Encantador
Don Quijote:
“La libertad, Sancho,
es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella
no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por
la libertad, sí, como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por
el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres. Digo
esto, Sancho, porque bien has visto el regalo, la abundancia que en este
castillo que dejamos hemos tenido; pues en mitad de aquellos banquetes sazonados y de
aquellas bebidas de nieve me parecía a mí que estaba (yo)
metido entre las estrecheces del hambre, porque no lo gozaba con la libertad
que lo gozara si fueran míos, que las obligaciones de las recompensas de los
beneficios y mercedes recibidas son ataduras que no dejan campear al ánimo
libre.
¡Venturoso aquel a
quien el cielo dio un pedazo de pan sin que le quede obligación de agradecerlo
a otro que al mismo cielo!”
La presión social le impide disfrutar, a pesar de las
mercedes, de la libertad.
Son muchos los que, ante la
inseguridad que, a veces, conlleva la libertad se apuntan, reclaman, exigen más
seguridad a costa de la libertad.
“Se ha sustituido, el ansia de libertad
por el ansia de seguridad. Están ocurriendo cosas que son un claro retroceso en
la conquista de las libertades y la gente las acepta porque prefieren la
seguridad”
Y más en los tiempos que
vivimos, en que cualquier fanático, religioso o político, por un cortocircuito
en las conexiones neuronales, puede empezar a disparar por el absurdo ideal que
se le ha bloqueado en su mente, para ganarse el cielo eterno o para mostrarse
como héroe ante la futura sociedad.
El hombre es un ser dotado de
libertad, pero, a la vez, de imbecilidad.
Cuando se refiere uno al
hombre como “animal racional”, al hombre genérico, ideal, es cosa fácil probar
que se trata de un “ser libre”. Los argumentos convencen.
Otra cosa es cuando uno se
pregunta por la libertad “psicológica” de Pedro, parado y padre de cuatro hijos
y que va a ser desahuciado. En este caso la libertad se muestra problemática,
porque ¿“libertad de qué”?, ¿”libertad para qué”?
Todos los hombres son
radicalmente libres en cuanto participan del “hombre en general”, en cuanto
concretan la naturaleza humana, pero la mayoría de la humanidad sólo es libre
en su raíz, en la posibilidad, pero no lo es de hecho.
El hombre de Cromagnon era
más libre que el hombre de Neanderthal, porque a medida que evoluciona, el
hombre goza de un mayor ejercicio de su libertad, que le viene concedida, en
semilla, por el hecho de ser hombre.
Teóricamente puede afirmarse
que “el hombre es libre”, pero realmente, sólo puede decirse que “muchos
hombres son libres en algunos de sus actos”
Y es que “el hombre tipo” no
es “el hombre real”.
Y, como diría el castizo: “ca
uno é ca uno”. Cada cual es hijo de su padre y de su madre, que nació, creció,
se educó,…aquí o allí, así o asao.
“La vida se encuentra, siempre, en
ciertas circunstancias, en una disposición en torno –circum- de las cosas y
demás personas
No se vive en un mundo vago, sino que el
mundo vital es constitutivamente “circunstancia”, es este mundo, aquí, ahora.
Y “circunstancia” es algo determinado,
cerrado, pero a la vez abierto y con holgura interior, con hueco o concavidad
donde moverse, donde decidirse: la circunstancia es un cauce que la vida se va
haciendo dentro de una cuenca inexorable.
Vivir es vivir aquí, ahora –el aquí y el
ahora son rígidos, incanjeables, pero amplios
Toda vida se decide a sí misma
constantemente entre varias posibles –“astra inclinant, non trahunt”- los
astros inducen, pero no arrastran.
Vida es, a la vez, fatalidad y libertad,
es ser libre dentro de una fatalidad dada.
Esta fatalidad nos ofrece un repertorio
de posibilidades determinado, inexorable, es decir, nos ofrece diferentes
destinos.
Nosotros aceptamos la fatalidad y en
ella nos decidimos por un destino”
Es Ortega el que así se
expresa.
No somos “hombres asépticos,
puros, ideales, sino, hombres circunstanciados” y es en esa circunstancia
donde, de la que y con la que tenemos que
Vivir, sabiendo que nos
condiciona, pero no nos determina, porque con ella, “podemos” (y esa es la
libertad, un “poder”) decidirnos así o de otra manera.
Y somos responsables de por
qué nos hemos decidido por ir por ahí y no por allí, de ser así o de ser de
otra manera, porque “hemos podido” hacerlo y serlo.
Un ejemplo de “libertad” (que
no sé si mis antiguos alumnos lo recuerdan).
Cuenta el dramaturgo español
Alejandro Casona, en una de sus obras (creo que en "La casa de los siete
balcones") la siguiente anécdota:
"Un hombre va caminando
por el desierto acompañado de su caballo. Se le acaba el agua. A lo lejos
divisa un oasis. Se dirige hacia él al tiempo que el posadero sale a su
encuentro. Se entabla, tras los saludos correspondientes, una conversación. De
dónde vengo, a dónde voy, qué quiero conseguir,…
-Se nos ha terminado el
agua. ¿Puedo beber?, por favor.
-Por supuesto. Beba Ud. todo
lo que quiera.
-¿Podría también darle de
beber agua a mi caballo?
-Por supuesto, señor.
Sigue la conversación
al tiempo que descansa el viajero.
- ¿Puedo beber más?
- Por supuesto. Pero ¿Aún tiene Ud. sed?
- No, señor, yo es que bebo ahora para mañana.
- Pues déle Ud. también agua a su caballo y que beba para mañana.
- El caballo no puede, señor. Es lo que nos diferencia a los hombres de
los animales. Ellos, sin sed, no beben. Nosotros, sin sed, podemos beber.
Ellos no son libres para
beber o no beber en ausencia de sed. Nosotros sí. Eso es la libertad. "La
capacidad de Responder sin Estímulo o de no Responder ante el Estímulo".
Yo sí podría ponerme en
huelga de sed o de hambre. Mi caballo no. Él está atado al estímulo. Nosotros
somos libres ante ellos.
Libertad: no atado a los
estímulos
Siempre existe ese hiato, ese
espacio vacío, ese intermedio entre el
Estímulo y la Respuesta. Ese
intervalo teórico es la residencia de la libertad, para Responder o No
Responder, para responder así o asao
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