Así lo cuenta un Diplomado en
Educación Sexual, de nombre José Antonio.
Un amigo, que suele leer mis
artículos de opinión, me preguntaba si no me estoy volviendo conservador, que
si no era partidario del “Amor Libre”, a
lo que le respondí que en la actualidad existe un exceso de hipersexualidad
plasmada en todos los ámbitos de la vida, por lo que no permite que el concepto
amor brille con luz propia, y que habría que hacer una síntesis entre amor y
sexualidad y no permitir que un concepto, “el sexo”, anule al otro, “el amor”,
ni viceversa, es decir ni Freud (pansexualismo) ni Platón (espiritualismo),
sino que prefiero a ARISTÓTELES (ideas unidas a la realidad).
Es por esto por lo que
vendría hablar sobre el concepto de “amor erótico”, distinto del amor que se
siente por un hermano, o el amor que una madre siente por un hijo, pues ambos
son amores universales, se puede amar a varios hermanos o a varios hijos.
En contraste con ambos tipos
de amor está el “amor erótico”: el anhelo de fusión completa, de unión con una
única persona y que, por su propia naturaleza, es exclusivo y no universal y es
también, quizás, la forma de amor más engañosa que existe.
Y digo engañosa porque
reducido al deseo sexual que conlleva, al deseo de fusión cuando uno o una se
enamoran, el deseo de hacerse intimidad con un desconocido hasta ese momento
puede resultar una mera ilusión, al comprobar que la unión sexual que se
apetecía agota la exploración y conocimiento de la persona, de ahí que el
conocerse hasta lo más íntimo puede resultar decepcionantes muchas veces, en
ese sentido de agotamiento y finitud.
Mas, si la experiencia de la
otra persona fuera más profunda, no agotada en la relación sexual, si se
pudiera experimentar la infinitud de su personalidad se podría al mismo tiempo
experimentar su inagotabilidad y su dinamismo.
Y es que el deseo sexual
tiende a la fusión --y no es en modo alguno solo un apetito físico, el alivio
de una tensión penosa--. Pero el deseo sexual puede ser estimulado por el deseo
de conquistar o de ser conquistado, por la vanidad, por el deseo de herir y aun
de destruir, tanto como por el amor.
Parecería que cualquier
emoción intensa, el amor entre otras, puede estimular y fundirse con el deseo
sexual, como si se confundiera el deseo de amar con el deseo de poseer
físicamente.
Decía Erich Fromm , “si el deseo de unión física no está
estimulado por el amor, si el “amor erótico” no es a la vez fraterno y fundido
con la ternura, jamás conduce a la unión, salvo en un sentido orgiástico y
transitorio” (El arte de amar, que siempre habrá que releerlo).
Y es que la atracción sexual
crea, por un momento, la ilusión de la unión, pero sin amor,
tal unión deja a los desconocidos tan separados como antes, porque
cuando la ilusión se desvanece, sienten su soledad más agudamente que antes,
llegándose incluso hasta a odiar por la insatisfacción.
La ternura que falta es el
producto del amor fraternal, y existe tanto en las formas físicas del amor,
como en las no físicas. El amor erótico fundido en la ternura es exclusivo,
pero no individualista, sino que ama en la otra persona a toda la humanidad,
excluyendo en el amor a los demás solo la fusión erótica, es un compromiso
total en todos los aspectos de la vida.
Para concluir diré que el
amor erótico, si es amor, tiene una premisa, amar desde la esencia del ser y
vivenciar a la otra persona en la esencia de su ser.
En esencia, todos los seres
humanos son idénticos, somos todos partes de Uno, somos Uno. Siendo así, no
debería importar a quién amamos. Esta es mi concepción de amor libre, cambiar
la frase “te necesito porque te
amo” en lugar de “te amo porque te necesito”
Por esto, en suma, le diría a
mi amigo que Aristóteles, para mí, lleva la razón.
Amor y sexo se complementan,
no se excluyen, deben ser compatibles.
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