Recuerdo un tiempo en que uno de los temas que desarrollábamos en la Filosofía de Bachillerato era el de las Utopías.
Leíamos textos de la Utopía,
de Thomas Moro, de la Ciudad del Sol, de Tomasso Campanella, de la Nueva Atlántida,
de Francis Bacon y mi objetivo era que, para comprender la época, la sociedad y
el contexto en que fueron escritas, los alumnos tenían que aprender a leerlas a
la contra. Porque las Utopías eran el envés, la otra cara, de lo que realmente
ocurría.
Que cuando leíamos que la
jornada laboral era de cuatro horas y el resto era tiempo libre para los hobbies,
lo que en realidad había que entender era que se trabajaba 14 o más horas y que
no había tiempo libre.
Que cuando se decía que todos
trabajaban, alegremente, y tenían comida de sobra, había que entenderlo como el
trabajo esclavista de muchos, los pobres, que, además pasaban hambre porque los
salarios eran “salarios de hambre”.
Las utopías eran/son la
lectura, en negativo, de la realidad. Y cuando se afirma que “todos” hay que
entender que “algunos o muchos”, y cuando se afirma que son “felices” hay que entender que son “desgraciados”.
Cuando leíamos párrafos de
“El mundo feliz”, de Aldous Huxley, había que entenderlo como anhelo o como
temor del autor ante el futuro.
Pero cuando nos zambullíamos
en “1.984” (obra de Georges Orwell, escrita en 1.948), ya empezábamos a
renquear y quedar sorprendidos.
Porque, teóricamente, podía
ser nuestro futuro, a temer, pero se parecía mucho a nuestro presente.
El pueblo estaba regido por
Cuatro Ministerios:
A.- El Ministerio de la
Verdad, que se dedicaba a falsear y cambiar las noticias, a destruir los
documentos del pasado, a inventarse cosas, a cambiar las noticias, para que la
gente se olvidara de lo que había ocurrido anteriormente. Era el Ministerio de
la manipulación informativa y del lavado de cerebro. Era el Ministerio de la
invención de la Historia, que nunca existió. El Ministerio que estaba
obsesionado por la reducción del vocabulario y procurando la pobreza lingüística.
B.- El Ministerio del Amor,
encargado de mantener la ley y el orden, de tiranizar a los ciudadanos. Se
ocupa de los castigos y torturas, de la represión implacable contra cualquier
desviación. A este Ministerio pertenece la Policía del Pensamiento.
C.- El Ministerio de la Paz,
que se encarga de las guerras y de que éstas sean permanentes.
D.- El Ministerio de la
Abundancia o de la Opulencia, que se encarga de los temas de Economía.
Y todo ello dominado por el
Gran Hermano que te vigila constantemente y que es el poder que todo lo ve,
todo lo sabe y todo lo castiga.
Pero hay que creer y amar,
tanto al partido como al Gran Hermano.
“Mejor amado que temido” –que
diría Maquiavelo.
(Acabo de hacer la
Declaración de la Renta y he comprobado que la Administración sabe que poseo un
cuarto trastero en la Calle Constancia. (La temo, no la amo).
En ese mundo de “1.984”, todo
es al revés, hasta las palabras transmutan su significado.
.- LA GUERRA ES PAZ.
.- LA LIBERTAD ES ESCLAVITUD.
.- LA IGNORANCIA ES FUERZA.
Y me pregunto, yo, ahora, si
todo esto está tan lejos de nuestro presente.
El Ministerio de Trabajo ¿no
es, realmente, el Ministerio del Paro?.
El Ministerio de Educación
¿No es, realmente, el de la ignorancia? ¿Y el de Cultura no es el de la
Incultura?, ¿Y el de Sanidad no es el de las enfermedades?.
Orwell estuvo en España,
participando activamente en la guerra civil como brigadista internacional.
¿Imaginó la dictadura de Franco y es lo que refleja, de modo demasiado
exagerado, en su obra, “1.984”.
Valiente como él solo, a
favor de un “socialismo democrático”, antitotalitarista, y fóbico a las ratas.
Quizá Orwell, más que un
utópico, fuera un fotógrafo de una realidad larvada.
Tomás, hay que ver lo complicados que sois los filósofos.
ResponderEliminarYa te decía hace unos años, cuando empecé a conocer al filósofo, que no os entendía. Nunca contestáis con una afirmación o una negación. Siempre dejais una puerta o varias puertas abiertas, por si acaso.
Oye, supongo que no habréis sido vosotros los habéis inventado el gobierno de España...
El SÍ y el NO son Verdades Absolutas que nunca casan bien con la Filosofía.
ResponderEliminarLa Filosofía Dogmática es como el Círculo Ciadrado, aquella no es Filosofía, éste no es un círculo.
Ventanas y puertas abiertas para que no se vicie el aire, para que las respuestas entren y salgan, para que el ambiente se renueve.