jueves, 16 de enero de 2014

6.3.- RAZÓN Y PASIÓN (2)


 
¿No hay “crímenes racionales?. ¿Sólo hay “crímenes pasionales”?.
Todas las mañanas se nos entreteje el desayuno con algún crimen, generalmente causado por un varón, sobre su expareja sentimental.
Impropiamente se le denomina “violencia de género”, como si los géneros (categorías gramaticales: masculino, femenino y neutro) pudieran ser causa de agresión sobre las personas.
Cuando aprendamos a hablar bien diremos y los llamaremos “violencia de sexo”, pues es un sexuado el que agrede, violenta o mata a otro sexuado, del mismo o distinto sexo.
Esta supuesta pareja de opuestos, que ya apareció en la tabla de opuestos de Pitágoras, fue seguida y amplificada por Platón y elevada a los cielos por el Cristianismo.
Hasta el mismo Descartes, con su “res cogitans” y su “res extensa”, sigue la tradición de la oposición entre Razón y Pasión.
Podíamos titular: “Leyenda negra de las pasiones”.
Pitágoras contrapone al orden el desorden, al control el descontrol, a lo racional lo irracional o pasional.
Además coloca al varón y a la mujer en cada una de las listas.
La mujer es la loca, la posesa, la lunática, la irracional, la celosa, la desordenada, la incontrolada, la demoníaca, la histérica,…. Mientras que el varón es, exactamente, lo contrario.
El sexo le sorbe el seso a la mujer, de aquí su función de parir, no de pensar. La pasión la posee.
No es eso lo que le ocurre al hombre, sino todo lo contrario.
Los celos (una pasión, que se “padece”) disparan, como un resorte, una conducta incontrolada.
¿Qué puede hacer la Razón ante una Pasión que la invade, como una metástasis galopante?
¿Qué puede hacer la Razón con un ludópata, un drogadicto, un fumador, un alcohólico,… cuando toda la energía está desviada hacia ese polo?
Fue a partir de Sócrates y los Sofistas cuando la Filosofía sustituye a la Épica y a la Tragedia como fundamento en la educación de unos jóvenes deseosos de intervenir en el gobierno de la polis.
Y la polis se rige por la democracia y ésta supone la palabra, el argumento, el diálogo, la discusión, el ganar al contrincante con razones de más peso y que el pueblo lo aprueba.
La fuerza de la Razón (de la palabra) como sustituta y superior a la razón de la fuerza.
El antiguo “vencer”, sustituido y superado por el “convencer”.
Hay que saber “hablar” (“gramática”), “hablar bien” (“retórica”), “hablar mejor” que los demás (“dialéctica”).
La dialéctica es una guerra, una lucha de/con palabras y la vencedora hace callar a la perdedora.
La Verdad existe –dice Sócrates contra los sofistas- sólo hay que saber buscarla.
Y el método, el camino para llegar a ella es la “dialéctica”.
Sócrates la practicaba en la calle y en el ágora, la “hablaba”, la seguiría Platón, dejándola por escrito en sus Diálogos y quedaría formalizada por Aristóteles en las Leyes de la Lógica.
La Dialéctica es el uso y desarrollo de la Razón, fundamento educativo para la formación política.
A la antigua heroicidad de la Epopeya la sustituye la “virtud”.
La virtud (“virtus”), en un principio no tiene connotación religiosa alguna. Es “fuerza”, “energía”, que consistirá en soportar, sin el más ligero pestañeo, las desdichas que destruyen la armonía del alma humana cuando se deja dominar por las pasiones y no puede imponerse a ellas, sometiéndolas.
El Logos (Razón) contra el Pathos (pasión).
El ideal es la “a-patía”, no tanto la ausencia de pasiones como dominio y control absoluto sobre ellas.
La a-patía, el dominio de las pasiones, es la receta para acercarse a la felicidad, lo que nos asemejaría a Dios, que vive en un estado de eterna imperturbabilidad o A-taraxía.
Ser y vivir como dioses es poder llegar a la a-taraxia, por el previo sendero de la a-patía.
Hay que aceptar el fatalismo de lo bueno y de lo malo (como lo harán, después, el budismo indio o el taoísmo chino).
“Abstine et substine”.
La pasión, en cuanto que es una fuerza, una energía, no es ni buena ni mala. Ella es sólo un sendero. La meta es la que puede ser Buena y Deseable o Mala y Evitable.
Hay pues “malas pasiones”, pero también las hay “buenas”.
Quienes se apasionan por la búsqueda de la Verdad, por la práctica del Bien, por el goce estético, por erradicar la enfermedad y el hambre,… son unos “apasionados” dignos de ser seguidos e imitados.
Quien más y mejor se pone del lado de la pasión será Nietzsche, para el que la pasión es lo más noble del ser humano y que denunciará que si los antiguos, Sócrates, Platón, los Estoicos,…apuestan por la Razón es porque son unos cobardes que le tienen miedo a la vida.
Uno se deja la vida por creer tener razón, los otros esperan la vida eterna, en el más allá, infinitamente superior y preferible a esta vida terrena y temporal.
El Cristianismo, todavía más. Hasta llegar a cantar “muero porque no muero”, lo que demuestra el poco aprecio que le tienen a la vida.
Ese desprecio de las pasiones es el origen del Nihilismo: doctrina que rechaza la cultura de Occidente por haber reducido a la nada los supremos valores de la vida.
El nihilismo es la enfermedad del mundo y la cultura occidental al afirmar que “nada” vale este mundo y viviendo de espaldas a los valores del cuerpo, de la voluptuosidad, del goce,…
Es por eso, por no apoyar ni apoyarse en la vida y en los valores vitales por lo que, huyendo, se refugian en mundos ideales, en cielos y paraísos celestes, renunciando a hacer de la tierra un “paraíso terrenal” del que no querer salir.
“Dios ha muerto” –proclamará Nietzsche (con  todo lo que ello significa (ver en el blog)
La Decadencia de Occidente proviene de la alianza entre los alucinados de  trasmundos (Sócrates y los Platónicos) y los discípulos del Crucificado.
“Sed fieles a la tierra” – proclamará Nietzsche, al aquí, al ahora, a la vida, al presente.
Propone como ideal no a Dios, sino al Superhombre, alejado de cualquier moral, el que da un salto en la historia de la humanidad para recobrar el gusto por vivir, por aquellos placeres que adornaban a los antiguos dioses y héroes en el mundo antiguo, antes de que fueran desterrados al olvido por la Razón y el Cristianismo.
¡Qué bien lo refleja con la metáfora del León (fuerza, “puedo”), el Camello (debilidad, “debo”) y el Niño (inocencia, “quiero”)¡
Ese es el Superhombre, al que debemos aspirar, el niño que lo único que quiere es jugar, ahora, luego, siempre, con todo,…jugar, gozar, disfrutar,..
“Si no os hacéis como niños no entraréis en el reino de los cielos” –dijo el Crucificado.
“Si no os hacéis niños, si no aspiráis a vivir la vida, esta vida, la única que hay, si no os decidís a gozar los placeres que esta vida te ofrece…no perteneceréis al reino de la tierra”.

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