Creo que, muy alegremente, se ha abusado de
ambas palabras al aplicárselas al mundo griego, como si los griegos fueran
unos….
Aclarar, en primer lugar, que el término
“homo-sexualidad” es un término compuesto de “homo” (que no significa “hombre”,
procedente del latín, sino que proviene del término griego “omoios” que
significa “igual o semejante, el mismo” y “sexualidad”.
Por lo tanto tan “homosexuales” son la unión
de dos varones (igual o mismo sexo) como la de dos mujeres (igual o mismo sexo)
(No se dice “género”, sino “sexo”, lo que
millones de veces he dicho y repetido: que no es, ni debe decirse “violencia de género”, sino “violencia de
sexo” cuando un varón viola/violenta/maltrata a una mujer o viceversa. Son dos
sexos, no dos géneros, aquello es “biológico”, esto es “cultural”)
Los
vocablos griegos para designar al “maestro iniciador” y al “joven iniciado” que
aspiraba a convertirse en hombre, eran respectivamente “erastés” y “erómenos”, lo
que, traducido literalmente, sería algo así como "amante" y
"amado".
Sin
embargo, la mentalidad de la
Antigüedad distinguía claramente entre el “amor carnal” y el “amor
platónico”, y estas relaciones estaban fundamentadas en el segundo, en el
“platónico”, considerado más elevado, más desinteresado, disociado de lo
carnal, y más capaz de inculcar virtud y sabiduría.
Y
es que en Grecia se pensaba que un hombre joven necesitaba la tutela y el
consejo de uno mayor para llegar a ser sabio en la vida o excelso en el
deporte, en la caza, en el combate...
No
puede negarse que existía homosexualidad en Grecia (como la ha habido y la hay
en cualquier parte del mundo) y si se promulgaron leyes en su contra, es porque
se dieron casos, lo que sí se niega es
que estas relaciones fuesen endémicas, normales y socialmente aceptadas y
"reguladas".
Todos
sabemos lo que les pasa a los homosexuales, hoy mismo, en los países de
religión islámica fundamentalista.
Y
todos nos acordamos de Federico García Lorca.
La mayor parte de sociedades
humanas han proscrito y estigmatizado las prácticas sexuales estériles o
aquellas que conllevaban riesgo de infecciones.
La homosexualidad reúne ambas
condiciones, ya que por un lado es incapaz de engendrar nueva vida, y por el
otro, el orificio empleado no es precisamente la parte más limpia, sana o
higiénica del cuerpo humano.
En la Grecia antigua, que no era
una excepción a esta regla general, no existían palabras modernas como
"homosexual", "gay" o "heterosexual". Los
"heteros" eran sencillamente la gente normal que cumplía con lo que era
natural,
Lo
normal es no mantener “relaciones carnales” con jóvenes varones, como si fueran
mujeres, apoyándose en el testimonio de la naturaleza de los animales y
mostrando que el animal macho no toca a otro macho con este fin porque eso no se
adecua a la “Naturaleza".
Layo sería visto así, como el
que trastornó la ley natural contraviniendo a los dioses. Es lo que se conoce
como el “crimen de Layo”, el rapto de Crisipo (“caballo dorado”), del que Layo
se enamoró y lo raptó y que se suicidaría (por haber sido retenido contra su
voluntad (¿y también por vergüenza?).
Layo murió atravesado por la
espada de Hipodamia, madre de Crisipo, cuando ambos, en la noche, dormían
plácidamente en el tálamo.
El ateniense defiende la idea de que la ley no
debe ser benevolente para con la homosexualidad, ya que ésta no inculca
autocontrol en el alma del "activo" (el “erastés”), a quien se le acusa
de lascivia, ni valor en el alma del "pasivo" (el “erómenos”) a quien
se acusa de imitar “antinaturalmente” el papel femenino.
En todos los Estados griegos,
y sobre todo en los más importantes, estaba prohibida la homosexualidad entre
personas mayores, con penas durísimas, por lo que no se puede hablar de que la
homosexualidad estaba "comúnmente aceptada", que constituía una
"institución social" o que Grecia era una inmensa Chueca madrileña.
En su "Contra
Timarco", el político y orador Esquines nos relata las famosas
Leyes de Solón, entre las cuales hay una que nos interesa por su homofobia:
“Si algún ateniense
tiene compañía con otro del mismo sexo (es homosexual), no se le
permitirá:
- Convertirse en uno de los
nueve arcontes.
- Desempeñar el trabajo de
sacerdote
- Actuar como magistrado del
Estado
- Desempeñar cargo público
alguno, ni en el hogar ni en el extranjero, ya sea por elección o por sorteo
- Ser mandado como heraldo
(mensajero que anuncia las noticias importantes)
- Tomar parte en debates
- Estar presente en los
sacrificios públicos
- Entrar en los límites de un
espacio que ha sido purificado para la congregación del Pueblo.”
Es decir, a los homosexuales
atenienses, que eran reconocidos como tales, entre personas maduras, se les
privaba de asistir a eventos políticos, culturales, religiosos o populares de
cualquier tipo, y se convertían en ciudadanos de segunda (en metecos).
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