jueves, 2 de enero de 2014

5.6.- EL MODELO MARXISTA.


 
UNA HISTORIA APRESURADA.

El término “trabajo” proviene del latín “tripallium” = triple palo = armazón de tres palos utilizado en sujetar a los bueyes para herrarlos.

El concepto “trabajo” lleva unido los conceptos “fatiga”, pena”, “molestia”

En latín se dice tanto “labor” (trabajo penoso) como “opus” (trabajo terminado sin penosidad).

El trabajo confiere una “plus-valía” a la materia.

Este ordenador con el que estoy escribiendo “vale más” que los materiales utilizados para su fabricación.

Y como el trabajo exige atención, reflexión, organización, esfuerzo,…también educa. Aunque en la producción en serie deshumaniza al obrero.

El trabajo es el modo de dominar y poseer la naturaleza.

Para Marx el trabajo hace poseer al mundo pero también produce al hombre, lo esencializa. Porque si el hombre es “un animal laboral”, al laborar está realizándose como hombre. El trabajo, sobre todo si es un trabajo humano y no alienante, realiza al hombre.

El hombre (como tantas veces hemos dicho y repetido) nace y es un ser necesitado, por lo que debe ir a la naturaleza a tomar lo que satisfaga sus necesidades.

Pero si entre él y la naturaleza interpone unos mecanismos producirá mucho más, mejor, más de prisa y con menos esfuerzo.

Pero el trabajo no es un fin, sino un medio para vivir y vivir mejor.

En todas las civilizaciones el hombre se libera POR el trabajo e intenta liberarse DE él.

En la antigüedad fueron los “esclavos” quienes realizaban todo el esfuerzo físico, en la Edad Media los “siervos”, pero también los “gremios de artesanos” se organizaron por trabajos (vean nuestras calles de Especerías, caldereros, herreros, libreros…, hasta que en el siglo XVIII los revolucionarios franceses terminaros con ellos porque iban contra la “libertad” del trabajo (controlando el número de “maestros”, para que no aumentara la producción y, con ello, disminuyeran las ganancias).

Con los gremios los “aprendices” eran simples criados de los “maestros” que, por lo general, no cobraban su salario al considerarlo equivalente a lo aprendido.

Desde la revolución industrial pasarán a ser los “asalariados”.

Los sindicatos surgieron en Inglaterra, ya en el XVIII.

En un principio sólo para defender a los trabajadores de la situación de explotación y recurriendo a las huelgas.

Se agruparon los trabajadores de las fábricas por ramas de trabajo –“sindicatos de resistencia”- y ya no para una cooperación, como en los gremios, sino para una lucha desatada contra los explotadores, propietarios de las fábricas.

Como reacción surgieron, también, las “organizaciones patronales” = agrupaciones de los que detentaban el capital, para defender sus intereses económicos.

TRABAJO y CAPITAL. Dos realidades que, desde entonces, anidan en nuestra realidad cotidiana.

Ya Hegel lo había expuesto al exponer su “dialéctica del amo y del esclavo”.

Cada uno de ellos adquiere conciencia de sí al cobrar conciencia del otro. Cada uno depende del otro.

El “señor” toma conciencia de que es “señor”, porque es consciente de que ahí está el “esclavo”.

Y exactamente lo mismo es lo que le ocurre al esclavo, consciente de que lo es porque ahí está el señor.

Pero una diferencia.

Sólo el esclavo puede liberar al hombre porque sólo él trabaja y es el trabajo el que mueve la historia.

Eso, en la práctica, en la realidad, es la lucha entre el “trabajo” y el “capital”.

“Capital” proviene del latín “caput-tis” = “cabeza”.

Era el número de cabezas de ganado lo que significaba la fortuna de alguien.

Pero el capital funciona según leyes: vive del trabajo, tiende a concentrarse, cada vez más, en menos manos y se desvive por crecer y crecer sin descanso.

Pero es que el asalariado…

Si la esencia del hombre es el “trabajo” y el asalariado tiene que venderlo por un “salario”, está vendiendo su esencia, esta desesencializándose, está dejando de ser hombre, está no ya animalizándose sino cosificándose.

El hombre, que si no vende su trabajo se muere y si lo vende se deshumaniza.

He ahí la tragedia del hombre, de la clase  trabajadora, cada vez más mayoritaria, en la sociedad capitalista.

Es la ALIENACIÓN LABORAL, base de todas las demás alienaciones.

El capitalista compra trabajo y lo considera como “algo”, como mercancía que se compra y se vende, y no como de “alguien”, de un hombre.

La relación “trabajo-capital” es luctativa (está bien escrito, aunque el ordenador me lo subraye en rojo). Dejados a sus anchas, sin control, llevan a la lucha.

El mercado funciona según una ley: la ley de la oferta y de la demanda.

A mayor oferta de trabajo menor salario tendrá que pagar al obrero a pesar de que el obrero, siempre, producirá más de lo que en forma de salario se le retribuye.

Unos lucharán para que trabajen más pagando menos, los otros lucharán por trabajar menos y ganando más.

La intervención del Estado, desde entonces, intenta minimizar la tirantez.

Y si el capital paga más salario, no es por caridad, ni por justicia, sino porque el mercado de sus productos se satura y la única manera de impedirlo es que el trabajador pueda, también adquirirlo.

Si en otro tiempo el pequeño propietario se realizaba, personalmente, en su negocio, con su trabajo, hoy cada vez le es más difícil o imposible porque en primer lugar, depende del capital y, en segundo lugar lo ahoga y arruina el gran capital.

El problema es económico, pero no sólo económico, también es un problema social, político y moral.

Y el capitalista sabe que el poder económico siempre da poder político.

Marx lo explicaba claramente.

Toda sociedad, en todos los tiempos, ha estado estratificada en clases, sean las castas (en la India), sean los estamentos (en la Edad Media).

En la sociedad capitalista son las “clases sociales” y cada una tiene su forma de vida.

Una clase social es un conjunto de familias, de status económicos similares, y que entre ellos se establece cierta solidaridad, hasta llegar a la endogamia, contrayendo matrimonios en el interior de la clase.

Tener o no tener “conciencia de clase”.

Una clase tiene “conciencia de clase” cuando transforma sus intereses objetivos en intereses, también, subjetivos.

La lucha de clases continúa, aunque sea por otros caminos.

 

 

 

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