viernes, 19 de mayo de 2017

EL AMOR EN PLATÓN: EL BANQUETE (3) EROTISMO, ERÓTICO

"Erotismo", "erótico"... viene del griego "Eros".

¿Qué es, quién es "Eros"?

Los varones heterosexuales, los que amamos a las mujeres, somos una de las partes de los andróginos y así, también, se explican los adulterios, al no acertar a la primera.

Las mujeres que son parte de una mujer primitiva no sienten atracción por varón alguno e igualmente los hombres provenientes del varón original, que sólo se sentirán atraídos por personas de su mismo sexo.

Esa, y no otra, es la explicación de la homosexualidad (“omoios” = “igual, el mismo” y “sexo” = “sexo”), homosexualidad, tanto masculina como femenina, “los amantes que pertenecen al mismo sexo”.

El discurso de Aristófanes es elogiado por el médico Erixímaco pero se da cuenta que faltan por intervenir tanto el anfitrión, Agatón, como Sócrates.

AGATÓN echa en falta, en los discursos anteriores, la presencia de la “belleza” y recalca la estrecha relación entre el amor y la belleza, siendo su discurso un encomio poético

Finalmente SÓCRATES recuerda las enseñanzas que recibió de la sabia Diotima relacionando el amor con el deseo de inmortalidad que tenemos los humanos.
Presenta al amor como un “daimon” y el ascenso por impulso del Eros.
El amor tiene un recorrido, desde lo individual y concreto a lo general, es decir, pasar de las relaciones con una persona a la humanidad en sí.

El que se inicia en el amor primero se enamora de un bello cuerpo pero debe ir más allá y llegar a amar la hermosura de todos los cuerpos para superar eso con la belleza y la hermosura de las almas.

Desde los bello de un cuerpo, a la belleza corporal en general y, subiendo y cambiando de categoría llegar a la belleza de las almas.

Para eso comienza con un mito (que recuerdo con placer cuando lo explicaba en clase y que supongo que alguno todavía lo recuerde)

Hay un banquete, en este caso de los dioses, celebrando el nacimiento de Afrodita y una gran cantidad de invitados, entre ellos la hija de Metis (Sabiduría) y Poros (Riqueza).
Poros, tras el efecto adormecedor de tanto néctar, se retira al jardín.
Al final del banquete llega Penia (Pobreza) a mendigar, a recoger las migajas, a aprovecharse de las sobras, como siempre que se celebraba un festín y, al ver a Poros tumbado en el jardín “pensó en yacer y hacerse preñar por él, acostándose a su lado, por lo que lo consiguió y concibió a Eros (Amor), hijo del dios de la Riqueza y de la diosa de la Pobreza, por lo que será rico y pobre a la vez.

Como pobre que es tiene muchas carencias que intenta suplirlas y superarlas tratando el camino del conocimiento.
Este peregrinaje llevó a Eros “de un solo cuerpo a dos, de dos a todos los cuerpos bellos, de éstos a los bellos comportamientos y, después, a las ciencias hasta alcanzar, partiendo de éstas a la ciencia de la Belleza y, finalmente, a conocer lo que es bello en sí mismo”

Éste es el momento en que la vida del hombre vale la pena, merece ser vivida: el momento en que contempla la belleza misma.
“Si alguna vez llegas a contemplarla te parecerá que no hay nada que pueda comparársele: ni los vestidos, ni el dinero, ni los muchachos hermosos, ni los jovencitos que ahora te traen de cabeza, dispuesto como estás, tú y otros muchos, mientras podáis ver en cualquier momento a vuestros enamorados y estar siempre juntos, a no comer, ni beber, si de alguna manera eso fuera posible, sino únicamente a mirarlos y estar con ellos”.

Es el adagio: “contigo, a pan y cebolla”, “contigo, debajo de un puente”, “contigo, mientras esté contigo, mientras estés conmigo,…cualquier cosa”

El Amor, Eros, es el deseo de conseguir las cosas buenas y de ser feliz,

“En general, es el deseo de bondad y felicidad, que a todos traiciona”
Una fuerza que nos impulsa a buscar todo lo que nos falta y codiciamos, pero, sobre todo, a desear “el alumbramiento de la belleza, según el cuerpo y según el alma”

Un anhelo compartido por hombres y mujeres de engendrar hijos u obras que les permitan gozar del espejismo de dominar el tiempo, de alcanzar la inmortalidad, de luchar contra el olvido, de recrear la belleza de los cuerpos y de las almas.

Sabemos que tenemos que morir, pero no lo queremos.

“Tener un hijo, escribir un libro y plantar un árbol” son tres formas supletorias de la inmortalidad.

Seguir viviendo, tras la muerte, en la vida de los hijos (en sus genes, en su biología), en la mente de los hombres (los lectores), en la naturaleza (en la tierra).

No hay comentarios:

Publicar un comentario