martes, 28 de enero de 2014

6.12.- LA FELICIDAD.


 
Hasta el día de hoy las dos palabras con mayor número de búsquedas en Google son “Felicidad” y “Amor.” Este es un dato lo suficientemente revelador como para llevarnos reflexionar sobre este sentimiento que, por ser tan codiciada, ha protagonizado tratados filosóficos, religiosos y científicos, pero también algunos textos sociales y ambientales. ¿Se ha concebido siempre igual a lo largo de nuestra historia? ¿Dónde está verdaderamente la felicidad? ¿Es posible ser plenamente feliz?

¡Cuántas veces, de adolescentes-jóvenes enamorados, soñamos juntos, abrazados y besándonos, en la felicidad que nos produciría ese apartamento-estudio mínimo que no teníamos pero en el que, mientras cupiéramos los dos, todo lo de alrededor sobraba!

¡Tú y yo, solos, juntos, la felicidad¡

Y hemos disparado la imaginación y soñado con esa felicidad plena, siendo felices mientras la imaginábamos, pero como felicidad incompleta a la que le faltaba el último capítulo de ese libro imaginario y que sería el prólogo a los muchos libros vitales futuros juntos.

Esa pequeña estancia soñada, imaginada, era una isla de felicidad.

Muchas cosas más nos hubiera gustado tener pero, sobre todo, era la presencia constante, el nudo de dos voluntades libres que se aman.

Hoy, felices y en compañía, nos ahogaríamos en ese mínimo estudio-apartamento.

Todos deseamos y corremos para conseguir la felicidad y apresarla fuerte pero ésta, siempre, es escurridiza, siempre está un poco más allá de donde la hemos apresado.

Todos los filósofos, a lo largo de la historia, han expuesto y propuesto su concepto de felicidad.

Mientras unos la ponen en el placer, otros en la riqueza y otros en los honores.

Cuando uno está enfermo pone la felicidad en recobrar la salud perdida, mientras el pobre la pone en la riqueza, el inculto en la cultura, el obligado solitario en una grata compañía y el que se arrastra en esta perra vida la pone en estar sentado a la derecha del Padre en la otra vida que, además, es eterna.

Ser felices, es sencillamente satisfacer todos nuestros deseos de vida, y existen diferentes tipos de deseos, los cuales es importantes tener en cuenta, dado que no todos son tan buenos como podríamos pensar.

Básicamente, tomamos como fundamento, los principios de Epicuro, quien aseguró que existen 3 tipos de deseos:

Deseos Naturales y Necesarios

Deseos Naturales y No Necesarios

Deseos No Naturales y No Necesarios

Revisemos cada uno de estos tipos de deseos, y veamos cuáles son mejores para tomar en consideración y cuáles no:

Deseos Naturales Y Necesarios

Un ejemplo de este tipo de deseos, es el comer. Saciar el hambre.

Es natural querer comer, y es necesario también hacerlo. Obviamente, hablamos de un deseo normal, no de exageraciones como la gula, los percebes, la gamba blanca malagueña a la plancha o los langostinos de Sanlúcar.

Este tipo de deseos, deberían estar satisfechos en todo momento, y si logramos garantizarlos de por vida, tenemos un gran porcentaje de felicidad alcanzado.

Deseos Naturales Y No Necesarios

Un ejemplo de este tipo de deseos, es el sexo. Tener relaciones sexuales no es necesario. Si dejas de comer, mueres. Pero si dejas de tener sexo, igual puedes seguir viviendo.

Ahora bien, si no satisfaces tu deseo natural de tener sexo, difícilmente podrás ser feliz, porque en tu cuerpo y tu mente habrá frustración.

Aquí también podemos considerar aquellos deseos como el de crecer, aprender, establecer relaciones sociales, ayudar a otros y triunfar. Este tipo de deseos son inherentes a nuestra naturaleza, y en complemento con los naturales y necesarios conforman la verdadera felicidad.

(Aunque los renunciadores al sexo lo subliman con algo considerado superior, como puede ser Dios)

Deseos No Naturales Y No Necesarios

Aquí encontramos la búsqueda de la fama, el poder político, el deseo de manipular, el tabaco, la droga, o la generación de estatus social.

Es innecesario tener todo esto, podemos ser felices, lograr grandes cosas, cambiar al mundo y ayudar a miles o millones de personas sin necesidad de satisfacer deseos vanos como los mencionados.

Aparte de todo, no son naturales, nuestra naturaleza no lleva inherentemente en sí la búsqueda de la fama o cualquier otro deseo innecesario, por tanto aparte de ser un desperdicio de nuestro tiempo, esto conlleva a la insatisfacción futura dado que todo, por lo regular, se basa en un desequilibrio.

Satisfacer éstos deseos nos brinda alegría efímera, más no felicidad. Aparte, pueden ser bastante complicados de lograr, por lo que en definitiva  nos centramos en los primeros dos tipos de deseos, y con esto tenemos garantizada una vida plena.

Muchas personas dejan de lado el hecho de que es importante satisfacer sus deseos.

Somos seres humanos, y en nuestro ADN cargamos una naturaleza que nos lleva a sentir felicidad interior cuando llevamos a cabo nuestros potenciales.

En tus manos está ser feliz y alcanzar la autorrealización. La mejor manera de atraer la felicidad es centrase en satisfacer siempre, los deseos naturales.

¿Y la riqueza?

No olvidemos que “los ricos también lloran” y sólo con la riqueza no queda garantizada la felicidad, pero sin ella la desgracia está garantizada.

Ella sólo es un medio, aunque necesario, pero no es un fin.

El adagio afirma que “salud, dinero y amor”.

El dinero puede mantener la salud y facilitar el amor.

Pero, en sí mismo, el dinero no es un fin. Es como querer tener un cuchillo.

El dinero y el cuchillo pueden “utilizarse” (“medios”) para cosas maravillosas (ayudar a los hambrientos o cortar pan o jamón), pero también para cosas horribles (sobornar a alguien o acuchillarlo).

“Dominio de las pasiones e indiferencia hacia los bienes” dicen otros, los estoicos, para ser felices.

La fortuna, igual que los trae se los lleva, igual que nos los da nos los quita.

La autosuficiencia, pues, es la felicidad,

Felicidad es el sosiego, la imperturbabilidad de ánimo, ni “venirse arriba con un entusiasmo exacerbado” ni “venirse abajo y caer en el hoyo de la depresión”.

Pero ¿la felicidad no debe consistir en “hacer”, en una actividad?

Aristóteles fundó una nueva disciplina: la ética. La ética estudia cuál es la mejor manera de comportarse para disfrutar de una vida feliz. Así pues, la felicidad aristotélica es acción: es la práctica de virtudes como la sobriedad, la generosidad o la sinceridad.

Y Aristóteles expondrá su teoría de las virtudes: tanto de las virtudes éticas o morales (con su “teoría del “término medio”), como de las tres virtudes dianoéticas o intelectuales (ciencia o episteme, nous-intelecto o inteligencia y Sofía-sapiencia o sabiduría)

Los medievales, nacidos, alimentados y crecidos en la fe lo tenían muy seguro.

Es Platón, pero bautizado, donde el Bien supremo, ahora, es Dios.

Estar con Dios, en la otra vida, esa era la felicidad.

“Muero porque no muero”

El Renacimiento, en cambio, con su antropocentrismo puso la felicidad en rodearse de cosas gratas, placenteras, disfrutando de esta vida, que no quieren abandonar.

¿Y la ILUSTRACIÓN?

El Siglo de las Luces aporta otra diferencia notable: en la mayoría de pensadores modernos la búsqueda de la felicidad ya no es una cuestión personal, sino colectiva. Y si la sociedad impide las aspiraciones humanas, será necesario transformarla.

Como el mañana es incierto y oscuro busquemos la felicidad en esta vida, en el hoy y en el mañana, no en la otra vida, pero guiados tan sólo por la nueva diosa (una vez apeado de los altares el Dios de la religión), la Diosa Razón.

Pero si los paraísos celestes eran sólo utopías, los paraísos terrestres intentados salieron infiernos.

Al establecimiento de la felicidad universal debía contribuir una nueva virtud: la tolerancia universal. ¿Quién puede negar su necesidad y sus ventajas?

Hemos de convivir no solo siendo tolerantes con las ideas, también respetuosos con las personas.

Por desgracia, el optimismo universal de los ilustrados no desembocó ni en la tolerancia ni en el respeto ni en la concordia política.

Los filósofos no gobernaron los Estados, pues lo siguieron haciendo los eternos Maquiavelos, encarnados en los burgueses.

Tampoco hubo, por supuesto, paz universal.

El progreso científico también hizo progresar la capacidad militar de destrucción.

En cualquier momento, el hambre y la peste aparecían y diezmaban algunas provincias.

"En todas partes se sufría, como es ordinario. Sin embargo, la Europa occidental quería persuadirse de que vivía en el mejor de los mundos posibles; y la doctrina del optimismo era su gran recurso" (Paul Hazard).


La felicidad ilustrada tiene su traducción pragmática en Gran Bretaña: el UTILITARISMO.

Se trata de una nueva versión del hedonismo, al modo de Epicuro: buscar inteligentemente el placer y evitar el dolor. Ahí está la felicidad, único fin de los actos humanos para Stuart Mill, "única prueba por la cual se juzga la conducta humana; de donde se sigue necesariamente que éste debe ser el criterio de la moral". Aunque parece un criterio moral claro y verificable, no lo es en absoluto. Sus propios fundadores no se ponen de acuerdo.

Bentham ideó un cálculo hedonístico para medir la mayor felicidad posible para el mayor número posible. A su juicio, sólo el placer es la fuente genuina de la felicidad.

 Después, Mill distinguió entre placeres inferiores y superiores, según un criterio cualitativo: "Es mejor ser un Sócrates desgraciado que un cerdo satisfecho.

MacIntyre, en su Historia de la Ética, señala que el problema de escoger como criterio moral conceptos como placer, deber o felicidad consiste en su degeneración. Nacen como nociones que apuntan a ciertas metas, y se transforman en posibilidad de dirigirse a cualquier meta. Si placer y felicidad significan algo diferente para cada persona, el utilitarismo ya no sirve como criterio, y si significan algo determinado, entonces es falso que todos los hombres lo deseen o deban desearlo. Por otra parte, sólo se debe aspirar a la felicidad para el mayor número cuando en la sociedad se aceptan normas básicas de conducta decente. ¿Qué aplicación tendría el principio de máxima felicidad en una sociedad que pone su aspiración común en el asesinato en masa de los judíos?

Julián Marías da una buena definición de “felicidad”: “el imposible necesario”.

La buscamos dentro y fuera, aquí y allá, arriba y abajo, pero siempre, cuando parece que….se nos escurre.

Si perseguimos las cosas es porque creemos que en ella está la felicidad o que sólo ellas van a proporcionárnosla.

Me gusta la definición de “conjunto de todas aquellas cosas que la voluntad es incapaz de no querer”.

Pero es una definición negativa. Como la de San Pablo cuando le preguntaron qué era el cielo: “lo que el ojo no vio, ni el oído oyó, ni nadie puede imaginárselo”

Entonces ¿qué es?.

¿La buscamos? SÍ.

¿Quiénes? TODOS.

Pero no sabemos dónde buscarla aunque la buscamos con todo lo que somos y tenemos.

Incluso ella parece jugar con nosotros. Llega sin avisar y sin avisar se va, apenas apresada. Siempre fugaz y caprichosa.

Me recuerda a Galeano.

“La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”.

¿Y hoy?

No olvidemos que la felicidad, su felicidad, no es más que una emoción y, por tanto, un estado transitorio. La felicidad es básicamente la ausencia de miedo, como la belleza es la ausencia de dolor.

Encontramos la felicidad en el camino que recorremos mientras la buscamos, en cada paso que nos aproxima hacia ella y no tanto al alcanzar el destino.

En el aprovechamiento de cada instante de felicidad que los avatares de nuestra existencia nos permitan. Así pues, observe con perspectiva y cierta distancia los grandes acontecimientos y no olvide disfrutar de las pequeñas cosas.”

Y, para los valientes:

Teresa de Calcuta, desde su humanidad vivida y practicada, así resume su concepto de “felicidad”:

El día más bello: hoy.
La cosa más fácil: equivocarse.
El obstáculo más grande: el miedo.
El mayor error: abandonarse.
La raíz de todos los males: el egoísmo.
La distracción más bella: el trabajo.
La peor derrota: el desaliento.
Los mejores maestros: los niños.
La primera necesidad: comunicarse.
La mayor felicidad: ser útil a los demás.
El misterio más grande: la muerte.
El peor defecto: El mal humor.
El ser más peligroso: el mentiroso.
El sentimiento más ruin: el rencor.
El regalo más bello: el perdón.
Lo más imprescindible: el hogar.
La ruta más rápida: el camino correcto.
La sensación más grata: la paz interior
El arma más eficaz: la sonrisa.
El mejor remedio: el optimismo.
La mayor satisfacción: el deber cumplido.
La fuerza más poderosa: la fe
Los seres más necesitados: los padres.
Lo más hermoso de todo: el amor.

¿Alguien da más?

Seguramente uno: Vicente Ferrer.

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