco pero se da cuenta que faltan por intervenir tanto el anfitrión, Agatón, como Sócrates.

AGATÓN echa en falta, en los discursos anteriores, la presencia de la “belleza” y recalca la estrecha relación entre el amor y la belleza, siendo su discurso un encomio poético

Finalmente SÓCRATES recuerda las enseñanzas que recibió de la sabia Diotima relacionando el amor con el deseo de inmortalidad que tenemos los humanos.
Presenta al amor como un “daimon” y el ascenso por impulso del Eros.
El amor tiene un recorrido, desde lo individual y concreto a lo general, es decir, pasar de las relaciones con una persona a la humanidad en sí.

El que se inicia en el amor primero se enamora de un bello cuerpo pero debe ir más allá y llegar a amar la hermosura de todos los cuerpos para superar eso con la belleza y la hermosura de las almas.

Desde los bello de un cuerpo, a la belleza corporal en general y, subiendo y cambiando de categoría llegar a la belleza de las almas.

Para eso comienza con un mito (que recuerdo con placer cuando lo explicaba en clase y que supongo que alguno todavía lo recuerde)

Hay un banquete, en este caso de los dioses, celebrando el nacimiento de Afrodita y una gran cantidad de invitados, entre ellos la hija de Metis (Sabiduría) y Poros (Riqueza).
Poros, tras el efecto adormecedor de tanto néctar, se retira al jardín.
Al final del banquete llega Penia (Pobreza) a mendigar, a recoger las migajas, a aprovecharse de las sobras, como siempre que se celebraba un festín y, al ver a Poros tumbado en el jardín “pensó en yacer y hacerse preñar por él, acostándose a su lado, por lo que lo consiguió y concibió a Eros (Amor), hijo del dios de la Riqueza y de la diosa de la Pobreza, por lo que será rico y pobre a la vez.

Como pobre que es tiene muchas carencias que intenta suplirlas y superarlas tratando el camino del conocimiento.
Este peregrinaje llevó a Eros “de un solo cuerpo a dos, de dos a todos los cuerpos bellos, de éstos a los bellos comportamientos y, después, a las ciencias hasta alcanzar, partiendo de éstas a la ciencia de la Belleza y, finalmente, a conocer lo que es bello en sí mismo”

Éste es el momento en que la vida del hombre vale la pena, merece ser vivida: el momento en que contempla la belleza misma.
“Si alguna vez llegas a contemplarla te parecerá que no hay nada que pueda comparársele: ni los vestidos, ni el dinero, ni los muchachos hermosos, ni los jovencitos que ahora te traen de cabeza, dispuesto como estás, tú y otros muchos, mientras podáis ver en cualquier momento a vuestros enamorados y estar siempre juntos, a no comer, ni beber, si de alguna manera eso fuera posible, sino únicamente a mirarlos y estar con ellos”.

Es el adagio: “contigo, a pan y cebolla”, “contigo, debajo de un puente”, “contigo, mientras esté contigo, mientras estés conmigo,…cualquier cosa”

El Amor, Eros, es el deseo de conseguir las cosas buenas y de ser feliz,

“En general, es el deseo de bondad y felicidad, que a todos traiciona”
Una fuerza que nos impulsa a buscar todo lo que nos falta y codiciamos, pero, sobre todo, a desear “el alumbramiento de la belleza, según el cuerpo y según el alma”

Un anhelo compartido por hombres y mujeres de engendrar hijos u obras que les permitan gozar del espejismo de dominar el tiempo, de alcanzar la inmortalidad, de luchar contra el olvido, de recrear la belleza de los cuerpos y de las almas.

Sabemos que tenemos que morir, pero no lo queremos.

“Tener un hijo, escribir un libro y plantar un árbol” son tres formas supletorias de la inmortalidad.

Seguir viviendo, tras la muerte, en la vida de los hijos (en sus genes, en su biología), en la mente de los hombres (los lectores), en la naturaleza (en la tierra).

jueves, 18 de mayo de 2017

EL AMOR EN PLATÓN: EL BANQUETE: EL MITO DEL ANDRÓGINO (2)

Además, Platón atribuye El Banquete al ateniense Apolodoro, que es el que cuenta a varias personas (que no se citan) la historia de una comida, dada por el anfitrión, el poeta trágico Agatón (por haber sido premiado en un concurso por su primera tragedia) y a la que son invitados seis comensales elegidos: 1.- Sócrates. 2.- El joven filósofo Fedro, seguidor de Sócrates. 3.- El maduro Pausanias (amante de Agatón y defensor de la pederastia), que sabe, por su experiencia, lo que no sabe el joven. 4.- El médico Erixímaco. 5.- El elocuente poeta cómico Aristófanes; y 6.- También aparecerá Alcibíades, de unos 34 años y que está, entonces en lo alto de la popularidad.

Pero Apolodoro, en boca del cual se pone el argumento del Banquete, no asistió a la comida como invitado, sino que a él se lo ha contado uno de los invitados, Aristodemo, cuya veracidad está comprobada con el testimonio de Sócrates, que entra, por fin, en casa de Agatón cuando ya ha terminado la comida.

Siguiendo el consejo del médico, de Erixímaco, los convidados habían acordado beber moderadamente. Sócrates no está desde el principio y, cuando llega, ya están en la sobremesa y  despiden a la tocadora de flauta, comenzando la conversación.

Platón ha ideado el escenario perfecto, con un Sócrates sobrio, frugal, meditativo,… (¿Era así? NO, pero Platón lo presenta como el no afectado por la bebida sino en el completo uso de la razón, para poder argumentar sabia y fríamente).

Además, como en todos sus Diálogos, tras haber puesto sus pensamientos o teorías los intervinientes, será, siempre, Sócrates el que, en último lugar y tras haber oído a los anteriores, pone el broche final, en un lenguaje maravilloso, propio de un sabio, de un inspirado.
(¿Se nota, demasiado, la admiración que el de “amplias espaldas u omóplatos” (Platón) sentía por su maestro, Sócrates?)

Erixímaco, el médico, al que le habría tocado, en un sorteo, ser el maestro de ceremonias, el moderador (diríamos hoy) recogiendo una idea de Fedro, propone el tema: EL AMOR y que cada uno haga un discurso de alabanza, en honor a Eros (amor), iniciativa que es apoyada por Sócrates y que todos los invitados aceptan.

Ya tenemos el escenario, ya tenemos los personajes, ya tenemos el tema, se abre el telón y comienza la función.

El primero en tomar la palabra es FEDRO, el joven discípulo de Sócrates, que hará un discurso sobre Eros en la mitología y que recuerda el carácter divino de Eros y cómo este provoca una doble acción en el enamorado: inhibir los actos vergonzosos e incrementar los actos nobles.
Pero la acción divina se sitúa en el alma del amante, no del amado (como luego recalcará Sócrates)

El segundo en tomar la palabra es PAUSANIAS, que afirma la existencia de DOS Afroditas, dando lugar a dos tipos de “eros”, pero que los “hijos del espíritu” son superiores a los “hijos de la carne”

Ahora le toca a ARISTÓFANES, el gran poeta cómico, pero como le sobreviene un ataque de hipo le cede su turno a

ERIXÍMACO, el médico, que, apoyándose en lo que ha dicho Pausanias, entiende el amor como una fuerza cósmica, dando lugar a dos tipos de amores: el “amor bello” y el “amor morboso”.
Mientras el primero, el “amor bello”, hace unirse a los contrarios entre sí (entiéndase “varón” y “mujer”) y es causa de salud, el segundo, el “amor morboso”, que favorece la unión de los semejantes (entiéndase “varón-varón” y “mujer-mujer”) y representa una búsqueda egoísta de lo que es similar y que conduce a la enfermedad.

ARISTÓFANES, ya recuperado de su hipo, toma la palabra, no sin antes la advertencia del médico moderador de que debe hablar seriamente (recordemos que él es un cómico).
Va a exponer uno de los pasajes más conocidos del Diálogo, “EL MITO DEL ANDRÓGINO” (y que tan ampliamente he expuesto en spots anteriores, al acompañar a J.L. Sampedro y su ideal sexual del “andrógino”) considerando al amor como una búsqueda de la otra mitad complementaria.

Según Aristófanes, en el comienzo no eran dos sexos (varón y mujer) sino tres, también el “andrógino”.

En el comienzo las personas reunían en su cuerpo los atributos de los dos sexos conocidos en la actualidad.
Cada ser humano era un todo completo, redondo: la espalda y los costados formaban un círculo (eran dos unidos o adosados por la espalda, como pegados), tenía cuatro manos y cuatro piernas, dos caras idénticas, encima del cuello, y que miraban en direcciones opuestas, cuatro orejas, dos partes genitales,.. (Todo duplicado).
Caminaba girando las piernas, haciendo volteretas, como hacen los acróbatas.
Pero los dioses comenzaron a desconfiar de estas criaturas, felices en su autarquía, en su autonomía, en su independencia.

Entonces Zeus y los otros dioses del Olimpo se pusieron a deliberar de cómo castigar la insolencia de los habitantes de la tierra que se atrevían a cuestionar su poder, y que disfrutaban de una vida plena, sin invocarlos ni necesitarlos para nada.

(Es un poco el mito al revés: mientras los hombres, ignorantes e impotentes, necesitaron a los dioses a los que recurrir para que les solucionaran sus problemas de todo tipo (desde la salud a las riadas, desde el hambre hasta la fertilidad,…) ahora son los dioses los que necesitan a los hombres para que los adoren, los reverencien, los reconozcan capaces de solucionarlo todo,… pero como los hombres que expone Aristófanes son autárquicos, autónomos, independiente, felices y no necesitan a los dioses, éstos se ponen celosos e idean la manera de que se sientan necesitados).

Zeus, entonces, propone como estrategia y escarmiento “partirlos por la mitad para que sean más débiles y así los dioses no sólo se sentirán necesarios sino que tendrán el doble de adoradores y de “pedidores” o “postulantes” de favores)
De esa manera, caminarán sobre dos piernas y “como sigan insolentes, los partiremos, otra vez por la mitad, y andarán sobre una pierna y sólo tendrán una mano” (no sé si también, le partirían la cabeza por la mitad)

Entonces, una vez partidos en dos, cada mitad sentía añoranza de la otra mitad y se buscaban y si, por casualidad, se encontraban “se abrazaban y enlazaban sus cuerpos necesitados de fundirse en uno, como estuvieron en un principio, y era tan potente esa abrazo que hasta se morían de hambre porque no querían hacer nada una parte sin la otra”

Y si una de las partes moría, la que seguía viva buscaba ansiosamente un sustituto para enlazarse.

Eso es el amor: el deseo y la persecución de esa unidad perdida, una fuerza que de dos seres hace uno al juntar las dos partes que, por celos, habían dividido los dioses.

“Cada uno de nosotros es, por lo tanto, la contraseña de un ser humano ya que, como los peces azules, somos el resultado de una partición de un ser en dos, por eso cada uno busca su contraseña”.


(No sé a qué peces azules se refiere Platón)