“¿Para qué sirve una novela? Una
vez alguien me dijo que la misma palabra lo decía: “no-verla” (…) Pues bien, la
novela sirve para vivir. Muchas otras cosas sirven para vivir, pero la novela
también. Sobre lo que se suele pensar de que la Historia es la verdad y
las novelas la ficción, yo no estoy tan seguro. No voy a entrar ahora a
discutir el intento de objetividad de los historiadores, ni su buen hacer, pero
yo les digo a Uds. que no ha habido en la Historia magnicidio más presenciado, testificado,
comentado, abordado y estudiado que el asesinato de Kennedy; había miles de
personas, lo fotografió no sé cuánta gente, lo filmaron, intervino la policía
en el acto, y no sabemos qué es lo que pasó.
Donde se pone de manifiesto,
una vez más lo que tantas veces he dicho y repetido: “no existen los hechos,
sino las interpretaciones”
El mismo hecho, “presenciar
una muerte en directo” y mientras unos lo interpretarán como “homicidio”, otros
lo verán como “asesinato”, y será el juez quien decida cuál de las dos cosas
es, pero es que él, como humano, además de juez, también está interpretando el
hecho. Pero “su palabra es la ley”. Y lo curioso es que, si él dice que ha sido
“eso” y no “lo otro”, las leyes se aplicarán así, pero si hubiera dictaminado
que era “lo otro” y no “eso” serían otras las leyes a aplicar.
Pero no sólo eso. Es que, si
alguien recurre a una Instancia superior, ésta puede considerar e interpretar
el hecho de manera distinta a como lo interpretó el juez, y entonces, las leyes
a aplicar serán otras.
Para acabar de liarla pudiera
ser que se recurriera a otra Instancia superior y pudiera ser que…
Así que, para que esto no se
convierta en un proceso hasta el infinito, habrá que acordar cuál es la última
instancia que hoy, a nivel español, es el Tribunal Constitucional, pero que
también se puede recurrir al Tribunal de Estrasburgo y aquí, por consenso, se
acaba la escalera de recursos.
¿Y quién asegura que el
Tribunal Europeo de Estrasburgo no puede errar en su “interpretación” y por lo
tanto...?
De modo que ahora me van a decir a quién
envenenó Lucrecia Borgia y quién era y cómo se murió Wifredo el Velloso. Tengo
mis dudas, sinceramente.
Y es verdad que lo de la Historia tiene “tela”
Porque si ya nos lo
complicamos en el tiempo presente o reciente, hay que imaginarse la verdad de
lo de la “lúbrica” Lucrecia Borgia…
¿Es verdad que Lucrecia
Borgia, la hija ilegítima del Cardenal valenciano Rodrigo Borgia y futuro Papa
Alejandro VI (es decir, Lucrecia, “la hija del Papa”) era una mujer lujuriosa,
hambrienta de sexo y de poder, promiscua, puta, perversa, intrigante,
sanguinaria, envenenadora, incestuosa con su padre, el Papa y luego con su
hermano, el Príncipe, al que Maquiavelo…?
¿O la realidad fue otra y
ella era una mujer extraordinaria, inteligente, llena de coraje, bella, culta,
estudiosa, una víctima de la desinformación, utilizada por su padre, el Papa,
para sus alianzas políticas, casándola con un Sforza, pero que cuando dejó de
interesarle declaró a su yerno “impotente” por lo que anuló el matrimonio (por
eso/para eso era él el Papa), casándola, después, varias veces, teniendo muchos
hijos y muchos abortos, visitando muchas camas…?
La versión que nos llegó de
que era una lúbrica mujer (y todo eso que hemos indicado más arriba) ¿no fue la
típica reacción de los Sforza ante la acción del Papa Alejandro VI y que se
instaló en el imaginario colectivo?
¿Coincide la realidad de
Lucrecia Borgia con la interpretación que nos llegó, y quedó instalada en la
historia, de lo que nos contaron de ella, además, sus enemigos y por despecho?
Pero no vayamos tan lejos.
Tenemos a nuestra “Juana la
loca”, la Reina Juana
I de Castilla, que nunca pudo ostentar la corona de reina porque “estaba loca”.
Su madre, Isabel la católica,
por la costumbre de buscar alianzas políticas, se puede afirmar que “la
vendió”, la obligó a casarse con un hombre al que ni había visto en su vida,
Felipe el Hermoso, pero ella, Juana, se enamoró totalmente de él por lo que ya
en vida, por las ausencias, los celos hicieron acto de presencia y sobre todo
tras la prematura muerte de Felipe (tras haberle hecho, creo que, cuatro hijos
en los pocos encuentros sexuales en que, físicamente, coincidieron estar
juntos) su estado de ánimo fue taciturno, triste,.. Pero “no loca” (así lo confiesa
su pequeña hija, que se crió con ella en el arresto domiciliario de
Tordesillas.
¿”Loca” o “maltratada”?
¿Realmente “loca” o sólo así
considerada?
¿Cómo iba a consentir su
madre, Isabel “la Católica ”,
que su hija Juana nunca quisiera tener contacto con los curas ni con la Iglesia , que nunca se
confesara, ni asistiera a misa, siempre alejada y reacia a todo lo que oliera a
religión,…y a la que le correspondía “ser la Reina de Castilla”?
Solución: “declararla “loca”,
excluida, por lo tanto, de llevar la corona de reina y encerrarla en Tordesillas,
primero por su padre, Fernando “el católico”, y allí siguió encerrada por orden
de su hijo, Carlos I de España y V de Alemania y, posteriormente, por su nieto,
Felipe II.
Y es que, sólo considerándola
“loca”, ni su padre, ni su hijo, ni su nieto podían ser declarados como
“usurpadores” del trono.
¿Y la leyenda de “las cuatro
barras de sangre” de Wifredo el Velloso?
“El rey de los franceses mojó
su mano en la sangre que manaba de las heridas de Wifredo, sufridas en la
guerra, y pasando los cuatro dedos mojados por encima del escudo dorado del
Conde de Barcelona, le dijo: “Éstas serán vuestras armas, Conde”.
A todo esto se recurrió para
“interpretar” un hecho, “un escudo con cuatro barras rojas sobre fondo
amarillo”.
Nada de esto es verdad.
¿Cuál es la verdad de la Historia ?
Si tenemos en España un hecho
tan reciente (y tan triste y lamentable) como nuestra “incivil guerra civil” y
uno lee a unos historiadores (para mí más serios) o a otros, como Pío Moa y
compañía, cada uno apoyándose en “textos” e interpretando el luctuoso
acontecimiento como la cara y la cruz de una moneda, como la noche y el día,
sin un posible consenso de “cual fue la verdad de ese hecho)
Por el contrario, cuando un escritor
cuenta su verdad encarnizadamente en una novela, y cuando el lector la hace
suya, estamos ante una verdad absoluta e indiscutible. Y si no, ahí está el
Quijote, y Fausto, y está el Rey Lear y está Otelo.
Esto son verdades mucho más grandes que
Pepino (Pipino) el Breve.
El arte es un modo de conocimiento y
sirve para revelar la verdad de la vida.
Pero ocurre que “la vida” no
existe, sino “vidas”, como no existe “el arte” sino “artistas” que interpretan
la realidad y que la plasman en sus obras. No es “la verdad”, pues, sino “sus
verdades” vitales, que son realidades.
Las “verdades objetivas”,
interpersonalales, del peso y el volumen de una piedra, de la sangre que mana
de una herida, de la muerte de ese perro, no son las verdades artísticas de los
múltiples artistas.
Hay, al menos, hasta cinco
tipos de verdades (ontológica, lógica, epistemológica, moral y artística) y sus
cinco opuestos (nada, contradicción, falsedad, mentira y copia) (voy a obviar
el desarrollo de esta afirmación. Quizá el día que nada tenga que escribir…)
Y sí, es verdad que para mí,
es más real Don Quijote que el calzoncillo (suponiendo que los llevara) de
Cervantes, siendo dos verdades (la obra y el calzoncillo) pertenecientes a dos
mundos distintos.
“A veces leo, y lo leo de personas
cuya inteligencia admiro, que dicen que la novela está agotada. Me quedo
estupefacto (…) ¿Cómo se va a agotar la novela? El mundo está ahí, y el mundo
no se puede describir porque es infinitamente multidimensional, y cuando
creemos que describimos, con todos los medios que Uds. quieran, no hacemos más
que interpretarlo, que sacar de él unas migajas, que recomponemos como hace un
pájaro su nido, y nosotros nos hacemos nuestro propio mundo. Y así vivimos”
Es la “perspectiva” y es la “circunstancia” orteguianas.
Como “yo soy yo y mi
circunstancia” y nadie, ni genética ni culturalmente, está igual de
“circunstanciado”, cada uno es cada uno. No hay dos ejemplares iguales. Luego,
cuando cada uno se acerque a la realidad, la verá desde “su” perspectiva, y
nadie puede ponerse en el lugar del otro, porque todos somos distintos.
Y la visión que cada uno
tiene de “la” realidad, desde “su” perspectiva, nunca puede ser igual a la del
otro.
La realidad es, como dice
Sampedro, “multidimensional”, y cada uno la interpreta desde “su”
circunstancia.
“La” verdad sería la suma de
todas “las verdades relativas”, pasadas, presentes y futuras, de cada uno de
los sujetos cognoscentes.
Nadie sobra, pero nadie es
imprescindible, todos somos necesarios en la construcción del puzzle de la
realidad.
Y, aunque “la realidad” fuera
una y la misma (esa Catedral de León, con sus vidrieras super….) la perspectiva
que de ella tiene el que está dentro y el que está fuera (el burro de la Sagrada Familia en su viaje a
Egipto, caminando hacia la derecha y hacia la izquierda), el que la vea desde
abajo y el que la vea desde arriba, la del artista vidriero y la del
arquitecto, la del creyente y la del ateo, la del capitalista y la del
obrero,…. Serán, necesariamente, distintas, todas necesarias, pero todas
perspectivas.
Aunque es verdad que, aunque
todas las perspectivas sean perspectivas, no todas son igualmente
privilegiadas, como no es igual la del que la ve metido en un confesionario que
el que la ve desde la nave central.
Las perspectivas, nuestras
perspectivas, son esas “migajas” de las que escribe Sampedro.
“De manera que siempre habrá
posibilidades de interpretar el mundo (…) No me digan que se han acabado las aventuras.
Las aventuras que quedan por vivir son infinitas. De modo que me parece absurdo
hablar del agotamiento de la novela”.
Como sería absurdo que no
pudiera haber más personas contemplando la Catedral de León. Son infinitos los posibles
futuros “miradores” de la misma. Ella, la catedral, no se agota en las miradas
de sus espectadores.
“Y, en cuanto al interior, el corazón
humano, la mina de galerías secretas, profundas y hondas que es el corazón humano,
ofrece aventuras que para qué les voy a contar (…) ¿Agotado el tema? Eso es
inconcebible. De modo que seguirá habiendo novelas, seguirá habiendo
escritores, se seguirá haciendo de todo eso”
Me gusta, me encanta que se
les llame a los poetas “mineros del corazón”.
¿Que “dónde están los poetas
andaluces de ahora”?
Siempre ha habido, hay y
habrá poetas, Andaluces, manchegos, gallegos, extremeños,…el mundo del corazón,
mientras haya personas, siempre dará de sí para escribir.
Yo he sido uno de los que, en
mi juventud, adquirió casi toda la colección Plaza, de obras de Premios Nobel,
en tamaño de bolsillo y papel casi de estraza, y una de las novelas que leí fue
“Las uvas de la ira”
(…) El arte como vía de conocimiento, en
absoluto se contrapone a una ciencia social. Me viene ahora a la mente “Las
uvas de la ira”, de Steinbeck, que retrata las migraciones interiores de
Estados Unidos desde los campos de algodón hasta los viñedos de California. Es
una novela, es literatura, pero a través de ellas es también una visión
económica”
Y no sólo económica, también demográfica,
yb laboral, y peregrina, y de aventuras,..
Es lo que hace Arturo Pérez
Reverte: “novelar” la historia o historias.
“Y, a la inversa, lo mismo. Si uno
escribe de economía con un poco de gracia literaria, resulta mucho mejor, Entre
la economía concebida como una ciencia de comportamientos humanos y una novela
no hay tanta diferencia como se insinúa habitualmente, A mí no me ha costado
ningún trabajo alternar y compaginar la escritura con el estudio y la docencia
de una asignatura llamada Estructura Económica, que trata de analizar el
sistema en que vivimos, de ver cosas de ese sistema.
La única incompatibilidad ha sido la del
tiempo, e incluso eso es discutible porque, si bien es cierto que el tiempo
dedicado a una actividad va, inevitablemente en detrimento del que se puede
dedicar a otra, no es menos cierto que ambas se han beneficiado de mi saber
adquirido en el desarrollo de la otra”
En realidad, esa es la mejor
forma de escribir, haciendo descansos y ocupando la mente a otras faenas.
Es uno de los métodos de
estudio que siempre aconsejaba a mis alumnos: levantarse de la silla, al menos
tras dos horas estudiando, y dar un paseo por la casa, saludando a la familia,
visitando el frigorífico, saliendo a la terraza, sentarse un rato ante el
televisor, echarle una ojeada a la rubia de enfrente,… para reanudar, con la
mente más fresca, la tarea interrumpida.
Pero no todos los docentes
(entre los que me incluyo) somos capaces de alternar nuestra materia a enseñar
con una novela a escribir. Yo, al menos, me considero incapaz.
Ud. sí, Sampedro. Y a las
obras me remito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario