LOS LÍMITES.
Dice J.A. Marina que
“nuestros hijos están pidiendo/exigiendo (sin decírnoslo) que le pongamos, que
le marquemos límites en su actuar”. Es bueno para ellos, para nosotros y para
todos.
Si quieres hacer de tu hijo
una persona inmadura y problemática, para toda la vida, déjale que haga lo que
quiera, como quiera y cuando quiera. No le pongas límites.
Los límites marcan la senda
por la que, caminando, puede uno ser libre.
Y los límites son necesarios
a nivel de sanidad, ni hipo-glucemia y hiper-glucemia, hay unos límites por
debajo de los cuales y por encima de los cuales peligra nuestra salud.
Y hay unos límites a nivel de economía
personal y/o doméstica, ni avaro/agarrado ni dispendioso/bolsillo roto.
Ya los filósofos griegos nos
recomendaban la “virtud como un término medio entre dos extremos igualmente
viciosos: vicios por exceso y vicios por defecto.
Pero no sólo a nivel educacional
o personal o sanitario o doméstico, también, y sobre todo, a nivel social.
No puede existir una sociedad
sana sin atenerse a unos límites en el obrar ciudadano.
“Porque el sentido del límite es uno de
los valores que ha perdido esta sociedad.
En la antigüedad la diosa Némesis era la
suprema guardiana de los límites sagrados, aquello que permiten conservar el secreto
orden del mundo.
Porque hay principios que no pueden ser
transgredidos; si lo hacemos perdemos nuestra dignidad de personas”
Siempre suelo distinguir
entre “tolerancia” y “respeto” cuando alguien me increpa exigiéndome “respeto”
para sus ideas, sus costumbres, sus creencias,..
La “tolerancia” es a “ideas,
creencias, costumbres,…” como “respeto” es a las “personas”
Yo, tú, todos, debemos
“respetar” a toda “persona”, de cualquier edad, de cualquier raza, de cualquier
sexo, de cualquier religión, de cualquier nacionalidad, de cualquier culturas,
de cualquier…. es “respetable y digna de respeto” por el mero y simple hecho de
ser persona, con los mismos Derechos Humanos que yo, que esto escribe, y que
tú, que esto lees. Los mismos Derechos Humanos (derecho a la vida, a la
educación, a la sanidad, a la igualdad, a una vivienda, al trabajo para ganarse
dignamente la vida, derechos a elegir, libremente, pareja, a ser madre/padre o
no serlo,…) independientemente de las diferencias que antes hemos mencionado.
Pero, otra cosa es la “tolerancia”.
Hay ideas, creencias, costumbres,… “tolerables” y que piden y deben ser
respetadas, pero también existen “creencias, ideas, costumbres…“intolerables” y
que, ni yo, ni nadie, debería tolerar.
No tolero, y nadie debería
tolerar, la discriminación entre las personas, la consideración de la mujer
como propiedad del varón e inferior a él, la consideración del padre que amo,
señor y propietario de los hijos, la obligación de que su hija tenga que unirse
en matrimonio con X porque así los han acordado los padres de ambos a cambio de
Y, potestad para poder sacar a la hija del colegio cuando, por primera vez, se
le presente el “período o regla”, la consideración de la sangre como algo tabú
e impedir una transfusión de la misma en un hijo que la necesita para conservar
la salud, disponer de la vida de los hijos y mandarlos “al cielo” con un
cinturón de bombas atado a la cintura y hacerlo explotar en medio de una
multitud,…
Hay tantas ideas, creencias,
costumbres,… intolerables que debe ser sometidas a los límites de la
convivencia marcados por la sociedad.
Tolerarlas y permitirlas
sería “perder nuestra dignidad de personas”.
Los Derechos Humanos, que no
son puestos en práctica, ni en su totalidad ni en su integridad, en parte alguna
del mundo, ni aiquiera en nuestras democracias occidentales, son “IDEALES” a
conquistar y deberían ser límites absolutos en toas las sociedades.
Pero no todos son Derechos
Humanos Universales y Obligatorios, también existen derechos particulares tolerables
y no obligatorios (la forma de vestir, la lengua a usar, el tipo de comidas, la
manera de ocupar el tiempo de ocio, la opción de un determinado tipo de trabajo
o de un tipo de deporte a practicar, el estilo de peinado, la música a consumir
o practicar,…
Son muchas las actividades
tolerables y que deben ser toleradas, pero siempre teniendo como límite a “los
otros”.
Tú tienes derecho a escuchar
música y practicar el karaoke (o como se llame) pero no a las tres de la mañana
y junto a/debajo de la ventana de mi dormitorio.
Tu derecho a divertirte, a lo
que tienes derecho, no es un derecho absoluto y tiene como límite mi derecho al
descanso.
Y, entre ambos derechos no
hay colisión de derechos iguales, sino que mi derecho al descanso tiene
prioridad y preferencia a tu derecho a divertirte.
Tienes derecho a fumar, pero
yo no tengo el deber de tragar tu humo, por lo que no podrás hacerlo en un
autobús, en un ascensor, en un lugar cerrado…
Pero puede hacerlo en la
mitad del campo.
Mis derechos a “no” son los
límites a tu derecho a “sí”
No es que, como decía Sartre
“el infierno sean los otros”, pero los otros sí son los límites a tu afición.
Aunque este tipo de límites
sean relativos (puede ser que todos sean fumadores, que el local del karaoke
esté insonorizado, …
“Todos estos límites, en general, son
relativos. Es difícil establecer normas categóricas.
No estoy defendiendo la inmoralidad a
ultranza, pero tampoco defiendo la inmoralidad de la moralidad vigente” (la de la moral, a veces
rigorista y fundamentalista del cristianismo).
Lo de la Iglesia Católica ha sido/es
algo excepcional.
El Papa no se considera Dios
pero se erige en su “vicario”, en su representante, y todos sabemos que el
“representante” representa al representado en ausencia de éste, así que él,
toda la curia y toda la clase sacerdotal se consideran, no sólo capacitados,
sino como los únicos intérpretes de la voluntad de Dios.
De ahí que, muchas veces, a
lo largo de la historia se hayan predicado, en nombre de Dios, cruzadas, se
hayan declarado guerras de religión, se hayan creado tribunales de la Santa Inquisición , se hayan
condenado a científicos, dictado excomuniones, …
Pero no sólo la jerarquía
eclesiástica se “endiosa”, también los laicos lo hacen.
Y cuando unos grupos
económicos, en nombre de la “libertad económica y de acción”, se “endiosan”
nada quieren saber de límites a su capricho o a su objetivo caprichos y
desmedido, a nada respetan, ni siquiera a “la madre naturaleza”, como si ésta
tuviera una ubre inagotable.
“Cuando el hombre se endiosa creyéndose
sobrenatural pierde el sentido de la medida y se desmanda hasta querer forzar a
la vida con una explotación ilimitada del planeta”
Somos conscientes de que los
recursos, hasta ahora, naturales (carbón, petróleo, gas, agua potable, aire
respirable,…) no son “ilimitados” pero las fuerzas económicas, buscando el
lucro inmediato y “sin límites” pensando en sus índices de ganancia y no en las
generaciones presentes y, sobre todo futuras.
“…Esos pocos piensan sólo en su
beneficio a corto plazo, sin importarles los límites ecológicos…
Mientras los avances técnicos
progresaron a un ritmo lento, los hombres no tuvieron que preocuparse de la
comprensión ecológica de su morada terrestre, pero en este último siglo el
potencial destructor que poseen es enorme.
Con semejante peligro la guía básica no
puede ser el beneficio económico”
Y si “los otros” son, para
todos, “límites humanos”, la “naturaleza” debe ser, absolutamente para todos, y
sobre todo para esos grupos de presión, “el límite a la acción humana”.
Sampedro lo expresa mucho
mejor que este aficionado escribidor acompañante.
“En cuanto al tema ecológico –afirma en
La senda del drago- ya son del dominio público desastres como el agotamiento de
productos naturales, el grave superconsumo de energías fósiles, la
contaminación del aire y del agua sobre todo y otros problemas permanentes en
la prensa pero no en la actualidad política y ciudadana.
Una de las amenazas más graves es la
deforestación, porque el hombre ha destruido ya la mitad de los bosques del
planeta y sigue destruyendo, con daños para el clima y para la vida.
La especie humana es la única viviente
que consume más energía de la que necesita para su subsistencia y reproducción.
El sociobiólogo Edward Wilson afirma haberse estimado que para dar a todos los
habitantes del mundo el mismo nivel de consumismo de los estadounidenses se
necesitarían cuatro planetas más como la Tierra ”.
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