jueves, 12 de enero de 2017

ACOMPAÑANDO A J.L. SAMPEDRO (22) LA CRISIS

CRISIS.

Esto escribía Sampedro sobre el siglo XX, ya en el XXI.

“El siglo XX ha sido un siglo, más que de cambios, de crisis. Crisis definida en el sentido que lo hacia Gramsci: “Situación en la cual coexiste lo viejo y lo nuevo, pero lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer”.

No se trata de una crisis de “crecimiento”, sino de “decadencia”: es una crisis final.
Si hay cambios, los provoca la necesidad de hacerlos, la necesidad de hacer otra cosa, no tanto la ilusión de hacer una novedad” (…) yo veo la cuestión como una necesidad de renovar algo que ya no funciona y esto conduce a situar este siglo como una fase de cambio profundo de transición, de transformación, de gran envergadura e intensidad.
La transformación no es una fase distinta dentro de un mismo sistema sino que, tal como yo creo, es el tránsito a otro sistema diferente y esto me hace pensar que esta situación de crisis no se va a agotar en el siglo XX, va a continuar en el XXI y, probablemente, en otros porque lo que viene nuevo no es exactamente recombinación de elementos anteriores, sino que es un replanteamiento con emergencias diferentes a lo largo de la historia”

Nuestro Ortega y Gasset, en una de sus obras, “En torno a Galileo” (obra que, encarecidamente, aconsejo leerla), es en la que analiza, precisamente, el concepto de “crisis” y donde desmenuza el Renacimiento, entre la Edad Media y la Edad Moderna, y la crisis de las generaciones.

Y dice él:

“La idea histórica de crisis es, en sí misma, estimulante. Nos recuerda lo que la vida tiene de ruptura, de sobresaltos cruciales. En las crisis los hombres se quedan sin convicciones, es decir, sin mundo. Las ideas adquiridas se desprecian por inservibles y en su lugar subsisten incógnitas, sombras que desorientan. Es un momento de suspense entre un tiempo extinguido y otro próximo, que traerá nuevas exigencias, apenas intuidas, sólo inconcretas. Se presiente que todo va a cambiar decisivamente. A veces, se cierne sobre ese momento crítico la violencia de un desastre. Las cosas toman un curso incierto: no se sabe qué hacer porque no se sabe qué pensar”.

La Crisis es “quedarse sin convicciones, sin mundo, donde se estaba instalado, y no saber qué va a pasar, qué nuevas convicciones vendrán en las que, de nuevo, instalarse, vivir.
La crisis es el intermedio, el tránsito, entre el mundo del pasado, que ya no convence, y el mundo del futuro que no sabemos cómo va a ser y cómo vamos a instalarnos en él.

De ahí la incomodidad de toda crisis, al sentirse desarraigado, “suelto de” y aún “no agarrado a”.

Eso es la Crisis = un cambio brusco o una modificación importante en el desarrollo de algún suceso.
          
El Renacimiento fueron siglos de crisis, desde el XIV al XVII.

De las convicciones, ideas, creencias,…del mundo medieval, en el que uno sabía a qué atenerse para vivir, una época teocéntrica, y astronómicamente geocéntrica, en la que la Razón estaba subordinada a la fe, donde este mundo era “la mala noche en la mala posada” de la santa de Ávila, donde la vida era el “muero porque no muero” de San Juan de la Cruz, donde este mundo era la preparación para el examen final y pasar a ser eternamente feliz en el cielo, al lado de Dios y demás santos,…a las convicciones, ideas y creencias del mundo moderno, en el que el sistema astronómico es heliocéntrico, la época del Humanismo, una mentalidad antropocéntrica, con la teoría de que ya no hemos sido colocados en el sitio privilegiado, en el centro del universo, sino que la tierra es uno más de los planetas que giran en rotación y traslación, en que la Razón Científica se impone a la Fe, a la Creencia de que la verdad es la que afirman  las sagradas Escrituras...

El siglo XIV, Guillermo de Ockham es el que separa la Fe de la Razón, en que “lo que se cree no se sabe y lo que se sabe no se cree”, donde surgen los diversos movimientos religiosos reformistas, negando la primacía del Papa y de Roma, desgajándose y creando movimientos distintos (Lutero, Calvino, Zwinglio,…), donde “cujus regio, eius religio” y, por otra parte la Razón tomando en sus manos este mundo, en sí mismo, no necesitando a Dios para entenderlo, analizándolo, descubriendo las leyes por las que se rige.
Un mundo en el que no se tiene interés alguno en irse de él, en morir, sino que se quiere vivir, y vivir bien.

La Razón ha dejado de ser “esclava de la Teología” y se erige en Señora de sí misma.

Y no sólo es la “Revolución Copernicana”, astronómica, que se sufre al no ser ya, el hombre, el ser mimado por Dios y puesto en el centro del universo.
Es también la “Revolución de la Física”, al tener que abandonar la Física cualitativa aristotélica, de la mano del método silogístico, a la Nueva Física Moderna, cuantitativa, y de la mano del Método Hipotético Deductivo, donde la Observación y la Experiencia están en el comienzo y en el final del método y, en medio la Razón, primero Inductiva y luego Deductiva.

Hasta llegar a la Época Moderna, donde el nuevo Dios es una Diosa, la Diosa Razón, en la que todo debe pasar por el tamiz de la Razón, en el que aparecen cada vez más ciencias nuevas…

Ese tránsito de un mundo, medieval, religioso, a otro mundo, el moderno, laico, es una crisis, una situación incómoda,  mientras dura el tránsito, es vivir entre dos creencias sin sentirse instalado en ninguna, por tanto, en substancial crisis, es levantar las tiendas en las que se estaba y llevarlas y mientras se llevan a otro lugar en que instalarlas, es el “mientras” ente el “ya no” y el “todavía no”, entre “el salir de” y “el entrar en”.

En las crisis se sufre porque se hunde el suelo que pisábamos, flotamos en el aire, y no divisamos, todavía, otro suelo.

Y ahí estaba Galileo, apostando por la ciencia y teniendo que pugnar con la Iglesia y la Inquisición, para quienes la verdad se encuentra en la Biblia.

“En torno a Galileo”

Estos cambios bruscos, profundos, súbitos y violentos, con consecuencias transcendentales, suelen derivar, en al ámbito científico, en algo nuevo: una revolución, una revolución científica.

Ya nos hemos referido a dos de ellas: a la copernicana o astronómica y a la física, con Galileo como centro, hasta Newton, en el siglo XVIII.
Pero ha habido más, muchas más, como por ejemplo:

La revolución darwiniana o biológica.
La revolución de las Ciencias de la Tierra o geológica.
La revolución einsteiniana o relativista.
La revolución indeterminista.
La revolución cuántica.

Y no sólo en la Física.
En las demás ciencias también han sucedido esos cambios bruscos, pasado por esa crisis, y desembocando en nuevas revoluciones.

Y para hablar de revoluciones científicas tendríamos que tratar de la noción de “paradigma” = “ejemplo” o “modelo”, “patrón”, y al autor de la “Estructura de las revoluciones científicas”, a Kuhn.

Kuhn denomina “Ciencia normal” a la compartida por la comunidad científica.
Antes de cambiar de paradigma y llegar a una nueva ciencia se intenta mantener la ciencia normal, o antigua, a través de “hipótesis ad hoc” para explicar las irregularidades y las deficiencias que la “ciencia normal” ya no puede explicar, porque son las excepciones.

Sólo cuando cada vez se complica a base de añadir más y más “hipótesis ad hoc” es cuando se produce el “Cambio de paradigma” y se desemboca en otra ciencia dejando de reproducirse los esquemas de la denominada “ciencia normal”.

Crisis ha habido muchas a lo largo de la historia: la crisis social, la moral, la religiosa, la económica, la financiera, la crisis de valores, de ideales, la laboral, la empresarial, la demográfica, la familiar, la psicológica, la política o de gobierno, la ecológica, la energética, la alimentaria, la ambiental, la climática, la nerviosa, la crisis de identidad, la crisis de refugiados, de suministros, de oferta o de demanda….

Yo solía poner, para explicar el concepto de crisis, el caso de los niños-bebés.

La crisis es ese estado de desconcierto, de no entender por qué la madre le arranca de su la teta derecha, en la que se encontraba plácidamente instalado, porque la madre quiere que mame la teta izquierda (pero él no lo sabe, sólo sufre la incomodidad del hecho)

El tránsito de una teta a la otra, el “mientras” de no estar en ninguna de ellas, le provoca esa “desazón crítica” hasta que queda instalado, plácidamente, en la otra, que sería la “normal” hasta que…

O la crisis de la adolescencia, cuando se sabe lo que no se quiere, lo antiguo, ante lo que se rebela, pero no se tiene claro el aterrizaje. Ese “mientras” es su crisis (con crisis familiar, social, religiosa, moral,…consecuentes)

Contemplando la sociedad como organismo, parece obvio que una enfermedad sistémica en un cuerpo envejecido no puede ser tratada como un trastorno transitorio y puntual de un organismo concreto.
Dicho de otra manera, es una falacia hablar de crisis financiera únicamente. La crisis es política. La crisis es del sistema de vida occidental”

Pero J.L. SAMPEDRO era economista, y se le nota, y era Catedrático de Economista, así como sensible a los movimientos sociales que denuncian las injusticias perpetradas por las grandes empresas y permitidas y/o legalizadas por los gobiernos de turno.

Objetos de sus exámenes y críticas son: el abuso del consumo, el agotamiento de materias primas, el Capitalismo especulativo y no productivo, el dinero que se queda en el camino, las cláusulas suelo y falso techo, los desahucios, el paro, el rescates de las Cajas (y ahora de las autopistas, la socialización de pérdidas y privatización de las ganancias, etc. etc. etc.


La crisis financiera estalló por el abuso de los beneficios, pero el hecho de que los daños no los hayan sufrido tanto los causantes como sus víctimas (con pérdida o con desempleo) es consecuencia de la estructura del sistema, cuyas reglas permitieron los atropellos y cuyas autoridades no los controlaron a tiempo. La raíz de los daños no radica en los préstamos mismos sino en el poder dominante de los bancos, libres para poner condiciones (abusivas) al crédito.
Más que un problema económico, se trata de una desigualdad de poder, un hecho político que si no se remedia provocará crisis ulteriores”

¿Y cómo se va a remediar si son los mismos gobernantes, sus partidos políticos, los que le deben a los bancos su propia supervivencia?

“Yo (Banco) te doy, pero tú (político gobernante, que no estarías ahí sin mi apoyo) tienes que recompensármelo, y no sólo devolviéndolo, sino con creces, y no por ventanilla, sino a través de concesiones favorables a empresas en las que nos movemos y con las que trabajamos.

Los gobiernos no pueden aprobar su autodestrucción, su harakiri.
Los Bancos los tienen cogidos por los huevos.

Hay que cambiar el sistema.

Y el cambio debería venir y ser dirigido por la sociedad a través de sus representantes políticos, pero éstos no pueden hacerlo si no quieren desaparecer.

¿Cómo se sale de este laberinto?

¿Cuál puede ser el hilo de Ariadna?

¿Una revolución drástica?

Todos sabemos que en una revolución los que más pueden se ponen a resguardo mientras los “daños colaterales” caen, como siempre, sobre las personas que ya estaban padeciendo el malvivir.

Mientras la mayoría de la población mundial sufre, incluso muere, por falta de alimentos, agua potable y condiciones de vida digna, hay una minoría que muere de opulencia.
Ud. Doctor, sabrá mejor que yo qué enfermedades se deben a carencias y cuáles son producto de los excesos y en qué latitudes abundan unas y otras.
Por eso, y porque los recursos del planeta no son ilimitados, es lógico que, recordando a Gauguin, Tierra vuelva a formulas las eternas preguntas de “de dónde venimos y a dónde vamos”
Y es igualmente lógico que no hallen respuesta, que se planteen diferentes hipótesis.
Lo importante es pararse a pensar”

Porque la tercera pregunta a contestar, Maestro, es ¿Quiénes somos?
Y, si somos honestos,  tendríamos que responder con un “somos imbéciles” por saber “de dónde venimos” y no darnos cuenta de “a dónde vamos” a no ser que respondamos: “a la catástrofe”, al “abismo”.

Por ejemplo. La paradoja actual y presente...

Tenemos en España tanto sol que nos achicharramos ¿por qué no apostar por la energía solar, que es abundante, inagotable, limpia y gratuita?
Porque unos cuantos (compañías eléctricas) se oponen a que tengamos energías gratis, para beneficio propio.

Pero ¿cómo van a oponerse los políticos si son ellos, una vez amortizados como políticos, los que forman parte de los Consejos de Administración de las mismas, por el esquema de “las puertas giratorias?.

De “político” no lo PUDO hacer y desde el Consejo de Administración no lo “QUIERE” hacer.

¿Cómo puede salirse de este laberinto?

Incluso un Ministro quiso poner “un impuesto al sol” ¿Habrá mayor barbaridad?

Pero tú y yo sabemos por qué

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