martes, 28 de enero de 2014

6.12.- LA FELICIDAD.


 
Hasta el día de hoy las dos palabras con mayor número de búsquedas en Google son “Felicidad” y “Amor.” Este es un dato lo suficientemente revelador como para llevarnos reflexionar sobre este sentimiento que, por ser tan codiciada, ha protagonizado tratados filosóficos, religiosos y científicos, pero también algunos textos sociales y ambientales. ¿Se ha concebido siempre igual a lo largo de nuestra historia? ¿Dónde está verdaderamente la felicidad? ¿Es posible ser plenamente feliz?

¡Cuántas veces, de adolescentes-jóvenes enamorados, soñamos juntos, abrazados y besándonos, en la felicidad que nos produciría ese apartamento-estudio mínimo que no teníamos pero en el que, mientras cupiéramos los dos, todo lo de alrededor sobraba!

¡Tú y yo, solos, juntos, la felicidad¡

Y hemos disparado la imaginación y soñado con esa felicidad plena, siendo felices mientras la imaginábamos, pero como felicidad incompleta a la que le faltaba el último capítulo de ese libro imaginario y que sería el prólogo a los muchos libros vitales futuros juntos.

Esa pequeña estancia soñada, imaginada, era una isla de felicidad.

Muchas cosas más nos hubiera gustado tener pero, sobre todo, era la presencia constante, el nudo de dos voluntades libres que se aman.

Hoy, felices y en compañía, nos ahogaríamos en ese mínimo estudio-apartamento.

Todos deseamos y corremos para conseguir la felicidad y apresarla fuerte pero ésta, siempre, es escurridiza, siempre está un poco más allá de donde la hemos apresado.

Todos los filósofos, a lo largo de la historia, han expuesto y propuesto su concepto de felicidad.

Mientras unos la ponen en el placer, otros en la riqueza y otros en los honores.

Cuando uno está enfermo pone la felicidad en recobrar la salud perdida, mientras el pobre la pone en la riqueza, el inculto en la cultura, el obligado solitario en una grata compañía y el que se arrastra en esta perra vida la pone en estar sentado a la derecha del Padre en la otra vida que, además, es eterna.

Ser felices, es sencillamente satisfacer todos nuestros deseos de vida, y existen diferentes tipos de deseos, los cuales es importantes tener en cuenta, dado que no todos son tan buenos como podríamos pensar.

Básicamente, tomamos como fundamento, los principios de Epicuro, quien aseguró que existen 3 tipos de deseos:

Deseos Naturales y Necesarios

Deseos Naturales y No Necesarios

Deseos No Naturales y No Necesarios

Revisemos cada uno de estos tipos de deseos, y veamos cuáles son mejores para tomar en consideración y cuáles no:

Deseos Naturales Y Necesarios

Un ejemplo de este tipo de deseos, es el comer. Saciar el hambre.

Es natural querer comer, y es necesario también hacerlo. Obviamente, hablamos de un deseo normal, no de exageraciones como la gula, los percebes, la gamba blanca malagueña a la plancha o los langostinos de Sanlúcar.

Este tipo de deseos, deberían estar satisfechos en todo momento, y si logramos garantizarlos de por vida, tenemos un gran porcentaje de felicidad alcanzado.

Deseos Naturales Y No Necesarios

Un ejemplo de este tipo de deseos, es el sexo. Tener relaciones sexuales no es necesario. Si dejas de comer, mueres. Pero si dejas de tener sexo, igual puedes seguir viviendo.

Ahora bien, si no satisfaces tu deseo natural de tener sexo, difícilmente podrás ser feliz, porque en tu cuerpo y tu mente habrá frustración.

Aquí también podemos considerar aquellos deseos como el de crecer, aprender, establecer relaciones sociales, ayudar a otros y triunfar. Este tipo de deseos son inherentes a nuestra naturaleza, y en complemento con los naturales y necesarios conforman la verdadera felicidad.

(Aunque los renunciadores al sexo lo subliman con algo considerado superior, como puede ser Dios)

Deseos No Naturales Y No Necesarios

Aquí encontramos la búsqueda de la fama, el poder político, el deseo de manipular, el tabaco, la droga, o la generación de estatus social.

Es innecesario tener todo esto, podemos ser felices, lograr grandes cosas, cambiar al mundo y ayudar a miles o millones de personas sin necesidad de satisfacer deseos vanos como los mencionados.

Aparte de todo, no son naturales, nuestra naturaleza no lleva inherentemente en sí la búsqueda de la fama o cualquier otro deseo innecesario, por tanto aparte de ser un desperdicio de nuestro tiempo, esto conlleva a la insatisfacción futura dado que todo, por lo regular, se basa en un desequilibrio.

Satisfacer éstos deseos nos brinda alegría efímera, más no felicidad. Aparte, pueden ser bastante complicados de lograr, por lo que en definitiva  nos centramos en los primeros dos tipos de deseos, y con esto tenemos garantizada una vida plena.

Muchas personas dejan de lado el hecho de que es importante satisfacer sus deseos.

Somos seres humanos, y en nuestro ADN cargamos una naturaleza que nos lleva a sentir felicidad interior cuando llevamos a cabo nuestros potenciales.

En tus manos está ser feliz y alcanzar la autorrealización. La mejor manera de atraer la felicidad es centrase en satisfacer siempre, los deseos naturales.

¿Y la riqueza?

No olvidemos que “los ricos también lloran” y sólo con la riqueza no queda garantizada la felicidad, pero sin ella la desgracia está garantizada.

Ella sólo es un medio, aunque necesario, pero no es un fin.

El adagio afirma que “salud, dinero y amor”.

El dinero puede mantener la salud y facilitar el amor.

Pero, en sí mismo, el dinero no es un fin. Es como querer tener un cuchillo.

El dinero y el cuchillo pueden “utilizarse” (“medios”) para cosas maravillosas (ayudar a los hambrientos o cortar pan o jamón), pero también para cosas horribles (sobornar a alguien o acuchillarlo).

“Dominio de las pasiones e indiferencia hacia los bienes” dicen otros, los estoicos, para ser felices.

La fortuna, igual que los trae se los lleva, igual que nos los da nos los quita.

La autosuficiencia, pues, es la felicidad,

Felicidad es el sosiego, la imperturbabilidad de ánimo, ni “venirse arriba con un entusiasmo exacerbado” ni “venirse abajo y caer en el hoyo de la depresión”.

Pero ¿la felicidad no debe consistir en “hacer”, en una actividad?

Aristóteles fundó una nueva disciplina: la ética. La ética estudia cuál es la mejor manera de comportarse para disfrutar de una vida feliz. Así pues, la felicidad aristotélica es acción: es la práctica de virtudes como la sobriedad, la generosidad o la sinceridad.

Y Aristóteles expondrá su teoría de las virtudes: tanto de las virtudes éticas o morales (con su “teoría del “término medio”), como de las tres virtudes dianoéticas o intelectuales (ciencia o episteme, nous-intelecto o inteligencia y Sofía-sapiencia o sabiduría)

Los medievales, nacidos, alimentados y crecidos en la fe lo tenían muy seguro.

Es Platón, pero bautizado, donde el Bien supremo, ahora, es Dios.

Estar con Dios, en la otra vida, esa era la felicidad.

“Muero porque no muero”

El Renacimiento, en cambio, con su antropocentrismo puso la felicidad en rodearse de cosas gratas, placenteras, disfrutando de esta vida, que no quieren abandonar.

¿Y la ILUSTRACIÓN?

El Siglo de las Luces aporta otra diferencia notable: en la mayoría de pensadores modernos la búsqueda de la felicidad ya no es una cuestión personal, sino colectiva. Y si la sociedad impide las aspiraciones humanas, será necesario transformarla.

Como el mañana es incierto y oscuro busquemos la felicidad en esta vida, en el hoy y en el mañana, no en la otra vida, pero guiados tan sólo por la nueva diosa (una vez apeado de los altares el Dios de la religión), la Diosa Razón.

Pero si los paraísos celestes eran sólo utopías, los paraísos terrestres intentados salieron infiernos.

Al establecimiento de la felicidad universal debía contribuir una nueva virtud: la tolerancia universal. ¿Quién puede negar su necesidad y sus ventajas?

Hemos de convivir no solo siendo tolerantes con las ideas, también respetuosos con las personas.

Por desgracia, el optimismo universal de los ilustrados no desembocó ni en la tolerancia ni en el respeto ni en la concordia política.

Los filósofos no gobernaron los Estados, pues lo siguieron haciendo los eternos Maquiavelos, encarnados en los burgueses.

Tampoco hubo, por supuesto, paz universal.

El progreso científico también hizo progresar la capacidad militar de destrucción.

En cualquier momento, el hambre y la peste aparecían y diezmaban algunas provincias.

"En todas partes se sufría, como es ordinario. Sin embargo, la Europa occidental quería persuadirse de que vivía en el mejor de los mundos posibles; y la doctrina del optimismo era su gran recurso" (Paul Hazard).


La felicidad ilustrada tiene su traducción pragmática en Gran Bretaña: el UTILITARISMO.

Se trata de una nueva versión del hedonismo, al modo de Epicuro: buscar inteligentemente el placer y evitar el dolor. Ahí está la felicidad, único fin de los actos humanos para Stuart Mill, "única prueba por la cual se juzga la conducta humana; de donde se sigue necesariamente que éste debe ser el criterio de la moral". Aunque parece un criterio moral claro y verificable, no lo es en absoluto. Sus propios fundadores no se ponen de acuerdo.

Bentham ideó un cálculo hedonístico para medir la mayor felicidad posible para el mayor número posible. A su juicio, sólo el placer es la fuente genuina de la felicidad.

 Después, Mill distinguió entre placeres inferiores y superiores, según un criterio cualitativo: "Es mejor ser un Sócrates desgraciado que un cerdo satisfecho.

MacIntyre, en su Historia de la Ética, señala que el problema de escoger como criterio moral conceptos como placer, deber o felicidad consiste en su degeneración. Nacen como nociones que apuntan a ciertas metas, y se transforman en posibilidad de dirigirse a cualquier meta. Si placer y felicidad significan algo diferente para cada persona, el utilitarismo ya no sirve como criterio, y si significan algo determinado, entonces es falso que todos los hombres lo deseen o deban desearlo. Por otra parte, sólo se debe aspirar a la felicidad para el mayor número cuando en la sociedad se aceptan normas básicas de conducta decente. ¿Qué aplicación tendría el principio de máxima felicidad en una sociedad que pone su aspiración común en el asesinato en masa de los judíos?

Julián Marías da una buena definición de “felicidad”: “el imposible necesario”.

La buscamos dentro y fuera, aquí y allá, arriba y abajo, pero siempre, cuando parece que….se nos escurre.

Si perseguimos las cosas es porque creemos que en ella está la felicidad o que sólo ellas van a proporcionárnosla.

Me gusta la definición de “conjunto de todas aquellas cosas que la voluntad es incapaz de no querer”.

Pero es una definición negativa. Como la de San Pablo cuando le preguntaron qué era el cielo: “lo que el ojo no vio, ni el oído oyó, ni nadie puede imaginárselo”

Entonces ¿qué es?.

¿La buscamos? SÍ.

¿Quiénes? TODOS.

Pero no sabemos dónde buscarla aunque la buscamos con todo lo que somos y tenemos.

Incluso ella parece jugar con nosotros. Llega sin avisar y sin avisar se va, apenas apresada. Siempre fugaz y caprichosa.

Me recuerda a Galeano.

“La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”.

¿Y hoy?

No olvidemos que la felicidad, su felicidad, no es más que una emoción y, por tanto, un estado transitorio. La felicidad es básicamente la ausencia de miedo, como la belleza es la ausencia de dolor.

Encontramos la felicidad en el camino que recorremos mientras la buscamos, en cada paso que nos aproxima hacia ella y no tanto al alcanzar el destino.

En el aprovechamiento de cada instante de felicidad que los avatares de nuestra existencia nos permitan. Así pues, observe con perspectiva y cierta distancia los grandes acontecimientos y no olvide disfrutar de las pequeñas cosas.”

Y, para los valientes:

Teresa de Calcuta, desde su humanidad vivida y practicada, así resume su concepto de “felicidad”:

El día más bello: hoy.
La cosa más fácil: equivocarse.
El obstáculo más grande: el miedo.
El mayor error: abandonarse.
La raíz de todos los males: el egoísmo.
La distracción más bella: el trabajo.
La peor derrota: el desaliento.
Los mejores maestros: los niños.
La primera necesidad: comunicarse.
La mayor felicidad: ser útil a los demás.
El misterio más grande: la muerte.
El peor defecto: El mal humor.
El ser más peligroso: el mentiroso.
El sentimiento más ruin: el rencor.
El regalo más bello: el perdón.
Lo más imprescindible: el hogar.
La ruta más rápida: el camino correcto.
La sensación más grata: la paz interior
El arma más eficaz: la sonrisa.
El mejor remedio: el optimismo.
La mayor satisfacción: el deber cumplido.
La fuerza más poderosa: la fe
Los seres más necesitados: los padres.
Lo más hermoso de todo: el amor.

¿Alguien da más?

Seguramente uno: Vicente Ferrer.

lunes, 27 de enero de 2014

6.11.- LA AMISTAD.


 
“De cagar nadie se escapa. // Caga el Rey y caga el Papa, // caga el buey y caga la baca // y hasta la señorita más guapa. // En este mundo, señores // nadie de cagar se escapa” – dice el adagio popular.

Pues con la “amistad” pasa igual. Es necesaria.

“Vivo de pan, como vosotros y, como vosotros, tengo necesidades; experimento el dolor, como vosotros, y, como vosotros, no puedo pasar sin amigos” – pone Shakespeare en boca de Ricardo III, dirigiéndose a sus súbditos.

Etimológicamente, proviene del latín. “Amistad” ß “amicitia” ß “amicus”.

El afecto no es una necesidad biológica, pues no tiene valor de supervivencia, pero sí una necesidad natural, como un requisito para vivir bien, para vivir mejor.

Se define como “relación afectiva, estable y libre, recíproca y desinteresada, benéfica, que nace de una inclinación natural, que se alimenta de la convivencia y de compartir, que es un refugio en las desdichas,…”

Es una relación entre personas, con reciprocidad de afecto, que no pertenezcan a la misma familia y sin valor sexual.

No se da la amistad del hombre con las cosas.

Suele decirse que “el perro es el mejor amigo del hombre”. Un buen amigo sí, ¿pero el mejor?

Puede darse un vínculo afectivo entre el hombre y un animal.

Si durante mucho tiempo, para la amistad, era necesaria la presencia física, hoy no lo es.

Se puede ser amigo por correspondencia y hoy, sobre todo, a través de las redes sociales.

Amistad es confianza, simpatía, sinceridad, honradez, entendimiento mutuo, preocupación por el otro, compartir alegrías, tristezas y confidencias y sentir agrado en ello, no sentirse juzgado ni envidiado, lealtad, generosidad, comprensión, respeto, consuelo, compañía.

Sinceridad que implica hablar claro y sin rodeos, discutir sin hipocresía (lo que suele denominarse “franqueza”).

Generosidad que hace que no se repare en los pequeños defectos que todos tenemos, que se le conceda, al amigo, un amplio crédito.

Lealtad que supone la corrección, que no es un castigo al amigo, sino el intento de que se le ilumine la mente para corregir  una inadecuada conducta.

No es una corrección justa (que entrañaría castigo) sino una corrección amistosa, para reequilibrar la armonía.

La amistad es una clase de amor.

Nacemos inmaduros, incompletos, necesitados y con necesidades varias, necesitados de los demás para sobrevivir y necesitados afectivamente.

Una madre es mucho más que una vaca, aunque ambas alimenten a sus crías con leche.

Un gesto cariñoso, un beso, un abrazo, una palabra, una mirada,…Alimentos del alma.

Nacemos como un puzzle al que le faltan muchas piezas que hay que seguir adjuntándole.

Si la madurez biológica es necesaria para la supervivencia, la madurez afectiva también es necesaria para el óptimo funcionamiento de nuestra personalidad.

Necesitamos estar juntos. Necesitamos tocar y que nos toquen.

La expresión táctil del amor es la expresión más original de todas.

La amistad es un hábito adquirido, normalmente tras bastante tiempo (aunque puede, también, surgir a los pocos minutos de conocerse, tras un primer encuentro en el que se detectan inquietudes, actividades, gustos,….coincidentes.

La amistad está presente en todas las etapas de la vida y se comparten los mejores y los peores momentos.

Es lo que diferencia a “amigos” de “conocidos”.

Es una de las relaciones interpersonales, entre iguales, más comunes que la mayoría de las personas tiene en su vida, porque se fundan en el mutuo aprecio y en la confianza mutua.

Y mutuamente se potencian porque es desear al otro lo mismo que para sí.

Si en los tiempos heroicos la amistad era el lazo que unía a dos compañeros de armas (Patroclo y Aquiles), después la amistad surgiría de la convivencia como estudiantes, en diversiones,…

Todos hemos experimentados que de los muchos “compañeros” que tuvimos como estudiantes, son muy pocos, algunos, los que hemos quedado como “amigos”.

Puede darse en cualquier etapa de la vida y se da en diferentes grados.

Es un vínculo que nos proporciona la posibilidad de compartir experiencias, conocimientos, incluso medios económicos.

Tiene repercusión en el cuerpo (se somatiza) con efectos beneficiosos: activa nuevas áreas del cerebro, libera sustancias hormonales que favorecen la relajación y el bienestar.

El apoyo emocional que genera la amistad activa el sistema inmunológico

PLATÓN le dedicará a la amistad todo un Diálogo, el “Lisis”.

Comienza con una pregunta: “¿quién es amigo de quién?, ¿el que ama o el que es amado?”

Porque si es el que ama pero no es correspondido…

Y si es el que es amado pero éste no ama….

Además hay “amigos de los caballos….”

Reciprocidad, característica esencial del amor, de la amistad (que es una forma de amor).

Aplicando la dialéctica como método filosófico critica teorías sobre el amor, no tanto por falsas como por incompletas:

a.- Critica la teoría de Empédocles y Amaxágoras de que el amor es la atracción de lo semejante por lo semejante.

b.- Critica la teoría de Heráclito y Cratilo de que el amor es la atracción de los contrarios.

Hace una comparación del “amor” con el “saber”.

Los que buscan el saber no son los muy ignorantes ni tampoco los que ya saben, sino los que ignorando, al menos se dan cuenta de que hay cosas que desconoce.

El cuerpo es amigo de la medicina, (algo neutro) por la presencia de la enfermedad. Y es que el cuerpo es amigo de la salud, como fin, por eso es amigo de la medicina, porque ésta es amiga de la salud.

Si desapareciera el mal, que es lo que nos hizo amigos del bien, ¿seguiríamos siendo amigos? Porque la amistad, al amar y ser amado, es beneficioso para ambos.

Si no hubiera interés, beneficio entre ambos, ¿habría amistad?

ARISTÓTELES.

Dedica los capítulos VIII y IX de su Ética a Nicómaco al tema de la amistad: que es una virtud (hábito de obrar bien) y algo necesario para la vida.

En la amistad es esencial el compartir, invitando a los amigos a nuestras alegrías (que siempre deben ser compartidas) y no invitándolos a los infortunios (que no deben ser invitados a compartirlos).

Otra cosa es que el amigo acuda a ser refugio del amigo ante su desgracia.

Ir no es invitar a que venga.

Amistad es hacer bien al amigo (el otro yo) aunque el amigo no se lo haya pedido.

No es noble estar ansioso de recibir favores.

Pero el afortunado necesita personas a quien hacer el bien, como el desgraciado necesita bienhechores.

El hombre feliz necesita amigos para serlo. No es posible la felicidad en solitarios. El placer de dar, incondicionalmente.

Distingue Aristóteles tres clases de amistad y en cada una de ellas se da/debe darse la reciprocidad, sin ella es imposible la amistad.

1.- Amistad Perfecta, que se da entre hombres buenos e iguales en virtud, y que quieren el bien de uno para el otro y del otro para el uno.

2.- Amistad por interés, que se da entre quienes se quieren en la medida en que se benefician en algo los unos de los otros. Es una amistad que obedece “al propio bien”. Cada uno va buscando lo suyo, no lo del otro, aunque éste también salga beneficiado, pero no éste el objetivo.

3.- Amistad por placer. Si se es amigo es sólo por el placer que la amistad genera. En este caso la amistad obedece “a su propio gusto”.

La 2ª y la 3ª son “amistades imperfectas”, son fáciles de disolver porque cuando ya no son útiles ni agradables…. Están subordinadas a bienes mediatos.

En la 1ª, en la Amistad Perfecta, nunca hay ni reclamaciones ni reproches, y nunca se le echará en cara al otro, porque no se fundan en el interés.

Se defiende al amigo y no se cree lo malo que se diga de él, porque la confianza es mutua y es imposible el agravio entre ellos.

La virtud del amigo consiste en “querer”, por lo que los aduladores no son verdaderos amigos.

La esencia de la amistad, para Aristóteles, puede resumirse en tres palabras-verbos: compartir, conversar, compenetrarse.

Y lo más opuesto a la amistad son: la adulación, la zalamería y el servilismo, por ser contrarios al amor a la verdad

Relacionarse con un amigo es como relacionarse consigo mismo, porque el amigo es “mi otro yo” (algo en lo que incidirá Cicerón).

La acción buena a quien más beneficia  es a quien la ejerce, porque lo hace “bueno”, más que al beneficiado por ella.

Y la acción mala perjudica más a quien la lleva a cabo, porque lo hace “malo”, más que a la víctima.

La amistad siempre es activa, consiste en “querer” más que “ser querido” (pasivo).

Sólo si los amigos son activos existe la amistad, porque si uno de ellos se limita a esperar beneficios la amistad desaparece.

En su lugar aparecerá la “filantropía”, cuto objetivo es “toda la humanidad”, ya no personas concretas.

La amistad es cooperación e implica “igualdad”.

“Grupo de iguales” se define a los amigos.

¿Se puede ser “amigo” del padre/de la madre?

Si, de pequeñitos, repetíamos que “yo me casaré con mi mamá” si, de mayores, alguien siguiera diciendo y pensando lo mismo, su inmadurez afectiva es cuestión psiquiátrica.

¿Se puede ser “amigo de Dios”?

En el Cristianismo la “amistad” (con algunos) pasa a ser “caridad”, que es “fraternidad”, cuyo objetivo es la humanidad, sin exclusión de tipo alguno.

CICERÓN.

¿Quién en sus primeros escarceos con el latín, en el bachillerato, no empezó traduciendo la obra de Cicerón “Laelius De Amicitia”?

Cicerón entiende  la amistad como “comunión entre personas alrededor de la benevolencia (deseo de bien) y de la virtud”.

No puede haber amistad en torno al mal y al vicio.

La amistad es superior al parentesco, porque al pariente lo impone la sangre, mientras que a la amistad nos la impone el corazón.

El amigo está más preocupado por la salud, el bienestar y el buen nombre del amigo que por el suyo propio.

Con el amigo puedes y te atreves a hablar absolutamente de todo, como si lo hicieras contigo mismo.

El amigo es mi otro yo.

Los bienes se disfrutan más y mejor si tienes con quien compartirlos y las adversidades se hacen más llevaderas si, también, son compartidas.

Pero es necesario ser bueno antes de pretender la bondad de los amigos.

La adulación y la lisonja son vicios, mientras amonestar y reprender, con corrección, es propio de los amigos.

domingo, 26 de enero de 2014

6. 10.- EL CONTROL.


 
Siempre es bueno pedir perdón, pero es mejor no tener que pedirlo.

No podemos/no sabemos controlarnos. O no llegamos a la palabra adecuada o nos pasamos en el exabrupto. Y, luego, debemos pedir perdón.

Pedir perdón por no poder/no saber ser aristotélico, poder actuar justamente, “fielmente” (en el “fiel” de la balanza).

El mundo que conocimos y el que vivimos se nos está desestructurando (si es que, alguna vez, realmente, estuvo estructurado). Y nosotros mismos estamos perdiendo el control no sólo ante las cosas, tentativas, sino ante nosotros mismos.

Parece que somos incapaces de pararnos y pronunciar un “hasta aquí hemos llegado”, y nos dejamos arrastrar por el vendaval humano, da igual de qué.

Parece que nuestro corazón y nuestro cerebro estén peleados.

La mano se desmarca de la cabeza y golpea a quienes hemos querido, de corazón.

Y así, cada mañana, entre la tostada de aceite y el sorbo de café con leche, la televisión nos arrima su desayuno de desgracias varias.

La última (que podría, ya, ser la penúltima) mujer asesinada, un kamikaze en coche de explosivos que ha dejado X muertos y 5X heridos graves a las puertas mismas de un edificio religioso, los niños esqueléticos que mueren de hambre, el paro que no ha dejado de parar y echa a la cuneta de la desesperación a 10X de personas, el corrupto de turno al que acaban de pillar con una cuenta (y que ya damos por su puesto que es la “primera pillada”, pero no la única, porque “el que hace un cesto, hace ciento, si se le da tiempo), y de nuevo un tren que descarrila u otra fábrica india que se incendia acabando con míseras vidas (pero que eran “vidas”, aunque míseras),…

Y el mundo va cayéndose a pedazos y el desayuno… (Se te quitan las ganas de desayunar).

Y a veces piensas que “feliz el que nada de esto sabe, porque, al menos, no sufre”.

Como si el “no querer saber” consiguiera el efecto de “no ser”.

Parece que ya no hay “buenas nuevas” que dar, ni a la hora del desayuno.

Parece que todo es sólo calamidad y miseria.

Las pasiones, hipertrofiadas se desbordan, nos desbordan, y se desata la siguiente carnicería variopinta (desde el violador al asesino, pasando por el pederasta y el ladrón (da igual (o no) el color de su guante.

Y no sólo las “pasiones” (siempre cargadas de dinamita), ya ni las “emociones” somos capaces de controlar (hasta una simple participación de un tercer o cuarto premio de la Lotería Navideña te lanza a la calle a gritar, a abrazar, a mostrar la participación,…como si, el hecho de haber encontrado un portal, en el que guarecerte para no mojarte, fuera ya no mojarte más, cuando tú mismo estás lleno de goteras, debido a tu carácter y a no saber convivir.

“Los celos”, “mi patria”, la “única religión verdadera”,… traspasan el límite, se descontrolan y de ser “orgullo de algo y de alguien” pasan a ser “pasiones”.

Es, entonces, cuando la mano se suelta de la cabeza y bofetea y mata a “esa persona”, a “ese colectivo”, a “esos ateos y herejes”, a…. cualquiera que pase por allí sin entrar en esas categorías.

Además, como somos, además de animales sociales, “animales gregarios”, todos los de tu correa se te unen y…”armas la de Dios es Cristo”.

Todo se nos está yendo de las manos.

La familia actual está dejando de ser una “comunidad” de personas con los mismos intereses “comunitarios” y está convirtiéndose en una mera “asociación de personas” con intereses concretos, que viven (pero que apenas conviven) y que, a menudo, simultanean sus presencias en el mismo espacio domiciliario.

Y las prisas no dan respiro a una mínima reflexión. Ante el Estímulo nos sentimos forzados a Responder al instante y como, muchas veces, no damos con la respuesta acertada, hasta nos cuesta reconocer el error y pedir perdón, como si fuera una humillación y no una virtud.

Las pasiones, que son fuego, incontroladas, hacen su aparición en el escenario, incendiándolo.

El no control de las pasiones es “jugar con fuego” por lo que lo normal es quemarse y quemar a los que te rodean.

Pero no creamos que la pasión siempre nubla la inteligencia, a veces, muchas veces, la desvista con tanta luz. Y ocurre la tragedia.

El terrorista (patriótico o religioso) sabe, lúcidamente, lo que va a hacer y lo hace. No es un ignorante. No tiene ofuscada la razón. Es, simplemente,  una “mala persona”

En él no ha aparecido, al despertarse, la venganza. Ésta no es “pan del día”. Es el mal fruto que ha ido madurando durante muchos días, con alimentos ideológicos de quienes saben cómo alimentarlos.

Nuestra vida se parece más a una montaña rusa que a un reposado paseo.

Las tristezas y las alegrías salen, a menudo, a nuestro paso, pero debemos saber y poder controlarlas para que no se conviertan en estados psicológicos de pesimismo o de euforia irracional.

No hace tanto que colgué una reflexión: “ataques de pesimismo”. Recibí varios correos dándome ánimos. A los que tuve que responder que era una “reflexión sobre” no un capítulo biográfico”.

Somos hombres (varones o mujeres, mujeres o varones) no somos ángeles. En nuestra vida hay luces y sombras que se entrecruzan. Y debemos controlar para que unas no se coman a las otras. Necesitamos los días y las noches.

La primera y gran verdad con la que todos contamos es cuando nos damos cuenta que estamos equivocados.

Y la primera y gran decisión que deberíamos tomar sería no insistir en el error y dar marcha atrás.

Un juego de luces y sombras es nuestra vida. Y debemos saber jugar con ellas, intensificándolas o aminorándolas, según las circunstancias.

Ante la desgracia imprevista y a la que uno no ha apostado para que le toque, aceptarla, intentando minimizar sus consecuencias.

¿Que en nuestra vida hay aciertos? Sin duda.

¿Que en nuestra vida hay errores? Sin duda, también. Tantos o más que aciertos.

Lo importante es reaccionar ante el fracaso, no permitiendo que te aplaste.

Creo que una de las claves de una buena educación sentimental es aprender a asumir los fracasos.

Son muchos los mecanismos que existen para no caer y entrar en el “estado de frustración” y que ella sea la que nos marque el camino.

¿Quién no se ha enfadado, y no una sino muchas veces, por algo que nos han dicho o hecho (o, al menos, eso hemos creído)? No se nos borra fácilmente de la memoria.

Pero fácilmente se borra lo que nosotros dijimos e hicimos, injustamente, a otros.

Por eso siempre es buena la “táctica del enfriamiento”, dejar pasar un tiempo prudencial entre el enojo y el tiempo de respuesta. No es agradable tragarse los posos al tiempo que la bebida.

Siempre es posible verlo desde otra perspectiva, preguntándose y, sobre todo, preguntando los porqués.

Si es uno mismo quien pregunta y uno mismo quien se responde, fácilmente todo queda coloreado.

Cuando el interés anda de por medio, éste nunca será el mejor consejero.

Igualmente “enfriamiento” es  distraerse en algo grato y capaz de provocar un circuito, aunque sea temporal, de la corriente del enojo.

La distracción posee una gran capacidad sedante en la cadena de pensamiento negativo.

¿Cuántas veces, todos, nos hemos arrepentido de haber tomado decisiones precipitadas, “en caliente”?.

Palabras-insultos, palabras-desprecio, acciones incorrectas, conductas contraproducentes,… que, si la vida tuviera moviola y pudiéramos rebobinar no las volveríamos a decir ni a hacer. Pero la precipitación nos pierde.

Romper lazos afectivos por respuestas súbitas, automáticas, nunca es la mejor solución.

Padres-hijos, varón-mujer, profesor-alumno, medico-paciente, periodista-lector,… son relaciones que hay que cuidar, que hay que mimar.

De lo contrario, ambos perjudicados por no saber/no poder “medir los tiempos” y dejar en la mochila lo que, inconscientemente, se puso en circulación.

Control y dominio de sí.

Nos pierde la precipitación, el no dejar asentarse los posos que la discusión provoca, y nos tragamos el precipitado, y nos perjudica.

El control de la reacción no sólo arregla averías, también las previene antes que surjan.

“Siempre será bueno saber pedir perdón, pero mejor es no provocar situaciones por las que tener que pedirlo”

Estamos necesitados, somos seres necesitantes, somos sociales, necesitamos a los otros para ser nosotros mismos.

Una vez abandonado el “claustro materno de temporada que nos ha permitido ser” necesitamos ese otro “claustro social, más amplio, para hacernos humanos”.

He repetido muchas veces que “Nos Nacen hombres”, “Nos Hacen humanos”, “Nos Hacemos personas”.

Nuestros padres – la sociedad envolvente – nosotros mismos somos los responsables.

“¡Ay de los “solos”¡ - dice la Biblia. No es que nos guste la compañía, es que la necesitamos.

Pero no toda compañía es buena, y los sabemos por experiencia propia o ajena.

Y a esos otros, a veces los amamos y a veces los odiamos (con o sin razón), a veces nos caen bien y, además, nos benefician, pero, a veces, es todo lo contrario.

Es verdad que necesitamos beber, pero no toda agua es potable.

Por otra parte, el afecto no sabe de años, ni de sexos, ni de inteligencias, ni de status social. Nada de ello causa la bonhomía.

El afecto salta por encima de las ideas que amueblan los cerebros, ocupados y preocupados en cuestiones y problemas diferentes.

Una simple mirada, un detalle,…puede provocar la chispa que genere el afecto.

Sólo hay que saber apartar, poner entre paréntesis, dejar aparcadas en la cuneta las diferencias y sumergirse en el conocimiento de lo bueno desconocido del otro.

Pero el afecto más duradero sólo solidificará cuando ambos den y reciban, se den y se reciban, en un intercambio continuo en que se siente felicidad dando y dándose.

Si no hay mutuo beneficio, si sólo se busca el interés propio, está escribiéndose la crónica de una ruptura anunciada.

 

viernes, 24 de enero de 2014

6.9.- ¡OH, LA PASIÓN¡


 
Sin duda que, en la extensa familia de los sentimientos, la pasión es la que ocupa el escalón más alto de la escalera familiar.

Se la suele definir como “agitación anímica acompañada de alteraciones somáticas”, es una hipertrofia emocional.

La pasión atrae y dirige toda la atención hacia esa actividad por la que se está apasionado, como si nada más que ella existiera, como si sólo ella fuera figura y todo los demás sólo fondo.

Sólo se tiene ojos para eso y se es ciego para el resto. El hombre apasionado es monocromático. Es unidireccional. Nada que no sea el centro le atrae, sin atender a lo demás existente en el círculo.

La pasión, que es energía, que es fuerza, es, moralmente, neutra, todo depende del foco de atención y de atracción, si es la belleza o el sexo, si es la poesía o la telebasura, si se ve al otro como igual, aunque distinto, o como enemigo.

¿Por qué se volvió loco Don Quijote sino por su pasión por la lectura, día y noche, de libros de caballería que, para su consecución, casi se arruina?

Y así: “de tanto leer y de tan poco dormir se le secó el cerebro, de manera que vino a perder el juicio”

Los que se dejan arrastrar por ella no pueden explicárselo, y los que no la han vivido, gozado o sufrido, no pueden comprenderlo.

Yo, por ejemplo, no comprendo esa obsesión de los montañeros por exponer su vida con tal de coronar “ochomiles” y que, una vez coronado uno, a por el siguiente, y al siguiente,…sin parar.

No lo comprendo.

Supongo que tampoco ellos comprenden mi obsesión por la Filosofía, por la Antropología.

El poder, el amor, la patria, el dinero, la droga, el alcohol, el sexo, el placer,…

Todos ellos, dosificados, son convenientes para ser feliz, pero no son absolutamente necesarios y, menos aún, imprescindibles.

Quien sólo tiene ojos y mente para uno de ellos, se obsesiona por él, es el apasionado.

La pasión es una “psico-patología”

La pasión (fenómeno psíquico) afecta sobremanera al cuerpo (fenómeno somático), desde la aceleración cardiaca a la alteración de la vasomotricidad cutánea (la carne de gallina) y visceral, la variación de las secreciones sebáceas, salivares o gástricas, desde la glucemia hasta el colesterol.

¿Es responsable quien es arrastrado por la pasión como lo es quien es arrastrado por una ráfaga de viento?

Somos responsables de lo que podemos hacer y podemos evitar, de lo que es voluntario y es libre, pero no de lo que hacemos por fuerza o necesidad.

Cuando la pasión se ha desencadenado puede que ya no sea posible echarle el freno.

La pregunta que surge, entonces, es si somos responsables, y culpables, de haber dado los primeros pasos en ese camino, cuando aún eran voluntarios y libres, porque nadie se apasiona de la noche a la mañana, son necesarias muchas noches y muchas mañanas, pero siempre ha habido unas primeras.

La pasión no es ni flor ni fruto de un día.

Decía Erasmo que “Júpiter nos otorga más pasión que razón, en una proporción, aproximada, de veinticuatro a una. Él ha erigido dos irritables tiranos para oponerse al poder solitario de la razón: la Ira y la Lujuria”.

Al final, empujan a la Razón a seguirlas y hasta que, agotada, se rinde y se entrega.

La Pasión ha triunfado.

Ya tenemos a Picasso o a Jack el destripador, a Jesús de Nazaret o a Hitler, a Vicente Ferrer o….

 

jueves, 23 de enero de 2014

6.8.- EL MOTOR Y EL COMBUSTIBLE.


 
¿Para qué quiero un potente motor si no tengo combustible?

¿Para qué quiero el combustible si no tengo motor?

Del motor depende la acción de ir, de caminar, de alejarse, de intentar llegar a la meta,…

Pero ¿y si no tengo meta a la que ir, objetivo que desear, propósito que conseguir?

¿Para qué quiero uno sin el otro o el otro sin el uno?

Ambos son necesarios.

Cuando utilizamos términos como “razón” o “razones” nos movemos en el ámbito de los móviles (objetivos, como el agua) o en el de los motivos (subjetivos, como la sed), regidos por reglas compartidas por todos al basarse en la “razón” y que seamos, todos, “racionales”.

Las razones, pues, universalizan el comportamiento humano.

Igualmente, cuando utilizamos términos como “pasión” o “pasiones” estamos moviéndonos en el ámbito en el que los comportamientos están regidos más por los instintos humanos, por los sentimientos, por las emociones,… que por la razón.

Razón y Pasión. Motor y Combustible.

Y es que el ser humano está doblemente estructurado:

         1.- Por una “dimensión racional”, con capacidad de pensar, en la consideración del hombre como “mente”.

         2.- Por una “dimensión afectiva o pasional”, con capacidad para sentir, como voluntad, como vida instintiva, en la consideración del hombre como “cuerpo”.

No somos “almas en un cuerpo como soporte” o “cuerpos en los que habita un alma”. Somos “almas corporeizadas” o “cuerpos animados”

La RAZÓN.

La Razón Teórica, como ser que conoce y Razón Práctica, como ser que actúa (KANT).

Razón Teórica: 1.- Subjetiva, 2.- Calculadora o instrumental, 3.- Científica (Razón Físico-Matemática).

Razón Práctica: 1.- Moral, 2.- Dialéctica, 3.- Vital, 4.- Histórica, 5- Crítica.

Pero ¿Actuamos tras Conocer?, ¿es el Conocer una “conditio sine qua non” del Actuar?

¿O es la Acción Humana la “conditio sine qua non” de la posibilidad del conocimiento?

Detrás o por debajo de la Razón hay una serie de fuerzas (emociones, sentimientos, voluntad) a las que podemos denominar “pasión” cuyo poder es superior a la mera racionalidad.

1.- SCHOPENHAUER: La Razón está subordinada a la “Voluntad de Vivir”.

Frente a la “tradición intelectualista” de que “nada es querido si antes no es conocido”, se impone la “tradición voluntarista” de que “nada puede ser conocido que antes no haya sido querido”.

Frente al “yo pienso” cartesiano, el “yo quiero” schopenhaueriano.

El “Querer” como condición del “Conocer” y del “Actuar”.

El Querer, la Voluntad, es la energía, la fuerza, que poseen “todos los seres” (inorgánicos y orgánicos, incluido el hombre)

La “fuerza” o “conatus” que “hace a un ser perseverar en su ser” (Spinoza).

La energía de la naturaleza es la “voluntad de vivir y de sobrevivir” superando, venciendo, todos los obstáculos que se interpongan.

La “Voluntad es la esencia del mundo, la fuerza que impulsa a todos los seres a seguir siendo y viviendo”

Una Fuerza desconocida pero que se manifiesta en su despliegue en el mundo a través de los seres que se esfuerzan por permanecer.

La “Voluntad de vivir” constituye la dimensión primordial y esencial del ser humano. Es su substancia.

Esta fuerza se manifiesta y se representa en el cuerpo humano, que es la sede de la Voluntad.

Nuestro cuerpo es la voluntad hecha visible, es “la visibilidad de la Voluntad”

El cuerpo es “voluntad corporeizada”, “voluntad objetivada” para la vida.

Frente a ella (la Voluntad) la Inteligencia o Razón, es un mero accidente, es un elementos secundario y accesorio, es un instrumento de la voluntad, una facultad de segundo grado cuyo objetivo principal es satisfacer los deseos de aquella.

La tarea principal de la Inteligencia es suministrar los datos indispensables para la vida individual y para la propagación de la especie.

Sea, dicho conocimiento, vulgar o científico.

La Inteligencia está al servicio de la Voluntad, con un fin práctico, orientado a la búsqueda de resultados prácticos.

La Inteligencia conoce las relaciones entre las cosas (Ciencias) pero no las cosas mismas, que se le escapan.

Es como el ojo, que ve, pero que no puede verse a sí mismo.

2.- NIETZSCHE: “La Razón está subordinada a la “Voluntad de Poder”

En el cuerpo se dan cita todas las fuerzas humanas (deseos, afectos, sentimientos, emociones, pulsiones,…), lugar propio de las “pasiones” (sexualidad, dominio,…) siendo la Voluntad de Poder la pasión que se erige por encima de todas las demás, como primera y primordial.

Lo que mueve al ser humano no es el deseo de conocer sino el de quererlo todo y dominarlo todo.

No hay conocimiento desinteresado.

Tras todo conocimiento está la “pasión por el poder”, por “dominar”.

La Razón, pues, es sólo un instrumento (aunque muy útil) de la Voluntad de Poder.

Esta Voluntad de poder puede estar dominada por:

         .- “Fuerzas reactivas”, que impiden el verdadero desarrollo de los impulsos humanos. Son, por ejemplo, los cristianos y su búsqueda de ilusiones quiméricas que, desentendiéndose de la esfera de lo sensible, se esfuerzan, hasta agotarse, en llegar a la esfera suprasensible.

Siempre serán esclavos. Esclavos de esas ilusiones, al creer que la verdadera realidad se encuentra en el otro mundo y no en éste.

La moral cristiana no es sino “una moral de esclavos”

         .- “Fuerzas activas”, propias de un espíritu libre, creador, generoso,… Son los “fieles a la tierra”, los que valoran la realidad sensible, esta vida, y que saben que “Dios ha muerto”, es decir, son conscientes de que sólo existe este mundo sensible. Mientras que los que enseñan y predican la trascendencia se engañan y engañan.

Este tipo de “hombre libre” es el SUPERHOMBRE, generoso y creador, “fiel a la tierra” y contra todo tipo de utopías sociales y de trascendencias religiosas.

Es el “hombre dionisíaco”, cuyo lema es “Vivir la vida y gozar de ella”, como el niño con el juego.

Es la Moral de Señores, de hombres libres, que a nada y a nadie obedecen porque no son esclavos de nadie ni de nada.

PASIÓN.

El concepto de “pasión” aparece en Unamuno como el “eterno conflicto, la continua lucha existente en el ser humano entre el Sentimiento y la Razón”, la contradicción continua entre “los argumentos de la Razón” y “las razones del Corazón”.

El hombre, en abstracto, no existe, sólo existe el individuo concreto, “el hombre de carne y hueso”.

Y sus intereses más próximos son dos: “el instinto de conservación” y “el instinto de perpetuación”, en virtud del cual surge el llamado “sentimiento trágico de la vida”, que impulsa a los individuos y a los pueblos a la búsqueda y satisfacción del deseo de trascendencia.

De “el hombre es un “animal racional” sólo hemos hecho hincapié en lo de “racional”, olvidándonos de lo “animal” que somos, “de carne y hueso, el que nace, sufre y muere”, el real, el de los sentimientos.

El hombre, en abstracto, es una idea. El hombre real es el hombre concreto.

“HAMBRE Y AMOR  hacen girar el mundo” (Schiller)

“Instinto de conservación” (hambre) e “instinto de perpetuación” (amor, sexo).

El animal, siempre obediente y obedeciendo a su instinto, nunca se equivoca, pero siempre se repite. Todas las abejas, desde siempre, hacen lo mismo. No progresan.

El hombre, en cambio, con su inteligencia, imagina, crea, inventa, razona,….pero se equivoca, puede equivocarse, pero innova, se perfecciona, progresa. No se repite.

El progreso humano descansa sobre la capacidad de equivocarse, de errar.

Hambre y Amor/ Comida y Sexo/ Yo y los Otros.

El Sentimiento trágico de la vida es esa pasión de quien se preocupa por dar sentido a su existencia.

Unamuno llama:

         .- “Estúpidos afectivos” a quienes ante el problema de la inmortalidad disuelven el problema (no lo solucionan) refugiándose en el agnosticismo y en el ateísmo (“agnosticismo racional”).

         .- “Estúpidos intelectuales” a quienes hacen del sentimiento religioso su consuelo y motivo de vida. Son aquellos que desprecian la razón sin haberla criticado previamente, son los creyentes dogmáticos, los que poseen la “fe del carbonero”, los que jamás ponen en duda sus creencias.

Son poseedores de una fe infantil, basada en un sentimiento religioso que no tiene fuerza, que no tiene vida.

Unamuno, antes estas dos posiciones, propone una “duda de pasión”, fruto de la contradicción y la duda entre la Razón y el Sentimiento.

miércoles, 22 de enero de 2014

6.7.- EMOCIÓN, PASIÓN, SENTIMIENTO, RECOMPENSA, FRUSTRACIÓN,..


 
El hombre, como todo ser vivo, conoce/tiene que conocer lo que le rodea, el mundo en que vive, para poder sobrevivir.

El hombre, como animal, conoce con los sentidos y como racional, además, con la inteligencia.

Pero el hombre, que es un ser cognoscitivo, además es un ser que actúa, que desarrolla una actividad, que se comporta de tal o cual manera.

Conocimiento humano y acción humana.

Conocemos para tener noticias del mundo que nos rodea y actuamos para tomar de él lo bueno que conocemos y para evitar/para huir de lo que puede perjudicarnos.

Actuar es Responder a un Estímulo (en el esquema conductista E-R).

Pero este simple y elemental esquema E-R nos sirve para explicar los actos reflejos (rotuliano o palpebral) que tienen una base anatómico-fisiológica (tres neuronas en conexión: una “sensitiva” (en la piel), otra “asociativa” (en la médula espinal) y otra “motriz”.

Tanto en los reflejos naturales/innatos/absolutos como en los reflejos condicionados es suficiente con el esquema E-R.

Sin embargo, todos y cada uno de nosotros podemos/solemos dar Respuestas distintas ante un mismo Estímulo, y no es porque haya un fallo en la cadena sino porque entre los dos eslabones E-R se interponen factores distintos que, desde Hull, se denominan Variables Intermedias.

El esquema humano, pues, es E- V.I.- R.

Y al ser las V.I, o tendencias diferentes, incluso en la misma persona a horas y circunstancias distintas y, por supuesto, en personas distintas, la R. nunca es automática, no sabemos cuál va a ser, cómo va a responder.

De ahí la diversidad de R. ante un mismo E.

Estas V.I. están constituidas por las “tendencias”: “conjunto de disposiciones existentes en el sujeto psíquico y que son activadas por la presencia del Estímulo y dan lugar a las Respuestas”.

En cuanto estas tendencias dan lugar a acciones se denominan “motivos”.

Motivo es, pues, “lo que mueve a la acción”.

El modelo de conducta humana queda, pues: E – Motivo (activación de una tendencia) – R.

Motivación = “conjunto de factores dinámicos que originan la conducta de un individuo”.

La clasificación de los motivos ha sido/es llamada la “crux pscicolorum”, porque es un calvario la misma. ¡Son tántas y tan distintas…¡

Hay Teorías Unilaterales (UN SOLO motivo) sea el egoísmo o interés propio o la sexualidad (el pansexualismo freudiano).

Hay Teorías Bilaterales (DOS motivos: el instinto de conservación y el instinto de reproducción o sexualidad. (¡qué bien lo expresaba el Arcipreste de Hita: “Como dice Aristóteles, cosa es verdadera / el hombre por dos cosas trabaja: la primera / por haber mantenencia La otra cosa era/ haber juntamiento con hembra placentera)

Hay Teorías Multilaterales (muchos motivos: Young, Allen, Murray, Maslow.

Pero muchos siglos antes, los estoicos ya habían expuestos los tres tipos de motivos o necesidades humanas: a.- Necesidades naturales y necesarias (comer pan y beber agua), b.- Necesidades naturales pero no necesarias (comer gambas y beber cerveza) y necesidades que ni son naturales ni son necesarias (Caviar y Chivas).

La satisfacción o no satisfacción de las tendencias originan estados afectivos, estados alguedónicos (de placer, si han sido satisfechas o de dolor si no lo han sido)

Placer y dolor, agrado y desagrado son los dos polos de la vida afectiva.

Vida afectiva que se presenta en tres formas:

1.- EMOCIONES: estados afectivos intensos, pero breves, y de muy diversa índole (de ira, de alegría, de tristeza, de esperanza, de desesperación, de audacia, de temor,…). Tienen un correlato orgánico asociado a ella (desde un aumento de riego sanguíneos o de secreción de noradrenalina por las glándulas suprarrenales, incremento del ritmo respiratorio para producir una mayor oxigenación de la sangre, disminución de la sensibilidad,…

2.- PASIONES: estados afectivos intensos, aunque de menor intensidad que las emociones, pero duraderas y estables y, también, pueden ser de diversa índole.

Se ha comparado a la emoción con un torrente, de curso muy violento, pero breve y a la pasión con un río, mucho más duradero, pero menos intenso..

3.- SENTIMIENTOS: estados afectivos más duraderos que las emociones y menos intenso que las pasiones. Es el estado afectivo menos intenso y puede ser de diversa índole.

Suele poner, como ejemplo de estos tres estados afectivos, y para diferenciarlos entre sí, el de una madre, que experimenta un “sentimiento” de alegría cuando ve jugar, contento, a su hijo, que tiene una “pasión” de ansiedad cuando piensa en su hijo, movilizado en una guerra, y que cree que puede estar en peligro, y “emoción” cuando lo ve regresar sano y salvo (llorando, gritando,…)

El placer obtenido al realizar una acción invita/incita a repetirla. Ese placer se denomina “Refuerzo” y constituye un “incentivo”.

El “incentivo” incrementa la probabilidad de que, en el futuro, dé respuestas de la misma clase.

En este tema destaca, sobre todo, Skinner y su escuela.

.- Refuerzos positivos (+ x + = +) : lograr una recompensa.

.- Refuerzos negativos (- x - = +) : Suprimir/evitar un castigo.

Incrementan la probabilidad de que la acción se repita.

.- Castigos positivos (+ x - = -) : Imponer algo que disgusta.

.- Castigos negativos (- x + = -) : Quitar algo que agrada.

Disminuyen la probabilidad de que la acción se repita.

Si un sujeto se siente privado de una satisfacción legítima (o que él considera legítima) de una necesidad se produce/se origina una FRUSTRACCIÓN.

Para superar la cual el sujeto usa diversos mecanismos psíquicos de autodefensa:

.- Racionalización.

.- Proyección.

,. Identificación.

.- Reacción.

.- Represión.

.- Substitución por sublimación.

.- Substitución por compensación.

.- Substitución por supercompensación.

martes, 21 de enero de 2014

6.6.- UN POCO DE HISTORIA DE LOS SENTIMIENTOS.


 
El entendimiento conoce la verdad, pero es necesario que se sienta gratificado tanto cuando la conoce como cuando ha ejercitado una conducta correcta para llegar a ella.

Y lo contrario, la insatisfacción, con la falsedad y con el error.

Si, en la educación, se pone en funcionamiento el esquema conductual E-R, sobre todo de Skinner, el halago, el reconocimiento público, la alabanza, la palmadita en la espalda,… (Recompensas) hará que “se sienta bien” y tienda a repetirla.

Y al revés.

El sentimiento es una necesidad para estar motivado.

Las razones convencen al entendimiento pero no necesariamente estimulan a obrar.

El soldado, en un bombardeo, sólo puede mostrar valor si “se siente patriota” y se lo recuerdan, alabándolo, sus jefes.

En la Roma antigua, para estimular a los soldados, se les intentaba convencer, no con silogismos ni razones, sino con sentimientos como el “patriotismo”:  “Dulce et decorum (honorabilis) est pro patria mori”.

El orgullo de ser romano, de “sentirse” romano, patriota, infundirá el valor suficiente para luchar y, si es necesario, morir,

El animal sigue su instinto (igualmente el niño) pero un hombre no.

Si el hombre fuera un ángel o una bestia obraría, siempre, racional o instintivamente. Pero el hombre no es ni ángel ni bestia, participando de ambos.

Entre el instinto animal y el espíritu angelical se interpone el sentimiento.

El que el hombre sea racional (que lo es) no lleva a la conclusión de que “sólo es racional” (porque no lo es).

Igualmente si lo calificamos de “animal”.

Los sentimientos humanos van ligados al cuerpo, por lo que una vida sin sentimientos es antinatural.

Éste era el ideal de un Séneca, de los estoicos o de un Descartes: “Suprimid los sentimientos”.

La capacidad de conmoverse y exaltarse (sentimientos) pertenece a la esencia humana.

Ya Platón y Aristóteles estaban convencidos, y lo practicaban, que la educación se basaba en afianzar en sus alumnos los sentimientos adecuados ante una conducta, acostumbrándolos a que se sientan alegres, “se sientan bien” cuando su conducta ha sido correcta y que “se sientan tristes” ante conductas incorrectas, ilegales o inmorales.

Pero muy pronto se amplificó tanto la función racional que “los sentimientos” fueron calificados peyorativamente, como rebajando al hombre que, como es racional, sólo racionalmente debe obrar.

Hasta el punto que, tras el largo paréntesis de lucha entre la Razón y la Fe (relación con Dios) y ya no con el Instinto (relación con el animal). Descartes, el padre de la Filosofía Moderna, se atreverá a definir al hombre, ya ni como animal, sino como “cosa”, “res cogitans”.

Pero la pasión (un sentimiento) es sólo una enorme fuerza, con valoración inicial neutra, hasta que no divisemos hacía dónde, hacia qué meta va. Sólo entonces será digna de alabanza o de rechazo.

Apasionarse por ayudar y socorrer al otro, aunque sea distinto, no va a ser igual a apasionarse por matarlo o excluirlo, precisamente, por ser distinto.

Hume y Rousseau reivindican el papel fundamental de los sentimientos, siendo Kant el que a más altura los ubique en su Crítica del Juicio, en que afirma que “los sentimientos no son conocimientos sino estados subjetivos de placer o displacer (desagrado) que acompañan a todo conocimiento”.

Sin embargo, y coherente con su Ética Formal y Autónoma, proclamará no una “Ética del sentimiento” sino una “Ética del deber” y que no debe influir en la conducta.

Hay que obrar así o de la otra manera pero no porque te “guste más” (“sientas placer”), sino porque debes obrar así, “por deber”.

El placer no se busca pero acompañará a la persona cuando ésta obra éticamente bien.

Después de Kant, tanto el Romanticismo como el Vitalismo rezuman sentimientos.

La “afectividad” es la más radical función vital, con más valor cognoscitivo que la propia razón.

Amando, más que razonando, se conoce mejor al otro.

Y en la cima lo pondrá Nietzsche.

Igualmente el Existencialismo y el Vitalismo, al sentenciar que es la afectividad el a priori de todo conocimiento.

Max Scheler afirma que la percepción, captación, de valores, no se lleva a cabo vía cognoscitiva, sino vía emocional, afectiva.

Son los sentimientos los que descubren lo más valioso de la realidad.

Se da, pues, para Scheler, una función cognoscitiva de los valores a cargo de los sentimientos.

¿Una inteligencia sin sentimientos no sería como luchar sin fuerzas?

¿Y una inteligencia con sentimientos desbordados, desatados, no nos haría regresar a la naturaleza animal?

Nunca podrá una “Ética de los sentimientos” reemplazar a una “Ética apoyada en hábitos”, porque éstos constituyen la estrategia racional de afrontar la realidad, siendo, sin embargo, los sentimientos los que dan color, atractivo o repulsivo, a los objetivos/metas de esas conductas.

La tarea de la Razón no es suprimir los sentimientos, sino educarlos para sacarle el máximo provecho posible.

A través de/por la educación sentimental hábitos y sentimientos se compenetran.

Es la Razón la que debe distinguir y jerarquizar los sentimientos, alguno de los cuales quizá deba ser erradicado, mientras otros tendrán que reforzar.

Pero no es la fría y calculadora Razón Racionalista, sino la Razón Sentimental, que es la que debe llevar las riendas de los dos caballos del carro alado.