“La libertad es una palabra que casi
siempre demanda cualificaciones, a veces no expresadas.
Hay libertad controlada, reprimida,
condicionada, selectiva, simulada,… rara vez integral”
Si, últimamente, alguien ha
hablado y escrito, mucho, tanto sobre la “libertad” y el peligro de perder las
libertades, como sobre el “miedo” por parte del poder y su influencia en la
psicología de los ciudadanos, hasta el punto de conseguir, muchas veces, que
cambien de categoría y pasen a ser esclavos, ese ha sido J.L. SAMPEDRO.
Pero yo ya había hollado ese
campo desde mis tiempos de estudiante y primera etapa de docente.
Primero fue con “El arte de
amar”, obra escrita en 1.956, y que, entre las diversas clases de amor, en esos
momentos de efervescencia, me atraía el “amor erótico.
Después, ya en mi etapa de
enseñante y educador, y tras haber leído a Nietzsche me metí con “Y seréis como dioses”, en el que
se abordé el vacío provocado por la
Muerte de Dios en la sociedad contemporánea, la lucha ente el
“tener” y el “ser”, la crítica al consumismo y las fórmulas para un nuevo
humanismo.
En tercer lugar fue el libro
más antiguo del autor: “EL miedo a la libertad”, de 1.941.
Estoy refiriéndome,
naturalmente, a Erich Fromm.
¿Libertad o seguridad? That is the question.
¿Qué respondería (si pudiera
comprender y responder) el canario desde su jaula colgada en la terraza, si
sopesara el peligro del gato o del águila, allí fuera y libre, con la comodidad
y seguridad de la jaula?
Ya Sartre había respondido a
aquel alumno que, en clase, le preguntó qué debía hacer, cómo debía actuar,
porque era “patriota” y amaba a Francia y también era hijo único de una madre
viuda cuyo marido había muerto a manos de los alemanes.
¿Opto por Francia y mi madre
se muere de pena u opto por mi madre y me despreocupo de mi Patria?. ¿Cómo debo
actuar?- ¿Por cuál debo optar?
A lo que Sartre le respondió:
“Eres libre, elige tú”
El alumno tenía “miedo a la
libertad”. No, expresamente, a las “libertades externas” (que también) sino a
la “libertad interna o psicológica”, a la “libertad de elegir”.
Para él era más cómodo que su
profesor eligiera por él. De esa manera su conciencia descansaba. Había
obedecido al líder, a su ídolo. Si se equivocaba el líder, el profesor, el
alumno se sentiría inocente, con la conciencia tranquila, porque “había
obedecido” al líder; si el ídolo acertaba él se sentiría satisfecho.
Pero que eligiera, que optara,
que decidiera él.
Tenía “miedo a la libertad”.
Sartre llama a esta actitud
de esquivar responsabilidades, la “mala conciencia”.
También se me acercaba
algún alumno para que le aconsejara si…
o… y, en buenas palabras, no bruscamente, le daba a entender que qué le
importaba a él lo que yo opinara (porque no quería condicionarlo).
Le venía a decir que si él, a
su edad, y yo, a la mía, teníamos la misma tabla de valores, por mal camino iba
la sociedad.
Hay que ser contestatario y
rebelde en la juventud para ser algo más conservador en la madurez
Y es que “la Libertad ” es un Problema
Psicológico, interno, antes que externo, como lo son “las libertades”.
John Dewey comentaba: "La amenaza más
seria para nuestra democracia no es la existencia de los Estados totalitarios
extranjeros. Es la existencia en nuestras propias actitudes personales y en
nuestras propias instituciones, de aquellos mismos factores que en esos países
han otorgado la victoria a la autoridad exterior y han estructurado la
disciplina, la uniformidad y la confianza del líder.
Por lo tanto, el campo de
batalla esta también aquí, en nosotros mismos y en nuestras instituciones"
El análisis del aspecto
humano de la libertad y de las fuerzas autoritarias obliga a considerar un
problema general: el que se refiere a la función que cumplen los factores
psicológicos como fuerzas activas en el proceso social; lo que conduce al
problema de la interacción que los factores psicológicos, económicos e
ideológicos ejercen en aquel proceso”
“Todo está determinado, pero está
determinado con una cantidad tal de variables que nos permite estar no
programados, pero sí
condicionados. Ese es el tipo de
libertad que debemos exigir. Porque, o nos hacemos nosotros o nos hará el
poder”
Yo creo que la probabilidad,
ni siquiera la alta probabilidad, ni por definición, es una tautología.
La millonésima que falta para
llegar al millón le impide ser tautología.
La opinión ajena, el “qué
dirán”, la presión social,… influye, vaya que influyen, pero no determinan,
sólo condicionan, y de esa atadura podemos desatarnos (aunque no lo hagamos,
pero “podemos”)
También la mujer “puede” “desatarse
de las faldas largas y cortas, de las apreturas en el talle, de los pechos en
balconcillo, desnudos casi hasta el pezón, mostrando la mercancía, todas
vendidas en los escaparates de los saraos, ofrecidas al marido propietario…”
–refiere Sampedro.
Los que no pueden liberarse
son la calculadora y el ordenador. La programación les insufla determinismo.
Las mujeres, siempre, en
todos los lugares, más esclava que los varones, temiendo más la reprobación
social que las condenaba a la exclusión y estar alejadas de su función
reproductora legitimada socialmente.
¿Cuántas monjas lo han sido
sin, en un principio, proponérselo?
¿Cómo puede haber hecho
mella, en ellas, el “estar casadas con Dios”, con alianza incluida, porque “no
había Dios que se casara con ellas”?
¿Libres?
“Como siempre, el fuerte quiere libertad
para hacer lo que le parezca, mientras el débil quiere normas protectoras” porque sabe que no puede ni intentarlo.
Si “el poder corrompe (de lo
que nadie duda) y el poder absoluto corrompe absolutamente” el débil sabe que
carece de poder, no para poder corromperse, ni siquiera para manifestar su
voluntad.
“Y, como siempre, también, para los
inmorales el fin justifica los medios: no les faltarán, para disculparse, fines
reales o inventados: la voluntad de Dios, la libertad, la seguridad (de quién,
de quienes) el bien común (repartido cómo), el orden natural de la sociedad
(¿cuál), el terrorismo…”
¡Qué bien lo sabía Maquiavelo
y qué buenos consejos le daba al Príncipe¡
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