MASOQUISMO.
Decir la palabra “masoquismo”
e, inmediatamente, nos viene a la mente el origen de la palabra, Masoch.
“Masoch, Sacher-Masoch fue quien, como
todos los disidentes, se negó a acatar la fe impuesta por los dominantes,
clérigos o laicos pues, en aparente paradoja, su sumisión sólo se manifestaba
ante la mujer y el sexo, alzándose rebelde contra los dogmas, frente a los
cuales prefirió pensar y obrar por su cuenta, ser quien en su verdad era, mirar
al mundo con sus propios ojos.
Cualidades éstas indispensables para
lograr la plenitud humana, abrazando nuestro mundo luminoso con el oscuro,
igualmente sagrados ambos”
El mundo denominado “luminoso”
por la mayoría, que consigue el placer de sus órganos genitales y sexuales, de
manera heterosexual, con una mujer, intentando llegar al orgasmo, uno o doble,
frente al mundo “oscuro”, practicado por una minoría cuya placer consiste en
sufrir, dominado por una mujer, que es la dominadora, y obedece al dominado,
castigando su cuerpo, el del dominado, con instrumentos varios, llegando el
dominado al orgasmo placentero.
El masoquista disfruta
sufriendo, según la visión del no masoquista.
Pero el masoquismo va más
allá de la relación sexual dolorosa.
“Hay personas, poco numerosas, que
encuentran cierta satisfacción en experimentar el dolor, un dolor que, o bien
ofrecen a Dios en forma del monje o la monja que en el convento se disciplina,
cosa que a todo el mundo le parece sublime y extraordinario, o bien se trata de
un amante que le pide a su pareja que lo azote, cosa que le parece a todo el
mundo una perversión aberrante, y yo me pregunto: ¿Dónde está la diferencia?
Uno, que ha leído vidas de
santos, en su paso por el Seminario (se estudiaba gratis, y los padres poco
pudientes no podían permitirse el lujo de que su hijo estudiase en un colegio
de pago) y que tuvo como compañeros a personas del Opus, y leía y oía cómo
mortificaban su cuerpo, con diversos instrumentos y cilicios, además de los
ayunos y abstinencias.
Yo les preguntaba a los
segundos por qué castigar su cuerpo, hasta sangrar, y me respondían que lo
hacían por amor a Dios y por la redención y salvación del mundo, para que Dios
le perdonara los pecados, y para imitar a Cristo que murió en la cruz por todos
nosotros.
¿Cómo puede un Dios, a no ser
que sea sádico, aceptar y ordenar el castigo del cuerpo como mérito?
¿Cómo puede ser el dolor, el
castigo, la autoflagelación,… un mérito?
Recuerdo, incluso, haber
visto uno de los instrumentos de autocastigo: un collar de púas de hierro, que
se metía por los pies, y se lo subía hasta abrazar el muslo, por lo que, al
andar, se clavaba y se sangraba.
O cuando veo, por televisión
(nunca he presenciado el espectáculo) las procesiones semanasanteras de los
“picaos”, enfundados en sus hábitos blancos y con las costillas al descubierto
y cómo, al andar, a cada paso que dan, con un manojo de cuerdas, alguna de las
cuales lleva una bolita de hierro o de otro metal, en la punta, se
autocastigan, por encima del hombro, sangrando sus costillas y ensangrentando
el hábito blanco.
¿Cómo puede ser agradable a
Dios ese autocastigo doloroso?
Tuve, incluso, una compañera,
profesora de Instituto, que había estado, mientras estudiaba la carrera, en el
Opus y cómo, cuando iba a clase en el autobús, cuando veía a un joven atractivo
y lo deseaba, como autocastigo, al bajarse en la parada más próxima, sacaba
unas piedrecitas del bolso y las metía en el zapato hasta que llegaba a la
facultad, como penitencia por ese mal pensamiento, por ese pecado de
pensamiento, de deseo.
(Y es que puede pecarse de
pensamiento, de palabra, de obra y de omisión)
Me he preguntado tantas veces
el porqué…y sigo preguntándomelo.
“Hay personas que encuentran
satisfacción en ese sufrimiento. Sufrir físicamente les compensa
psicológicamente por la idea de que se lo están ofrendando a un dios o a una
persona a la que aman”
Nada tengo que decir si así
lo desean y lo quieren, aunque no lo entiendo.
Pero no puede considerarse
aberración a quien lo hace por amor a una mujer/a un varón y considerar mérito
cuando eso mismo se hace por amor a un dios.
“He leído cosas fisiológicas sobre esto. El
dolor se compone de la sensación física que se recibe sobre la piel y el
músculo, pero también se compone de la interpretación que el cerebro hace del
mensaje que recibe y hay formas de condicionamiento que están dispuestas a
interpretar eso de otra manera”.
O sea, que se cumple el
adagio de “no existen hechos, sino interpretaciones”.
Y ese hecho, doloroso, yo lo
interpreto de manera muy distinta a como lo interpretan el masoquista y el
clérigo.
Yo no puedo estar de acuerdo
con su interpretación, porque yo no soy masoquista, pero éste lo interpreta
desde sus esquemas mentales.
Pero, en ese caso, son igual
de no aberrantes los unos (ofrendados a varones/mujeres, humanos) como los
otros (ofrendados a dios, divinos)
La sexualidad masoquista es
considerada, sobre todo por los moralistas religiosos, como “antinatural” como
si no fuera la propia naturaleza la que la propicia.
Ocurre lo mismo con la
homosexualidad.
Del hecho de que la mayoría de
personas sean heterosexuales, y esa es la “norma, lo normal”, porque es
mayoritaria, de ello no debe concluirse que la opción homosexual, al ser
minoritaria, sea “a-normal” (a no ser que este término se interprete
“literalmente” y no social y moralmente).
Una de las reglas de
Ortografía (al menos en mis tiempos) era que “se escriben con “b” todos los
verbos acabado en “bir”, como recibir, concebir,…excepto “hervir, servir y
vivir” que se escriben con “v”.
¿Deberíamos evitar el uso de
estos tres verbos porque no siguen la “regla” (la norma, “a-normales”) o
considerarlos “malos” por ser minoritarios (sólo tres)?
Decimos de ellos que son
verbos “irregulares” y ya está, se escriben con “v”.
Igualmente deberíamos decir
del masoquismo, que es minoritario, que no sigue la norma o la regla, que son
“irregulares”, en cuanto excepciones a la regla, pero moralmente igual a los
“regulares”.
“Lo que importa es que no podemos
contemplar como aberrantes hechos que existen y se dan en la naturaleza. Podrán
ser anómalos, molestos para la sociedad, y la sociedad podrá defenderse pero no
puede decirse “esto es bueno” y “esto es malo”, porque tan natural es lo uno
como lo otro”
Aclaremos y tengamos en
cuenta, siempre, que no se trata de malos tratos ni ensañamientos, sino
comportamientos deseados y practicados sin forzar al otro.
Es más, en el masoquismo
puede estar ausente la flagelación y consistir, sólo, en lo esencial que es la
“sujeción de uno y la dominación del otro”, tanto varón como mujer.
“Por supuesto, esa relación de
dominación ha de ser de consensual acuerdo entre dos voluntades, incluso con
control del sumiso, aunque no sea aparente. La persona dominante y la sometida
juegan conscientemente su respectiva función.
Las formas de automasoquismo (como el
del clérigo o la monja, o mi amiga,
la del Opus)…me parecen, más bien, situaciones en espera del dominante…se lo ofrece
a su Señor y tiene, así, un referente ideal….se trata, siempre de una relación
amorosa, aunque se exprese desviada de la expresión afectiva normal….se trata
de una experiencia auténticamente erótica y, por tanto, enraizada en lo más
hondo de lo humano”
En “El amante lesbiano”
escribe Sampedro sobre
“Las diferencias entre el látigo, la
fusta, el martinete, el azote, el rebenque y la caña, pues cada objeto causa
efectos distintos (sobre la piel) como la tímbrica de los instrumentos
musicales (…) comprendí que el placer y el dolor están tan juntos como la vida
y la muerte. Aprendí, también, que el cerebro puede interpretar diversamente
una misma sensación como placer o como dolor: por eso el dolor sufrido no
depende sólo de cómo nos golpea el dominante sino, sobre todo, de cómo los
recibe y acepta el sumiso (…) una vez más el erotismo conecta con los místicos
y con los mártires, dichosos en la tortura (…) porque la relación amorosa entre
dominante y dominado, cualesquiera que sean sus sexos, llega a su hondura hasta
la unidad de ambos celebrantes”
¿No habéis leído sobre los
éxtasis eróticos de Santa Teresa de Jesús?
¿Y cuál tiene que ser la
fuerza del mártir, tan creyente en su dios, al que se le insta a renegar y se
le exime del martirio y no acepta la oferta del maltratador?
Su placer de dominado por su
señor dominante al que no ve pero en el que cree.
Porque la relación humana de
dominado-dominante humanos, están físicamente presentes, pero la del mártir con
su dios es con el ser en el que se cree y sólo está presente en su mente de
creyente, nunca en la realidad.
Pensado más fríamente, en la
relación masoquista el sumiso es tan dueño como el amo y éste es un servidor de
aquel. Dominado dominante y dominante dominado, ambos son señores y sirvientes.
Hegel afirmaría que el
esclavo, para ser esclavo, necesita del señor, pero es que el señor, para ser
señor, necesita del esclavo. Ambos se necesitan para ser ellos y ambos
representan el doble papel.
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