"Erotismo", "erótico"... viene del griego "Eros".
¿Qué es, quién es "Eros"?
Los varones heterosexuales,
los que amamos a las mujeres, somos una de las partes de los andróginos y así,
también, se explican los adulterios, al no acertar a la primera.
Las mujeres que son parte de
una mujer primitiva no sienten atracción por varón alguno e igualmente los
hombres provenientes del varón original, que sólo se sentirán atraídos por
personas de su mismo sexo.
Esa, y no otra, es la
explicación de la homosexualidad (“omoios” = “igual, el mismo” y “sexo” =
“sexo”), homosexualidad, tanto masculina como femenina, “los amantes que
pertenecen al mismo sexo”.
El discurso de Aristófanes es
elogiado por el médico Erixímaco pero se da cuenta que faltan por intervenir
tanto el anfitrión, Agatón, como Sócrates.
AGATÓN echa en falta, en los
discursos anteriores, la presencia de la “belleza” y recalca la estrecha relación
entre el amor y la belleza, siendo su discurso un encomio poético
Finalmente SÓCRATES recuerda
las enseñanzas que recibió de la sabia Diotima relacionando el amor con el
deseo de inmortalidad que tenemos los humanos.
Presenta al amor como un
“daimon” y el ascenso por impulso del Eros.
El amor tiene un recorrido,
desde lo individual y concreto a lo general, es decir, pasar de las relaciones
con una persona a la humanidad en sí.
El que se inicia en el amor
primero se enamora de un bello cuerpo pero debe ir más allá y llegar a amar la
hermosura de todos los cuerpos para superar eso con la belleza y la hermosura
de las almas.
Desde los bello de un cuerpo,
a la belleza corporal en general y, subiendo y cambiando de categoría llegar a
la belleza de las almas.
Para eso comienza con un mito
(que recuerdo con placer cuando lo explicaba en clase y que supongo que alguno
todavía lo recuerde)
Hay un banquete, en este caso
de los dioses, celebrando el nacimiento de Afrodita y una gran cantidad de
invitados, entre ellos la hija de Metis (Sabiduría) y Poros (Riqueza).
Poros, tras el efecto
adormecedor de tanto néctar, se retira al jardín.
Al final del banquete llega
Penia (Pobreza) a mendigar, a recoger las migajas, a aprovecharse de las
sobras, como siempre que se celebraba un festín y, al ver a Poros tumbado en el
jardín “pensó en yacer y hacerse preñar por él, acostándose a su lado, por lo
que lo consiguió y concibió a Eros (Amor), hijo del dios de la Riqueza y de la diosa de la Pobreza , por lo que será
rico y pobre a la vez.
Como pobre que es tiene
muchas carencias que intenta suplirlas y superarlas tratando el camino del
conocimiento.
Este peregrinaje llevó a Eros
“de un solo cuerpo a dos, de dos a todos los cuerpos bellos, de éstos a los
bellos comportamientos y, después, a las ciencias hasta alcanzar, partiendo de
éstas a la ciencia de la
Belleza y, finalmente, a conocer lo que es bello en sí mismo”
Éste es el momento en que la
vida del hombre vale la pena, merece ser vivida: el momento en que contempla la
belleza misma.
“Si alguna vez llegas a
contemplarla te parecerá que no hay nada que pueda comparársele: ni los
vestidos, ni el dinero, ni los muchachos hermosos, ni los jovencitos que ahora
te traen de cabeza, dispuesto como estás, tú y otros muchos, mientras podáis
ver en cualquier momento a vuestros enamorados y estar siempre juntos, a no
comer, ni beber, si de alguna manera eso fuera posible, sino únicamente a
mirarlos y estar con ellos”.
Es el adagio: “contigo, a pan
y cebolla”, “contigo, debajo de un puente”, “contigo, mientras esté contigo,
mientras estés conmigo,…cualquier cosa”
El Amor, Eros, es el deseo de
conseguir las cosas buenas y de ser feliz,
“En general, es el deseo de
bondad y felicidad, que a todos traiciona”
Una fuerza que nos impulsa a
buscar todo lo que nos falta y codiciamos, pero, sobre todo, a desear “el
alumbramiento de la belleza, según el cuerpo y según el alma”
Un anhelo compartido por
hombres y mujeres de engendrar hijos u obras que les permitan gozar del
espejismo de dominar el tiempo, de alcanzar la inmortalidad, de luchar contra
el olvido, de recrear la belleza de los cuerpos y de las almas.
Sabemos que tenemos que
morir, pero no lo queremos.
“Tener un hijo, escribir un
libro y plantar un árbol” son tres formas supletorias de la inmortalidad.
Seguir viviendo, tras la
muerte, en la vida de los hijos (en sus genes, en su biología), en la mente de
los hombres (los lectores), en la naturaleza (en la tierra).
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