“Ella (la utopía) está
en el horizonte.
Yo me acerco dos pasos y ella se aleja dos pasos.
Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá.
Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré.
¿Para que sirve la utopía? Para eso sirve, para caminar”
Yo me acerco dos pasos y ella se aleja dos pasos.
Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá.
Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré.
¿Para que sirve la utopía? Para eso sirve, para caminar”
¿Quién no ha reconocido la supersentencia del escritor y
periodista uruguayo GALEANO?
En su obra “Derecho al delirio” canta el “derecho a soñar”
“Si no nos dejáis soñar, no os dejaremos dormir”
Lo que, generalmente no se sabe es que el canto a la
“utopía”, a la felicidad, como ese horizonte al que nuca puede llegarse para
abrazarla, según sus propias palabras, no es una sentencia suya sino de un
amigo argentino, director de cine, que estando ambos en la Universidad de
Cartagena de Indias, en una mesa redonda, en el turno de preguntas un alumno
les preguntó qué era para ellos la “utopía” y cómo tomó la palabra el amigo
argentino, ante el estupor de Galeano de por dónde saldría ante tal pregunta y
fue el director de cine el autor de la misma (al menos, así lo cuanta él).
Por otra parte, todos sabemos
que la palabra “utopía” fue acuñada por el
inglés Thomas Moro en su obra, de nombre más largo pero que siempre se la
denomina, “UTOPÍA” (proveniente del griego “ou” (no) y “tópos” (lugar): no
lugar, el no lugar, en ningún lugar, lo no existente, lo que no existe.
En
Utopía se describe una sociedad ideal, y
por lo tanto inexistente, pero mejor que la inglesa en la que él vivía y, como
se refiere a la sociedad europea de su tiempo, también se la puede llamar EUTOPÍA (del griego “eu” (buen-buena) “tópos”
“lugar) “el buen lugar”, “la buena Europa”, “la Europa ideal”
Utopía es el
nombre que T. Moro le da a una isla y a la comunidad ficticia que la habita,
cuya organización política, económica y cultural contrasta en numerosos
aspectos con la sociedad inglesa de la época.
“Utopía”,
pues, representa a esa sociedad política ideal, lo que supone, a la vez, una
crítica de la sociedad política realmente existente.
Es curioso,
además, porque la ciudad principal de Utopía se llama “Amauroto” (sin muros), está
regada por un río de nombre “Anhidro” (sin agua) y regida por un magistrado
llamado “Ademo” (sin pueblo)
Una Ciudad
sin muros, bañada por un Río sin agua y gobernada por un Magistrado sobre
nadie.
¿Alguien da
más?
Pero la
“utopía” no es solo un cuento fantástico para niños, sino que representa unas funciones
para los mayores (al final del artículo aparecen las funciones que representa
una “utopía).
Lo cierto y verdad es que
sólo lo que aún no es, es lo que puede llegar a ser.
Sólo puede llenarse un
recipiente si no está lleno del todo, si está vacío total o parcialmente.
La botella llena de agua ya
no puede llenarse más. Incluso si no está llena pero uno cree que lo está no
intentará llenarla, No va a ser tan tonto como para intentarlo.
¿Quiénes son los utópicos?
“Las personas prácticas, pragmáticas,
son imprescindibles para manejar y manejarse en el presente, los que reman en
el barco de la vida, pero sólo los utópicos, los que quieren que haya lo que no
hay pero que debería haber, los que quieren que el barco llegue donde debe
llegar, los que marcan el rumbo, son los utópicos.
El “cómo avanzar”, lo pragmático, es
necesario, el “hacia dónde ir”, lo utópico, es imprescindible.
Y nunca olvidemos que lo que hoy es
“real”, ayer era sólo “posible o probable”, utópico.
Pero, para ello, hay que
“comprometerse”
“El compromiso del novelista es, ante
todo, consigo mismo y consiste, antes que nada, en escribir, relatar lo mejor
posible e interpretar con eficacia la realidad, descubriendo su mundo a los
lectores”.
Pero ese compromiso con uno mismo lo es,
también, con los demás.
A Sampedro le asqueaba el
dónde se encontraba, dónde había llegado, en qué se había convertido la sociedad
española, en particular, por el maldito capitalismo salvaje triunfante y
omnipresente, en vena, sólo con el ojo puesto en las ganancias y ajeno
totalmente al mundo de los valores humanos.
Es un deber moral de todo
hombre bien nacido hacer partícipe a los demás del descubrimiento que de la
realidad hemos hecho, para conservar lo que de bueno tenga y para erradicar lo
mala que en ella haya.
Sampedro añoraba una sociedad
ideal, solidaria, justa,…
“Frente al valor individualista que
predomina en nuestra sociedad muchos propugnamos una creciente solidaridad,
nuevo valor que, curiosamente, es básico en el Tercer Mundo”
Hay que denunciar los valores
vigentes, que se muestran nocivos, frente a valores deseables, y cada uno debe
hacerlo desde su lugar, desde su situación, desde su atalaya, alta o baja.
Toda persona bien nacida debe
aprovechar todas las ocasiones posibles para impulsar lo que se cree mejor.
Y bien que él lo puso en práctica el 15M.
“Una buena ocasión es apoyar y ayudar a
movimientos sociales concretos y sobre temas determinados (no a todos y a
todo), sino sólo a los que proponen valores nuevos y solidarios”.
“No apoyar a Partidos Políticos, porque
éstos lo que se proponen es, sobre todo, alcanzar el poder y, una vez
instalados en él, fácilmente cae en el olvido”.
Es lo que España ha tenido,
daba igual qué partido gobernara, el Partido Socialista o el Partido Popular,
siempre con el objetivo de alcanzar, de llegar al poder para mantenerse en él.
De ahí su apoyo explícito al
Movimiento del 15M, pero no a partido
político alguno.
Habría que preguntarle hoy
(lo que ya no es posible), cuál sería su opinión del nuevo Partido Político que
surgió de los Indignados de la
Puerta del Sol de Madrid, y que se llama Podemos y que
manifiesta su deseo, intención y objetivo de alcanzar el poder para gobernar.
Cita Sampedro una frase de
Martin Luther King: “Cuando reflexionemos sobre nuestro siglo XX no nos parecen
lo más grave las fechorías de los malvados, sino el escandaloso silencio de las
buenas personas”
Y Sampedro (en eso coinciden
y coincidimos todos) ha sido “una buena persona”.
Por eso no podía guardar
silencio.
Había que protestar, había
que estar en contra de eso, había que definirse.
Cada cual en su lugar, desde
su lugar y a su nivel, debe hacer todo
lo que pueda.
Yo he sido profesor durante
toda mi vida profesional, durante 36 años.
Algo, al menos, lo he
intentado e intentándolo estoy desde estas páginas y desde las redes sociales.
.
El “sólo sé que no sé nada”
de Sócrates, sólo el que es consciente de que no sabe algo o el que no está
seguro de saberlo bien, es el que está en condiciones de intentar y de querer
saberlo.
El que cree que ya lo sabe no
va a ser tan tonto como para querer saber lo que ya cree que sabe. De ahí la
importancia de la “ignorancia”, que no es no saber, sino ser consciente de que
no se sabe.
Recuerdo mis clases de C.O.U.
o segundo de Bachillerato cuando, todos los años, antes de intentar que
comprendieran a Sócrates, a su doctrina, les hacía a los alumnos la pregunta de
cuál era la condición esencial para querer encender una vela.
Para unos, que “hubiera
vela”; para otros, que “hubiera cerillas” u otro instrumento para encender,…
Y la respuesta es…. “darse
cuenta, ser consciente de que, aunque haya vela y cerillas “está apagada”,
porque si cree que está encendida….
Sólo el que es consciente del
vacío de saber que alberga en su alma está en condiciones de querer rellenar
ese vacío.
Es necesario no solo tener un
hueco sino ser consciente de tenerlo para intentar rellenarlo,
Nos decían algunos
presocráticos, los atomistas Leucipo y, sobre todo Demócrito, que todos los
seres estaban compuestos de átomos (de varios tipos) y de vacío.
Los átomos son “de lo que” y
el vacío “en lo que” se mueven los átomos y por lo que pueden moverse, cambiar,
soltarse de unos y engancharse con otros para formar otros tipos de ser.
Hoy los científicos, tanto a
nivel macrofísico (astronómico) como a nivel microfísico (átomos y partículas)
nos comunican que en la naturaleza lo que más abunda es el vacío, la distancia
entre uno y otro (partículas, átomos, estrellas, constelaciones, galaxias,…).
Que si no existiera ese
enorme vacío entre los elementos materiales, que si estuvieran juntos,
amasados, abrazados,…el peso sería enorme.
Cuando veo a una persona
“pavonearse”, desafiando a la sociedad con su lenguaje ultraespecífico sobre lo
divino y lo humano, vislumbro una hinchazón de personalidad, un vacío, un hueco
disimulado, tapado, con un lenguaje ininteligible.
Igual que para una buena
salud es necesario no comer mucho ni cualquier cosa, seguir y mantener una
dieta, igual ocurre con el saber.
No basta leer mucho y
cualquier cosa.
Cada vez más nos hace falta
seguir y mantener una dieta para el alma. Arrimarse a buen árbol para tener una
buena sombra.
Tendremos que ir descargando
nuestra alma de ciertas cargas pesadas que ocupan toda nuestra atención, para
dejar hueco, para sentir el vacío, la ignorancia y estar en condiciones de
hacer caso a ese estímulo novedoso que, sumado al sumando anterior, incremente
cualitativamente la personalidad.
Somos seres cambiantes y el
Yo, como suma del yo y su circunstancia, al cambiar la suma, cambia el Yo, y
debe cambiar para mejor.
Y, si protesto tanto y tan
alto es porque no me gusta la sociedad en la que vivimos.
Conozco cómo estamos y no me
gusta.
Me gustaría que España fuera
de otra manera, que nuestra sociedad se rigiera por otros valores; y por eso
protesto y grito, porque soy consciente de lo que somos y de cómo me gustaría
que fuéramos.
La veo en el horizonte de Galeano y por eso camino hacia ella.
Moriré en el camino, pero
caminando.
Y, desde mi agnosticismo
manifiesto y confeso, estoy, de nuevo con Galeano:
“Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos
la tierra. Y nos dijeron: «Cierren los ojos y recen». Y cuando abrimos los
ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia ”.
FUNCIONES DE LA UTOPÍA :.
1.- Función Orientadora
porque, aunque de hecho describe una sociedad imaginaria y perfecta, aunque sea
un sueño inalcanzable, es útil, sin embargo, en orden a señalar el camino, la
dirección, que debe tomar un estado en las reformas políticas de la sociedad
vigente.
2.- Función
Valorativa porque es la manifestación de los sueños e inquietudes de la
sociedad en que el autor vive y sirve para comprender mejor el mundo en que, en
realidad, se vive. Siempre se ha dicho que al describir una sociedad ideal está
describiéndose el envés de la sociedad real, lo que me gustaría que hubiera es
un relato de lo que no hay, de lo que falta.
3.- Función Crítica
porque esa sociedad ideal hay que construirla no desde la nada, sino desde lo
que hay, a partir de elementos del presente, bien para evitarlos
(desigualdades, injusticias,…), bien para potenciarlos (libertades, adelantos
técnicos…)
4.- Función Esperanzadora. Y es que los hombres somos
seres utópicos por naturaleza. Al ser libres podemos soñar (y soñamos) con
lugares mejores que el que nos rodea y soñamos con poder actuar en la dirección
de estos deseos.
Esperanza de
que, como es posible un mundo mejor…
La mayor
Utopía ha sido, y para muchos sigue siendo, la vida eterna cuando acabe esta
vida temporal y la Parca ,
sin llamar, nos coja del brazo, del corazón, del alma y nos lleve al mundo de
nunca jamás.