¿Para qué quiero el combustible si no tengo motor?
Del motor depende la acción de ir, de caminar, de alejarse,
de intentar llegar a la meta,…
Pero ¿y si no tengo meta a la que ir, objetivo que desear,
propósito que conseguir?
¿Para qué quiero uno sin el otro o el otro sin el uno?
Ambos son necesarios.
Cuando utilizamos términos como “razón” o “razones” nos
movemos en el ámbito de los móviles (objetivos, como el agua) o en el de los
motivos (subjetivos, como la sed), regidos por reglas compartidas por todos al
basarse en la “razón” y que seamos, todos, “racionales”.
Las razones, pues, universalizan el comportamiento humano.
Igualmente, cuando utilizamos términos como “pasión” o
“pasiones” estamos moviéndonos en el ámbito en el que los comportamientos están
regidos más por los instintos humanos, por los sentimientos, por las
emociones,… que por la razón.
Razón y Pasión. Motor y Combustible.
Y es que el ser humano está doblemente estructurado:
1.- Por una
“dimensión racional”, con capacidad de pensar, en la consideración del hombre
como “mente”.
2.- Por una
“dimensión afectiva o pasional”, con capacidad para sentir, como voluntad, como
vida instintiva, en la consideración del hombre como “cuerpo”.
No somos “almas en un cuerpo como soporte” o “cuerpos en los
que habita un alma”. Somos “almas corporeizadas” o “cuerpos animados”
La RAZÓN.
La Razón Teórica, como ser que conoce y Razón Práctica, como
ser que actúa (KANT).
Razón Teórica: 1.- Subjetiva, 2.- Calculadora o
instrumental, 3.- Científica (Razón Físico-Matemática).
Razón Práctica: 1.- Moral, 2.- Dialéctica, 3.- Vital, 4.-
Histórica, 5- Crítica.
Pero ¿Actuamos tras Conocer?, ¿es el Conocer una “conditio
sine qua non” del Actuar?
¿O es la Acción Humana la “conditio sine qua non” de la
posibilidad del conocimiento?
Detrás o por debajo de la Razón hay una serie de fuerzas
(emociones, sentimientos, voluntad) a las que podemos denominar “pasión” cuyo
poder es superior a la mera racionalidad.
1.- SCHOPENHAUER: La Razón está subordinada a la “Voluntad
de Vivir”.
Frente a la “tradición intelectualista” de que “nada es
querido si antes no es conocido”, se impone la “tradición voluntarista” de que
“nada puede ser conocido que antes no haya sido querido”.
Frente al “yo pienso” cartesiano, el “yo quiero”
schopenhaueriano.
El “Querer” como condición del “Conocer” y del “Actuar”.
El Querer, la Voluntad, es la energía, la fuerza, que poseen
“todos los seres” (inorgánicos y orgánicos, incluido el hombre)
La “fuerza” o “conatus” que “hace a un ser perseverar en su
ser” (Spinoza).
La energía de la naturaleza es la “voluntad de vivir y de
sobrevivir” superando, venciendo, todos los obstáculos que se interpongan.
La “Voluntad es la esencia del mundo, la fuerza que impulsa
a todos los seres a seguir siendo y viviendo”
Una Fuerza desconocida pero que se manifiesta en su
despliegue en el mundo a través de los seres que se esfuerzan por permanecer.
La “Voluntad de vivir” constituye la dimensión primordial y
esencial del ser humano. Es su substancia.
Esta fuerza se manifiesta y se representa en el cuerpo
humano, que es la sede de la Voluntad.
Nuestro cuerpo es la voluntad hecha visible, es “la
visibilidad de la Voluntad”
El cuerpo es “voluntad corporeizada”, “voluntad objetivada”
para la vida.
Frente a ella (la Voluntad) la Inteligencia o Razón, es un
mero accidente, es un elementos secundario y accesorio, es un instrumento de la
voluntad, una facultad de segundo grado cuyo objetivo principal es satisfacer
los deseos de aquella.
La tarea principal de la Inteligencia es suministrar los
datos indispensables para la vida individual y para la propagación de la
especie.
Sea, dicho conocimiento, vulgar o científico.
La Inteligencia está al servicio de la Voluntad, con un fin
práctico, orientado a la búsqueda de resultados prácticos.
La Inteligencia conoce las relaciones entre las cosas
(Ciencias) pero no las cosas mismas, que se le escapan.
Es como el ojo, que ve, pero que no puede verse a sí mismo.
2.- NIETZSCHE: “La Razón está subordinada a la “Voluntad de
Poder”
En el cuerpo se dan cita todas las fuerzas humanas (deseos,
afectos, sentimientos, emociones, pulsiones,…), lugar propio de las “pasiones”
(sexualidad, dominio,…) siendo la Voluntad de Poder la pasión que se erige por
encima de todas las demás, como primera y primordial.
Lo que mueve al ser humano no es el deseo de conocer sino el
de quererlo todo y dominarlo todo.
No hay conocimiento desinteresado.
Tras todo conocimiento está la “pasión por el poder”, por
“dominar”.
La Razón, pues, es sólo un instrumento (aunque muy útil) de
la Voluntad de Poder.
Esta Voluntad de poder puede estar dominada por:
.- “Fuerzas
reactivas”, que impiden el verdadero desarrollo de los impulsos humanos. Son,
por ejemplo, los cristianos y su búsqueda de ilusiones quiméricas que,
desentendiéndose de la esfera de lo sensible, se esfuerzan, hasta agotarse, en
llegar a la esfera suprasensible.
Siempre serán esclavos. Esclavos de esas ilusiones, al creer
que la verdadera realidad se encuentra en el otro mundo y no en éste.
La moral cristiana no es sino “una moral de esclavos”
.- “Fuerzas
activas”, propias de un espíritu libre, creador, generoso,… Son los “fieles a
la tierra”, los que valoran la realidad sensible, esta vida, y que saben que
“Dios ha muerto”, es decir, son conscientes de que sólo existe este mundo
sensible. Mientras que los que enseñan y predican la trascendencia se engañan y
engañan.
Este tipo de “hombre libre” es el SUPERHOMBRE, generoso y
creador, “fiel a la tierra” y contra todo tipo de utopías sociales y de
trascendencias religiosas.
Es el “hombre dionisíaco”, cuyo lema es “Vivir la vida y
gozar de ella”, como el niño con el juego.
Es la Moral de Señores, de hombres libres, que a nada y a
nadie obedecen porque no son esclavos de nadie ni de nada.
PASIÓN.
El concepto de “pasión” aparece en Unamuno como el “eterno
conflicto, la continua lucha existente en el ser humano entre el Sentimiento y
la Razón”, la contradicción continua entre “los argumentos de la Razón” y “las
razones del Corazón”.
El hombre, en abstracto, no existe, sólo existe el individuo
concreto, “el hombre de carne y hueso”.
Y sus intereses más próximos son dos: “el instinto de
conservación” y “el instinto de perpetuación”, en virtud del cual surge el
llamado “sentimiento trágico de la vida”, que impulsa a los individuos y a los
pueblos a la búsqueda y satisfacción del deseo de trascendencia.
De “el hombre es un “animal racional” sólo hemos hecho
hincapié en lo de “racional”, olvidándonos de lo “animal” que somos, “de carne
y hueso, el que nace, sufre y muere”, el real, el de los sentimientos.
El hombre, en abstracto, es una idea. El hombre real es el
hombre concreto.
“HAMBRE Y AMOR hacen
girar el mundo” (Schiller)
“Instinto de conservación” (hambre) e “instinto de
perpetuación” (amor, sexo).
El animal, siempre obediente y obedeciendo a su instinto,
nunca se equivoca, pero siempre se repite. Todas las abejas, desde siempre,
hacen lo mismo. No progresan.
El hombre, en cambio, con su inteligencia, imagina, crea,
inventa, razona,….pero se equivoca, puede equivocarse, pero innova, se
perfecciona, progresa. No se repite.
El progreso humano descansa sobre la capacidad de
equivocarse, de errar.
Hambre y Amor/ Comida y Sexo/ Yo y los Otros.
El Sentimiento trágico de la vida es esa pasión de quien se
preocupa por dar sentido a su existencia.
Unamuno llama:
.- “Estúpidos
afectivos” a quienes ante el problema de la inmortalidad disuelven el problema
(no lo solucionan) refugiándose en el agnosticismo y en el ateísmo
(“agnosticismo racional”).
.- “Estúpidos
intelectuales” a quienes hacen del sentimiento religioso su consuelo y motivo
de vida. Son aquellos que desprecian la razón sin haberla criticado
previamente, son los creyentes dogmáticos, los que poseen la “fe del
carbonero”, los que jamás ponen en duda sus creencias.
Son poseedores de una fe infantil, basada en un sentimiento
religioso que no tiene fuerza, que no tiene vida.
Unamuno, antes estas dos posiciones, propone una “duda de
pasión”, fruto de la contradicción y la duda entre la Razón y el Sentimiento.
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